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Huellas N.9, Octubre 2009

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

El baloncesto, Chris, y yo
Queridos amigos: El tiempo que he vivido en Nueva York me ha, literalmente, cambiado la vida. Salí para EEUU, donde iba a estudiar el IV curso del liceo, con una gran expectativa. Ansiaba jugar al baloncesto en el equipo de la escuela donde iba a estudiar. Juego desde hace diez años y EEUU siempre me había parecido el máximo. Nada más empezar el curso, pedí entrar en el equipo de basket. En EEUU cuando alguien practica un deporte se entrega en cuerpo y alma. En fin, el deporte se convierte en el centro de su vida. Entrar en el primer equipo no era fácil, pero yo quería intentarlo a toda costa. Al cabo de dos semanas, llegó el mítico weekend de los try outs (las pruebas de selección para entrar en el equipo). Jugué increíblemente bien y me admitieron. ¡No me lo podía creer! Había entrado en aquel mundo que siempre había admirado y sentía una exaltación indescriptible. Pero, “a estas altura del partido”, sucedieron dos cosas. La primera: después del primer partido de campeonato, una victoria estrepitosa, recuerdo que iba camino de vuelta a casa a las doce de la noche, en el autobús, y echaba algo de menos. Todo había ido mejor que nunca, pero me faltaba algo. Sentado en el autobús, por primera vez en mi vida, me di cuenta de que estaba triste. La segunda: a los pocos días, conocí a Chris, uno de mis profesores. Es una persona que enseguida me llamó la atención. Me sentía atraído por su forma de hacer las cosas, así que empecé a buscarle. Además, él empezó a acompañarme por la mañana a la escuela y, por la tarde, a mi casa. ¡Era demasiado interesante pasar un rato con él! Era como si, en el fondo, desde siempre hubiese deseado algo así. No sé explicarlo bien, pero jamás en mi vida me he sentido tan querido. Me llamaba la atención lo que Chris decía. Era como si me conociera mejor que yo. Con él todo se hacía grande y verdadero. Intuía que él tenía lo que yo buscaba, que necesitaba, y que todavía me faltaba. Empecé a participar en el grupo de estudiantes, GS, porque él me lo ofreció. Allí no había esa tristeza que experimenté aquella noche. Llegó el momento de elegir. El baloncesto se llevaba todo mi tiempo libre. Así que, la segunda semana de campeonato, fui a ver al coach y le dije que dejaba el equipo. Decidí que quería pasar mi estancia en EEUU con Chris y los chicos de GS. La relación con ellos era decididamente mucho más prometedora que cualquier partido, me llenaba de alegría y lo que esperaba desde siempre me había llegado, de alguna manera, a través de ellos. Jamás Chris me pidió que dejara el basket. Por ello le estoy profundamente agradecido porque tenía que ser una decisión mía.
Ignazio, Milán (Italia)

Pisando tierra sagrada
Estábamos a mediados de julio, con las ansiadas vacaciones a las puertas. Salva llevaba tres meses en el hospital por un accidente de moto, cuyas consecuencias fueron los dos fémures partidos y la mano izquierda muy dañada. La tarde del día 4 me fui al Hospital de la Paz a verle, para acompañar, ayudar y charlar con mi muy querido amigo. Al llegar a su habitación, que comparte con otros tres enfermos, empiezo a caer en la cuenta que estoy pisando tierra sagrada. Aquí el dolor y el sufrimiento se palpan por doquier. Frente a esta realidad es fácil pensar: «Pobrecillos y qué suerte tengo yo». Pero no se puede vivir como si nada hubiera pasado después de ver esa realidad y charlar un rato, dando un pequeño paseo de apenas 30 minutos en el que no habremos andado ni cien metros con Salva y sus muletas. No hubo ninguna palabra inútil. Conozco a Salva desde hace casi 30 años y le noto cambiado a mejor, a mucho mejor. Los testimonios que nacen del dolor, de la postración en cama sin moverse durante meses, o de las enfermedades de sus compañeros de habitación no me dejan indiferente. Me doy cuenta que la vida de quiénes sufren no es inútil. Todo lo contrario. Ellos son un signo que me dice: «Mira, yo estoy aquí para recordarte que la vida no te la puedes dar a ti mismo. La vida tiene sentido si reconocemos que abrir los ojos y ver el cielo, dormir y velar, tener amigos son regalos de Alguien que nos sigue dando la vida instante por instante». Me volví a mi casa expectante y contento. Tenía ganas de volver al día siguiente.
Eduardo, Madrid (España)

