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Huellas N.10, Noviembre 2016

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

ESE BRILLO EN LA MIRADA
Me encontré con Cristo hace tres años gracias al testimonio de un amigo de los Memores Domini. Tenía una vida aparentemente realizada: unos padres entrañables, una familia profundamente atea pero abierta, un novio con el que convivía desde hace años, una licenciatura en Medicina, un futuro como cardióloga. Lo tenía todo y sin embargo algo en mí no iba bien. Me encontraba profundamente triste, vacía. La nada me engullía cada día más. Luego conocí a este chico, me sentí acogida, fascinada por la gran alegría y serenidad que brillaba en sus ojos y no dejaba indiferente a nadie a su alrededor. Lo veía feliz y me daba curiosidad. Era feliz de una manera distinta a los demás, con una serenidad, una seguridad, una alegría de fondo ante los acontecimientos a veces fastidiosos o dolorosos de la vida. Yo también quería eso para mí. Yo también quería, desesperadamente, tener esa luz en los ojos. Poco después, cometí un grave error, vencida por la depresión. Al día siguiente pensé que me sentiría todavía más hundida, mísera e inadecuada, incapaz de vivir. Me senté en un banco de la iglesia, era mi primera misa. De repente me sorprendí sintiéndome amada, querida, perdonada, custodiada. Comprendí que aquello que había encontrado en aquel chico era Cristo que había venido a llamarme, a pronunciar mi nombre, a decirme: «Estoy aquí, mira, ven y ve». Desde entonces mi vida ha cambiado, mi corazón se ha abierto. He empezado a frecuentar a otros amigos del movimiento que se han convertido para mí en un lugar donde puedo ser yo misma. Cada uno es distinto, más o menos simpático, más o menos afín a mí, más o menos afortunado. Pero su mirada era la misma que había visto en el primer encuentro. Era lo que les unía. Entonces, poco a poco, entendí qué era lo que, en efecto, había visto. Mi corazón se ha hecho más sencillo. Así que pedí recibir el Bautismo y los sacramentos. Ha sido un largo camino de dos años. Le doy gracias al Señor. Pensaba que los sacramentos eran un punto de llegada, y en cierto sentido lo son, pero me doy cuenta de que en realidad son un punto de partida. Necesito a Cristo para vivir, necesito que sea una presencia concreta, constante en mi vida. No puedo vivir del recuerdo de Él, necesito una realidad presente. Y necesito ser ayudada en el camino cristiano. Los gestos y el recorrido que se me proponen son mi alegría. Para mí la Fraternidad de Comunión y Liberación es el lugar hecho para que yo pueda profundizar en la relación con Él. Por eso pido poder formar parte de ella.
Federica

La venta de Huellas
«¿PUEDO LLEVÁRSELA A MI MADRE?»
Desde joven he difundido siempre Huellas. Sin embargo prevalecía en mí la preocupación de una militancia para dar a conocer la revista. Con el tempo, aun permaneciendo fiel a este gesto, se insinuó en mí la costumbre y el escepticismo. Vender Huellas se convirtió en una cosa más que hacer. El domingo pasado fui a vender la revista de octubre a la salida de la iglesia. En un momento dado, un niño entre la gente que salía de misa se me acerca y mira con curiosidad la portada que ponía: «Mendigando la Misericordia». Yo le pregunto: «¿Sabes que este año es el Año Santo de la Misericordia?». Y él: «No, nadie me ha hablado de ello». Y luego: «¿Puedes darme esta revista para que se la lleve a mi madre, así ella me ayuda a entender?». Me llené de alegría porque a través de un niño volví a comprender que el primer beneficiado vendiéndola soy yo. Y que ese niño conocería al Dios que es misericordia también gracias a la revista.
Laura, Macerata (Italia)

