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Huellas N.10, Noviembre 2017

PRIMER PLANO

Compañeros de viaje

José Medina

Hombres ateos, creyentes, de religiones y culturas distintas. Ocho días de encuentros con Julián Carrón entre EEUU y Canadá sobre la belleza desarmada de la fe. En un ejemplo, se juega «la diferencia decisiva»…

Only for courageus people, «solo para los audaces». Julián Carrón se lo ha repetido insistentemente a sus compañeros de aventura durante su gira americana para presentar Disarming Beauty, la versión en inglés de La belleza desarmada. A mediados de octubre, viajamos con él ocho días, empezando por la Universidad de Notre Dame, cerca de Chicago, para hacer parada luego en Denver, Houston, Nueva York, Montreal, y terminar en Washington DC. Las tardes y noches transcurren entre actos públicos y encuentros personales, mientras que por la mañana viajamos en avión. Las cifras hablan de cinco mil kilómetros, siete actos públicos, 15 ponentes y más de 1.500 asistentes, entre ellos muchos amigos y colegas.
El primer encuentro en la Universidad de Notre Dame es una clase de teología que incluía Disarming Beauty entre las lecturas del curso de Apologética. Un encuentro paradigmático de los días sucesivos. Una chica plantea la primera pregunta: «Usted habla de la libertad de un modo distinto a los demás… Para usted, ¿qué es la libertad?». «Yo no tengo un diccionario diferente del tuyo», responde Carrón. «Lo que sé es que para entenderla, tienes que partir de la experiencia. Si miras tu experiencia, ¿cuándo te has sentido libre?». Ahí llega la primera invitación «a una aventura solo para los audaces». Luego vendrán más.

SORPRESAS. Durante su gira, el responsable de CL habló con personas de profesiones diversas –científicos, periodistas, profesores universitarios, sacerdotes– y de distintos credos –baptistas, musulmanes, católicos, judíos–. Los temas también fueron diferentes: la libertad, el acontecimiento, el diálogo, la autoridad… Pero el punto de partida de la aportación de Carrón es siempre el mismo: la experiencia. Una manera de hablar y dialogar desarmada y, al mismo tiempo, desarmante. El encuentro público en Notre Dame fue con Ross Douthat, columnista del New York Times, y Ernest Morrell, director del Center for Literacy Education. Moderaba Paolo Carozza, jurista y profesor del ateneo anfitrión. Douthat habla de la crisis como «un momento en que la gente se da cuenta de que no es autosuficiente». Morrell insiste en la importancia de no caer en la tentación de «externalizar el problema, como suele pasar, sino mirarse uno mismo». Para ambos, el libro va a la raíz de la cuestión.
Al día siguiente, en Denver, el diálogo es con Curtis Martin, responsable de la organización juvenil católica Focus, y Michael Huemer, profesor de Filosofía, anarquista y ateo. El encuentro previo se presenta un tanto complicado. Los ponentes no se conocen, pero después de las primeras bromas, se ponen directamente a hablar de su vida y de lo que les interesa. A los veinte minutos hay que interrumpir la vivaz conversación porque empieza el acto y la cosa cambia por completo.
La sala del Denver Press Club está abarrotada, con más de sesenta personas en pie. Muchos jóvenes esperan a los ponentes en silencio. Tras una breve introducción, Michael Huemer, que había preparado una intervención de quince minutos dedicada al capítulo sobre la educación, reduce su aportación a cuatro minutos para dejar más espacio al diálogo. Curtis Martin empieza confesando su sorpresa («nunca pensé que un sacerdote español tuviera algo en común, algo sobre lo que hablar, con un filósofo ateo de la Universidad de Denver…») para retomar la conversación que ya había comenzado antes. Se habla entonces de «conocimiento de la realidad, autoridad, moralidad…».
La conversación se anima cuando se aborda el papel de la autoridad en el conocimiento. Carrón vuelve a partir de la experiencia. Habla del enamoramiento. «No te enamoras haciendo un curso universitario ni siguiendo un manual de buenas prácticas para cultivar un matrimonio. Eso no basta. El enamoramiento es un acontecimiento. Llega, te sorprende, no requiere preparación…». Habla de una visita al médico. «En la enfermedad, yo soy el juez último ante el hecho de estar curado o no. Tengo la capacidad de reconocerlo sin que otro me lo diga. Si el médico, aunque fuera un Premio Nobel, me dice que estoy curado pero yo sigo encontrándome mal, ¿quién sabe más, él o yo?». Afirma que la dignidad del yo reside precisamente en el hecho de «ser capaz de reconocer lo que es bello y verdadero». Curtis Martin le pide que explique qué es el hecho cristiano, y observa que en todo caso hace falta una cierta «insistencia en la moralidad» (un tema que volverá a menudo entre los interlocutores). Cuando termina el diálogo, muchos jóvenes se acercan a preguntar, deseosos de continuar.

