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Huellas N.1, Enero 2017

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

ESE ÚLTIMO REGALO PARA MARCO, SINTECHO
Hace unos años conocí a Marco en mi parroquia. Se presentó con un amigo: mirada gentil, agradecido de ser tratado dignamente. Al cabo de un tiempo me lo volví a encontrar en un centro comercial y le di un abrazo. Él hizo ademán de retraerse porque llevaba días sin cambiarse de ropa. «Hace mucho que no te veo. Vente a verme a la parroquia», le dije. Desde entonces, viene a menudo, aunque solo para saludar y decirme: «Sigo aquí». Le invito a mi casa a comer una pizza. Llega puntual, ordenado y limpio. Cambiado. Se come la pizza, cuenta unas mentirijillas, sonríe y se va. A primeros de noviembre me llega la noticia de su muerte. Lo han encontrado bajo los cartones. Llamo al depósito: «Me gustaría saber dónde está su tumba, para llevarle una flor». El empleado me pregunta quién soy y por qué me intereso por él. Respondo: «Le conozco de la parroquia. A algunos nos gustaría estar en su funeral». Unos días después me convocan en la comisaría y un policía me dice que le encontró él en la calle, que están investigando sobre su identidad para encontrar algún familiar que le reconozca. Entre los papeles de la parroquia encontramos el teléfono de su amigo y lo llamamos. Nos facilita un nombre y yo lo comunico a la comisaría. Poco después, hablando precisamente de Marco con un señor de la parroquia, me llama el empleado del depósito para avisarme que al tener un nombre es posible darle sepultura, pero que para ello hacen falta 1.100 euros. El parroquiano delante de mí ha escuchado la conversación, me dice que tiene un compromiso urgente y se larga. Una hora después, llaman al timbre de mi casa, abro la puerta y ese señor me alarga un sobre: «Son los 1.100 euros para el funeral». ¡De qué manera nos sorprende siempre el rostro del Señor y su misericordia con todas sus criaturas!
Rita, Milán

EL ADIÓS A TOMÁS
Queridos amigos: El día que termina ha visto el tránsito a la otra vida del abuelo de Bocatas, Tomás, gravemente enfermo durante el último año. Él es nuestra historia viva porque fue de los primeros que conocimos allá por el 96, hace ya 21 años. 21 años de amistad plagaditos de aventuras y desventuras. Recuerdo ahora hace 18 años cuando salía los martes por la tarde de cantar temas de las oposiciones que estudiaba e iba a verle a la parroquia donde pedía a la salida de misa, a fumar un par de pitis con él y charlar de la vida. Me pregunto qué tiene la amistad que pesa tanto en la vida de los hombres. No puede ser la lealtad porque el Tomás no se ha lucido en esto, nos las ha hecho de todos los colores. Solo me sale decir entonces que es un don, un regalo inexplicable que los cielos dan a los hombres para que su tránsito por esta vida sea un poco más hermoso y agradable, con total y absoluta independencia de lo que haya, haga o vaya a hacer uno. Es posible que la amistad sea de las cosas de este mundo más cercanas a la gracia de Dios. ¡Ha sido todo un gusto y un honor abuelo caminar contigo un trecho de la vida! Que Dios te bendiga. Te quieren los Bocatas.
Jesús

