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Huellas N.1, Enero 2017

PRIMER PLANO

«Todo mi deseo»

Fabrizio Sinisi

El gran desafío de Julián Carrón a cuatro mil universitarios reunidos para sus Ejercicios espirituales. Y aquel “a ti” minúsculo…

Hace frío en Rímini en este comienzo de diciembre, justo después de la Inmaculada, y baja una niebla densa. Los estudiantes universitarios, más de cuatro mil, están en silencio a las puertas de los pabellones de la feria, esperando que se abran. Nada más abrirse, se precipitan adentro para tratar de sentarse delante, en las primeras filas. Apresuran el paso, algunos incluso corren. Parecen el público de un concierto de rock. Sacan las hojas para tomar apuntes, los bolígrafos, se miran unos a otros con curiosidad. Cada cual llega aquí con su historia particular y una espera concreta. Muchos han invitado a sus amigos. Como Bernardo, estudiante de Literatura en Milán: «cuando lo que se vive es decisivo y lo sostiene todo, entonces invitar a otro es la ocasión de detenerse a mirarlo con atención, a amarlo con mayor conciencia. Invitar a otro puede suponer escuchar una pregunta sobre lo que eres, sobre lo que quieres de verdad».
“A ti anhela todo mi deseo”, es el título de los Ejercicios de este año. Ese “A ti”, con la t minúscula, ya lanza un desafío: ¿a qué tú, con minúscula, puede dirigirse todo mi deseo, entero? Julián Carrón, que desde hace años predica personalmente los Ejercicios de los universitarios de CL, apunta directamente al corazón de cada uno. A una situación muy a menudo dramática. «Duda sobre la existencia», «fragilidad del vivir», «inconsistencia de uno mismo», «terror de que sea imposible», «horror por la desproporción entre uno mismo y el ideal»: son tan solo algunos nombres de nuestro drama contemporáneo. Pero esto, dice citando a Giussani, es «el fondo del problema y desde aquí se vuelve a partir». Lo que para todos sería el final, el hecho de descubrirse estructuralmente incapaces de cumplirse solos, puede convertirse en el comienzo de todo: «Existe una palabra que domina la experiencia humana: es la palabra “deseo”». Cada cual, continúa Carrón, puede comprobar si debajo de todos nuestros dramas no queda como algo inextirpable nuestro deseo de vivir, el deseo de “algo más”, el deseo de un sentido que haga de la vida “vida”.

Gaber y los U2. Es una provocación que llega a todos escuchando dos canciones que Carrón trae a colación como ejemplos: El deseo de Giorgio Gaber y I still haven’t found what I’m looking for de los U2, que los coros del CLU nos restituyen en una limpia y espléndida versión góspel. Este es el alcance que tiene el deseo, en palabras de Giussani: «El atractivo profundo con el que Dios nos llama hacia él».
«¿Qué horizonte tiene el estudio de cada día?», pregunta Simone, de Roma, al volver de los pabellones de la feria. «Si la perspectiva de mi estudio acaba en sí misma, no sería humano dedicarle todo mi tiempo y esfuerzo. Aquí aprendo a estudiar planteando una pregunta más honda: quién soy yo. En los Ejercicios aprendo a afrontar “el libro de lo cotidiano”».
Fausto es de Bari pero enseña Física en Trento. Acaba ahora la introducción de los Ejercicios y ya se expresa como un río arrollador. «Nada más llegar a Rímini, antes de cenar ya me había dado cuenta de que todo mi deseo se había evaporado, todo lo que traía se había ocultado. No sabía ni qué quería, pero necesitaba averiguarlo para aprovechar estos días. Así que, cuando Carrón nos ha invitado a pedir el don del Espíritu Santo, para que siempre sintamos nuestra necesidad humana, me he reanimado: ¡era precisamente lo que estaba buscando! Mientras le escuchaba me di cuenta por primera vez del valor que tiene volver una y otra vez a mi propia estructura humana, a mi propia necesidad. Aquí no se da nunca por supuesto lo que es Cristo. Se vuelve siempre “atrás”, al comienzo, se profundiza en las dinámicas constitutivas de todo ser humano. ¿Cómo podría entrar en relación con otro si no sé quién soy yo?».

