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Huellas N.3, Marzo 2016

VIDA DE CL

Supo escuchar y entender. Porque sabía ver el corazón

José Luis Restán

El 18 de febrero, se presentó en Madrid la edición española de la biografía de don Giussani a cargo de Alberto Savorana. Junto con el autor, dos destacadas personalidades del ámbito cultural español, el arquitecto Alberto Campo Baeza y el sociólogo Victór Peréz-Díaz

«Es un libro largamente esperado por nosotros», comienza Ignacio Carbajosa, el responsable de Comunión y Liberación en España. El enorme salón de actos de la Fundación Pablo VI, en el balcón de la Ciudad Universitaria de Madrid, acaba de vibrar con la canción que Claudio Chieffo dedicó a don Giussani en 2005: «E la voglia che avevi di ridere e cantare era come il vento la sera, che spazza via le nubi, le nubi e il temporale e ogni storia diventa più vera». Son ya tres generaciones desde que el movimiento iniciara su andadura en España, y para algunos la vida de Giussani es apenas conocida. Pero se siente en el aire la conmoción cuando se escucha «I tuoi occhi che vedono tutto ora guardano il Cuore, le parole ci portano il fuoco e la voglia di andare... andare». Porque esa experiencia la comparten todos, y esa tarde van a contemplar el origen de aquel fuego y el camino que ha generado en la historia. «Este libro nos ayudará a entender el origen de lo que vivimos en el presente, pero ayudará también a cualquiera a responder a la dramática pregunta de Dostoievski: ¿un europeo de nuestros días, puede creer realmente en la divinidad de Jesucristo?».

Poético y racional. En la mesa dos figuras relevantes del ámbito cultural español, el sociólogo Víctor Pérez Díaz y el arquitecto Alberto Campo Baeza. Ambos se han acercado a la vida de Giussani y la han confrontado con sus experiencias, sus preocupaciones y tareas. Pérez Díaz identifica inmediatamente dos rasgos salientes que le han llamado la atención en la lectura de la biografía: el ímpetu de vida, la búsqueda apasionada de plenitud que Giussani albergaba desde niño, y el deseo de comprender sus propios pasos, la tensión de la razón que busca siempre entender y dar cuenta de lo que vive. Un gran científico acostumbrado a medir los parámetros de la vida social, se sorprende realmente ante «un espíritu tan poético, musical, y por otra parte tan racional». Subraya Pérez Díaz la condición dislocada de nuestro momento histórico, un mundo que no se entiende a sí mismo, un tiempo de no-escucha, de “lenguaje de madera”. Precisamente por eso la figura de don Giussani resulta especialmente pertinente, con su testimonio de escucha atenta y amorosa. Escucha de los hechos y de las personas, diálogo que no se frena ante las apariencias, tensión para entender lo que iba viviendo, según iba sucediendo, e implicación reflexiva dentro de las circunstancias concretas de la historia.

Una fibra esencial. El arquitecto Campo Baeza dedicó a la búsqueda de la belleza su discurso de entrada en la Academia de Bellas Artes. Su conexión con esa fibra esencial de la vida de don Giussani es inmediata. Le ha sorprendido la nota que un niño de doce años escribió a su padre para ayudarle a abrirse, mostrándole la belleza del camino vocacional que había emprendido al entrar en el seminario. Y confiesa su estupor al escuchar cada día el aria de La Favorita de Donizetti, y revivir aquella misma conciencia del joven Giussani, cuando comprendió que Dios, el término de nuestra búsqueda y de nuestro deseo, realmente existe. El deseo de identificarse con la experiencia de don Giussani que el libro despliega, ha llevado al profesor Campo Baeza a participar en el Vía Crucis de la comunidad de CL en Nueva York. Y es que, como había subrayado Carbajosa al inicio del acto, recordando una frase de Kierkegaard muy querida de don Giussani, «un acontecimiento grande solo puede ser presente».
Alberto Savorana coincidió con Pérez Díaz en que el ímpetu de vida y la pasión por la razón son los rasgos fundamentales de la personalidad de don Giussani, que vivió siempre a la escucha de lo que sucedía, en diálogo continuo con la realidad, siempre interesado y receptivo, sin dejarse frenar por imágenes preconcebidas. «Me ha fascinado la belleza de la vida de este hombre, que se convirtió en algo deseable para mí», dijo Savorana haciéndose eco de esa misma experiencia que minutos antes había relatado Campo Baeza.

