IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.6, Junio 2016

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

Ejercicios de la fraternidad / 1
DE LA SIMPATÍA POR CRISTO
Querido Julián: Soy fotógrafa desde hace unos años y me dedico al periodismo y a las redes sociales. Estoy en el epicentro donde se generan las opiniones en España. Muchas veces me despierto y me voy a dormir inquieta por la dificultad que siento a la hora de tomar postura en lo que me parece un campo de batalla que ahoga los destellos de humanidad. La misma idea de tomar postura en una batallita me hace sentir fuera de lugar. Además, la mayoría de mis compañeros de profesión están en las antípodas de mis creencias y mi estilo de vida: desde la homosexualidad al poliamor pasando por un desconcierto afectivo general, que es lo que más abunda. Pero a la vez se trata de gente de gran sensibilidad y con un deseo de felicidad y una capacidad de asombro que me hace disfrutar de su compañía y su mirada. Sin embargo, frecuentemente siento la acusación (mía) de que debería estar juzgando fuerte todo el rato, diciéndoles lo mucho que se equivocan y que, al no hacerlo, soy cómplice y cobarde. Esta insinuación me asfixia y me vuelve torpe en la relación con ellos, introduciendo un cálculo. Una tarde mi marido se puso a contarme y a leerme fragmentos del Página Uno del pasado mes de abril y alimentó la alegría familiar durante días. Lo hablé con los amigos. Tenía la sensación de que me habían dado una gran noticia. ¡Qué libertad! ¡Así verdaderamente puedo mirar y ser verdadera con todos! Y esa sensación se ha multiplicado en los Ejercicios en Ávila. Lo que nos propones es algo completamente diferente a lo que estamos acostumbrados a aplicar. Pero a la vez tengo la sensación de estar en casa, de que esta definición de la moralidad como simpatía humana por Cristo, como conmoción ante Su mirada que nos hace buscar Su presencia día y noche (y que termina por acercar también nuestro comportamiento al suyo), es lo que encontré en don Giussani. Por eso después de la primera lección, sin que hayas hablado de los Sacramentos, voy directa a confesarme en el hall del Palacio de congresos. Y es lo que despierta en mí la presencia de algunas personas (o su testimonio cuando lo leo), todos esos encuentros tienen un sabor a libertad que desaparece cuando tengo que catalogar a las personas con las que me relaciono (o las películas, libros, exposiciones) según el número de los pecados en lugar de juzgar la vida que despiertan en mí. Mientras íbamos hacia la preparación de la asamblea el sábado por la tarde mis amigos y yo teníamos la misma sensación: no tenemos ninguna duda. No porque no haya sido provocador, al contrario, nos mirábamos como si hubiéramos encontrado un tesoro, pero estaba todo claro. Y era todo correspondiente. Solo nos quedaba llegar a casa y empezar a vivir. Aunque sé que siempre está presente, nunca como ahora he tenido la sensación de estar siendo testigo de la acción transformadora del Espíritu Santo en su Iglesia. Ya la llegada a casa ha sido diferente, y acaba de empezar.
Lupe, Madrid (España)

Ejercicios de la fraternidad / 2
ESE DÍA CON DON GIUSSANI
Querido Julián, en los Ejercicios de Rímini me acordé de una anécdota que pasó en Milán, hace años, mientras estábamos grabando las lecciones de don Giussani. Nada más acabar de grabar, Iván, el director de fotografía, y yo nos acercamos a la mesa donde estaba don Giussani y, a su lado, don Pino. Giussani, inesperadamente, pregunta: «Iván, ¿qué opinas de lo que he dicho?». Iván se quedó parado un instante, luego dijo: «Es que yo no soy del movimiento». Y él mirándole con esa mirada inolvidable: «Pero yo no hablo “a los del movimiento”, hablo a los hombres. Y tú, Iván, eres un hombre». Escuchándote durante estos días, he percibido el alcance universal y a la vez profundamente personal del carisma que tú tan humilde y tenazmente sigues, custodias y nos propones. Y también cómo todo esto puede alcanzar a otros a través de mi “sí”. A todos, sin distinción.