ESTÁ, PORQUE ACTÚA
Hace 23 años hice una estancia de dos meses en la Universidad Tecnológica de El Salvador. Fue una experiencia dura, aunque bellísima, intensa y dramática. Yo trabajaba en la universidad, empezaba el noviciado del Grupo Adulto y el ímpetu misionero me llevó a solicitar el único intercambio universitario con Latinoamérica cuyas fechas eran compatibles con mis compromisos. No me importó que no hubiera nadie del movimiento, que acabara de terminar la guerra civil pero no el desarme, que las maras dominaran las calles y los asesinatos gratuitos no fueran noticia, que mis anfitriones apoyaran a los escuadrones de la muerte, o que la epidemia de dengue se cobrara muertos cada día. Quizás fui una inconsciente, pero jamás me arrepentí de haber ido, segura de Quién se venía conmigo. Un amigo me dio el contacto de Eduardo Molina, de la CLAT, al que pude ir a visitar solo una vez y a escondidas, burlando al guardaespaldas que me habían impuesto hasta para ir a misa. Aquella estancia me permitió ante todo tener una experiencia de la regla, la casa y el silencio única, y también una experiencia de amistad real con areneros, exguerrilleros, alumnos, profesores... Sobre todo con mi “jefa” Josefina, una persona realmente estupenda. Un fin de semana me llevó con su marido a un lugar precioso: volcán, parque natural, baño en el paraíso... y por fin en el restaurante dispara: «Ahora nos cuentas, a Orlando y a mí: ¿quién te espera en España, no le echas de menos? ¿O es que no te gustan los hombres?». No eran los primeros que me lo preguntaban. Les hablé de mi vocación, y quedaron boquiabiertos. La amistad se hizo aún más sólida y verdadera. Un año después ella tuvo que devolver la visita a España, la mandaron a La Coruña, donde conoció a la pequeña comunidad de CL. También bajó un día a Madrid para verme, y después un fin de semana subimos desde Madrid en coche a visitarla. Desde entonces, no nos hemos vuelto a ver. Solo me ha escrito dos veces: con ocasión de la enfermedad y muerte de Orlando, y con ocasión de la de su hermano. La semana pasada recibí un correo suyo: «Voy a visitar Europa con mi hija de 17 años, paso un día en Madrid y quiero darte un abrazo». En realidad renunció a hacer turismo para esperarme en el hotel hasta que yo pude liberarme. Yo me resistía, andaba apuradísima con los preparativos de un viaje inminente de seis meses fuera de España. Pero al final las invité a comer a casa y las llevé a pasear por Madrid Río. De repente, de vuelta al hotel, dice su hija: «Mami, qué extraño, es como si el tiempo se hubiera detenido, hemos quedado con tu amiga y no ha sido quedar por quedar, ha sido un encuentro de verdad». Agradecida, pensé en voz alta que ellas me habían enseñado que mil años en Su presencia son un ayer que pasó. Y ellas, ya desde El Salvador, me escribieron un whatsapp: «Nosotras hemos recordado que “Tu amor es para siempre”». ¡Menos mal que no venció mi resistencia a “perder” una tarde con ellas! Les había abierto con recelo la puerta de mi casa... ¡y fue Él quien que entró!
Carta firmada

Escuela de comunidad
GASTOS DE BODA
Querido Giorgio, cuando nos preguntaste por qué nos inscribimos a la Escuela de comunidad, me obligaste a pensarlo. Debo decir que lo hice con toda naturalidad, quizás sin pensarlo demasiado. Gioele y yo nos casamos el 14 de enero y estamos aprendiendo a usar juntos el dinero, de modo que cuando nos propusiste una salida de tres días en Verbania, yo me puse nerviosa… Sería la semana antes de la boda, todavía hay que atar muchos cabos, están los imprevistos de última hora, además sería otro gasto de 90 euros… Todas cuestiones muy concretas. Pero en todo este tiempo de preparación al matrimonio ha habido un momento de verdad absoluta, en el que he reconocido que hay muchas cosas que hacer, pero ¿qué es lo que mi novio y yo necesitamos de verdad? Un lugar que custodie nuestra relación, una compañía que nos acompañe en el camino y nos sostenga. Para mí esto tiene tu rostro, el de Anas y el de los amigos de la Escuela de comunidad. Por tanto, aportar 20 euros para apuntarnos los dos es para mí un gesto importantísimo, de la misma manera que lo será utilizar nuestros recursos para ir con vosotros a alguna convivencia. Porque hoy más que nunca necesito ver a Jesús que camina con nosotros.
Anna, Milán

LEYENDO LA BIOGRAFÍA DE DON GIUS
Este que les habla, amante empedernido de lo artístico y buscador de lo que el hombre ha creado para extraerle su máximo sentido, ha encontrado en la obra de don Giussani muchas de las situaciones que siempre ha querido ver en una obra de arte: la “Verdad”. Porque si una obra de arte encierra verdad es, en palabras de don Giussani, porque «sentimos la potencia del Ser». No existe belleza separada de verdad. El artista, el verdadero artista, es aquel que extrae del fondo del alma un retazo de su ser, de su creencia, de su espíritu; no existe acto sin espíritu. Cuando alguien se planta ante una obra de arte, además de la propia esencia material, tiene que sentir, sin fisuras, ese amor desmedido que hace renacer la Verdad, esa potencia del Ser que hizo exclamar a don Giussani: «¿¡Sentís la potencia del Ser?!», tras una audición de cantos rusos. En este amor por la creación siempre subyace su amor al Ser que, lógicamente, se extiende hacia su amor a la Belleza. Porque si en la vida existe algo íntimamente ligado a la naturaleza del Ser es su capacidad para captar la Belleza.
Bernardo, Jerez de la Frontera