Ontología y confianza. El autor se detuvo especialmente en el momento en que don Giussani entendió que el Señor le llamaba a recorrer un camino distinto al de la enseñanza de la Teología en el seminario. Sucedió al darse cuenta de que muchos jóvenes católicos ya no eran capaces de dar razón de su fe, a pesar de que el ambiente social estaba todavía fuertemente marcado por la tradición cristiana. Y subrayó la gran estima que siempre tuvo por el hombre moderno. Don Gius nunca se amedrentó ante los cambios históricos porque sabía ver el corazón humano, su ontología, la exigencia de vida, belleza, justicia y felicidad que mueve a los hombres. Siempre confió en ese corazón que está hecho para reconocer a Cristo y, desde ahí, desafió la libertad de todos para que verificaran la conveniencia humana de la fe.
Savorana destacó la importancia de la singular relación de Giussani con España, cuyo origen fue una cena con un joven e inquieto editor, José Miguel Oriol, en un restaurante de Milán. De ahí partió una historia casi paralela a la larga historia del movimiento en Italia, que ya vivía por entonces las dificultades y contradicciones propias de su dimensión e implicaciones. «La relación de don Gius con España es como un hilo sutil de amistad con algunas personas, algo purísimo, sin condiciones ni complicaciones; se trataba solo de compartir la vida de algunas jóvenes parejas. Y, más tarde, de apostar por los encuentros que se fueron dando». De ahí ha nacido una fecundidad inesperada, un pueblo bien visible en el propio acto de esta presentación.
Ignacio Carbajosa concluyó invitando a la lectura de la biografía, pues la vida de Giussani es la mejor luz para poder afrontar este momento histórico lleno de luces y sombras: «Su herencia es una vida que continúa ahora». A partir de una experiencia presente podemos profundizar en el carisma que la genera y, al profundizar en su origen, madurar en la conciencia y el entusiasmo por recorrer el camino que nos enseña.


ALBERTO SAVORANA (Forlì, 1959) Periodista, licenciado en Historia y Filosofía por la Universidad de Bolonia. Empieza su carrera en 1984, colaborando con la Oficina de prensa de la Santa Sede en Roma. Trabaja para la RAI-USA en Nueva York. Actualmente es responsable del Gabinete de prensa de CL y de las actividades editoriales del movimiento. Es autor de la biografía Luigi Giussani. Su vida (Encuentro 2015).

ALBERTO CAMPO BAEZA (Valladolid, 1946)
Arquitecto, Catedrático de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de Madrid. Ha sido profesor en ETH Zürich, EPFL Lausanne y PENN Philadelphia, así como también en Dublín, Nueva York, París y Nápoles. Su obra ha sido ampliamente premiada, divulgada y publicada tanto en libros como en revistas de arquitectura y se ha expuesto en numerosas ciudades.

VÍCTOR PÉREZ-DÍAZ (Madrid, 1938)
Doctor en Sociología por la Universidad de Harvard, y doctor en Derecho y en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Es Catedrático de Sociología de la Universidad Complutense. Ha reunido méritos académicos y profesionales que le acreditan como una de las grandes figuras españolas de las ciencias sociales contemporáneas.


«Quiero ser como ustedes»