FUERA DE PROGRAMA. El tercer día es como los demás. Un viaje matutino de más de 1.600 kilómetros, un almuerzo rápido y luego un encuentro. Esta vez en la Universidad St. Thomas de Houston, Texas. En el escenario, junto al autor, están Mauro Ferrari (oncólogo y responsable del Methodist Hospital and Research
Institute
), Marlon Hall (cineasta y antropólogo), Louis Markos (profesor de literatura) y M.J. Khan (presidente de la Sociedad islámica de Houston).
El acto se abre con la bienvenida del rector. Luego es el turno de Ferrari. Lleva a sus espaldas una historia muy profunda, empezó a estudiar el cáncer por el dolor que vio en su familia (Huellas, n.10/2010). En un momento dado, se pone en pie. «Voy a saltarme el guion. Necesito hacer una pregunta ahora. ¿Cómo puede convivir el sufrimiento que veo y vivo a diario con la alegría de la fe? ¿La “belleza desarmada” responde también a esto?». Empieza entonces un diálogo sobre la razón científica, sobre hasta qué punto es incapaz de explicarlo todo y sobre qué significa tener que aceptar esto. Hasta el punto de abrirse a otras explicaciones más allá de las humanamente “comprensibles”…
Entre otras preguntas íntimas y candentes emerge también la de M.J. Khan, que –con cierta timidez– pregunta por qué, siendo un hombre de fe, él está triste cuando ve que las cosas no van bien. «Dios ama la libertad del hombre», responde Carrón. «Desea que sea el hombre quien decida amar y reconocer su amor. No puede suceder automáticamente».
El encuentro concluye con un insólito saludo del baptista Marlon Hall dirigido a Carrón. «¡Amén, hermano, amén! Lo que amo de tu libro, y de todo lo que haces por invitarnos a una vida similar a Cristo, va contracorriente respecto de hacia dónde va el mundo religioso. En la Iglesia muchas veces nos hemos dedicado a domesticar los talentos y dones de la gente, pero en realidad cuando seguimos de verdad al Misterio la vida es mucho más… salvaje. Solo quiero celebrarlo. ¡Eres como un bárbaro en busca de mi corazón!».
Al final, un trabajador de la Saint Thomas comentaba: «Hacemos muchos encuentros para favorecer el diálogo interreligioso, pero normalmente el musulmán habla y dice: “Yo lo veo así”. Luego el baptista dice: “Yo en cambio lo veo así…”. Etcétera. Pero esta noche ha sido distinto. He visto a cinco hombres que hablaban entre ellos como hombres de verdad».
Al día siguiente, Nueva York. 2.280 kilómetros para participar en un encuentro en la sede de Naciones Unidas. Tema: el impacto positivo del diálogo religioso para afrontar los problemas sociales de nuestro tiempo. Junto a Carrón, el nuncio en la ONU, el arzobispo Bernardito Auza, que organizó el acto; el profesor Amitai Etzioni, judío, sociólogo de la George Washington University; los embajadores de Indonesia y Filipinas, y de nuevo Carozza, de Notre Dame, como moderador.
El diálogo vuelve a tocar aquí la cuestión del acontecimiento y la moralidad. Etzioni saca jugo al encuentro cuando dice que Disarming beauty le interesa porque «permite tener un lenguaje adaptado para afrontar los problemas de la sociedad actual».
Por la noche, discurso en el Sheen Center para la inauguración del Albacete Forum, con casi 300 personas. Al día siguiente volamos a Montreal, Canadá, para otro diálogo. Esta vez los acompañantes de Carrón son Anne Leahy, exembajadora canadiense, y Mark Phillips, abogado. Otro ejemplo desafiante: «Sí, lo que se dice del amor es bonito, pero…». Y otro diálogo verdadero y profundo.

CUATRO PALABRAS. El domingo llegamos a Washington para el encuentro final: una conversación con el nuncio apostólico en Estados Unidos, el arzobispo Christophe Pierre. Tiene lugar en la Georgetown University, y la modera John Carr, periodista y director de la Catholic Social Thought Iniciative. En la primera pregunta, el nuncio invita a todos a comprar y leer el libro. Y explica por qué. «Primero lo leí en italiano y luego en inglés. Habla de cosas importantes en mi vida. Ayuda a entender el cambio de época que estamos viviendo, y también ayuda a comprender y amar al Papa Francisco».
Después de ocho días de gira americana, llenos de encuentros y acontecimientos, hay cuatro palabras que permanecen: acontecimiento, diálogo, autoridad y libertad. Todas se refieren al despertar del “yo” y a la naturaleza del cristianismo. Pero con una diferencia que se vio con claridad en muchos momentos y que afecta precisamente a la palabra “acontecimiento”. O es algo que despierta continuamente al yo y educa su capacidad para conocer la realidad y relacionarse con Dios ahora –como sostiene constantemente Carrón–, o se queda en un momento propedéutico, un hecho que quizás introduce en nuestra vida una decisión de cambiar, pero que permanece aislado del presente. La diferencia es sutil, pero decisiva. Porque en esta segunda acepción, la vida vuelve a ser una cuestión de esfuerzo nuestro, de “moralidad” y reglas. Algo que salió en muchos diálogos, y no solo.
En los mismos días del tour, por ejemplo, Rod Dreher, el defensor de la discutidísima “opción Benedicto” (sustancialmente, la guerra cultural está perdida para los católicos, retirémonos a los ámbitos donde podamos reforzar nuestra fe para prepararnos antes de volver al mundo), objetaba en su blog que «para proponer la fe» tal como le gustaría al líder de CL (y con él al Papa Francisco), «hace falta una formación sólida y prácticas espirituales que den disciplina a la vida diaria. Sin ello, la “opción Francisco” es solo sentimentalismo».
Tal vez por esto el ejemplo del enamoramiento siga siendo, en cambio, el punto de referencia de muchas conversaciones, el acento que más ha sorprendido e impactado. «Uno no se enamora estudiando o siguiendo ciertas reglas», repetía Carrón. «Pero cuando se enamora, nace en él una cierta manera de comportarse, ciertos detalles: cuidar la casa, las cosas, al otro… Y no por un esfuerzo». La moral nace de ahí, del atractivo y del deseo de permanecer dentro del acontecimiento. No se puede crear, no es una cuestión de esfuerzo. Es un hermoso desafío, sobre todo en EEUU. Una aventura «para los audaces », ¿no?