El hijo pródigo. «Madura la semilla plantada, vence nuestras resistencias, líbranos de las esperanzas que defraudan»; las preces de los Laudes, las oraciones comunitarias del sábado por la mañana, parecen la expresión del corazón de cada uno. Escucharlas murmuradas por miles de chicos es un hecho que por sí mismo plantea una pregunta. Son un pueblo, diría uno, aunque todavía no lo saben.
La lección del sábado por la mañana es el momento central de los Ejercicios. Es el más comprometedor porque provoca a un trabajo personal y comunitario. Empieza aclarando la distinción entre el deseo y la imagen que nos hacemos de él. Ante la inmensidad del deseo, contraponemos una hipótesis que resulta inadecuada. Por eso luego estamos “obligados” a distraernos. Carrón explica este dinamismo al hilo de la parábola del hijo pródigo. Es una historia que todo el mundo conoce, pero parece contada por primera vez. El hijo, que había pretendido hacer su vida por su cuenta, reconoce la naturaleza de su deseo y emprende el camino de vuelta a casa. El padre que le espera es el mismo que él había dejado, pero ahora el hijo es distinto: vuelve con una nueva conciencia de sí mismo. Comiendo algarrobas cayó en la cuenta de la verdad.
A la luz de la parábola se entiende bien el título del último pasaje de la lección: Cristo salva nuestro deseo. «Cuando somos verdaderamente conscientes de cuál es la naturaleza de nuestra necesidad, emerge ante nuestros ojos el valor real, concretísimo, de ese Padre del que estábamos huyendo. Cuando tocamos fondo, aparece la señal que nos devuelve hacia el Padre».

¿Qué hay de tan alegre? «Cuando me invitaron a los Ejercicios, dije que no», dice Francesco de Roma. «Luego a final de noviembre participé en la jornada de recogida para el Banco de Alimentos. Fue una experiencia tan bonita que me hizo reconsiderar la propuesta de los Ejercicios. Quería entender mejor, por eso me apunté». Luca, de Milán, llevaba seis meses en el Congo, llevando un proyecto de la facultad de Ingeniería. Llegó a Rímini desde África casi sin pasar por su casa: «Por el mismo motivo estuve en el Congo y estoy aquí ahora. Si la experiencia cristiana me hace vivir bien, trabajar con gusto, no puedo dejar de buscarla una y otra vez. El origen de mi manera de estar en el mundo radica en esto».
Inés es de Barcelona y estudia Económicas en su ciudad. También a ella le ha provocado ese “a ti” con la t minúscula: «Estaba claro que se trataba del Señor. No porque lo diera por descontado, sino por experiencia. Me pregunté: ¿a quién puede anhelar todo mi deseo? Solo a él, solo al Señor puedo entregar todo mi deseo». Mientras lo dice no se da cuenta de que al pronunciar ese «todo» le tiembla la voz. Otra chica de Barcelona, María, parece leerme el pensamiento: «En estos Ejercicios puedo por fin manifestar lo que tengo en el corazón, sin esconder nada».
Se ríen entre ellas las chicas españolas, de Barcelona y Madrid. Organizan con los ugandeses y los ucranianos un partido de vóley en la calle, delante del hotel, hacen la ola cada vez que pasa un coche. Los transeúntes se sorprenden de tanta alegría contagiosa. «¿Pero qué hay de tan alegre en este maldito pueblo?», se pregunta don Rodrigo en Los novios de Manzoni, cuando debajo de su ventana escucha la alegría del pueblo que sale al encuentro del cardenal Borromeo. Mientas tanto llegan los grupos de los hoteles cercanos para la asamblea de preparación del encuentro con Carrón por la tarde. Hay que elegir alguna pregunta, porque son tantas que ni se pueden contar. Ya está el autobús esperando a los chicos.