¿Quién quema la distancia?
El fin de semana del 18-20 de septiembre, bajo el lema “Las circunstancias nos desafían a encontrar el significado”, el Padre Walter, el Padre Diego, Lola y Marito, nos invitaron a pasar unos días de “primavera” de un modo cristiano, es decir, humano.
Esto no es nada obvio en Bahía Blanca y en la región. Desde hace años, en efecto, tanto los jóvenes como los adultos se van a la localidad de Monte Hermoso, un balneario muy bonito de la Costa Atlántica, a “quemar la vida”, es decir, a dar rienda suelta a los desatinos del alcohol y del instinto. 53 chicos y unos 10 adultos aceptaron la propuesta de GS de pasar en cambio el fin de semana de otra manera. Fue lo primero que me corrigió, porque me hizo ver hasta qué punto yo misma estoy sumergida en la “confusión”. Confieso que no creía que ni siquiera pudiéramos competir con la propuesta hegemónica de la cultura local. ¡Cómo es cierto lo que nos decía hace unos días el Padre Julián!: «Basta uno que desafíe la mentalidad dominante mostrando una vida más humana para que emerja un hecho educativo». En segundo lugar, entendí que la realidad nos desafía. Aquí estamos sufriendo una de las sequías más importantes de los últimos 50 años. Pues, bien, el día previo a la salida ¡llovió! De modo que la propuesta más atractiva, que era escalar la Sierra de la Ventana, no pudo concretarse, y tuvimos que recurrir a las alternativas del voley, fútbol, etc. Me impresionó la disponibilidad de los chicos para aceptar lo que ocurría, aunque rompiera sus planes. Eso era mejor que cualquier pretensión o medida. Estos son chicos de familias de clase media y media baja, entonces todos hacemos de todo: limpiar un poco, recoger la leña para el fogón y ¡cocinar! Los padres que nos acompañaban comentaron: «Aquí existe una familiaridad; es como si nos conociéramos de siempre». ¿Quién puede quemar el abismo de la distancia? En la Asamblea final, habló Braian, un amigo que hace nueve años tuvo un tremendo accidente de coche y estuvo en coma muchísimo tiempo. «Nadie tiene la vida comprada, de un día para otro cambia todo y tienes que entregarte a Dios. No se desanimen ni se enojen con Dios: yo esperé nueve años para ver qué quería decirme, los tiempos de Dios no son los nuestros, las cosas no son malas, son para alcanzar el ciento por uno. Deseo que logren aprender lo que Dios quiere de sus vidas. Tal vez vivía en una vorágine y todo pasaba porque sí, yo no veía el valor de las personas como lo comprendo hoy. Creer en Dios es conveniente, porque sin Él el sufrimiento sería inútil. El sufrimiento significa mucho y si lo llevas bien, ofreciéndoselo a Dios, Él te da el ciento por uno. Realmente cada uno debemos descubrir el amor y la misericordia de Dios». Después de estos tres días, pido: ¡no me dejes nunca presencia que siempre me asombras!
Cristina, Bahía Blanca (Argentina)

