IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.3, Marzo 2017

EDITORIAL

Retomar la senda perdida

Llevamos años hablando a la vez de “Europa” y de “crisis”. Se ha convertido en un connubio inseparable, una pareja estable, desde que el proyecto de los padres fundadores de la antigua Comunidad europea empezó a complicarse y a secarse poco a poco: las incertidumbres sobre el euro, la batalla sobre la Constitución, luego Grecia, los desplazados, el Brexit… Etapas de una marcha atrás a pesar de las expectativas de los pueblos y de las palabras –incluso fuertes– de quienes invitaban a reanudar la senda (por ejemplo los últimos Papas, que han aportado una preciosa contribución, aunque poco atendida).
Ahora ese camino se encuentra ante una encrucijada. El 25 de marzo, en Roma, se celebrará el 60 aniversario de los Tratados que dieron comienzo al proyecto común. Pero parecen cosas distantes a años luz del presente. No solo porque hay poco que celebrar, visto el desvanecerse de aquel sueño; sino porque en las próximas semanas nos esperan dos elecciones inciertas (primero en Francia, luego en Alemania) y otras probables (en Italia) que podrían dar otro golpe fatal a la Unión si vencieran fuerzas abiertamente hostiles a un ideal común.
Podemos pasar de largo como si nada («Uf, ¡otra vez Europa!») o darnos cuenta de que esta cuestión nos afecta muy de cerca a todos. Está en juego el mundo tal como lo hemos conocido y vivido los últimos sesenta años. Y un lugar que, con todos sus límites, ha garantizado un largo período de estabilidad y de paz, nunca visto hasta ahora en la historia mundial.

En este número retomamos el hilo de la cuestión europea y de los interrogantes abiertos, tratando de entender qué nos espera en los próximos meses y, sobre todo, yendo a buscar lugares, experiencias y circunstancias donde Europa es una realidad viva y fecunda. «Espacios de libertad» para quien busca la verdad y «un nuevo inicio», como escribía Julián Carrón en una intervención que constituye el primer capítulo de La belleza desarmada.
Más allá de fenómenos ya conocidos como el programa Erasmus, hemos querido buscar otros. Menos famosos y muy heterogéneos –una comunidad científica, una experiencia de fe, un modelo de acogida que implica juntos a ciudadanos e instituciones, un camino de reconciliación con las heridas de la historia– pero unidos por un hecho: su matriz, el terreno en el que se hunden sus raíces. Sin duda, Europa. Y su capacidad de «dialogar, integrar y generar», como recordaba el Papa Francisco en su espléndido discurso de hace diez meses, con ocasión del Premio Carlomagno, que invitamos todos a releer.

Hay una sección en esta revista que habla del Papa y de cómo le espera la ciudad de Milán, adonde llegará el 25 de marzo. Milán es Mediolanum, “tierra intermedia”, desde siempre espacio de «diálogo, integración y fecundidad», por vocación y por una historia marcada por la fe. En fin, es Europa al cien por cien. Hablando a los miles de milaneses que le recibirán, Francisco se dirigirá a cada uno de ellos, como hace siempre. Pero hablará también al corazón de Europa que, en esas mismas horas, se reúne en Roma. Necesitamos escucharle. Y seguirle.