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Huellas N.6, Junio 2017

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

OTRO PLAN NOS ESPERABA
Sábado 22 de abril. Viajamos con David desde Bogotá con destino a Madrid e itinerario de enlace la tarde del domingo a Bilbao, con permanencia de 10 días trabajando en temas de agricultura ecológica. Luego viaje a Polonia y permanencia de 10 días para una capacitación en tecnología en manejo de residuos. Este era nuestro plan, pero era otro el plan que nos esperaba. Después de superar una sobreventa de la aerolínea y recibir una compensación en clase ejecutiva, a las dos horas de vuelo mi amigo estornuda con tan mala suerte que esto le genera un tirón en la pierna y en zona lumbar, que lo deja postrado durante el resto del viaje. Domingo por la tarde, cambio de planes: cancelado Bilbao y Polonia. David no se puede mover y esto nos obliga a permanecer en Madrid. Nos dirigimos a una clínica, le administran unos calmantes para el dolor. Al salir de allí buscamos el hotel más cercano. Después de 36 horas, la situación no mejora. Martes por la mañana. Voy a misa en la parroquia de San Ricardo a pedir de corazón ayuda de lo Alto. Al salir, encuentro el consultorio de un osteópata; le planteo la situación y, al entender la gravedad del caso, va al hotel para ayudarle a recuperar la movilidad. Tras identificar una posible hernia discal y una lumbociatalgia, en los días sucesivos realiza otras tres terapias de recuperación. Vivimos en el hotel como presos con el tobillo atado a un grillete, en espera de libertad. El sábado por la mañana nos recoge Pablo, un amigo de los Memores Domini, para llevarnos a su casa. Allí permanecemos una semana. Desde el principio, David cambia la mirada, se llena de alegría y, con el rostro dolorido, acoge con sencillez de corazón todo lo que sucede. Me sorprendo mirando con los ojos del compañero de viaje la novedad de Cristo, esa Presencia que da vida a la vida y llena de luz la mirada de quien lo sigue. A cada instante se asombra por la novedad de “verse mirado” en su ser como nunca le había pasado antes, por cada uno de los que viven en esta casa. Esto vence la pretensión sobre mí mismo y hacia los demás, la medida sobre cómo deben ser las cosas, la obviedad de lo “ya sabido” que no mueve nada dentro. Todo esto es vencido por la alegría “dolorosa” de mi amigo, con una intensidad que me devuelve la frescura del inicio. Durante la semana se dan gestos de caridad por parte de los amigos de casa, que veo con los ojos de un niño: la atención a las necesidades esenciales, la entrega de la manta térmica para la terapia de calor, la mirada atenta de otro mientras limpia la cocina, el interés sincero por la salud del amigo, el viaje en un almuerzo por los sabores de España, la disponibilidad para llevarnos al osteópata, la atención para ver juntos el partido de la Liga de Campeones o el silencio agradecido mientras cenamos. Días llenos de gestos de humanidad y libres de pretensiones. Por sugerencia de Ettore y Pablo, asistimos a los Ejercicios de la Fraternidad en Ávila. Con cada frase, Carrón nos ayuda a entender la experiencia vivida estos días. Mi amigo David decía: «Todo lo que dice describe lo que estoy viviendo, me resulta fácil de entender». Pero quedaba aún una sorpresa, porque mi humanidad no estaba lo suficientemente “herida”, quizá banderilleada pero no estocada. Al final de los Ejercicios, ayudando en la acomodación de las sillas en la catedral de Ávila después de la misa, en un accidente me golpeo en la parte frontal del maxilar superior con fractura interior del diente. En este trance lleno de dolor, de vergüenza por mi límite y con el amor propio herido, me reconozco sostenido por la mirada confiada de aquel que te dice en silencio: «Tranquilo, aunque seamos unos tontos, somos los más amados por el Señor». Los días en la casa de los Memores Domini y en Ávila han sido una ocasión para sorprender una mirada humana y llena de la conciencia del Destino común que nos sostiene en cada instante, renovando el deseo y la petición de llevar esta mirada limpia, acogedora y llena de paz allí donde el Señor nos llama a vivir. Pasa lo de “el diente de Ávila” para recordar al Señor cada vez que la bruma de la soberbia, del olvido y el amor propio ensombrece su presencia. Este es el plan de Otro: «El ciento por uno ahora, no exento de dificultades», un plan que no cambiaría por ninguno de los míos.
