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Huellas N.8, Septiembre 2017

VIDA DE CL

Obstinados en la puerta

Luca Fiore

277 personas de 52 países a los pies de los Dolomitas. Es la ASAMBLEA INTERNACIONAL DE RESPONSABLES. Una ocasión para volver a contarse, con gran libertad, en qué punto del camino estamos. Y volver a lo que le dio origen. Pidiendo, como el Innominado, que vuelva a suceder

«¿Que si volveré? Aunque me rechazaseis permanecería obstinado a vuestra puerta, como el pobre. ¡Tengo necesidad de hablar con vos, tengo necesidad de oíros, de veros! ¡Tengo necesidad de vos!». Cuántos signos exclamativos necesita Manzoni para mostrar el estado de ánimo del Innominado durante su encuentro con el cardenal Federico. Un ánimo penetrado por una mirada misericordiosa, que sabe que ya no puede ignorar cuál es la fuente de su liberación.
Esta es la imagen con que Julián Carrón abre la Asamblea Internacional de Responsables de CL (AIR), con 277 personas de 52 países. Después de tantos años, vuelven a Corvara, al mismo hotel donde nacieron las vacaciones internacionales en 1982 («entonces solo había alemanes, suizos, españoles y alguno de Irlanda», recuerda Michele Faldi). Fuera, los Dolomitas, imponentes con su silencio y belleza.
El lema de este año, “¿La salvación sigue siendo interesante para ti?”, roe los pliegues ocultos en el ánimo de todos, no solo de los que llevan años viviendo la historia del movimiento. Obliga a volver a mirarse en serio para ver en qué punto estamos, si con los años ha vencido el formalismo o la llama del «primer amor» sigue crepitando en nuestra vida. Hace falta coraje para admitir ante uno mismo que «está venciendo el formalismo».

Jona y ese toque. Beppe trabaja en Edimburgo, Escocia. El movimiento, dice en la primera asamblea, le ha hecho crecer con los años «pero, a medida que avanzo, se agudiza la percepción de mi pecado, me doy cuenta de que siempre repito los mismos errores. No hay cambio, y en los últimos meses me invadió una gran tristeza. Estaba desmoralizado». Llegó entonces a la ciudad una nueva familia de CL. «Tipos duros, muy radicales. Él enseguida se dio cuenta de mi tristeza y me dijo: “Creí que iba a encontrarme con un responsable de CL y veo un hombre hecho pedazos…”. Entonces me dije: “Yo no soy solo eso”. Así que comencé a buscarlos, a mendigar su amistad. Y empezaron a suceder cosas. He visto que Dios no me abandona aunque yo sea así».
«¿Qué tiene que ver esto con la salvación?», pregunta Carrón. «He entendido que la esperanza…», intenta responder Beppe. «¡No digas cosas al azar, mira tu experiencia!». Beppe lo vuelve a intentar: «Decidí ir yo a buscarles, sin esperar a que ellos se acercaran a mí…». «¡Eras mendigo de su llegada!», responde Carrón. «Creemos que nuestra tristeza es una desgracia, en cambio puede ser el comienzo de todo, de una conciencia más clara de nuestra necesidad. Nosotros pensamos que el cambio es una “performance”, pero no. El cambio coincide con que se hace más aguda en nosotros la exigencia de que Cristo nos salve: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”».
Gianni, uno de los responsables de Bari, cuenta que durante una asamblea del movimiento una persona contestó a una decisión suya diciendo: «Si hacéis eso, os equivocáis». Él respondió explicando sus razones, y el otro: «Si es así, devuelvo la tarjeta de la Fraternidad…». Al acabar el encuentro, mientras se dirigía hacia el coche para volver a casa, Gianni pensaba: «Le he respondido, he dicho lo que tenía que decir…». Pero algo le impedía subir al coche. «No podía quitarme de encima la mirada de aquel amigo. Entonces volví sobre mis pasos y fui a preguntarle si me invitaba a cenar a su casa. Así conocí a su familia. Fue un encuentro inesperado. Al terminar me preguntó si podía venir a Escuela de comunidad conmigo. Entonces comprendí que la realidad es buena, que la salvación se me comunica no a expensas de, sino dentro de la carne. Y veo que reconocerlo es un trabajo de todos los días». Comenta Carrón: «No somos nosotros quienes decidimos cómo actúa el Misterio en nuestra vida». Pero la salvación, cuando sucede, «tiene unos rasgos inconfundibles». 
Esos rasgos inconfundibles de las historias de Misha (bielorruso), Sumito (venezolano) y Jona (chino). Tres “historias particulares”, inmersas en contextos culturales completamente distintos. Basta el abrazo de un profesor (Misha), la invitación para presentar la biografía de don Giussani (Sumito) o un encuentro en el aeropuerto (Jona). Pliegues de la vida cotidiana dentro de los cuales se insinúa la mano del Misterio para tocarnos. Así quedamos prendados por el «Dios de la historia».