Una aventura para uno mismo
Por fin pude comprender, al cabo de cuatro años de pertenecer al movimiento, qué significa la comunión entre nosotros. Tomarme en serio lo que nos decimos: que el Misterio está presente y llena nuestro corazón. Lo he podido ver en las vacaciones que pasamos en Villa Ventana (Torquinst) del 19 al 21 de septiembre. No se podían realizar las vacaciones de invierno debido a la epidemia de gripe A y las desplazamos a la primavera. Mi reacción inmediata fue pensar que nadie iba a venir porque la propuesta no resultaba atractiva. Pensando en ello, me di cuenta que si las vacaciones no eran atractivas para mí, no lo serían para nadie a quien invitara. ¡De tan simple propuesta, se realizaron las vacaciones en Villa Ventana con la participación de 50 jóvenes! Me impliqué por completo, tanto en la organización como en la puesta en marcha de las actividades. Tener a mi cargo a los varones fue todo un desafío, ya que con tan sólo 17 años, precisaba de toda mi madurez para tomar conciencia de que en cada momento el Misterio se hace presente y acontece en todas las circunstancias. Por ejemplo, en el encuentro con la naciente comunidad de Coronel Suárez; en la fraternidad vivida al preparar un programa que fuera posible cumplir y fuera provocativo para los jóvenes; en el encuentro con Braian, un amigo que hace poco salió de un coma que duró 2 años, y en muchas otras experiencias que me exigieron un trabajo y me hicieron madurar.
Fabián, Punta Alta (Argentina)

Amistad en la cárcel
Me llamo Rosario y llevo detenido más de 18 años. He vivido una vida desgraciada, denigrándome con crímenes horribles. Sin embargo, a principios de los Noventa comencé a pensar que todo lo que había vivido hasta aquel momento había sido una vida vacía y sin ningún valor. Con el apoyo de mis familiares intenté volver a ponerme en camino, algo que, no obstante todas las dificultades, poco a poco he ido consiguiendo. Comencé a mirar la vida con otros ojos, también mi propia estancia en la cárcel. Inicié a vivir con más serenidad. Pero la vida, cuando menos nos lo esperamos, nos vuelve a poner delante de los problemas que son difíciles de cambiar. En el 2005, mi padre murió por un cáncer. Este dolor, unido al descubrimiento de que mamá padecía el mismo mal, me permitió reflexionar mucho y acercarme a Cristo (para mí esto ya era un acontecimiento porque, a pesar de haber nacido en una familia católica, siempre había vivido con superficialidad). Sin duda, el encuentro con Cristo y el conocimiento que generó y que está marcando positivamente mi existencia, junto con la ayuda de Vincenzo, es lo que me está ayudando en el recorrido de la reflexión y de la autocrítica, permitiendo que salga a flote lo más posible el verdadero Rosario, orientado hacia valores y comportamientos justos. Me ha ayudado a ser consciente de que la fe es algo extraordinario. Gracias a Vincenzo, Cristo ha entrado a formar parte de mi vida. Ahora vivo una vida plena y serena. Nunca creí que podría llegar a tener la fuerza que tengo ahora. Con su forma de vivir, ha hecho que el corazón se abriera al prójimo. Y siempre gracias a él he podido conocer la importancia de esta bellísima y extraordinaria familia que es el movimiento de Comunión y Liberación. De este modo, he tenido el placer y el honor de conocer al profesor Giorgio Vittadini. Conservo en la mente y en el corazón el encuentro, ensanchado, que tuvo lugar en la salita de reuniones de la cárcel de Biella, con Vincenzo, Vittadini, Gigi Amicone y Calcedonio (otro amigo detenido que está viviendo la emoción de esta historia). Para mí, aquel encuentro ha sido sin duda una de las emociones más bellas que jamás haya experimentado, porque percibir la atención de estas notables personas y de su espesor moral es algo conmovedor. Me llenó el corazón escuchar cómo el profesor Vittadini decía con una sencillez arrolladora que yo formaba parte de su grupo. Todo esto supone para mí la confirmación estupefacta de que Jesucristo, a pesar de mis gravísimos pecados, me ha elegido para que conozca su misericordia.
Rosario, Opera (Milán)

