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Huellas N.7, Julio/Agosto 2016

EDITORIAL

Ahí donde estamos

¿De qué manera experimentamos la misericordia? Sobre todo, ¿cuándo hemos descubierto que la necesitamos para vivir? Es la pregunta que las comunidades de CL quieren abordar durante las vacaciones comunitarias de este verano. Es una pregunta que resulta urgente al final de un curso tan intenso, marcado por dramas y tensiones (los atentados de París, Bruselas y Estambul, la ola de emigrantes, varias citas electorales complicadas, la crisis que amenaza con empeorar después del Brexit…) y al mismo tiempo extraordinario, porque el Papa ha querido imprimir en él el sello de la única realidad que puede abrazar todos estos retos: la misericordia. Una realidad que proyecta una luz sobre cualquier circunstancia y que la puede sanar, donándonos «no un remiendo para el corazón, sino un verdadero corazón nuevo, re-creado», como dijo recientemente Francisco a los sacerdotes, regenerado «por una segunda creación, aún más maravillosa que la primera». El Papa no se cansa de recordárnoslo de mil maneras: la misericordia nos crea de nuevo, hace nacer algo que antes no existía, nos cambia. Pero, ¿cómo? ¿Y cuándo?
Contestar resulta decisivo. Darse cuenta es vital. Solo hay un camino para contestar sin perderse en reflexiones abstrusas, la experiencia. Reparar en los momentos en los que necesitamos de la misericordia para vivir. Y no solo en circunstancias señaladas, sino en el día a día, en nuestra familia o en el trabajo, en el estudio o en la diversión. Ahí es donde estamos de verdad, donde sentimos nuestra necesidad y donde puede aflorar la novedad.

En una de estas vacaciones, frente a algunos relatos muy sencillos y cotidianos (el enfado de un amigo que se torna «una ocasión para aclararme a mí mismo», la crisis de un matrimonio en la que aparece «la llamada de Dios a darle todo», un problema serio de trabajo, por lo cual «a mis hijas no les dejaré en herencia dinero, pero sí lo que más vale en la vida»…), Julián Carrón observaba: «La diferencia que Otro introduce, su ayuda, es poder mirar la realidad de manera verdadera, hasta el fondo. No es que yo mire como decido yo y luego alguien tenga misericordia conmigo y me ayude a vivirla. El cristianismo introduce una mirada distinta. No se trata de seguir mirando la realidad como todos y luego aguantar, sino de cambiar el juicio sobre ella: es esto lo que Cristo ha introducido». Así obra la misericordia.

La misericordia crea «corazón nuevo». No añade “un suplemento de bondad”, no aumenta nuestra capacidad de soportar, sino que crea una mirada distinta, introduce un cambio de juicio. Un juicio distinto que nos permite ver en la relación con el otro (ya sea inmigrante o compañero de trabajo, amigo o desconocido) el aspecto más verdadero y, demasiado a menudo, olvidado: esa relación es un bien para mí, me ayuda a entenderme a mí mismo, me hace crecer en humanidad. «Tú eres un bien para mí», reza el lema del Meeting que tomará cuerpo en Rímini. Y también toma cuerpo en la obra de caridad de un párroco que en las colinas de Liguria acoge a los chicos que cruzan el Mediterráneo, en la historia inolvidable de Jean Valjean, protagonista de Los Miserables, o en la fecundidad extraordinaria de la vida y de la santidad de la Madre Teresa de Calcuta.
Todo esto os ofrecemos en estas páginas. Es una ayuda para volver a lo que hemos vivido en este curso y buscar las huellas de esta mirada de misericordia en nosotros y sobre nosotros. Y para que el “tiempo libre” durante el verano pueda ser «una ocasión propicia para sorprender episodios de este tipo» –nos deseaba Carrón– «y así comprobar una vez más si el método de Dios funciona». Ahí donde estamos, en la sencilla vida de cada día.