La pregunta de Giulia. «La lección de esta mañana me ha molestado», dice Giulia, «porque me parece una descalificación de mis deseos particulares. Si mi deseo es infinito y solo Cristo puede responder a él, ¿qué pasa con mis circunstancias particulares?». Carrón la mira y le pregunta a bocajarro: «Giulia, ¿te has enamorado alguna vez?». Sí, contesta ella. «¿Y tu enamoramiento restaba valor a tus circunstancias particulares? ¿O las exaltaba?». Devuelta al ámbito de su experiencia, Giulia se calla y sonríe. A una objeción que se plantea a partir de una idea no se contrapone otra de igual índole, sino una pregunta que devuelve la reflexión al marco de la realidad concreta. El rostro de Giulia, antes un tanto cerrado, se muestra sorprendido y suelta una sonrisa. Federica pregunta cómo distinguir entre una experiencia real y una imagen. «¿Sabes distinguir cuándo un amigo es verdadero y cuándo no?», pregunta Carrón. «¿Sabes distinguir cuándo alguien te ama y cuándo no? Claro que sí. Porque vosotros tenéis en vuestra naturaleza todos los instrumentos necesarios para comprender estas cosas. Si tomas conciencia de lo que necesitas de verdad, no esperas que algo inadecuado satisfaga tu deseo de felicidad. Esta conciencia es el comienzo de tu libertad».
Carrón no se para: antes y después de las lecciones, durante las comidas, todo es un continuo retomar, aclarar, dialogar, acompañar. Algunos de los adultos le preguntan por qué le importa tanto la experiencia del CLU, por qué lo apuesta todo por los universitarios. «Porque verifican seriamente la propuesta del movimiento», contesta. «Entienden que lo que les salva no es una capacidad de razonamiento, sino la lealtad con la experiencia. En esto no hacen trampas. Cada uno tiene que pasar todas sus preguntas por el tamiz de la experiencia».
El domingo por la mañana sigue habiendo niebla, pero hay una luz más blanca y nítida. Los chicos se reúnen para rezar los Laudes y escuchar la síntesis del trabajo que han hecho todos juntos. Han llegado desde las cuatro esquinas del mundo: Brasil, Uganda, España, Rusia, Portugal, Italia y Venezuela. Y la alegría con la que están aquí, ansiosos de preguntar y de escuchar, es algo increíble. Tan solo mirarles da gusto porque se hace patente una realidad grande y viva.
Existe, les dice Carrón, un lugar adonde poder volver siempre. «Existe un Tú capaz de salvar todo nuestro deseo». Existe Alguien de quien me puedo fiar no por una credulidad ingenua, sino con una certeza colmada de razones. Pero esta seguridad no puede acontecer sin mí. Hace falta que yo la quiera: «Las grandes cosas que necesitamos para vivir se hacen nuestras a través de un método que no establecemos nosotros. La clave es decidir si secundamos este método que implica someter nuestra razón a la experiencia, como hicieron Juan y Andrés cuando se encontraron con Jesús. O bien preferimos quedarnos con nuestras imágenes, medidas y proyectos». Quedan dudas, problemas, reservas, pero «nada puede impedir que Él se haga presente en mi vida y que yo pueda reconocerlo», añade Carrón. «La verdadera derrota de cualquier duda es verle a Él obrando en la realidad». Y culmina en la última provocación decisiva: «¿Os interesa?».


Desde Uganda
UN ABRAZO EN CADA INSTANTE


Desde Kampala hasta Rímini. Marvin, que escribe canciones, Michelle que quiere volver de nuevo, y Arnold con sus ojos enfermos…

En Rímini me encuentro también con tres chicos que llegan de Uganda. Marvin tiene dieciocho años. Acaba de terminar el bachillerato en Kampala, toca la guitarra, escribe canciones y le gustaría estudiar Aeronáutica. Viene a los Ejercicios del CLU por primera vez. «Ya quería venir el año pasado pero todavía era menor de edad», dice sonriendo. Comemos con él el sábado. La lección de la mañana le ha entusiasmado. «Lo que se ha dicho es verdad. Es realmente así. Me pasa tan a menudo lo de escapar de mí mismo, buscar una distracción para no mirar mi corazón. Esta compañía me ayuda a mirar lo que quiero de verdad. Aquí mi miseria y mis errores pasan a segundo plano. Aquí no acato pasivamente ningún juicio, porque me toca a mí comprobar lo que escucho. Aquí no me miran por lo que he hecho, sino por lo que deseo. Esta es la mirada de Cristo sobre mí».
Michelle habla poco. Tiene veintiún años y estudia Ciencias de la Educación. Vuelve por tercera vez a estos Ejercicios. «Me siento como una niña que descubre a un padre, sorprendida por cómo Cristo conoce y acoge todo mi deseo. Por eso quiero volver a aquí. Jesús realiza lo que parece imposible: me libra de cualquier juicio sobre el pasado y me hace sentir continuamente elegida».
Arnold tiene diecinueve años, estudia Marketing internacional y es el más tímido. Tiene una enfermedad en los ojos que le amenaza de ceguera. El año pasado vino a Italia para tratarse y visitó la tumba de don Giussani para dejar su petición. Lo más normal sería que pidiera la curación, pero Arnold pidió algo que le apremia aún más: «Le pedí que por su intercesión se me conceda la misma mirada que tenía él, su mismo deseo de vivir plenamente la realidad, en cada instante. Don Giussani me ha mostrado la profundidad de mi corazón, un fondo que es más fuerte que cualquier drama y pecado, el deseo de ser amado». Es lo que ha descubierto en el movimiento en Kampala y «por eso he querido acudir a los Ejercicios, para que Cristo me pueda abrazar de nuevo. Es una experiencia única en el mundo».
F. S.


Desde Ucrania
«VINE PARA APRENDER A ESTAR CON ELLOS»


Los primeros Ejercicios espirituales de ALEKSANDR CHORNEY, párroco ortodoxo. «¿Cómo es posible que tantos jóvenes se interesen por el Evangelio?»

