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Huellas N.2, Febrero 2016

DON GIUSSANI

La pregunta sobre el presente

Fabrizio Sinisi

Con ocasión del aniversario del fundador de CL (el 22 de febrero), hemos pedido al editor ALESSANDRO LATERZA que se mida con su testimonio Reconocer a Cristo, que recibís junto con este número de la revista. En estas páginas, otras contribuciones de quienes lo conocieron y de quienes lo descubren como amigo aun sin haberle visto nunca

«Una de las cosas que me llaman la atención de don Giussani es su relación con los Evangelios. Su lectura apasionada invita a tomarlos en serio. No hace teatro, no transmite solo un saber sobre un texto sagrado. Es una persona que comunica una experiencia viva». Alessandro Laterza es uno de los nombres más importantes del mundo editorial italiano. Su apellido no necesita presentaciones, porque la editorial Laterza lleva publicando libros desde 1901 y desde 1997 la dirige Alessandro, junto a su primo Giuseppe. Es vicepresidente de la Asociación italiana de Empresarios y un referente cultural y empresarial del Sur de Italia, heredero de una tradición laica y liberal que desde Benedetto Croce llega hasta hoy. En diciembre, junto al rector de la Universidad de San Marino, Corrado Petrocelli, y en presencia del autor, presentó en Bari el libro de Julián Carrón La bellezza disarmata, sin hacer comentarios sino preguntando. Le hemos pedido que viera el video de la lección Reconocer a Cristo. Cuando le pregunto si algo más le ha llamado la atención, contesta: «La “capacidad de conmoverse” de Giussani».

¿Es decir?
Hay una suerte de capacidad emotiva que consigue transmitir. Cuando lee la carta del chico enfermo de sida, no actúa, se conmueve sinceramente. Y esto sucede muy raras veces. La verdadera conmoción se ha convertido hoy en algo muy raro. Esto otorga plausibilidad a todo lo que dice.

«Es innegable: hay algo ignoto. (…) En los márgenes de la realidad que el ojo abarca, que el corazón siente, que la mente imagina hay algo ignoto. Todos lo sienten. Todo el mundo lo ha sentido siempre». ¿Qué significa para usted este ignoto del que habla don Giussani?
La intuición que sabe reconocer la pregunta por el significado. Que puede encontrar respuestas distintas, pero que para don Giussani no encuentra una respuesta genérica en las religiones, sino en Jesucristo. Esta me parece su gran intuición carismática: intuyó en los hombres y las mujeres de su tiempo y del nuestro una necesidad, una pregunta fundamental.

¿Qué clase de pregunta?
La pregunta por el significado. Cuando se alcanza la perspectiva de haber satisfecho las necesidades primarias, empiezan a emerger muchas preguntas. Nos preguntamos cuál es nuestra meta siguiente. Identificar la exigencia de felicidad con la exigencia de consumir delata pronto sus límites. ¿Cuántas cosas podemos comprar antes de que se agote nuestra curiosidad material? Además, sigue allí la cuestión inevitable de la muerte, que podemos intentar esterilizar y ocultar tras el ventanal de los tanatorios, pero todos sabemos bien que es muy difícil concebir el final de nuestro destino físico. Esto suscita preguntas muy hondas. Al mismo tiempo, al margen de la sociedad occidental, donde subsisten condiciones de vida extremadamente difíciles, brota una pregunta análoga por el sentido. Uno se pregunta por qué, por qué yo, por qué aquí. Pues bien, en Giussani no encuentro simplemente un espíritu de evangelización, sino el deseo de atender a una pregunta. Creo que el punto fundamental de su lección es precisamente este: captar esta pregunta por el sentido y relacionarla con un horizonte de presencia. Devolverlo todo al presente. No vincular el sentido de la propia vida al recuerdo o a la nostalgia del pasado, ni tampoco a una proyección en el futuro, sino reconocer ahora ese sentido, en cada momento concreto de la vida.

