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Huellas N.3, Marzo 2017

PRIMER PLANO

Otra historia

Paolo Perego

Dos pueblos divididos desde hace setenta años y una «identidad débil». Pero en Brno alguien escribe la trama de una historia distinta

«Es cuestión de conocimiento. Y el conocimiento solo tiene lugar en un encuentro». Así narra la aventura que está viviendo David Macek, nacido en 1976, junto a sus amigos de Brno, capital de Moravia, en la República Checa. Él, expolítico y actual dirigente de una fundación dedicada a proyectos sociales y culturales, es uno de los fundadores del Meeting Brno, un encuentro inspirado en el Meeting de Rímini que se celebró por primera vez el año pasado. Una flor que ha brotado en el corazón de una Europa frágil y en crisis, pero que muestra cómo el sueño europeo de los padres fundadores no se ha desvanecido y aún es fecundo. Pero para entender de qué estamos hablando hay que volver atrás setenta años.
«Hace falta una solución final». Pocos días después del fin de la Segunda Guerra Mundial, el entonces presidente de la República checoslovaca, Edvard Beneš, usó desde la plaza principal de Brno las mismas palabras que los enemigos nazis habían utilizado para referirse a los judíos. «Aprobó un decreto para expulsar a los alemanes, que llevaban siglos viviendo en nuestro país. Poco tiempo después llegó la “marcha de la muerte”», afirma Macek. Sesenta mil personas dejaron la ciudad antes de la liberación soviética. El 30 de mayo de 1945, veinte mil mujeres, niños y ancianos de las familias que se habían quedado fueron recogidos y trasladados a la frontera austríaca, mientras los hombres fueron retenidos para trabajar en la reconstrucción de la ciudad. Cientos de personas murieron a lo largo de los cincuenta kilómetros de camino hacia Austria. «Un odio que había madurado durante siglos se consumaba entonces como una venganza. Luego no se volvió a hablar de esto durante setenta años. Un tabú», explica Macek.
Más de medio siglo de silencio, entre la dictadura soviética, la caída del régimen y la separación de Eslovaquia. Entretanto, Europa crecía al otro lado del telón con sus vientos de libertad, bienestar y desarrollo económico.

El “equipo”. «En 2007, un joven llamado Jaroslav Ostrcilík, con un par de amigos, hizo una peregrinación desde Brno hasta la frontera austríaca en el aniversario de la marcha. Al año siguiente se sumaron otras personas. Y así sucesivamente. Mientras tanto, Katerina Tucková, una joven escritora, publicó una novela sobre la historia de una chica de origen alemán expulsada en el ’45, Gerta Schnirch. Estos dos pequeños hechos, sin publicidad y de forma natural, empezaron a despertar un cierto interés por parte de los medios y entre la gente, devolviendo a la luz aquella historia censurada».
Un tiempo después, las instituciones también empezaron a implicarse y Petr Vokrál, alcalde de Brno, proclamó 2015 como el “año de la reconciliación”, con una decisión políticamente muy valiente, dado que la mitad de la opinión pública estaba en contra. En mayo, delante de miles de personas, leyó un documento donde se pedía perdón a los alemanes y se rezaba con el obispo por las heridas del pasado y por la paz. «Allí estábamos, en aquella multitud, con Jaroslav, Katerina y otros del equipo que el ayuntamiento había implicado. No habíamos hecho nada grandioso, pero la historia estaba cambiando», recuerda David. Solo dos años antes, en las elecciones presidenciales de la República Checa, las primeras por sufragio popular, la cuestión alemana había estado entre los factores decisivos del voto y Miloš Zeman, contrario a la reconciliación y antieuropeísta, había ganado aquellas elecciones.
«Pero mientras en Brno se estaba escribiendo otra historia. Y aunque muchos nos pusieran obstáculos, estábamos decididos a continuar». Unos implicándose en política, otros en movimientos sociales o culturales, otros también de manera independiente, pero todos mirando a Europa. En 2016 nace de ese grupo de amigos, con financiación de la administración local, el Meeting Brno, «para responder al deseo de que el camino emprendido pudiera seguir adelante, promoviendo la cultura del encuentro, del diálogo y del conocimiento del otro», cuenta David: «La decisión del alcalde de Brno no había nacido de su ideal político. De hecho, él es vicepresidente de un movimiento que piensa exactamente lo contrario. Pero cuando le hablaban de los alemanes como si fueran el mal, él, que había trabajado con ellos en Viena durante veinte años, se echaba a reír. Los conocía, no eran el “lugar común” del que todos hablaban». Lo mismo vale para Europa: «Muchos checos, animados por ciertos líderes de oscuro pasado, ahora están en contra de la Unión y de Alemania. Pero después de la caída del Muro, el bienestar llegó aquí gracias precisamente a Europa».
Es una cuestión de «identidad débil», señala Macek, que dejó la política por divergencias con su partido, los demócrata-cristianos, sobre la acogida a los refugiados: «La verdad es que estamos dispuestos a encontrarnos con el otro. Invité a amigos cristianos a venir conmigo a visitar a los refugiados cuando empezaron a llegar porque en vez de encontrarse con los musulmanes se dedicaban a contar historias sobre ellos, sobre lo que hacen en sus países, sobre su cultura tan diferente a la nuestra. “Quizás no deberíamos hablar de ellos sino con ellos”, les dije».
¿Por qué “identidad débil”? A mayor razón en un país que ha luchado por su libertad recientemente y que debería tener una identidad fuerte. «Como en el libro del Éxodo, liberado de Egipto el pueblo de Israel permaneció cuarenta años en el desierto. No estaba preparado. Utilizar la libertad es algo que hay que aprender. Y en Europa es igual». La identidad europea todavía está en construcción. «Tengo un gran apego a las palabras de Juan Pablo II en 2003, cuando decía en la exhortación Ecclesia in Europa que “Europa” debe querer decir “apertura”, y luego profundizaba recordando la necesidad de una identidad fuerte, que esta solo puede existir en el encuentro con el otro, donde tú te descubres mejor a ti mismo. Es lo contrario del nacionalismo, que hoy vemos cómo se propaga mimetizándose con el populismo y con políticas de cierre».