Paolo

LA VELA DE DOREEN
En pascua, nuestra amiga china Doreen se bautizó y recibió los Sacramentos. Doreen llegó a EEUU en 2010 para cursar un Máster en Accounting en mi universidad. Nuestra amistad empezó hace cuatro años, cuando me la presentó un colega diciéndome que estaba interesada en colaborar en algún proyecto de investigación. Al cabo de unos meses la contacté porque necesitaba recoger una serie de datos. La puse en contacto con uno de mis asistentes, que es un chico de CL. Después de unos días, le envió un mensaje por Facebook al percatarse de que en su perfil ponía catholic. Le preguntaba por la diferencia entre catholic y protestant. La invitamos al retiro de Cuaresma. De ahí nació una preciosa amistad que dio lugar a que me pidiera ser su padrino de Bautismo. En estos años, mirar a Doreen ha coincidido con ver la presencia de Jesús en mi vida. La cultura, las costumbres y también las categorías intelectuales son a menudo distintas. Por tanto, compartir realmente la vida es posible solo cuando, siendo cada uno honesto con la experiencia, encontramos algo que es común. El Sábado Santo es tradición decorar la vela de los catecúmenos que van a recibir el Bautismo. Doreen la decoró con dibujo de don Giussani con las flechas que van hacia la “X” y un única flecha que baja. Era el dibujo que le enseñé la primera vez que hablamos de mi fe católica. La Vigilia de Pascua fue un momento de alegría rebosante. Con una sencillez absoluta, Doreen había invitado a amigos, colegas, vecinos. La alegría de su rostro y del nuestro fue para mí el signo real de la Resurrección de Cristo, porque nada de lo que yo puedo hacer es capaz de generar una alegría plena como la de aquella noche.
Lorenzo, Denver (EEUU)

Sagrada Familia
LAS TRES PUERTAS
Cuando Etsuro Sotoo ganó el concurso para realizar las tres puertas de la Fachada de la Natividad de la Sagrada Familia hace más de diez años, nadie hubiera podido imaginar que serían tan bellas. Desde el momento mismo en que se colocaron en su lugar definitivo, pareció que estuvieran allí desde siempre. La única fachada construida en vida por el gran arquitecto catalán estaba esperándolas. La primera de las tres puertas que se instaló fue la del portal de la Caridad. Una puerta de dos hojas dedicada a los esposos que están en el origen de la Sagrada Familia: María y José. El verde de la hiedra se colorea de rojo dejando entrever sus iniciales: J y M. El maestro Sotoo explica que ha elegido la hiedra como elemento de la naturaleza que mejor representa el amor. Para crecer, cada rama necesita de la otra, se sostiene en la otra. Acercándose, se descubre que hay parejas de insectos escondidos entre las ramas. Cada niño que pasa los toca. Las puertas son de bronce. Al igual que las personas crecen dentro de una relación, así el bronce se hace más brillante al tocarlo. El continuo contacto no lo estropea, muy al contrario, lo hace más bello. «Es la belleza misma de la vida», explica Sotoo. Una vida es bella cuando está llena de esperanza y el portal dedicado a esta virtud alberga una puerta en la que los lirios resaltan entre las cañas. Las cañas tienen raíces superficiales y cualquier ráfaga de viento puede arrancarlas, pero siempre vuelven a arraigar y crecen de nuevo. El agua es el origen de la vida, como el Bautismo es la raíz de la esperanza cristiana. Esos lirios crecen al borde de los riachuelos, en las hendiduras de las rocas de la montaña de Montserrat. Son una imagen de la esperanza que alberga en las hendiduras del corazón humano. Las hojas interiores de esta puerta nos reservan una sorpresa. En ellas encontramos la arena del desierto que José tuvo que cruzar con su familia huyendo a Egipto. ¿Qué esperaba encontrar más allá del desierto? Un mar generoso, lleno de peces para alimentar a su esposa y al pequeño Jesús: todo un símbolo de la esperanza de encontrar una vida mejor. Si levantamos la mirada, vemos peces plateados saltando exultantes. La esperanza de José se hizo esperanza para todos. Los peces representan a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad.