En la lección hay un ejemplo tomado de una poesía de Víctor Hugo: una inmensa llanura donde una multitud de personas trata de construir un puente entre la tierra y el cielo. Un hombre, uno solo en la historia, dijo: «Yo soy ese puente». Esta es la pretensión cristiana. Giussani insiste en esta irreductibilidad histórica.
La historicidad el cristianismo es un dato de hecho. Ha sido la primera gran religión que no solo se ha vinculado a un evento, sino que ha medido el tiempo a partir de este evento. A este respecto Giussani utiliza una imagen muy eficaz para devolver a Cristo al presente: el primer encuentro con los discípulos, en el primer capítulo de san Juan. Desde ese momento, dice, «parte un flujo humano ininterrumpido que llegó hasta mi madre. Y mi madre me lo dijo a mí, y yo a vosotros». Así el pasado llega a ser un constante presente, que responde ahora a mi pregunta y a la vuestra.

Al rememorar el encuentro de Jesús con Pedro a orillas del lago, después de la Resurrección, Giussani dice que «Pedro se sintió como aplastado bajo el peso de su incapacidad, de su incapacidad para ser un hombre». ¿Qué es para usted este «ser hombre», este ser «humano»?
Una dimensión de lo humano que yo siento como específica es la gratuidad. Muy raras veces logramos expresar nuestra humanidad en momentos o gestos hacia el otro que no tienen ningún otro fin que esa persona, ese mismo gesto, sin ningún cálculo, mérito o ventaja. En esto podemos reconocernos profundamente todos los seres humanos. A menudo pueden ser grandes gestos heroicos o microscópicas acciones cotidianas, pero reconozco en ellos el rasgo de nuestra exigencia de una socialidad más profunda, que no se basa simplemente en un contrato o en la conveniencia, sino en la idea de que es hermoso gastar ese bien como una inversión sin retorno; más aún, que esa es la mayor inversión posible. Es una dimensión que reconozco bien en la reflexión de Giussani y que estimo en extremo.

Giussani, en efecto, habla de esta gratuidad como de una relación pura con las cosas.
En mi opinión, esta dimensión no es exclusiva del cristianismo. Ciertamente lo caracteriza y aparece con un acento muy fuerte y escandaloso en el contexto donde madura la presencia de Cristo. Pero creo que esta gratuidad es algo muy hondo, casi biológico, que pertenece a la misma naturaleza humana. No sé si es un valor mudable a lo largo del tiempo, pero sin duda sé que es una característica sobresaliente del resultado evolutivo de nuestra especie. Es una de las raíces de la creatividad humana, de esos instrumentos inútiles, desde un punto de vista utilitario, como son la poesía, el teatro, el arte y la filosofía. Todo esto pertenece al ámbito de esta dimensión de generosidad, de gratuidad, que es un motor extraordinario y fundamental de lo humano.

En la lección se habla también de testigos, personas, episodios. ¿Cuál de ellos le ha impactado particularmente?
La carta de esa mujer que en Kampala se pregunta: «¿Qué hago yo aquí?». Y reconoce que el sentido de su presencia es inclinarse sobre el cuerpo dolorido de un menor encarcelado. Creo que es muy significativo. Pienso en las personas que siguen trabajando en situaciones duras, conscientes de que se juegan la vida cada día. Son un testimonio fehaciente y muy concreto de la gratuidad de la que hablamos.

Usted es un referente en el mundo de la cultura y del trabajo. ¿Qué utilidad puede tener el cristianismo en el mundo de hoy?
Es muy patente. No podemos dejar de reconocer que es enorme la contribución por parte de experiencias del ámbito católico que crean elementos esenciales de cohesión social. No me parece una simple coincidencia estadística: en muchos contextos particularmente difíciles el punto de referencia viene del mundo eclesial. Algo evidentemente querrá decir. No me refiero solo a un deber caritativo, sino a una misión específica en el mundo actual, que tiene un peso específico sumamente significativo. Es un mundo que quizás nosotros, los laicos, no conocemos lo suficiente.

Giussani acaba su lección con estas palabras: «La lucha contra el nihilismo es esta conmoción vivida», y habla de la humanidad de la Iglesia y de su vida. ¿Qué es para usted esta conmoción vivida?
Si por nihilismo entendemos la desertificación total de cualquier valor, el aplastamiento de cualquier acción o pensamiento al servicio del individuo, no puedo más que estar en contra del nihilismo. Creo en los valores sociales. Pienso que ser empresario significa también asumir una tarea en bien de los demás. Yo no amo el futuro, no me gusta la proyección del presente sobre el futuro, trato de mirar más allá de la agenda, del destino biológico de cada cual. Creo que existen algunas formas sumamente importantes de relacionarse con la realidad, con las que tenemos que hacer cuentas, aunque esto puede generar ciertos contrastes o contradicciones. Creo en la participación y en la gratuidad. No sé si esto se traduce en una conmoción vivida, pero quizás sí.