Pobres. Ese toque está en el origen de todo. Es lo que acelera nuestros deseos, aclara nuestra manera de ver las cosas, transforma el prejuicio en apertura. No es algo que se limite a la esfera de las relaciones personales, sino que desborda y se presenta ante el mundo. «Si las dimensiones de la fe (caridad, misión y cultura) no nacen de ahí, es decir, de la experiencia del acontecimiento de Cristo en la vida, nuestros gestos pierden su fascinación y su atractivo», explica Carrón. Así lo demuestra Alejandro, de Caracas, que habla de un país donde en el último año los venezolanos han perdido de media ocho kilos. La gente tiene hambre. Pero dentro de una situación que parece sin salida, él y sus amigos se organizan, como pueden, para responder no solo a las exigencias materiales sino también para interceptar la necesidad de quien no quiere quedarse solo en la fatiga.
Son los pobres de los que habla el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium, el manifiesto de este pontificado (del que Stefano Alberto retomó los principales contenidos), que no son una categoría sociológica sino teológica, es decir, «nos permiten conocernos mejor a nosotros mismos en relación con el Misterio». Son los que tienen hambre en Caracas, son los pobres de espíritu, esos que permanecen en la puerta del cardenal Federico mendigando de nuevo la mirada de Cristo.
Son también los enfermos con los que se encuentra a diario Alexandre, oncólogo en Río de Janeiro, Brasil. Hombres y mujeres que no solo piden curación sino ser mirados como personas, con sus preguntas y sus debilidades. Pobres como los jóvenes hijos de inmigrantes a los que Wael Farouq, en Milán, propuso que plantearan a sus padres una pregunta que nunca les habían hecho: «¿Por qué vinisteis a Italia?». Una experiencia que ha vuelto a poner en marcha la vida de algunos, acortando esa distancia generacional que a menudo (como escribe Olivier Roy) es el origen de la islamización del radicalismo, alma del terrorismo en Europa.