Diego, Bogotá (Colombia)

Y AHÍ ME ACORDÉ…
El mensaje que Mari Tere escribe a una amiga, después de los Ejercicios de la Fraternidad.
Conozco desde hace unos meses a María, una chica rumana con los ojos más bonitos que he visto en mi vida. Se pone a pedir en el portal de casa de vez en cuando. Al principio, solo pasaba y la miraba. Y ella a mí. Poco a poco, nuestra mirada se hizo más familiar, empezamos a saludarnos. Un día me paré y empezamos a hablar. Ha ido surgiendo una relación. A veces me siento con ella y me cuenta cómo le va, nos reímos y ella se olvida hasta de que está pidiendo. En las últimas semanas, no me he parado con ella, incluso me he hecho la distraída, mirando para otro lado, pues mis prisas y preocupaciones prevalecían sobre la correspondencia de su mirada, el haberla escuchado alguna vez decir que yo era su amiga y que, cuando estaba en su casa, se acordaba de mí y siempre quería volver a verme. ¿Quién soy yo, quién hace que alguien que no me conoce quiera desear volver a verme? Ayer iba a comprar algunas cosas y la vi a lo lejos. Me acordé de que «no vamos a la caritativa porque ya sabemos que nos vamos a encontrar con el Señor, sino para volver a descubrir quién es el Señor». Así que, con esa petición de encontrarme con Él y poder reconocerle, le pregunté qué tal estaba. Me contestó que mal, que no aguantaba más, y comenzó a soltar... Yo la miraba y escuchaba y me acordaba de la pobreza de la que nos hablaba Julián. Ella nunca me pide dinero, me pide que me quede con ella y una esperanza con la que poder vivir. ¡Cuánto dolor! No podía dejar de mirar esos ojos, los más bonitos que he conocido. En un momento, comencé a hablarle (y ahí me acordé agradecida de haberte conocido, amiga, de haber encontrado una compañía con la que he sido abrazada y sabía que ahora podía transmitirle a ella lo que a mí se me ha dado: afecto a todo lo que soy). «Aunque en tu casa nadie te tome en cuenta, aunque te encuentres sola, no significa que tú no seas importante. Eres grande por existir y no estás sola». Las dos estábamos conmovidas, ella lloraba y yo intentaba aguantarme. «¿Cuál era tu nombre?», me preguntó otra vez. Siempre me lo pregunta y al segundo siguiente ya se le ha olvidado. Pero ayer fue diferente, ayer me llamaba por mi nombre y yo me sentí preferida. ¿Quién eres tú que me llamas por mi nombre? Ahora soy yo la que quiero volver a verla y volver a ser mirada por los ojos más bonitos del mundo.