Sucedió en Ávila
UNA VOZ QUE TRASPASA LA BARRERA DEL IDIOMA

Un don esperado durante largos años. Una presencia que derrumba nuestra resistencia. El paso de unas enseñanzas verdaderas al amor por Cristo como un hombre vivo

Me llamo Mariate. Tengo 68 años y vivo en Madrid. Hace un tiempo, conocí en mi parroquia a un sacerdote de Comunión y Liberación, y empecé a frecuentar los encuentros semanales de la Escuela de comunidad. El año pasado, por primera vez, participé en los Ejercicios espirituales de la Fraternidad, en Ávila. He de ser sincera: iba con el corazón algo cerrado. Cuando, por la tarde del sábado, Julián Carrón nos dijo que íbamos a ver un vídeo, se me cayó el alma al suelo. Me enfadé. Pensé: «Hala, ahora nos enchufan un vídeo y a correr…». Además, cuando don Giussani apareció en la pantalla con sus limitaciones debidas a la edad, mis pretensiones interiores y mis prejuicios aumentaron. Pero poco a poco, el silencio a mi alrededor fue cautivando mi atención. Empecé a “escuchar de verdad” las palabras de aquel hombre que veía por primera vez. ¡Cómo penetraban en mi corazón! ¡Cómo calaban hasta el fondo e iban desarmando mis prejuicios! He sido cristiana desde siempre y he participado en varias tandas de Ejercicios. En una ocasión, participé en unos Ejercicios ignacianos. El sacerdote nos invitó a imaginar las escenas evangélicas y a identificarnos con las palabras y los gestos de Jesús. Lo intenté como pude, pero Él permanecía lejano, en la niebla del pasado, ausente. En cambio, sin yo poner nada de mi parte, simplemente escuchando a aquel hombre que me hablada desde una pantalla, Jesús iba tomando cuerpo, corazón, salía del pasado y se hacía presente delante de mí, para mí. Don Giussani estaba hablando de alguien querido, se conmovía por Él, revivía esas escenas, las hacía contemporáneas. Dos mil años, y todos mis años de espera, en ese momento quedaban borrados. Se palpaba la conmoción en el auditorio de Ávila. Muchísimos, de toda clase y condición, lloraban escuchando a ese hombre que hablaba en otro idioma y nos miraba de una manera que no se puede olvidar. Cuando el vídeo acabó, cediendo ante sus palabras y la fuerza de su amor, caí de rodillas interiormente y, nada más salir del auditorio, tuve que sentarme en el suelo para recapacitar. Lloré lágrimas de gratitud por el don gratuito que me hizo el Señor: después de toda una vida, por fin para mí Jesucristo era una presencia viva, no solo un conjunto de enseñanzas verdaderas. Siempre he creído en Él, ahora sé que está presente.


Desde Uganda
«ENTONCES TODO CAMBIÓ»

La carta de ACIRO GRACE, estudiante de dieciocho años que vive en Kampala: «Giussani es mi mejor amigo, porque me ha permitido entenderme y ha cambiado mi vida»

Con humildad quisiera testimoniar qué ha sucedido en mi vida. Antes de ir a los Ejercicios espirituales de los universitarios de CL, aquí en Uganda, estaba muy triste y con un gran vacío interior. Ya durante la primera lección de Julián Carrón, algo me tocó en lo más hondo y percibí toda mi fragilidad.
La segunda lección fue la de don Giussani. Mirando el vídeo, me conmoví. ¡Era todo tan real y verdadero! No era un simple vídeo, era don Giussani que venía a mí. Empecé a mirarme a la luz de sus palabras y me puse a llorar como una niña, porque todo a mi alrededor gritaba que soy querida y amada por Dios.

Desde ese preciso momento todo cambió y mi vacío se llenó de alegría. Empecé a considerar a don Giussani como mi mejor amigo, porque junto con Carrón, me entiende mejor que nadie qué es lo que necesito y que mi corazón buscaba desde hacía tiempo.
Los voluntarios de mi misma edad se levantaban pronto por la mañana para ordenar las sillas y preparar la sala. Los cantos eran preciosos. Todo estaba pensado para mí. Todo me mostraba una realidad: el Misterio me llama y me quiere.
Cuando don Giussani habló de la virginidad, entendí que se trata de algo muy concreto: es lo que me permite mirar a la realidad con limpieza, porque yo pertenezco a Cristo. Esta mirada virginal permite que mi relación con Cristo no decaiga, así como que no decaiga mi relación con mi familia y con mis amigos.