Se llama Aleksandr Chorney, tiene 29 años y es un sacerdote de la Iglesia Ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Moscú. Es párroco de la iglesia de San Innikenti en Jersón, la ciudad al sur del país donde el río Dniéper desemboca en el mar. Hace tres años, mediante una amiga común, conoce a Aleksandr Filonenko y los amigos de CL. En aquel momento estaba interesándose por la formación de los jóvenes y también por este motivo le invitaron a participar en los Ejercicios de Rímini.

¿Qué es lo primero que le llamó la atención?
Cuando llegué a la feria de Rímini, me quedé pasmado ante la cantidad de jóvenes tan distintos, con preguntas de lo más variado, pero todos centrados en un tema: Jesucristo. En Jersón solo he visto una cantidad parecida de jóvenes en los conciertos. Me resulta sumamente interesante. ¿Cómo puede ser que tantos jóvenes se interesen por el Evangelio?

¿Qué le sugiere el título de los Ejercicios: “A ti anhela todo mi deseo”?
Creo que es el himno del corazón de todo creyente. Me alegra muchísimo que una cantidad así de jóvenes sienta esta afirmación pertinente a su propio corazón y trate de vivir una experiencia correspondiente.

¿Cuál ha sido su experiencia personal en estos días?
Veo el deseo sincero de Carrón de responder a las preguntas que plantean los chicos; resulta evidente que no les enseña nociones sino que dialoga con ellos, valora, juzga. Me llama mucho la atención de qué manera se tratan aquí las preguntas, sean del tipo que sean, sin temor a ser malinterpretados o juzgados. Me parece decisivo.

Hablar así del deseo, ¿ayuda a vivir lo cotidiano o no?
El deseo juega un rol importantísimo en la vida de cada cual, sobre todo si somos creyentes, porque lo que deseamos se convierte en la meta de nuestra vida. Por lo tanto, es clave decidir qué queremos perseguir en la vida para crecer y construir. Todo en nuestra vida empieza con una ilusión y un deseo. Creo que cuando un hombre alcanza lo que deseaba o lucha por conseguirlo, entonces empieza a darse cuenta de que lo único que merece la pena desear es escuchar y entender la voz de Cristo. Todo el que busca sinceramente el encuentro con Cristo lo encuentra.
F. S.


Desde España
EN LA ESTELA DEL HIJO PRÓDIGO


La realidad se hace transparente en la experiencia de los Ejercicios de Rímini

El lema de estos Ejercicios se hacía eco de un salmo y decía: «Hacia ti se vuelve todo mi deseo». Durante una cena con Dima, un profesor universitario de la Universidad Statale de Milán, nos preguntaba qué era lo característico del movimiento de Comunión y Liberación. Tras varios minutos de silencio comentó algo que en su día le dijo Giussani: «Lo propio es que la realidad se hace transparente en la experiencia».
En el momento estas palabras se me quedaron grandes, pero escuchando a Julián en los Ejercicios comprendía su fuerza. Lo que me llamó la atención es como insistía una y otra vez en dos cosas: la primera, que el camino hacia una certeza en la fe parte de la lealtad con la que nos tomamos nuestro deseo. Es decir, nos invitaba a atender a aquello que cumpliese nuestro deseo de felicidad. Y la segunda: no se escandalizaba de los fallos o tentaciones que pudiésemos tener, sino que decía que eso también es una oportunidad para caminar. Ponía el ejemplo del hijo pródigo. En la parábola el hijo sale de casa porque tiene una imagen de aquello que es mejor o más interesante para su vida y sin embargo al final del camino descubre con sorpresa que lo mejor es la casa de su padre que en su momento había abandonado, dando por descontado lo que tenía. Los Ejercicios respondían a mis intentos fallidos de sobreponerme para no caer en las imágenes. Sin embargo, a la luz de esto, caer en el error o la tentación no es algo que desechar como tiempo perdido, porque puede ser el punto de partida para descubrir, por contraste, lo que en cambio sí está a la altura del deseo de mi corazón. El hijo pródigo vuelve a casa porque es leal con lo que le ha pasado. A eso nos invitaba Julián: a hacer experiencia de cada cosa. Así como el hijo pródigo llegado el momento ve clara la diferencia cualitativa entre las dos experiencias –la de estar en la casa del padre y la de despilfarrar su herencia–, de la misma manera se hace sencillo seguir.
En este punto concreto comprendía las palabras de Dima. Lo que se me propone hacer es juzgar la realidad, cada cosa que me sucede, ver qué es lo que responde a mi deseo totalmente. El camino de la fe que se me propone es un camino de conocimiento. Lo cual implica que yo, con todos mis límites y fallos, puedo seguirlo. Eso es lo que descubría en estos Ejercicios: para seguir a Cristo el movimiento me propone un método que tiene en cuenta todos los elementos de la realidad, incluida mi incapacidad.
Ana de Haro