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Huellas N.2, Febrero 2018

BREVES

La Historia

Alguien con quien contar
«Alberto, ¿un café?». «Reúno a la familia y llego. Id adelante». Ya es un rito. Después de la misa dominical, un café con los amigos. Como cada domingo, John, un joven africano, está en la puerta del bar, simplemente dando los «buenos días» a los que entran. Ni siquiera extiende la mano para pedir una limosna. Sonríe. Alberto se le acerca con una bolsa: «Te he traído una chaqueta». Está a punto de entrar: «Venga, entra, te invito a tomar algo». Lleva un mes encontrándose con John. Al comienzo le daba una moneda, luego empezó a preguntarle. Viene de Nigeria y lleva tres años con su documentación en regla. «¿Qué tomas?». «Juice». Al cabo de unos minutos, Alberto, que no se maneja muy bien con el inglés, llama a su mujer: «Dile que el próximo domingo le invitamos a comer a casa y que este es mi móvil». Federica le mira un tanto perpleja. «Fíate». Ella traduce. El chico abre los ojos de par en par y dice solo: «OK».

DELANTE DE UN PLATO DE CUSCÚS John cuenta su vida. Mujer e hijos se turnan traduciendo. «Duermo en una parroquia aquí cerca. Quiero trabajar. Hice de jardinero y de ayudante de cocinero. Me adapto a cualquier trabajo». «Pero, ¿lo estás buscando? ¿Dónde pasas la semana?». «No sé qué hacer. Doy vueltas por la ciudad». En la puerta de casa, antes de entrar, dice: «Sois los primeros con los que voy a comer. No me fío de nadie». Una hora después, llega un sms al móvil de Alberto: «Estoy muy, muy agradecido por el amor que tú y tu familia me habéis demostrado. Otra vez gracias, señor, a usted y a su familia».
Por la noche, Alberto escribe un correo a sus amigos: «¿Me echáis una mano para encontrar un trabajo para John?». Enseguida llega una respuesta: «Este es el teléfono de Hugo. Llámale, se dedica a ayudar a buscar trabajo a quien lo necesita». «Perfecto. Les pongo en contacto a los dos, y listo», piensa Alberto.
Jueves por la mañana, a las 7:00 de la mañana, en el bar del centro comercial, Hugo habla en voz alta, gesticulando: «Basta de vagabundear. Debes remangarte. Tres cosas: primero, cada día envías 20 currículos a las web de búsqueda de trabajo; segundo, te presentas en las agencias de trabajo temporal en las distintas zonas de la ciudad; tercero, te das una vuelta por las tiendas donde podrías trabajar y preguntas si buscan a alguien. ¿Está claro?». El chico asiente. Hugo prosigue: «Tranquilo. No estás solo. Dos de nuestros amigos te van a acompañar». Y dándose la vuelta hacia Alberto: «Uno eres tú. El otro búscalo. Ahora me tengo que ir. Entro a trabajar. Se me olvidaba, nos vemos el día 12 en la cena con los que acompañamos y los que los acompañan. Alberto, por correo te explico todo».

LLEGA EL DÍA DE LA CENA. En el portal, en la entrada, Alberto mira a su alrededor. No conoce a nadie. Luego, una voz: «Albe, estás aquí, en mi misma mesa. Ven». ¿Desde cuándo no veía a Filippo? Por lo menos un año. Se acerca. «Hola. Te presento a John». «¿La persona que acompañas? Bien, a sentarse, porque empiezan a servir la cena». Hugo pasa entre las mesas con un micrófono y por turnos les pide que cuenten su historia personal. Una chica dice: «Vale el currículo, el trabajo, pero lo más importante ha sido tener alguien con quien contar». John ríe, habla, está totalmente a gusto.
De vuelta en la moto, John se agarra a Alberto, mientras este piensa en la pregunta: «¿Sigue interesándonos la salvación?». Piensa en que en esa velada él la ha experimentado.