Un extracto de la intervención del profesor CAMPO BAEZA

Primero, muchísimas gracias por esta invitación que me hace muchísima ilusión y que uno no merece. Por mil razones. (…) Me voy a limitar a una serie de anécdotas personales que titularía: «Quiero ser como ustedes». Esto lo decía una persona de la República Centroafricana, dirigiéndose a un cura, al padre Federico Trinchero, un carmelita que en el centro del volcán contagia su profundo amor por Cristo, tanto que este hombre le dice al sacerdote: «Mon père, quiero ser como ustedes». Esta emocionante historia se relata a toda plana en el primer número de Huellas que cayó en mis manos. Y esa revista del movimiento presenta en sus páginas una hermosísima labor de un carmelita en África, cosa rara. Pues no, todo ello habla a las claras del espíritu católico del movimiento y de su universalidad. (…) «El cristianismo –escribe Giussani– no está apegado a nada más que a Jesús». Una universalidad que rezuman todas las páginas de este libro sobre Giussani. Yo no soy de Comunión y Liberación, he conocido el movimiento hace muy poco y mi admiración va in crescendo. Un puñado de gente muy, muy normal, que parece que se han enamorado de Cristo y de la Virgen por culpa de un sacerdote italiano. Fui a comprar el libro y empecé a leerlo. Desde entonces, todos los días en la Santa Misa, en la consagración, le pido al Señor que remueva mi corazón como lo hizo con aquel niño de 12 años. Es una anécdota preciosísima: con 12 años, don Giussani, en aquella primera misa en el seminario de Seveso, se sintió profundamente conmovido, y así lo escribió a sus padres en su primera carta desde allí.
Hace unos días, en RNE sonó Spirto Gentil, de La favorita de Donizetti, cantada por Julián Gayarre. Y me acordé del aria cantada por Beniamino Gigli que puse para comenzar mi conferencia en un evento sobre la belleza, promovido por CL, que se organizó el pasado verano en Bérgamo. Y no pude reprimir mis lágrimas acordándome del comentario de don Giussani cuando cuenta cómo, escuchando a Tito Schipa cantar esa aria, percibió con intensidad la existencia de Dios: «Por primera vez comprendí que Dios existía». De vez en cuando, en mi ordenador –soy un desastre con el ordenador pero a eso llego–, pincho Spirto Gentil en YouTube y me ayuda enormemente a que broten esos sentimientos y a dar gracias a Dios por todo lo que recibo.
Es muy bonita la carta que Riccardo Muti, el maravilloso director de orquesta, escribe a don Giussani el 15 de octubre de 2002 para felicitarle por sus 80 años. Allí se recoge el canto 14 del Paraíso de Dante, «y como lira y arpa en tensión templada de muchas cuerdas hacen dulce canto». Con esa cita, Muti reconoce cómo la belleza es central en don Giussani. (…) Como bien apunta Savorana, la gran genialidad de don Giussani se veía en esta implicación global en el silencio y en la belleza. Lo sintetizará muy bien el entonces cardenal Ratzinger con estas palabras: «Giussani, desde el inicio se sintió tocado, más aún herido por el deseo de la belleza. No se contentaba con una belleza cualquiera, con una belleza banal, buscaba la belleza misma, la belleza infinita. Así encontró a Cristo, y en Cristo la verdadera belleza, el camino de la vida, la auténtica alegría».
Un poco más adelante, se nos describe uno de los Vía Crucis guiado por don Giussani. Y se cuenta cómo, tras los acontecimientos de Nueva York de 2001, en las portadas de los números de Huellas de aquellos meses de octubre y noviembre, aparecen por indicación del mismo Giussani unas fotos del Vía Crucis en el puente de Brooklin. Pues bien, la pasada Semana Santa en Nueva York, siguiendo el consejo de un amigo, asistí al Vía Crucis que allí organiza el movimiento. Partía de la catedral de Brooklin y acababa en la iglesia de St. Peter en Manhattan. Pueden ustedes imaginar una multitud, miles de personas de todas las razas y de toda condición, bajo la lluvia, atravesando a pie enjuto el puente de Brooklin, siguiendo aquella gran, pobre y desnuda cruz de palo, y rezando. Era verdaderamente impresionante. ¡En Nueva York! Debo reconocer que no paré de dar gracias a Dios por aquel don inmerecido.