La última puerta que se completó fue la de la fe. Miles de rosas sin espinas colorean sus hojas exteriores. Como dice Etsuro: «En el corazón de quien tiene fe brota una flor eterna». Todas las cosas de la vida pierden sus espinas no porque desaparezcan las pruebas, los dolores y las contradicciones, sino porque todo esto adquiere un sentido por la fe. ¡Gracias maestro Sotoo!
Chiara, Barcelona (España)

TODO TIENE VALOR
El pasado 1 de abril falleció nuestro amigo monseñor Gallagher, quien ayudó a mi congregación en los comienzos. Fue de los primeros sacerdotes en acudir a atender a las víctimas del 11 de septiembre. Su hermano Matt nunca habló ni caminó. Vivió hasta los 80 años y, como él dijo, «tiene 80 años pero es un bebe de 6 meses». Cuando Matt era niño, la familia cargaba a cuestas con él buscando milagros, hasta que un día su madre dijo: «Ya no vamos a ir a ningún sitio, vamos a aceptarlo así», y todos en paz. Monseñor Gallagher vivió entregado a su parroquia y a su hermano, quien falleció hace un par de años. ¡Cuántos sufrimientos y discusiones evitaríamos si nos aceptásemos como somos reconociendo que Dios reside en cada uno! Y solo por eso, debemos reverenciarnos. Ha sido muy bonito para mí conocer a este sacerdote desde la primera vez que visité a las Sister, conocerlo en su enfermedad (cáncer) que surgió durante mi postulantado, visitarlo en su casa. Fuimos varias novicias cuando ya estaba en la última etapa de su vida en su casa y fue muy impactante. Es impagable saber que todo esto, ofrecido al Señor, tiene valor. Todo. Como nos enseña don Giussani: «El sacrificio vale la pena cuando se hace por “algo distinto” que no se marchite como las hojas de otoño, que no se corrompa como un hombre al morir; algo diferente que desafíe el tiempo, algo que se vuelva más bello con el tiempo, que resista, y que, de este modo, te haga resistir también a ti. (…) Toda la historia del hombre depende de aquel hombre que murió en la cruz. Y yo puedo influir en la historia humana, si acepto el sacrificio que en este momento se me pide».
Cristina - Sisters of Life, Toronto (Canadá)

EL BAUTIZO DE MARIELA
De pequeña creía en Dios, pero en un Dios muy lejano. Fui creciendo y, al entrar a la Universidad, tuve una crisis existencial, que me llevó a olvidar a Dios y a buscar saciar mí vacío con engaños. Este tiempo trajo consigo muchas heridas. En 2011, comencé a asistir a la iglesia protestante, que era la única que conocía, dado que mi madre me llevaba de pequeña. Durante este tiempo frecuentaba amigos católicos y estos rostros (Carmen María, los amigos de Punto Corazón) me abrazaron sin juzgarme. Durante 2013, empecé a experimentar una tristeza profunda. Dudaba si seguir en la iglesia protestante o entrar en la católica, si debía bautizarme bajo un rito u otro. Hace dos años, una amiga me invita a los Ejercicios espirituales de CL. En ellos, aunque yo no entendía todo lo que se decía, se despertó en mí un deseo por conocer cómo vivían estas personas la fe en Cristo. Empecé asistir a la Escuela de comunidad y a leer el cuaderno «Prosigo mi carrera para alcanzarlo». Quedé maravillada por lo que se decía y que percibía totalmente correspondiente. Era lo que buscaba, vivir una fe que sea mi aliada dentro de mi realidad. Esto fue el detonante para que yo me desligara de la iglesia protestante y emprendiera el camino que se me proponía en CL. Fui a las vacaciones de ese mismo año y en la última asamblea compartí ante todos mi deseo de recibir el Bautismo porque experimenté el deseo de comulgar. Era un deseo que me sobrepasaba y no podía ignorar. A través de la compañía, me di cuenta de que añoraba un bien que me hacía falta. No poder tomar la comunión me generaba tristeza, incluso acompañada de lágrimas, porque deseaba ser parte del Sacramento. Comprendía que era algo importantísimo, que me unía a todos. Durante un año fui a la catequesis, acompañada por el P. José. El miedo al cual me enfrentaba era si iba a poder abrazar junto con