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Huellas N.4, Abril 2017

CULTURA

Escribir tocando hueso

Cristiano Guarneri

Un amor inusual por la realidad. Una prosa esencial. En las novelas de KENT HARUF la vida se mira a la luz de la compasión. Como esos dos ancianos teniéndose de la mano

A veces leemos –no a menudo, a decir verdad– las historias de ciertos libros y las descubrimos sorprendentemente familiares, hasta el punto de decir: «Podríamos ser nosotros aquí». No en el mismo lugar, a lo mejor; ni en el mismo tiempo. Pero ante esa fatiga concreta, o aquel dolor o encuentro inesperado, sí. En las novelas de Kent Haruf, autor americano desaparecido en 2014, el lector es conducido a un universo humano que se le asemeja, que lo describe en gran parte. Y ello a pesar de que la ambientación de sus obras se sitúe en la imaginaria pequeña ciudad de Holt, Colorado, en una América rural que late lenta e inexorable en un periodo histórico difícil de definir con exactitud.
Hijo de un pastor metodista y de una profesora, antes de dedicarse a la escritura a jornada completa, Haruf desempeña distintos trabajos: bracero, empleado de la construcción, asistente en una clínica de rehabilitación, bibliotecario, profesor universitario. Publica su primera novela a los 41 años, pero los reconocimientos de crítica y público le llegan a los 56 con Canto de la llanura, que compondrá, junto a Crepúsculo y Bendición, la Trilogía que le está dando a conocer a un público cada vez más vasto.
La razón está aquí: en las novelas de la Trilogía, como en el último y póstumo Nosotros en la noche, está el correr ordinario de las pequeñas cosas, de las gestualidades simples, de las relaciones corruptas y sinceras. De la vida en su esencia, en definitiva. Lo que revela por parte de este autor un inusual amor hacia la realidad, que nunca es temida o exorcizada con actos extraordinarios. Es contada como es, en sus pliegues de bien y de mal. «Toda la vida transcurre en la infelicidad por un motivo o por otro, ¿no?», dice uno de los personajes de Bendición a mitad de la narración. «Pero también hay cosas buenas, me empeño en subrayarlo», añade justo después.
En la nota que acompaña al volumen, Fabio Cremonesi, que ha traducido al italiano para NN Editores las cuatro novelas de Haruf, desvela el fruto de este precioso acto de confianza en lo real: «Hay libros que hacen entrar en nuestro campo visual cosas que antes no estaban en otros libros, más raros, menos llamativos, que nos hacen ver cosas que teníamos ya ante nuestros ojos sin saberlo. Bendición es uno de estos últimos». En definitiva, mostrar más claramente lo que hay pero que a menudo se nos escapa.

Cambiar de piel. Haruf lo hace a su manera, secando al máximo la escritura para dar campo a hechos, personajes y diálogos. Nada de comillas en los discursos directos: sondear la profundidad de las cosas requiere expulsar hasta ciertos signos de puntuación. El resultado es algo que, por estilo y contenidos, cuesta situar en la producción cultural de hoy. «Si tomamos la gran parte de los libros pero también de las películas, de las series de televisión, de la música de los últimos veinte años», dice Fabio Cremonesi a Huellas, «la ironía, el sarcasmo, el cinismo son omnipresentes, como si se hubieran convertido en el único instrumento de representación e interpretación de la realidad. Lo extraordinario que me parece que emerge de las novelas de Haruf es justo esta capacidad de tomar en serio las situaciones y proyectar una mirada compasiva pero nunca indulgente hacia las personas, sus deseos, sus debilidades».
Hombres y mujeres, en las historias que se devanan en Holt, saben que no se bastan a sí mismos, y al final deben hacerse a un lado por ese «padecer los unos con los otros» que hace menos áspera la vida y otorga, al mismo tiempo, una conciencia más límpida de sí. Dad Lewis, protagonista de Bendición, se está muriendo de un tumor. Su corteza de hombre duro no desaparece, pero dejándose atender por el que está a su lado cumple un arduo camino de reconciliación con aquel hijo que años antes rompió con él y dejó la familia para siempre. En los personajes de Haruf está toda la maraña del ser humano, hecho de contradicciones, luces y sombras. La luminosidad es un elemento muy presente en las escenas, reflejo de esa compasión que abraza todo de los personajes en cada historia. Durante su reciente estancia en Italia para el lanzamiento de Nosotros en la noche, su mujer Cathy confirmó que «los protagonistas de los libros de Kent nacían de la compasión y del amor, incluso los “malos”. Él no tenía miedo de observar los aspectos más oscuros de la naturaleza humana; no juzgaba a priori a los personajes, sino que veía sus heridas, sus luchas contra su propia humanidad».
Los dos hermanos McPheron, ásperos y ancianos ganaderos en Canto de la llanura y Crepúsculo, revolucionan sus ritmos y costumbres de vida cuando deciden acoger a Victoria, jovencísima estudiante a la que han echado de casa porque espera una hija. Es un cambio de piel que cuesta, pero lleva consigo una ganancia: amar y dejarse amar, que se hacen experiencia por la inesperada irrupción de otro en la rutina de siempre.

