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Huellas N.9, Octubre 2009

BREVES

La historia

LO QUE BASTA PARA SER FELIZ

Boniface está listo. Es hora de partir. Pa John mira a su hijo, de veintitrés años, que tiene que dejar su aldea para ir a trabajar en la lejana Douala, la ciudad más grande de Camerún. En los últimos tiempos, Boniface es otro. Ha cambiado desde que conoció a esos nuevos amigos: el padre Giuseppe, Richard... Una noche, padre e hijo lo habían comentado. A Pa John le había llamado la atención cómo su hijo le hablaba de esta vida nueva. Le brillaban los ojos. Estaba realmente feliz. Al despedirse, le pregunta: «Boniface, ¿cuando dijiste que quedan tus amigos?». «Los jueves».

Así, una tarde, Pa John decide: quiere ver, quiere entender. Se presenta en la Escuela de comunidad: «Soy el padre de Boniface. ¿Puedo quedarme?». «Claro». Richard se sienta a su lado con el libro de El sentido religioso en las manos. Se lee el texto, algunos intervienen preguntando. Al final, se reza una oración. Richard se acerca a Pa John: «Bien, ¿qué te parece?». «Lo siento, no he entendido nada. No se inglés, hablo sólo nuestro dialecto». Pero, tras un momento de silencio: «¿Cuándo nos vemos la próxima vez? Vale, allí estaré».
Durante dos años Pa John acude a la Escuela de comunidad, participa en los Ejercicios... todo rigurosamente en inglés. No ceja, cigarro entre los labios, sigue con atención. Richard le traduce algún pasaje.

Llega también la invitación a pasar unos días de vacaciones con los nuevos amigos en la misión de Sop. Pa John acepta. Son días serenos, de convivencia sencilla, pero que llevan dentro ese mismo acento de humanidad distinta que Pa John ha percibido. Al final, una tarde, levanta la mano. Tiene algo que decir: «Desde hace un tiempo participo en vuestros encuentros. La primera vez vine porque había visto el cambio de mi hijo. Todavía no entiendo, pero hay algo que quiero decir: creo que tampoco san Pedro, cuando seguía a Jesús, entendía gran cosa, pero estaba con Jesús. Y esto le bastaba para ser feliz».