Darme cuenta de todo esto me hizo desear aún más abrirme a la realidad de cada día, para poder reconocer Su presencia aquí y ahora. Amo a Cristo y cada vez siento una nostalgia mayor de él. Mirar el vídeo de don Giussani ha sido lo más fuerte que he vivido, porque me ha permitido entenderme y ha cambiado mi vida. Cristo es una presencia excepcional porque corresponde a las necesidades de mi corazón incluso cuando estoy triste y sola.
Solo una amistad como la de don Giussani y de Rose puede llenar el vacío y hacer de la vida una aventura maravillosa. Con san Pedro, repito hoy: «Señor, yo no sé bien por qué, no me entero de tantas cosas que dicen don Giussani y Carrón, puedo olvidarte dentro de un momento, pero sé que te amo, porque si me alejo de ti no sé adónde ir, porque tú eres mi consuelo y tu mirada buena está sobre mí en cada instante».


Los estudiantes
«ME PREGUNTO CÓMO VIVÍA ANTES»

«Lo que decía era para mí. Y para todos los hombres…». Las voces de los chicos que han participado por primera vez en los Ejercicios espirituales de los universitarios y no habían visto nunca a don Giussani

Sábado, 5 de diciembre. Ejercicios espirituales del CLU en Rímini. Don Giussani aparece en la pantalla. Giorgio, segundo de Farmacia en Salerno, no se lo esperaba. Se había apuntado a los Ejercicios sin darle muchas vueltas, fiándose de los nuevos amigos que ha conocido en la facultad. Comienza la lección de don Giussani, y Giorgio comenta: «Trataba de comprender racionalmente lo que estaba diciendo, pero algo no me cuadraba, me distraía. En un momento dado, me di la vuelta y vi a mis amigos y a un montón de chicos conmovidos. Dejé de escribir, decidido a no perderme lo que estaba aconteciendo en ese momento». Luego, la imagen de los hombres que tratan de construir el puente hacia el cielo, el poema de Víctor Hugo: «Lo que estaba diciendo era para mí. Y para todos los hombres».

Giuseppe cursa primero de Lenguas orientales en Nápoles. En septiembre conoce a los chicos de CL en una residencia universitaria. Un día le invitan: «Giusé, ¿te vienes a los Ejercicios con nosotros?». No sabe qué es eso, pero se apunta. Explica: «Necesitaba un cambio en mi vida. Ya no me bastaba el estudio. Sentía muy adentro esa falta, ese vacío existencial del que hablaba Carrón». De Giussani ni había oído hablar. «Me llamó la atención que él, ya entrado en años, tenía una pasión vital por comunicar la experiencia cristiana, una vida llena de Cristo. Cuando volví a mi casa, me pregunté: ¿Cómo vivía yo antes? Me dejaba vivir. Ese hombre me ha cambiado: en unos días me examino y, por primera vez, estoy sereno y en paz. Antes no era así».

Laura, tercero de Derecho en la Universidad Católica de Milán, tenía dudas si ir o no a los Ejercicios. Se encuentra a gusto con estos amigos, pero es minusválida, se mueve en silla de ruedas y necesita ayuda. ¿Qué hacer? «No te preocupes», la tranquiliza Giulia: «Nos hace ilusión que vengas, Roberta te puede echar una mano y acompañarte». Laura acepta: «No me digáis nada de lo que va a haber, quiero dejarme sorprender».
Había leído ya la lección de don Giussani en la Escuela de comunidad, pero no sabía nada más de él: «Me ha sorprendido cómo hablaba de Juan y Andrés. Parecía estar allí, estaba allí». La lección sigue con la carta de Andrea, el chico enfermo de sida, que cuenta su amistad con Ziba. «Una amistad desinteresada, gratuita como la de Roberta y de Giulia y los demás. Antes no me había pasado. Veo que quien cree en Cristo, tiene una mirada luminosa, que desprende una luz. Es la mirada de Dios que se refleja en ellos. La he visto en mis amigos y en don Giussani. Por eso, ahora Giussani es mi amigo».