UNA ROSA QUE ABATE MUROS
Querido Julián: A propósito de la bellísima síntesis que hiciste en la Asamblea en Cervinia de agosto y que Huellas tituló “La forma del testimonio”, quería contarte lo que me ha pasado estos días. En Argentina el día de la madre se festeja el tercer domingo de octubre. Mi hijo de diez años, haciéndose ayudar por los vecinos, este año me ha regalado con sus ahorros un hermoso ramo de flores y además una enorme rosa roja en otro envoltorio. Ambos regalos me los dio camino a la misa al pasar por el vivero, cuyos dueños se han vuelto nuestros amigos. Al regreso caminamos como siempre y obligadamente por debajo de la autopista que en mi calle forma un “techo”, un lugar oscuro en el que viven varias personas a la intemperie con tiendas improvisadas contra el paredón, sin baño y sin nada, y donde también se reúnen muchos otros (jóvenes y adultos) para drogarse, consumir alcohol e incluso para delinquir. Pasar por ese lugar me da miedo, hasta repulsión por el olor y habitualmente lo hago de modo apresurado, incluso sin mirar para no ser asaltada. Pero ese domingo pensé en la señora que estaba sentada allí bajo la autopista, y que ella también sería madre, entonces miré mi ramo y mi flor, y me acerqué para decirle «Feliz día» y le regalé la hermosa rosa roja. Muy sorprendida, me lo agradeció. Al llegar a casa, mi hijo me reprochó que le regalara «su regalo» a esa señora, a lo que le contesté: «Pedrito, tanto es el amor que vos me diste en estas flores que yo, que me siento muy amada por Jesús y por vos, puedo compartirlo con otras personas para que se sientan tan amadas como yo». Me quedé sorprendida por lo que hice y por lo que le dije a mi hijo a pesar del miedo hacia esa señora y esas personas. Por eso tengo absoluta certeza de que fue el Señor. Pero lo que más me impresiona es que desde ese día cada vez que paso por allí esa señora me sonríe (esa gente nunca sonríe, nunca la había visto sonreír), levanta su mano y me saluda: «¡Chao, señora!». Y el muro del miedo y de la indiferencia se derrumba en ese saludo cotidiano: ella se ha vuelto «mi vecina». El diálogo del que nos hablan el Papa Francisco y vos, para mí, es trasmitir el amor que Dios me tiene a los otros, a los que me rodean. En mi país en este tiempo se habla mucho de la inseguridad y ahora yo no puedo pensar en el tema sin contemplar en mi memoria esa rosa y ese saludo cotidiano de mi nueva vecina.
Laura, Buenos Aires (Argentina)

CUANDO ESTÁ TODO
Todos los meses, a partir del día quince, miro a diario detrás de la puerta del zaguán de nuestra casa para ver si por fin me ha llegado la revista Huellas. Para mí, que vivo un poco alejado de la gran Vida del Movimiento, recibir Huellas es ocasión de sentirme preferido y un instrumento privilegiado para verificar que aquí en Osuna se puede hacer exactamente la misma experiencia que en Milán, Madrid o Nueva York. Por eso, la foto de la pequeña comunidad de Filipinas bajo la Puerta Santa me ha conmovido, porque me ha ayudado a entender las palabras de Giussani: «La realidad del reino de Dios no puede ser medida por la cantidad de personas que llenan las iglesias en determinadas fiestas o circunstancias, o por los oratorios abarrotados de espectadores juveniles para ver un interesante torneo de fútbol, o por las salas cinematográficas parroquiales de gran afluencia» sino que se mide solo por su capacidad de «crear personalidades cristianas auténticas». Aquí en Osuna no me falta nada, porque está Todo.
Lolo, Osuna / Sevilla (España)

PURA GRACIA
A pesar de las circunstancias difíciles a las que tengo que responder, me doy cuenta de que tengo una fortaleza para seguir cada día confiando plenamente en el Señor. Y eso es fruto de un camino, sin medirme por los éxitos o fracasos, abandonándome al método discreto de Dios. En estos años he aprendido la importancia de los avisos y la urgencia de tomarlos en serio. Y, sobre todo, la importancia de las personas porque son los rostros concretos que Dios me pone para caminar y salir de mi apatía e indiferencia. Antes sabía que a través de ellos Él me ayuda a salir del cascarón y a disfrutar de lo bello de la vida, pero ahora lo hago con curiosidad por descubrir qué es lo que el Misterio tiene preparado para mi vida. Consciente de mis límites y defectos, vivo la oración y los sacramentos como mendigo de su amor. Me confesé ayer en la clínica con el padre Aldo y, al absolverme, sentí su mirada de ternura que me permite empezar de nuevo, siempre. Y me acordé de lo que me dijo un día: todo lo que alcanzamos en la vida ¡es pura gracia!
Antonia, Asunción (Paraguay)