la razón y el corazón el catecismo de la Iglesia, es decir, sus dogmas, doctrinas, etc. Durante este tiempo sufrí por la decisión. Era un cambio que había que vivir; distanciarme de lo que conocía, aceptar la opinión de mi familia y el poco entusiasmo que ellos mostraban por mi decisión. Por momentos me sentía sola, pero Dios me daba la fuerza y el consuelo para continuar y esto sucedía cuando miraba los rostros alegres por mi decisión. Ya cerca de la fecha de mi bautizo, empecé a experimentar la alegría de la libertad que era como percibir la certeza en mi decisión. Como me dijo una amiga: «Dios te quiere preparar como una novia para tu bautizo, Él quiere darse todo». En ese instante los ojos que me miraban ya no eran los de Carmen, sino de Otro. Y mi corazón se estremeció al reconocerlo: era la mirada de Jesús. El esperado día llegó. Rodeada de mi familia y amigos, recibí el agua del Bautismo y me convertí en hija Suya, amada por Dios. Luego, al recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, tomé parte del banquete que nos hace pertenecer plenamente al cuerpo de la Iglesia. Agradezco a Dios por el carisma de Comunión y Liberación, sencillamente porque me corresponde. Estando en esta compañía, deseé el bautizo y se me regaló la comunidad que necesito para caminar. Ahora comienzo a vivir y descubrir dos amores: el don del amor gratuito de Dios y el misterioso amor maternal de la Virgen María. Se me ha grabado esta frase que custodio con afecto, «Cuando encontré a Cristo me descubrí hombre». Me descubro humana a través del Misterio que se hace presente entre nosotros.
Mariela (Honduras)

Memorias de África
LA HISTORIA DE LAS CAMISETAS
Organizado por el CESAL, en 1996 iniciamos un Programa de Prevención de la Sordera en Uganda. Constaba de cuatro cursos de dos semanas en cuatro años consecutivos, cada uno en una región del país. Nuestra contraparte en Uganda era AVSI, con una larga experiencia de cooperación en Uganda y en otros muchos países. Lorenzo y yo habíamos iniciado nuestros viajes a hospitales de Uganda en 1992. Al empezar el curso de 1996, estando un domingo en Kampala camino del hospital de Matany, nuestros amigos de AVSI nos llevaron a jugar al fútbol a la cárcel de niños. El director de la cárcel les dejaba salir a jugar si se habían portado bien. Dejo a vuestra imaginación lo que era esa cárcel, con una especie de gallineros asquerosos de tela metálica con los niños dentro, pero los niños a los que dejaban salir riendo y gritando, felices pero sucísimos, con una ropa que no se quitaban hasta que se caía a pedazos. El curso siguiente fue en Hoima, en mayo de 1997. Para estos cursos llevábamos unos 300 Kg de material, que el CESAL se ocupaba de llevar al aeropuerto un par de semanas antes para que fuera enviado como cargo y que, cuando nosotros llegáramos a Kampala estuviera ya allí, cargado en una camioneta para poder salir directamente a Hoima. Ese año se celebró en abril en Madrid el “Happening”, un precursor del Encuentro Madrid que se hacía en la Universidad Complutense. A mí me tocaba cocina, y para mi asombro veo que utilizamos de trapos de cocina unas estupendas camisetas, con publicidad de Telefónica por un lado y “Happening 1996” por el otro. Inmediatamente me acordé de los niños de la cárcel de Kampala, y pregunté cómo era posible desperdiciar esas camisetas de ese modo. «Es que el año pasado nos ofrecieron hacer estas camisetas, pedimos 1.000 y nos hicieron 2.000, y no sirven para nada porque son del año pasado». «Pues me llevo a Uganda un par de cajas». Tan contenta con mis 200 camisetas y sin pensarlo más, las mandé al aeropuerto con el resto del material, y dos semanas después salíamos para Kampala. Nunca sospeché el embrollo en que nos íbamos a encontrar al llegar a Kampala. En la aduana, donde buscan cualquier pretexto para sacarte unos dólares, se dieron cuenta de que esas 200 camisetas no eran parte del material para un curso de 20 alumnos, y exigían que pagáramos 5 dólares