Mari Tere, Osuna (Sevilla)

LIBERTAD, UN HILO MUY SUTIL
Es como un hilo muy fino, casi inapreciable, pero extremadamente fuerte, casi irrompible: el hilo que se emplea para pescar los marlines. Así es la libertad que nace de la fe. Algo aparentemente débil, pero en realidad muy fuerte. Es el ejemplo que nos puso Julián de la Morena la noche del domingo en San Salvador y describe nuestra manera de estar juntos en esa ocasión. Allí, en la casa de Charlie y Brenda, nos habíamos reunido catorce amigos para recibir a Carras y Julián procedentes de Costa Rica. Un encuentro muy breve, una cena, pero de hondo calado. Desde Honduras un grupo de amigos el día anterior nos pusimos en camino para llegar a la cita. No era una decisión inmediata, porque coincidía que ese domingo era el día de la madre. Pero entendíamos que ir implicaba un afecto muy grande a lo que dejábamos y que en aquel viaje, digámoslo así, se encerraba la vida. Sí, esto es lo primero que percibimos al llegar y ver a los amigos salvadoreños. Y al pasar ese día y medio con ellos. Pero luego, más conscientemente, cuando nos vimos con Carras y Julián. El modo en el que nos vemos abrazados y queridos. El gesto de gratitud de ellos, prefiriendo llegar a San Salvador por unas horas para vernos, en lugar del merecido descanso, después de días intensos en Costa Rica. En la cena una amiga cuenta su experiencia de conversión y habla del deseo, de cuál debe ser la espera justa ante el deseo, y por qué no se apaga. Y Julián le responde que de esto precisamente se habla en los Ejercicios de la Fraternidad y que acuda a ellos con esta pregunta. Y nos cita una frase de san Bernardo: «A Dios no se le busca con los pies, sino con el deseo. La felicidad de haberlo encontrado no apaga el deseo, lo enciende». Y volvimos contentos, porque esa noche, ese hilo tan fino se hizo más fuerte.
José R. Parmo, Honduras

DESPLEGANDO ALAS
Una alumna de secundaria escribe a Julian Carrón después del Triduo de Pascua.
Una necesidad de comprender es la que me lleva a interrumpir mis horas de sueño y romper con las rutinas que tanto me ayudan a sobrevivir, solo para escribir. Hay una urgencia en mi corazón que necesita ser atendida. Un deseo que siempre está y trasciende lo terrenal. Sí, lo terrenal, que es tan corruptible e incapaz de perdurar en el tiempo, que tiene miles de limitaciones (entre ellas la invalidez para atravesar las barreras físicas) y sin embargo, a veces me domina. No quiero creer ni por un segundo que este tormento es un sufrimiento innecesario; mi dolor tiene una razón de ser. Es una llamada a despertar mi verdadera esencia. Soy humana y, desde que tengo uso de razón, me hago preguntas. En mis primeros años, volvía locos a mis familiares con interpelaciones. Todo me resultaba novedoso y sorprendente porque, naturalmente, conocía pocas cosas. A medida que crecí, los interrogantes se fueron tornando cada vez más complejos y, como consecuencia, más difíciles de responder. Seguramente hay muchos motivos por los que llegué a creer que si algo era difícil, no valía la pena dedicarle energía y tiempo, pero ahora mismo no busco ahondar en esas cuestiones. Sin embargo, para mí es importante decir que fue un error. Intentar ignorar las preguntas de mi corazón solo por la dificultad que representa darles respuesta ciertamente fue una pérdida de tiempo. Durante mucho tiempo deseé acallar esa voz en mi interior. Una voz que preguntaba sin parar. Que me pedía que fuera yo misma. Yo no quería escucharla porque tenía miedo. Me aterrorizaba imaginar lo que podía llegar a suceder si decidía mostrarme tal cual. Si me desnudaba frente a los ojos de este mundo, que me parecía tan cruel. Yo quería ser otra porque creía que la que siempre había sido no tenía lugar en la sociedad. Pensaba que debía cubrir mis defectos con un antifaz de perfección, dar una imagen en apariencia majestuosa y en realidad vacía, porque las máscaras, además de ser engañosas, son cóncavas. Cuando reflexiono sobre lo que estoy sintiendo últimamente, la razón colectiva me habla de un cambio, pero mi corazón me habla de una revelación. Con esto me refiero a que la deducción más frecuente es que mi personalidad se transformó, pero eso es más bien una verdad parcial, porque lo que sucedió en verdad fue que mi alma se arrancó las cadenas. La persona que solía parecer hizo las valijas y se marchó porque ya no tenía lugar en este cuerpo. Mi espíritu se desplegó como las alas de un águila próxima a volar y esa sombra, esa parodia de mi auténtico e irremplazable ser, huyó temerosa en el momento en que decidí tener una existencia significativa.