EL RETO DEL LABRADOR
Trabajo como fisioterapeuta. Me llega un paciente con dolor de espalda. Es un labrador y me dice que no cree que yo pueda ayudarle mucho, que sinceramente quiere hacer lo mínimo indispensable de sesiones para no perder el tiempo. Asumo el reto. La primera sesión se cierra con una mayor confianza. Empieza a contarme de su trabajo, de cuánto le gusta y de lo frustrado que se siente por no poder trabajar al 100%. Las siguientes sesiones seguimos charlando, entiendo que no tiene una situación económica favorable. Al final del ciclo, decido regalarle las terapias. Un día llega al Centro donde trabajo, me coge del brazo, me lleva al box y me abraza. Me dice: «Has devuelto dignidad a mi trabajo y, puesto que el hombre se redescubre a sí mismo en el trabajo, me has devuelto mi dignidad, porque ahora me encuentro bien y puedo recoger los tomates. No sabes el regalo que me has hecho». Y todavía no sabía que le regalaría el tratamiento. Le miro con curiosidad y le pregunto qué es lo que he hecho de particular. Empieza a contarme detalladamente todas las cosas que había hecho durante las sesiones, pero sobre todo la bondad con que se ha sentido tratado, escuchado, querido. En seguida pensé en un pasaje del “Página Uno” de septiembre: «Aquello a lo que pertenecemos define nuestra expresión cultural». Yo soy como soy, he tenido esas atenciones con mi paciente (sin darme cuenta realmente del todo), porque toda mi vida está definida por el encuentro con Jesús a través de los amigos de la Escuela de comunidad, incluso si me olvido o le resto importancia. Me doy cuenta de que digo cosas más grandes que yo, pero también de que lo que me ha ocurrido no se explica para nada solo con mi capacidad profesional.
Damiano, Bolonia (Italia)

EN TIERRAS DE MONSEÑOR ROMERO
El pasado 26 de octubre se llevó a cabo la presentación de la biografía de don Giussani en San Salvador, a cargo de Alver Metalli, periodista y escritor muy vinculado a El Salvador desde los años 80 cuando era corresponsal de la prensa italiana en tiempos de la guerra civil. De hecho, se encontraba en El Salvador cuando fue asesinado el beato Óscar Romero. Junto a él, el padre Salvatore Caffarelli, sacerdote salesiano que lleva más de 50 años en El Salvador. A la presentación en el auditorio del Museo de Antropología (MUNA) acudieron unas 120 personas. En los meses anteriores, el P. Caffa (como popularmente se le conoce) sintió la necesidad de compartir con nosotros puntualmente lo que la lectura de la biografía le suscitaba. A pesar de su edad y sus limitaciones de salud se leyó el libro en poco tiempo y fue pidiendo más libros de don Giussani porque «necesitaba conocer más». Es un espectáculo comprobar cómo cuando uno vive conscientemente y de forma adulta un carisma verdadero (en este caso el carisma salesiano) no hay espacio para la autorreferencialidad y el afecto por el carisma propio se torna una apertura hacia todo lo verdadero con lo que uno entre en relación. Nuestra comunidad propuso este acto con alegría y espontaneidad, y la gente respondió agradecida y a veces sorprendida, sobre todo cuando invitábamos a personas aparentemente alejadas de la Iglesia o de otras denominaciones cristianas distintas a la católica. Ha sido toda una oportunidad de encuentro y de verificación de lo que nos mueve frente a mucha gente de nuestros ámbitos. Ambos ponentes mostraron claramente que lo que el libro suscita no es un nuevo conocimiento filosófico o recuperar una crónica de la historia de la Iglesia. Cuando uno lee el libro la forma de entender la vida cambia, te descoloca, como decimos en El Salvador “te mueve el piso”. Alver Metalli mostró magistralmente cómo la misericordia ocupa un lugar central en el pensamiento de don Giussani. Además, señalaba otra coincidencia con el Papa Francisco: «La capacidad del Papa para hablar a los que se han alejado de la Iglesia también es un rasgo significativo de la personalidad y de la propuesta de Giussani; su propuesta, su humanidad y su carisma despertaban una fascinación en los jóvenes que se encontraban con él que derribaba la separación ente lejanos y cercanos». El P. Caffa expresó su sorpresa por haber descubierto cómo «en don Giussani se conjugan admirablemente el hombre y el creyente, el filósofo y el teólogo, razón y fe, la pasión por Dios y por el hombre, amor a Cristo y a la Iglesia» y destacaba por encima de todo su pasión por Cristo, que se concretaba en una pasión por la verdad y la razón. Lo que más le ha llamado la atención es cómo Giussani partía una y otra vez de la experiencia humana concreta pues, «como buen filósofo y teólogo, no se dejó atrapar por la tentación de quedarse solamente en el plano de la teorización o reflexión abstracta. Escrutó la realidad y dio importancia a la experiencia humana, que propuso como un factor indispensable para crecer. Lo que caracteriza la experiencia es entender una cosa, descubrir el sentido de una cosa que nos descubre su conexión con el resto». Muchos de los asistentes se quedaron después del acto viendo la exposición sobre don Giussani en una sala del museo y degustar un sencillo coctel en el que compartir el impacto sobre lo escuchado minutos antes. No les bastaba con lo que habían escuchado en el auditorio, necesitaban conocer más, preguntando a las personas que les habían invitado al evento o directamente a los dos ponentes. Un signo más de lo que sucede ante la imponente figura del fundador de Comunión y Liberación.
Carlos, El Salvador