Una correspondencia objetiva
Querido Carrón: Me llamo Carlo, estoy casado, tengo dos hijos, trabajo como osteópata y doy clase de Educación Física en Varese desde hace 10 años. El año pasado, una alumna mía de 15 años se quedó embarazada y, por motivos evidentes, no vino a la escuela durante algún tiempo, especialmente a mis clases. Hace cinco meses nació la niña (lo cual en estos tiempos esto ya es un milagro, porque que una chica de 15 años decida no abortar y lo diga ante toda la clase es excepcional), y el lunes pasado vinieron a verme al gimnasio la madre y la hija. Pasados los cinco minutos normales de sana conmoción, Francesca (así se llama la chica) deja la niña en brazos de una compañera y, ante mi pregunta de “¿cómo estás?” empieza a contarme todos los problemas y las dificultades que conlleva la presencia de la niña. Me habla de los problemas económicos, de que empieza a darse cuenta de que ya no puede proyectar su vida pensando sólo en lo que ella desea, de las noches de insomnio y del consecuente cansancio para estudiar... Pero sobre todo me habla de los enormes problemas con el padre de la niña (un chaval de 17 años) y con su familia. Un chaval que, fundamentalmente, pasa de ella y de su hija pero que ha pretendido, incluso llegando a las manos, reconocerla legalmente, para después no ir ni siquiera a verla. Un asunto que en sólo cinco meses ha llegado ya al enfrentamiento legal con abogados. En resumen, una vida que angustiaría a un adulto de 40 años... Pero de repente, en pleno relato, la compañera devuelve el bebé a Francesca, porque está llorando. Ella se acerca, la toma en brazos, la besa y la estrecha contra sí y, mirándome, me dice: «¡Profe, cuánto la quiero!». Esa niña, que hasta el instante antes era la fuente de todo el caos de su vida, de repente aparece como el punto más verdadero y hermoso. «¡Profe, la quiero tanto!». Me senté y comprendí en ese momento que la correspondencia no tiene nada que ver con la tranquilidad o con el estar a gusto. La correspondencia es un dato objetivo de la realidad, un hecho (es más, un Hecho) que se pone ante ti y te obliga, si eres honesto contigo mismo, a decir que sí y a abrazarlo. Un Hecho que no te deja en paz, que llena de alegría y de significado tu vida.
Carlo, Varese (Italia)

«Allah es grande. Tu dios también»
Querido don Julián: el ámbito de trabajo en el que desarrollo mi actividad durante este periodo es un terreno árido e individualista. Hace algunos días, como de costumbre, me encontré cara a cara con una pareja difícil, con dificultades. Soy matrona, asisto a las madres que han dado a luz una vez que han recibido el alta; a veces se encuentran confundidas, inseguras, sin saber cómo gestionar la nueva situación familiar. La pareja es magrebí, tiene una niña guapísima, Sara, que llora de hambre sin que la madre pueda darle el pecho; el padre la insulta públicamente y, sin paciencia, me exige también a mí una solución inmediata. Mis pensamientos al principio fueron: «otro “jaleo” que tratar, ¿con quién puedo compartirlo? De nuevo las mismas escenas de siempre, etc.». Sin embargo, por un momento, me puse en su lugar y, entonces, nació en mí una pregunta: «¿Qué desean ellos? ¿En qué se diferencian de mí? ¿Cómo pueden saber que son amados y que esta experiencia es la prueba más evidente de la estima que Dios les tiene? Miré a aquella mujer que no quería ser ayudada –ni siquiera quería cruzar su mirada con la mía– y le pregunté: «¿tienes miedo?», le acaricié la mejilla y después la traté con dignidad y firmeza, pidiéndole que se fiara; el marido se calmó y, así, comenzó a nacer una relación. Al mismo tiempo pedía a Jesús que se manifestara allí entre nosotros. Me vinieron a la memoria las cosas que había pedido por la mañana en el rezo de los laudes y me entraron ganas de llorar por mi olvido y por Su misericordia. Pasamos dos horas llenas de descubrimientos, sonrisas, deseos; al final, la mujer me cogió la mano, me la acarició y la besó. El marido me dio las gracias y me dijo: «Allah es grande, tu Dios también». Le respondí: «Mi buen Jesús es amor y está aquí ahora». Salí del trabajo y, volviendo a Milán, me encontré por casualidad delante del Cementerio Monumental de Milán. Entré y fui a la tumba de don Giussani para pedirle que nos ayudara a tomarnos en serio la propuesta cristiana que nos ha ofrecido –como tú nos has recordado en los Ejercicios–. Podría sintetizar este día con una frase de Giussani citada en el cuaderno de los Ejercicios de la Fraternidad en la página 22: «empeñarse en el camino humano es condición para que podamos estar alerta cuando Cristo salga a nuestro encuentro».
Silvia

