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Huellas N.4, Abril 2018

PRIMER PLANO

Solo hay un camino para Siria

Giorgio Paolucci

Tras siete años de guerra, la tensión sigue altísima, mientras se enquistan traumas y hostilidades recíprocas. «Para una futura convivencia hace falta una experiencia que sea creíble desde ya». Habla el padre BAHJAT ELIA KARAKACH, uno de los catorce franciscanos del país


Una guerra infinita. Se ha cobrado (por ahora) más de 500.000 muertes, más de un millón de heridos, once millones de desplazados a los estados limítrofes –Turquía, Líbano, Jordania– o a otras zonas del país. En otras palabras, cuatro de cada diez sirios ya no viven en sus casas. Después de la conquista de Alepo por parte del ejército en diciembre de 2016 –que parecía el preludio del fin de las hostilidades– los combates han continuado con mayor o menor intensidad, hasta la reciente escalada en el norte de Siria, con la firme intervención de Turquía para impedir la consolidación de un enclave controlado por las milicias kurdas, sobre todo en la zona de Damasco, donde las formaciones que pueblan la galaxia rebelde tuvieron durante semanas en el punto de mira algunos barrios de la capital. «En enero, varios misiles lanzados por los insurgentes alcanzaron las iglesias de Bab Touma, un barrio de mayoría cristiana, otros cayeron sobre los niños a la hora de salir de clase». Con la muerte en el corazón, habla el padre Bahjat Elia Karakach, originario de Alepo, superior del convento de la Conversión de San Pablo en Damasco y párroco de la comunidad latina local, compuesta por 250 familias. «La tensión es altísima. Al goteo de ataques programados para sembrar el terror e incrementar la inestabilidad, siguió la contraofensiva del ejército de Assad para liberar la zona del Ghouta, suburbio en la periferia oriental de la ciudad, del control de los rebeldes». El padre Karakach es uno de los 14 frailes franciscanos presentes en Siria, herederos de una tradición que se prolonga ininterrumpidamente desde hace 800 años y que en estos tiempos dramáticos han decidido quedarse, compartiendo las necesidades básicas de la población. Con la colaboración de voluntarios laicos, sostienen cuatro centros de acogida en la capital, Alepo, Latakia y Knayeh; ofrecen cama, comida, asistencia médica, ropa, y ayudan a los desplazados en la reparación de sus casas y en la búsqueda de otras soluciones habitacionales.
«Nuestro pueblo desea la paz, esta guerra solo sirve a los enemigos de Siria, a los que quieren convertir este país en tierra de conquista», continúa el franciscano. «Desgraciadamente, la opinión pública occidental no está en condiciones de entender lo que pasa realmente aquí porque los medios de comunicación ofrecen una representación deformada de la realidad. Por ejemplo, se ha puesto mucho énfasis en la violenta ofensiva realizada por el ejército para liberar el Ghouta del control de los rebeldes, callando el hecho de que era en respuesta a los ataques con misiles que desde hace meses sufrían muchos barrios de Damasco. Después de siete años de guerra, debemos ser realistas. Hoy, quien todavía puede garantizar una Siria unida solo es, de hecho, el gobierno. Los grupos yihadistas son un elemento esencial de la oposición armada y luchan por la instauración de un estado islámico, un objetivo que supondría negar la convivencia entre diversas culturas que ha caracterizado durante siglos a nuestro país».