Amor mundi, siempre en tensión hacia

Publicamos un extracto de la intervención del profesor PÉREZ DIAZ

He leído el libro de Alberto Savorana con muchísimo interés. Me ha parecido un recorrido al mismo tiempo cuidadoso, respetuoso, amoroso, reflexivo, de lo que es un itinerario vital, como el recorrido de un sendero, paso a paso. Una vida que se va construyendo primero con una especie de ímpetu, de impulso de vida, de deseo infinito de vivir, leopardiano, que se sobrepone a los pesimismos ancestrales del poeta. Y, al mismo tiempo, con una apuesta por la veracidad, por la inteligencia y por el entendimiento de sus propios pasos, en haciéndose, una vez hecho, por la trayectoria que marcan, por el contexto en donde tienen lugar. Algo así como un doble ímpetu del sentimiento –del deseo de vivir, de vida que quiere ser amor, eternidad– y de inteligencia. (...)
Entiendo la trayectoria de Luigi Giussani como esta doble búsqueda de plenitud en su experiencia de vida y de inteligencia, (...) de reinterpretación continua de aquello que estamos viviendo, que no comprendemos del todo y que, por lo tanto, queda siempre como en tentativa, pues su último sentido tiene un toque de misterio y lo iremos comprendiendo. Cuando encontramos a alguien –palabra clave: encuentro–, (...) nos interpretamos mutuamente. Veo como un tema crucial la disposición a escuchar. Se trata de escuchar los propios latidos, de escuchar las gentes en torno, se trata de escuchar la situación en la que estás, se trata de escuchar la música de las esferas, como decían los antiguos. Música, musical, ¿qué significa realmente un espíritu tan musical, tan poético, y tan racional al mismo tiempo? Una disposición a escuchar. Es estar en una escucha permanente, en una no interrupción de lo que está ocurriendo. No porque uno se distancie tanto que no intervenga; intervienes, pero no lo haces sino después de o al tiempo que estás escuchando. Estás absorbiendo la verdad que viene de sí misma, o los testimonios que son genuinos, o las resistencias de la realidad que se resiste a tus caprichos y te dice algo sobre ti mismo, sobre la situación. De manera que ese punto de escucha, de vida como escucha, como encuentros que hay que escuchar, no señala una experiencia pasiva sino receptiva. Esto es lo que más valoro. (...)
A partir de aquí, me pregunto: ¿encaja ese testimonio de escucha con nuestra situación actual? ¿Puede ser escuchado ese testimonio de escucha en tiempos que no escuchan, “locos”, interruptores, alocados, confusos, ahítos de palabras que son lenguaje de madera, repeticiones? (...)
Los tiempos que nos toca vivir –¡qué les voy a decir, lo sabemos por noticias continuas–, son tiempos dislocados. Tiovivos melodramáticos en la vida del espacio político, con bloqueos un poco fantasiosos que carecen de veracidad política cívica, con países que pretenden no ser responsables de lo que les pasa porque ellos son los que han decidido poner a esos políticos que gobiernan, con situaciones económicas que no entienden; a pesar de tantos años de vivir en economías de mercado, se ven los mercados como demonios extraños e incontrolables; o sea, un mundo que no se entiende, un mundo al que se maneja con espíritu mágico y banal, un mundo de izquierdas y derechas acaloradas que se interrumpen y no se escuchan. Es algo llamativo que en la crisis del momento, crisis del famoso capitalismo, lo que puede haber es una exceso de desregulación o de regulación errónea, por no escuchar; en lugar de mercados como conversaciones, tenemos mercados como imposiciones con asimetrías feroces de información y de poder, de arrebatos demagógicos entremezclados con democracias liberales funcionando a medias, situaciones de sociedad civil en el fondo domesticada, que no acaba de encontrar voz propia más que a medias, en parte porque no hay suficiente escucha.
La lectura que yo sugiero es la lectura de un ejemplo, de un testimonio importante, positivo, de lo que es al tiempo amor de vida, amor mundi, con un subyacente mundo en tensión hacia lo que llamaríamos “lo divino”, en el cual el sentimiento se desborda hacia el otro, pero al mismo tiempo es reflexivo y escuchador de lo cotidiano y de lo inmediato, al que no se le pregunta a priori su posición, sino que se le ayuda antes de preguntar, escuchando todo lo que va diciendo o lo que tiene que decir. Queda la posibilidad de una reflexión afectuosa, basada en observación atenta, en escucha, antes de decir apresuradamente lo que hay que hacer. De manera que, antes de lo que hay que hacer, está el qué hacer, cómo lo ves tú, cómo lo veis unos y otros, cómo lo vemos todos, cómo lo sentimos, cómo lo experimentamos juntos o dispersos, pero con nostalgia de estar un poco más cerca unos de otros.