Entre las estanterías de Barnes & Noble
Giacomo, de 16 años, envió esta carta a sus amigos.
Quinta Avenida. Una ligera lluvia empapa Nueva York, salgo de la catedral de St. Patrick y me dirijo a la librería Barnes&Noble. El objetivo es The Abolition of Man de C.S. Lewis; así me lo había sugerido Matt. Aquí se publican y se leen muchos libros de Lewis. Entro en la librería, bajo por las escaleras mecánicas hasta llegar a la estantería titulada “Christianity” y “Christian Inspiration” y comienzo a hojear los libros del autor de Narnia. Después pregunto por libros de De Wohl (que parece que no tienen) y de Giussani. Una copia de El cammino al vero è un’esperienza (The journey to the truth is an experience) estaba escondida entre otros muchos libros. Lo pongo encima de los libros de Lewis. Llega una chica coreana que, al igual que yo, se aproxima a la estantería “Christianity” y, casi susurrando, me pide ayuda en inglés. Yo, con el libro en la mano, me doy la vuelta y la miro. Quería algún consejo en relación con este tipo de libros. Distraídamente le digo que Lewis está muy bien pero que los otros autores son más bien desconocidos en Italia. Aparte de Los santos y Lewis, no sabía qué otra cosa aconsejarle. Comenzamos a hablar y, por lo que da a entender, ella pertenece a una Iglesia protestante en Corea; yo le digo que soy católico. Se llama Maggie. Sigo mirando los libros de Lewis y, mientras tanto, ella coge uno. Aunque yo no prestaba mucha atención, ella sigue pidiéndome consejo y entonces empiezo a entender. Todo se me hizo evidente. Agarré la única copia del libro de Giussani y se lo di explicándole qué es Communion and Liberation y de qué habla el libro, «It’s about the encounter between Christ and the desire you have for happyness» («Describe el encuentro entre Cristo y tu deseo de felicidad»). Comenzamos a hablar y durante la conversación ella tenía los ojos como platos. Nos quedamos allí un rato y, sorprendido por lo que estaba sucediendo, le dije que, si quería saber más sobre Cl, podía visitar la página web y buscar algunos contactos coreanos. En un ticket le escribí la dirección de la web. Ella, encantada, con estos dos libros en la mano: el de Giussani y una antología con textos de Lewis. Me pidió mi correo electrónico y le repetí qué tenía que hacer para contactar con gente del movimiento en Corea. «You friend» («Tú eres un amigo») me dijo. Yo no me podía creer lo que estaba pasando. Unos días después me escribió diciéndome que leería los libros y que le encanta la comida y la música italiana; yo, a su vez, le envié la dirección exacta de la persona de referencia en Corea. Volviendo a casa, no podía dejar de reír y sonreír. Un poco de realidad vale más que mil palabras y, acabe como acabe esta historia, me encuentro ante la enésima prueba que indica que el cristianismo es verdaderamente un hecho. Ninguno de mis cálculos me podría haber llevado a conocer a una coreana en una librería en Nueva York que se lleva a casa a Giussani y a Lewis. El resto, qué digo, todo, es obra Suya.
Giacomo, Nueva York (EEUU)