LIMPIEZA ÉTNICA. Según el padre Karakach, las prioridades que perseguir en las negociaciones, que continúan a pesar del recrudecimiento del conflicto, son dos. «Ante todo hay que salvaguardar la unidad estatal y por
tanto impedir su desmembramiento étnico, que sería artificial, anti-histórico y ajeno a la realidad. En Siria no hay zonas totalmente sunitas, chiitas o cristianas, esto abriría el camino a una limpieza étnica que decretaría la destrucción definitiva del mosaico sirio. Hay que apoyar la iniciativa de aquellos que quieren conservar la unidad territorial y hacer que la diplomacia internacional siga tejiendo una trama de relaciones que son muy complicadas pero extremadamente necesarias. La segunda prioridad es el mantenimiento de la laicidad. Un Estado basado en confesiones religiosas sería un auténtico drama para la sociedad siria y para toda la zona del Mediterráneo. Solo una Constitución laica puede ser el terreno sobre el que reconstruir una sociedad que respete todas las componentes religiosas y políticas». Después de siete años de devastación hay que retirar de las calles y de los corazones montañas de escombros. Violencia, traiciones, acusaciones han alimentado una sospecha mutua, una desconfianza hacia el “otro”. Cientos de miles de familias han perdido maridos e hijos, hay muchísimos niños traumatizados por las bombas y masacres que han tenido que presenciar. ¿Por dónde volver a empezar para sanar heridas tan profundas? «Hará falta mucho tiempo para metabolizar lo que ha sucedido. Ahora los mayores esfuerzos se dedican a responder a las numerosas y graves emergencias materiales, pero para que este renacer sea duradero hay que apostar por la educación. No podemos olvidarnos de cuidar de nuestro rebaño, pero queremos trabajar para todos, no solo para los “nuestros”. En la parroquia tenemos un proyecto de apoyo psicológico dirigido a los más pequeños, para ayudarles a recuperar su confianza en la vida: el 70% son musulmanes. Hay muchísimo trabajo por hacer, tanto para volver a poner en pie las estructuras –un millón y medio de niños ya no van al colegio, un tercio de los edificios ha quedado destruido– como para testimoniar y difundir los valores de la convivencia, de la paz, del diálogo. No hay otro camino para llegar a una necesaria reconciliación nacional».

ANANÍAS. Un pequeño ladrillo pero muy importante en la lógica de una reconstrucción humana y social es lo que también se está preparando en el barrio donde se sitúa el convento del padre Karakach: un centro cultural que albergará espectáculos teatrales, exposiciones de arte, conciertos de música clásica, cine fórum, presentaciones de libros, actividades infantiles, apoyo escolar para los jóvenes del barrio, espacios de estudio para los universitarios. Un lugar multidisciplinar, apoyado por la Asociación Pro Terra Sancta, abierto al diálogo con todos. Este centro tomará el nombre de san Ananías para recordar al discípulo que recibió Saulo tras su encuentro con Jesús en el camino de Damasco. «Ananías temía encontrarse con un hombre que tenía fama de ser enemigo de la comunidad cristiana, pero al final se fió de lo que Dios le pedía y lo trató como un hermano. Del mismo modo, hoy los cristianos no deben sucumbir al miedo, deben asumir el reto que supone el encuentro con el otro, trabajar con todos y vivir la fe como un don para todos los hombres. Nos lo enseñó san Francisco, lo hicieron durante siglos los frailes de la Custodia de Tierra Santa, nos lo testimonia y exhorta a hacerlo el Papa que lleva su nombre».

PURO TESTIMONIO. No faltan resistencias ante estas aperturas, también la historia de la Iglesia en Siria está plagada de mártires que derramaron su sangre para testimoniar la fe. Pero el padre Karakach está convencido de que no hay otro camino para vivir como protagonistas este tiempo de sufrimiento en la sociedad siria. «Es el crisol en que se refleja la consistencia de nuestra fe y nuestra capacidad para confiar en Dios, antes que en nuestras fuerzas o proyectos. El puro testimonio puede parecer ineficaz, un arma insuficiente para combatir el virus de la desconfianza, algo demasiado débil para abatir los muros de la hostilidad mutua que se han levantado en estos siete años». Pero él es testigo de multitud de episodios que dicen lo contrario. «Por ejemplo, personas de fe musulmana impactadas por nuestro modo de estar al servicio de todos nos dicen: “vosotros sois diferentes”. Algunos se deciden a entender qué hay en el fondo de esta diferencia, llegan a conocer a Cristo y piden el Bautismo. Les llama la atención la humanidad antes que las palabras. Los pequeños gestos son un gran recurso humano para el futuro de Siria. No podemos proponer una hipótesis de convivencia para el mañana si no construimos –desde hoy– una experiencia que la haga experimentable y creíble».



UN HOGAR AL QUE VOLVER

Desde el año 2014, la ONG española apoya la labor de los padres franciscanos en Alepo, ofreciendo atención inmediata a las familias más vulnerables y en la reconstrucción de los hogares arrasados. Actualmente el Centro de Emergencia de la Custodia de Tierra Santa cuenta con más de 3.000 solicitudes para la rehabilitación de casas. A través de la campaña Manos a la Obra
“¿Dónde está mi hogar?”, a lo largo de este año CESAL trabaja en la rehabilitación de viviendas para poder reconstruir la vida de 35 familias, ofreciéndoles un hogar al que volver.

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