Peregrinación por el año santo en Venezuela
NO HAY ALEGRÍA MÁS GRANDE QUE…
En medio de un ambiente de tensión en el país en vísperas de la peregrinación que CL tenía prevista para el 22 de octubre, el padre Leonardo Marius nos envía una pregunta por WhatsApp: ¿Creen que la peregrinación debe hacerse? Mi primera reacción fue: «¡Pero si ya toda la gente está confirmada!»; pero era cuestión de hacer un juicio sobre los recientes acontecimientos en un escenario político muy tenso. Mientras la gente está pasando hambre y hace filas para conseguir comida, cuando tenemos que ayudarnos a conseguir medicinas porque nuestros amigos están enfermos, o con tanta inseguridad hacer un viaje en carretera durante toda la noche, ¿es razonable ir a una peregrinación? Juntos empezamos a enjuiciar las circunstancias que nos llamaban a ser testigos de Su misericordia. Nos sentíamos, ahora más que nunca, necesitados de un encuentro. 160 personas iniciamos nuestro camino como mendigos desde las ciudades de Caracas, Mérida y Lara. Toda la noche viajamos en autobús hasta Guanare donde está el Santuario Nuestra Señora de Coromoto, templo que inauguró san Juan Pablo II y, sin haberlo calculado, era 22 de octubre, día de su fiesta. El punto de encuentro fue una casa de religiosas al ingreso del santuario. Allí nos encontramos saludando con un abrazo fraterno a los amigos que por la distancia no podemos ver con frecuencia. Fue una gran alegría reencontrarnos con rostros de los amigos de siempre y con nuevos rostros que aceptaron la invitación, haciendo de esta peregrinación un gesto misionero. Después del desayuno nos preparamos con toda la logística para la caminata de unos tres km aproximadamente, niños, jóvenes y adultos. Bajo un sol radiante (con 40 grados en la mañana) el padre Leonardo nos introdujo en el significado que tiene cruzar la Puerta Santa de la misericordia. En un clima de silencio, ayudados por la belleza de los cantos y los avemarías, caminamos como una sola comunidad, animada por una misma fe y por el deseo de una patria donde reine la paz y se reconozca al otro como un bien. La oración y la reflexión en cada estación iba preparando nuestro corazón para el sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, momento central de la peregrinación. El acontecimiento más extraordinario fue ver personas que llevaban hasta más de 20 años sin confesarse hacerlo ese día. Son varios los testimonios de conversión que acontecieron allí. La gracia y la misericordia de Dios nos abrazaba a todos, porque nos llenó de alegría esta reconciliación: «No hay mayor alegría en el cielo que por un solo pecador que se convierta». Un detalle no menor fue que todos comimos ese día e incluso se le pudo dar a un mendigo que se acercó. La comida no la contratamos a un servicio de catering o al mismo santuario, sino que se contrató a personas de nuestra comunidad de El Tocuyo que prepararon con cariño y esfuerzo un estupendo arroz con pollo. Hasta ese detalle, ese sacrificio habla del valor de una amistad que se transforma en obras concretas de misericordia. Muchas personas que participaron por primera vez agradecieron la invitación, pero más agradecidos estamos nosotros por la gracia de ser testigos de Su misericordia en esta historia concreta que nos toca vivir y que nos lleva a hacernos la pregunta: ¿cuál es nuestra tarea en el mundo? ¿Es posible dar testimonio hoy? Sí, es posible.
Hermana Rafaela, El Tocuyo