Despertar del letargo
Durante los Ejercicios, Carrón habló del riesgo de confundir el sentido religioso con el cristianismo. Pues bien, muchos hechos en estos días me han “obligado” a admitir que una cosa es un sentimiento, incluso bueno, de búsqueda y de nostalgia, y otra son los hechos contundentes que me suceden. En primer lugar, lo que me han contado mis amigos de L’Aquila, una pareja cuya casa ha quedado inutilizable y que vive en una autocaravana, que hace algunos domingos fue a Onna (un pueblo destruido por el terremoto) a la misa dominical que se celebra en una tienda de campaña, para repartir a la gente del pueblo el manifiesto con las palabras del Papa en L’Aquila. ¿Cómo es posible que dos personas, después de haber perdido su casa, hayan tenido la fuerza y el deseo de comunicar a los demás, que han vivido una tragedia similar, que Cristo está presente? ¿Qué se puede esperar en una situación como ésta? Nada más lejos que un vago sentir: en ese gesto se hace patente la presencia de Otro. Otra cosa ha sido la fiesta que hicieron las Suorine de Nápoles al final del curso escolar. Voy allí por la amistad que me liga desde hace años a las hermanas de San Blas. En el fondo, aunque no lo dijera, no me esperaba nada nuevo. Sin embargo, pensé: mira, estate presente. En la sala se hallaban muchas familias. Familias sencillas, como pueden serlo las familias de las callejas de Nápoles. Y con ellas, muchas familias de clase media, muchos licenciados: se encuentran a gusto juntos, hay armonía. Te encuentras como en casa. Sor Pina lee la carta de una chica, ya mayor, que colaborando con ellas en la ayuda al estudio con los chavales: «Estoy levantando el vuelo. Y esto ha sido posible porque he sido cuidada y amada como una rosa». También para mí ha sido así en estos años: si soy lo que soy, es porque he sido amado continuamente, aunque a veces lo olvido. Pero escuchar que una chica está saliendo adelante porque ha sido amada, en un lugar como éste, ¡es como un puñetazo en el estómago! ¡Algo bien distinto del mero sentimiento religioso! Aquí hay una Presencia que hace renacer a las personas.
Sergio, Avellino (Italia)

Padrino de Bautismo detrás de los barrotes
Iván es un preso que, tras conocer a Daniela y a sus amigos de la asociación italiana “Incontro e Presenza”, se ha convertido. Ha dejado de blasfemar. Cuando le propusieron que rezara por la hija de un voluntario a la que le habían diagnosticado un síndrome de down antes de nacer, aceptó. El 26 de mayo la niña nació sana y el padre le propuso a Iván que fuera su padrino de Bautismo. Iván tuvo que renunciar porque ahora no puede salir de la cárcel donde le han transferido. Publicamos la carta que ha escrito a la niña.

Hola, pequeña testigo de la existencia de Cristo. Agnese, un día ciertamente comprenderás y te sentirás orgullosa de todo el amor, la alegría, el sufrimiento, el cambio y la fe, que hemos vivido por tí y gracias a tí, desde el mismo momento de tu concepción. ¡Me halaga y me enorgullece el que tu padre me haya elegido como padrino tuyo! Es otro signo más de Cristo. Al igual que todo aquello que tú, yo, tus padres y tus amigos hemos vivido juntos. El que yo no pueda estar allí físicamente me entristece, pero quiero que sepas que mi espíritu estará a tu lado más aún de lo que hubiera podido imaginar. Y por mucho que estemos lejos y seamos distintos por sexo y por edad, hay algo que siempre nos unirá: nuestro nombre de Bautismo, María, que también es el nombre de la Virgen. Agnese, ¡inmensa es mi gratitud por ti! Cristo me ha concedido entender que para cambiar es preciso creer y confiar. Tú has sido cauce de mi creer y ocasión de mi confianza. Te quiero mucho, pequeña criatura divina.
Iván

El abrazo de los niños de Bogotá
Queridos amigos de los Abruzos: el curso de quinto de primaria de la escuela Alessandro Volta de Bogotá os manda un afectuoso saludo. Deseamos que no perdáis la esperanza en este momento tan difícil para vosotros. A las mamás que han perdido a sus hijos queremos decirles: vuestros hijos no os han dejado, sino que están en vuestros corazones y están rezando en el paraíso por vosotros. Queremos saludar también a todos los niños que han sobrevivido: seguid estudiando, jugad y divertíos porque la vida no se ha acabado; merece la pena vivir cada día porque siempre hay algo nuevo y bello que descubrir. A los papás y a todos los hombres les animamos a ser fuertes, a sostener el pueblo y a ayudar a todos porque en este momento los Abruzos son una única familia. Esperamos que las ciudades y los pueblos golpeados puedan renacer lo antes posible. Estamos muy contentos por saber que todavía hay muchas personas vivas. Os abrazamos y pedimos por vosotros. Esperamos que un día podamos ir a vuestra tierra para abrazaros personalmente.
Almucha, Diego, Sebastián, Federico, Manuela, Juan Camilo, Fiorella, Felipe, Andrés, Laura, Nicolás, Bogotá (Colombia)