por camiseta, o sea, 1.000 dólares. «Bueno, pues quédense con las camisetas». «No, o todo o nada. O pagan los 1.000 dólares o el material del curso no pasa». Después de todo un día de tira y afloja, y de recurrir al Ministerio de Sanidad que participaba en el curso, logramos cargar todo en la camioneta sin pagar. Pippo, director de AVSI en Uganda, encargado de recoger el material y de los trámites de aduanas, estaba furioso, lógicamente. «Pero cómo se os ocurre, os creéis que son tontos. Siempre digo: ¿Por qué no preguntáis?». Yo, avergonzada de mi metedura de pata, tan habitual en mí, expliqué que las había traído para los niños de la cárcel. Pippo seguía furibundo: «No podemos ni sugerirlo al director de la cárcel. Bueno, dejad las cajas por ahí en el almacén y ya veremos qué hacemos con ellas». El curso tuvo que empezar con un día de retraso. Salimos de Kampala en un todoterreno y detrás la camioneta con el material. Al llegar al hospital de Hoima, a unos 200 km, nos instalamos en una casita de AVSI, y descargamos el material en el almacén. Ahí estaban las cajas de los libros, los archivadores, el proyector, los modelos en escayola del oído, el instrumental médico que repartíamos a los alumnos, sus maletines metálicos para guardarlo y, para mi vergüenza… ¡las dos cajas de camisetas! Era un curso de dos semanas, y el sábado entre medias nos llevaron a un campo de refugiados sudaneses, con unas 3.000 personas. Nos estaban esperando en el dispensario para pasar visita, y allí estuvimos trabajando toda la mañana, viendo casos terribles de mutilaciones y otros problemas que se trataron como se pudo. Dirigía la sanidad del campo una amiga de AVSI, Margaret, enfermera profesional ugandesa, nacida a su vez en un campo de refugiados. Nos impresionó su calidad humana, su trato con la gente, gente en un estado lamentable pero que trataba de preservar su dignidad a toda costa. Margaret nos habló de las necesidades del campo. Una de ellas era que el grano que recibían para la alimentación tenían que darlo a la gente sin moler porque, al ser menos de 4.000 refugiados, según las normas de ACNUR no tenían derecho a un molino de grano. Eso resultaba muy duro para la gente, acostumbrada a guisar con harina, y muy pocos tenían piedras de moler. El lunes reanudamos el curso. Los alumnos iban recibiendo el material, primero archivadores, luego fotocopias de las lecciones, los maletines, el instrumental etc. Poco a poco se iba vaciando el almacén, se acababa el curso, nos íbamos al día siguiente y allí seguían las dos cajas de camisetas. Yo ya estaba intrigada, «pero, ¿qué hacen aquí estas camisetas?», porque yo sé que el Señor no da puntada sin hilo, y alguna razón debía haber para todo ese lío. La mañana de nuestra partida en el desayuno nos encontramos con Margaret, que había venido el día anterior al hospital a hacer ciertos trámites. Tengo que decir que en nuestros viajes a Uganda solíamos llevar dinero que amigos de España nos daban para las necesidades que encontráramos, y habíamos hablado del tema del molino de grano. Por eso Lorenzo preguntó a Margaret qué costaba un molino de grano. Teníamos dinero suficiente, y Lorenzo le propuso regalar un molino al campo. «Gracias pero no, porque no es solo el molino, está también el gasoil para que funcione, el mantenimiento, un técnico que se ocupe de él y por lo tanto, no gracias». Y siguió: «Lo que de verdad necesitamos es ropa. Hoy me he levantado media hora antes para pedir al Señor que no permita que vuelva al campo sin ropa. Al salir del campo una mujer ha venido a decirme que va a dar a luz y solo tiene el vestido que lleva puesto, y si se lo quita para envolver al niño, se queda desnuda». Estupefacta y abrumada salí corriendo a por una camiseta. «¿Qué tal doscientas camisetas como ésta?». Con lágrimas en los ojos, y como lo más natural del mundo, me dijo: «Justo lo que necesito. Déjame las cajas en la puerta de tu almacén que al irme paso a recogerlas».
María Rosa, Madrid (España)