Bajo las sábanas. El yo que tiene necesidad de otro, justamente. Es una dinámica que también se hace evidente en la novela póstuma de Haruf, recibida por los lectores como una de sus mejores obras. Prosa nítida, jamás plana o banal, habla de la viuda Addie Moore que llama a la puerta de su viejo vecino Louis Waters, también viudo. «Me preguntaba si te vendría bien alguna vez venir a dormir a mi casa. No hablo de sexo. Estoy hablando de pasar la noche juntos. Y de estar en el calor de la cama, como buenos amigos. Las noches son lo peor, ¿no crees?». Los dos se conocen de siempre. Unos días después, él se presenta con un saquito de papel que contiene un pijama y un cepillo de dientes. Nace así una historia de amor sencilla y profunda, hecha de noches en que, bajo las sábanas, el uno habla de sí a la otra y viceversa, solo agarrándose de la mano.
Esta sincera convicción de la necesidad del otro atraviesa toda la producción de Haruf. Él mismo tenía en el fondo experiencia de ello. Lo dice en su última entrevista: «Cuanto más viejo me hago, más me acerco a la muerte, y más queridas se me hacen las personas. Ahora deseo estar completamente presente cuando estoy con alguien. Y quiero pensar que he escrito tocando hueso todo lo que podía. Con esto quiero decir que he intentado excavar hasta la fundamental, irreductible, estructura de la vida, y de nuestras vidas en relación a las de las demás».

Leer, leer, leer. También Kent y su esposa pasan las noches tendidos, a oscuras, hablando de todo y teniéndose de la mano. «Estoy escribiendo un libro sobre nosotros», le dijo Haruf en mayo de 2014. Sabía ya de su cáncer de pulmón. En septiembre llegó la entrega de las galeradas de Nosotros de noche, después de un trabajo extraordinariamente rápido si consideramos los años que siempre habían sido necesarios para todos sus demás libros. Haruf muere el 30 de noviembre antes de ver su publicación, pero en ese libro está «su testamento, justo por cómo él sabía hablar al corazón de las personas», ha dicho su mujer.
Fabio Cremonesi, en contacto con el autor en su trabajo de traducción, habla de un hombre de índole reservada y esquiva, pero siempre consciente de que escribir era nada menos que su vocación plena. «Me he preguntado a veces qué papel tenía la ambición en la vida de este hombre apartado que, cada mañana, tuviese ganas o no, se encerraba a escribir en un cobertizo en la parte de atrás de su casa. Era muy metódico, empleaba un año para idear la historia y los personajes, y otros cuatro o cinco para transformarlos en novela. Sacaba la primera redacción de sus libros con un gorro calado sobre los ojos, para no dejarse distraer por las erratas y la ortografía. Y tal vez sean estas las claves de su éxito: la distancia abismal de la retórica del artista, todo genio e imprudencia, y la búsqueda constante, sistemática, de lo esencial».
Humilde pues, pero riguroso con respecto a su propio talento. Porque toda vocación se realiza dentro de una continua lucha de centímetros, de instantes fatigosos, de descubrimiento cotidiano (también aquí) de la necesidad del otro. «Lo obvio es leer, leer, leer. Y después escribir, escribir, escribir», dijo hablando de su trabajo: «Pero leer no simplemente para descubrir cómo va a terminar una historia, sino para captar cómo algún otro ha conseguido hacer algo de la mejor manera en esa página. Personalmente vuelvo siempre a leer y releer a Faulkner, Hemingway y Chéjov. Cada mañana, antes de ponerme a escribir, leo algo de estos autores, aunque sea solo para recordarme a mí mismo cómo puede ser una frase. Leo todos los días. Si no lo hago, me parece que ha sido un día inútil».
De Raymond Carver, otro potente autor con influencias en la producción de Haruf, es este extraordinario verso poético: «¿Y has obtenido lo que/ querías de esta vida, a pesar de todo?/ Sí./ ¿Y qué era lo que querías?/ Poderme decir amado, sentirme/ amado sobre la tierra». En el fondo es de este mismo amor del que se ha nutrido el talento de Kent, porque de este amor ha estado llena su vida.


QUIÉN ES

Kent Haruf nació en Pueblo, Colorado (EEUU), en 1943. Antes de convertirse en escritor, trabajó como campesino, obrero en la construcción, auxiliar en una clínica de rehabilitación, bibliotecario y profesor universitario. Murió a los 71 años, el 30 de noviembre de 2014. En 2016 Random House Literatura publicó en español Nosotros en la noche.