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Huellas N.8, Septiembre 2016

PRIMER PLANO / Meeting 2016

Ese puente es para mí

Wael Farouq

Un amigo de toda la vida y un protagonista cuenta “su” Meeting, la pregunta que le ha surgido y lo que se lleva de esta edición

Participé por primera vez en el Meeting en 2005. Cuando volví a El Cairo, ante la pregunta de mis amigos sobre qué es el Meeting de Rímini, tan solo pude responder: «Venid y lo veréis». Al año siguiente volví al Meeting con dos amigos, uno periodista, el otro juez. Ninguno de los tres logró encontrar una respuesta satisfactoria a aquella pregunta, excepto «venid a verlo». Año tras año los más curiosos de entre mis amigos viajaban a Rímini y confirmaban la misma respuesta. Hasta que juntos organizamos en 2010 el primer Meeting de El Cairo. Esa era la respuesta que andábamos buscando. El Meeting de Rímini había plantado una semilla en nuestra vida, esta había crecido y el árbol comenzaba a dar sus frutos.
El Meeting no es un simple conjunto de eventos culturales a los largo de una semana. Es un estímulo para buscar el significado de las cosas, un aguijón para reconocer el sentido de la vida y un dinamismo para generar encuentros entre los que buscan. El Meeting es el concretarse de una cultura del encuentro cuyas formas son siempre nuevas y distintas como lo son las circunstancias humanas. El Meeting puede ser un puente lanzado entre pueblos y gentes distintas, entre circunstancias humanas muy distintas entre sí, solo si coincide con un puente que el yo atraviesa, una y otra vez, para alcanzar su propia verdad. ¿Acaso hay otro puente que conduce a la verdad que no sea el testimoniarla? Se puede decir entonces que el Meeting es un espacio en el que la vivencia humana se hace testimonio y se convierte así en principio de una experiencia nueva y de nuevos testimonios.

Hacia el misterio. Lo que en el Meeting de Rímini sorprende al musulmán, al judío, al budista, al ateo, no son los puentes que este construye entre ellos, sino el camino realizado juntos hacia la verdad, la distancia que cada uno atraviesa para alcanzar personalmente la verdad, el deseo de dar a conocer lo que se vive en la verdad, el interés por compartir los pasos con los demás. Por eso todos los que participan en el evento de Rímini sueñan después con realizar algo similar en su país.
El último caso en orden cronológico es el del Gran Muftí de Croacia (ver apartado en p. 32), un hombre extraordinario que, tras haber perdido a 36 familiares, entre ellos sus padres, en la matanza de Srebrenica, viaja ahora por el mundo entero para defender los derechos de los mismos miembros de la comunidad religiosa que perpetró esa masacre. En todos los foros que visita pide valientemente que el discurso islámico se renueve, que se distancie de la violencia, que se libere de las ataduras ambiguas, que refleje su mensaje en la actualidad para responder a las necesidades de las personas de hoy en día. El muftí ha reconocido en el “meeting” la fórmula adecuada para testimoniar y compartir la verdad.
En la búsqueda de la verdad las distintas experiencias se cruzan sin perder cada cual su originalidad. Así fue también en el espectáculo inaugural de Rímini, Un solo canto. La armonía entre las tres cantantes y sus voces, entre la música oriental y occidental, resultó del todo natural.
A nadie le ha chocado encontrarse ante dos formas de belleza separadas por el idioma, la historia, la geografía, la religión. Todos se han dejado llevar por el ritmo pautado por la tensión ante el Misterio, culminando en la invocación conjunta del Avemaría y del Allahu akbar, en la alegría por el pan recién hecho y compartido, en el terror de un emigrante que ve sus esperanzas peligrar en el mar, en el ritmo del tambor que se hace eco de un pasado lejano, en el delicado sonido de un piano que no cede ante un público ruidoso. Es un camino del espíritu alentado por la sinfonía de las voces y la unidad del deseo.

Milagros. En el marco de esta búsqueda, anhelo, testimonio y deseo de la verdad, se abren muchas posibilidades. Podemos buscar la dimensión humana en la tecnología, compartir la confianza del emigrante en la humanidad de Europa que le lleva a echarse a la mar. Podemos encontrar a los responsables de una cárcel sin presos ni carceleros, de la que sin embargo nadie huye porque, como está escrito en sus muros, «nadie huye del amor». En el Meeting de Rímini, Europa no se deja definir por lo que es transitorio, por la política o la economía, sino por lo esencial, es decir, por los principios sobre los que se ha asentado su civilización.
Cuando un evento multitudinario como el de Rímini lleva por título un verso de una poesía, por ejemplo el del año pasado, no resulta extraño que acontezcan aquí verdaderos milagros.