Esa camisa y el pata negra. También hay quien llega a Corvara desde Barcelona, con las mil preguntas de quien se ha visto invadido por el miedo durante las horas del atentado en la Rambla. Hay quien llega desde Houston y entre una y otra asamblea sigue en su smartphone las imágenes de las inundaciones provocadas por el huracán Harvey. Y está Cinzia, profesora de Palermo, que ha hecho un experimento con un grupo de bachilleres sicilianos. Organizaron las vacaciones de verano entre el parque nacional del Pollino (Basilicata) y los pabellones del recinto ferial de Rímini. Describe su propio asombro ante la sorpresa de sus alumnos, llenos de preguntas por los encuentros y las exposiciones. En el Meeting estuvo también el padre Aleksandr, ucraniano de Kherson. Es un sacerdote ortodoxo de 29 años que trabajó como voluntario vendiendo agua mineral. Es la primera vez que participa en el AIR y escucha las intervenciones con gran curiosidad. «Me siento cómodo con vosotros, me siento libre de ser un sacerdote ortodoxo».
En Corvara es posible dar la vuelta al mundo en pocas horas. Ignacio Carbajosa cuenta las reacciones de algunos intelectuales españoles, como el físico Juan José Gómez Cadenas, el antropólogo Mikel Azurmendi y la periodista Pilar Rahola, ante la publicación de La belleza desarmada. José Medida, de EEUU, muestra en cambio cómo el contenido del libro de Carrón se ha insertado en el debate americano sobre la presencia pública de los cristianos en la sociedad contemporánea. Se canta en chino, árabe, portugués, francés e inglés. Vitaly, nacido en Nueva York, desempolva el ruso que aprendió de sus padres mientras fuma un cigarrillo. Bárbara exhibe con orgullo una colorida camisa nigeriana. Y, como cada año, Jesús Carrascosa, Carras, hace llegar un jamón de pata negra que corta con devoción religiosa.
En la asamblea final Betta pide una aclaración sobre la relación entre fe y cultura, de la que se había hablado en el encuentro sobre la Evangelii Gaudium. «Durante ocho años estuve en Barcelona y al encontrarme con una cultura nueva “volví a ganar” lo que había recibido a lo largo de mi vida. Abrirse supuso un gran trabajo. Ahora he vuelto y me doy cuenta de que corro el riesgo de cristalizar todo lo que he aprendido». El tema es distinto, pero sigue sonando la nota dominante. «¿Qué hace posible volver a abrirse de nuevo?», pregunta Carrón. «Tú no fuiste a Barcelona porque amaras la cultura catalana. Fuiste porque deseabas compartir lo más hermoso que te había pasado. La fe. Este ímpetu es lo que te abrió a la modalidad propia de los amigos que encontraste allí. La fe se hizo cultura en ti. Pero si la fe no sigue siendo un acontecimiento presente, queda entumecida y se cierra».
Marta cuenta cómo percibió en sí misma una cierta ambigüedad al responder a la pregunta sobre la salvación planteada en el AIR. «Al tener que decir qué era para mí la salvación, me vinieron a la mente ciertos momentos preciosos y muy significativos en mi vida. Pero luego me pregunté: “¿De verdad se trata de instantes en los que entiendo qué significa ser salvada o son solo momentos de satisfacción y éxito personal?”. Creo que no es nada bueno que nos contemos mutuamente episodios de éxito personal que nos emocionan, disfrazándolos de “testimonios de salvación”. Expresan un egocentrismo que nos hace balancearnos entre la presunción y la depresión, como decías en los Ejercicios». Carrón sonríe: «¿Y entonces qué es la salvación?». Marta: «Escuchando los testimonios de los que me han precedido, me doy cuenta de que la salvación que espero es la posibilidad de mirarse uno mismo y la propia miseria de un modo que, misteriosamente, no nos deprime sino que nos permite caminar siempre, con errores, pasos adelante y atrás, pero nunca parados, desmoralizados ni deprimidos». 

Libres de otras lógicas. Marta cuenta entonces un episodio laboral en que el jefe le quitó, por narcisismo, una ocasión de visibilidad y ella se enfadó. Pero un compañero le hizo caer en la cuenta: «Con todo lo que tienes que hacer, ¿te preocupas por eso?». «Lo bonito de todo esto fue que la sencilla pregunta de mi compañero me permitió volver a entrar en mí misma, sonreír ante mi debilidad y experimentar la liberación. Rescatar una libertad dentro de las lógicas de poder típicas de los ambientes de trabajo también me ha liberado del resentimiento hacia el otro, con quien enseguida se puede volver a empezar, pues él también tiene las mismas debilidades que yo». Añade Carrón: «Si el cristianismo no vuelve a suceder como acontecimiento, lo que vence es el resentimiento. Podemos estar delante de la realidad defendiendo una posición, que puede ser justa, pero que acaba siendo ideológica. O podemos estar determinados por un hecho que nos está sucediendo ahora. La misma circunstancia puede ser el inicio del infierno o el inicio de la salvación. Pero la salvación no es el resultado de un intento o capacidad nuestros, es fruto del cristianismo». 
La asamblea toma velocidad. Davide Prosperi abre una nueva brecha: «Nosotros medimos nuestro cambio porque tendemos a ser autosuficientes. Pensamos que, una vez encontrado Cristo, ya no le necesitamos, y que nuestro cambio es obra de nuestras manos». Carrón se ilumina. Los términos de la cuestión se aclaran y se condensan en un paralelismo fulminante, que resuena también en la síntesis final. «¡Es la diferencia entre Kant, la Ilustración y el Innominado! Kant se contenta con las “conquistas” del cristianismo que podemos alcanzar con nuestras fuerzas, con la razón. En cambio, el Innominado prefiere permanecer en la puerta del cardenal como un pobre, deseando que el acontecimiento vuelva a suceder».