Cecilia, Buenos Aires

Caracas
MÁS FUERTE QUE EL ODIO
El último mes ha sido un auténtico infierno. Durante las protestas contra la dictadura, hubo más de 40 muertos. Digo “más de 40 muertos” no porque considere a las personas asesinadas desde el punto de vista de una estadística sin valor, sino porque la falta de información hace que no se sepa con certeza cuántas personas han muerto. La dictadura no tiene piedad con nadie, no les importa usar gases lacrimógenos en clínicas infantiles, lanzar bombas de gas desde helicópteros. Algunos miembros del gobierno han llegado a afirmar que en Venezuela las cosas siguen con absoluta normalidad. Por si fuera poco, la crisis económica es cada vez peor, no hay medicinas en las farmacias, los alimentos son extremadamente caros, el Fondo Monetario Internacional calcula una inflación mayor del 2000% para el siguiente año, en algunas iglesias de Caracas no se ha podido hacer la Consagración porque no hay harina. Es horrible. ¿Cómo estar ante esta situación? Me viene a la mente una carta que el padre Ibrahim me envió en noviembre de 2015, en la que escribe refiriéndose a los terroristas: «Ellos nos envían muerte y nosotros devolvemos vida, ellos lanzan odio y nosotros a cambio ofrecemos amor» (Ibrahim Alsabagh, Un instante antes del alba. Crónicas de guerra y de esperanza desde Alepo, Encuentro. Madrid 2017, p. 46). Durante casi dos años, esas palabras me han conmovido y sorprendido mucho. ¿Cómo es posible responder con amor al odio? ¿Acaso eso es de alguna manera razonable? Si algo me ha enseñado Carrón es que la solución a nuestras preguntas y a nuestros problemas no es una explicación, sino el seguimiento de una presencia excepcional. Y eso es lo que he encontrado en el movimiento y en mi amigo Ibrahim: una presencia excepcional. Algo que me dolió de una manera especial fue el asesinato en una protesta de Armando Cañizales, de 18 años. Este joven era músico. Formaba parte del Sistema Nacional de Orquestas y Coros de Venezuela, al igual que yo. Vivía en Caracas y yo en Mérida, pero el hecho de que asesinaran a alguien del Sistema fue especialmente doloroso. Gran parte de los miembros del coro también sentían este mismo dolor. Mi amigo Carlos, que también hace Escuela de comunidad y canta conmigo en el coro, nos llamó a todos a no permanecer indiferentes. A partir de ahí, empezaron a surgir diferentes propuestas hasta que la profesora de canto nos dijo: «Chicos, ¿por qué no simplemente cantamos, hacemos música en homenaje a Armando y a todos los asesinados?». Todo el coro se sumó a la propuesta. Pero para mí significó más: fue hacer memoria de lo que decía el padre Ibrahim, porque lo que estaba proponiendo la profesora de canto era responder al odio con música, responder al odio con su vocación. Esto me conmovió mucho y me generó una gran paz frente a todo lo que estamos viviendo. Se propuso ir a cantar al rectorado de la universidad, a escasos 20 metros de la gobernación de la ciudad, lo cual implicaba un cierto riesgo. Me entró miedo, pues era seguro que habría fuerzas represoras cerca, pero decidí ir con la conciencia de que iba a responder al mal con la música, iba a responder al odio con la belleza. Al día siguiente todos los del coro nos reunimos y caminamos juntos hasta el rectorado. Para nuestra sorpresa, llegaron muchos músicos e incluso artistas que se sumaron a nuestro acto. Empezamos cantando música de Mozart, música tradicional venezolana y una pieza fúnebre en honor a los asesinados. En todo momento yo tenía una alegría que iba más allá de lo terrible que estamos viviendo. Al terminar, salimos del rectorado y había varios policías (ellos son los que reprimen y asesinan en las marchas). Mucha gente había asistido al acto, así que podía haber enfrentamientos. Yo me fui convencido de que las fuerzas que cambian la historia son las mismas que cambian mi corazón, esas mismas fuerzas que hacen que respondas con música de Mozart frente al mal.
Ahora comprendo que solo podemos generar este tipo de momentos viviendo nuestra vocación, porque solo así encontramos respuestas a las preguntas que tenemos, solo si vivimos nuestra vocación no seremos presa de la reactividad y de lo que hace todo el mundo. 
Ernesto Solano, Mérida (Venezuela)

Caritativa en El Tocuyo
¿CÓMO ALIMENTAR A TANTA GENTE?
La primera vez que participé en una asamblea de CL escuché este juicio: «Esta dura situación o nos hace más humanos o nos hace más desgraciados». En aquel momento la situación no estaba tan complicada como ahora. Cuando conseguir alimento se ha convertido en una actividad agotadora y desgastante debido a que no hay productos en los anaqueles y la inflación es tan monstruosa que un salario mínimo no alcanza ni siquiera para cubrir la cuarta parte de la cesta básica, cualquier familia venezolana piensa: «¿Hay un bien tan grande que me haga capaz de compartir con otros mi ya escasa comida?». «Nuestra naturaleza nos hace interesarnos por los demás, la atención al otro es lo único concreto», dice Giussani en El sentido de la caritativa. Venir a la parroquia y compartir esta olla solidaria me hace elegir ser más humano: darme cuenta de que la necesidad tiene un rostro concreto, y que ese rostro es el mío, encontrarme con el otro que tiene la disponibilidad de brindarme su amistad, sin importarle mi apariencia o las diferencias que puedan existir entre nosotros, le importa brindarme su amistad, me da su atención, me hace sentirme preferido porque me habla de él, me cuenta qué hace, comparte conmigo su enfermedad y su necesidad. Porque ir a la caritativa no es solo ir a darles comida sino encontrarme con un rostro concreto que me hace descubrirme mendigo y necesitado de Él. «Nosotros vamos a la caritativa para satisfacer esta exigencia». Actualmente, atendemos entre 600 y 700 personas. Es agotador ordenar mesas, sillas, distribuir comisiones, poner manteles, servir, recoger, lavar, evacuar a los comensales para recibir a otros, entre otras muchas actividades a las que dedicamos unas seis o siete horas de nuestro tiempo libre, los domingos, y en este tiempo nos encontramos una y otra vez con Cristo, lo vemos en otros rostros e intentamos hacerles sentir tan preferidos como Él nos hace sentir a nosotros. Una y otra vez se repite el milagro de la multiplicación de los alimentos: el arroz y las carotas alcanzan inclusive para los nuestros y en otros casos para llevar alimento a los presos de la localidad. A esta olla solidaria se han unido personas que no son del movimiento, ofreciéndose a cocinar, ayudar y servir. Mi novia, a raíz de participar en una caritativa, ha comenzado a asistir a Escuela de comunidad. En las colas previas a la comida, nosotros, los universitarios, nos ocupamos de ofrecerles café, agua y una conversación amena. He descubierto que es necesario involucrarnos para conocer e interesarse por el otro, y esto vale tanto para los que vienen a comer como para los voluntarios. Se me ha hecho indispensable el apoyo de Jennymar; he descubierto en Johan algo que anhelo para mí, porque este chamo es tan humilde que cualquier servicio que se le asigna lo ejecuta contento; por su trabajo, Gustavo tiene mucho tiempo libre, vino un domingo a caritativa y manifestó volver a sentirse parte de CL porque salir al encuentro del otro le hizo sentirse realizado en lo más profundo de su ser. Esta caritativa se ha hecho tan atractiva que la mayoría de los jóvenes participan. El domingo pasado, mi abuela acababa de fallecer hace dos días. Me preguntaba si participar o no en la caritativa. Siendo el responsable del CLU, debía ir, pero fui recordando lo que dice Giussani: «El ayudar a otros inicialmente puede estar desprovisto de entusiasmo alguno, pero como seres humanos es vital para nuestro fin último». Así me di cuenta de que la emoción o el cansancio no manejan mi vida. Mi vida está en manos de Dios y eso lo descubro cada domingo: por medio del encuentro con el otro se satisface mi necesidad de Él. Hemos sido tan preferidos que a través de nosotros Él satisface alguna de las necesidades del otro.
Carlos Javier, El Tocuyo (Venezuela)