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Huellas N.9, Octubre 2015

ENTREVISTA

«¿Por qué es arte?»

Luca Fiore

El cielo, lo indecible, Giotto y ese primer día en la guardería. ALBERTO GARUTTI, uno de los artistas contemporáneos presente en el último Meeting de Rímini, cuenta de dónde nace su trabajo. Y responde a las preguntas de los legos en la materia

Alberto Garutti es uno de los artistas que han protagonizado la exposición del Meeting de Rímini Mantener vivo el fuego. Las sorpresas del arte contemporáneo. Nacido en Galbiate, en la provincia de Lecco, en 1948, ha sido profesor de Pintura en la Academia de Brera hasta 2013, y sigue dando clases en la Politécnica de Milán y en Venecia.
Quien visitó la exposición de Rímini ha podido conocer una de sus obras más famosas, Temporali, instalada en el Maxxi de Roma en 2009. Miles de poderosas bombillas, conectadas con el Centro Experimental Italiano, que se encendían cada vez que en el territorio italiano caía un rayo. Para explicar esta obra Garutti utilizó 450.000 ejemplares del periódico gratuito City, en cuya portada aparecía escrito: «En una sala del nuevo Maxxi las luces vibrarán cuando en Italia caiga un rayo durante un temporal. Esta obra está dedicada a todos los que, al pasar por allí, piensen en el cielo». Muchos han reconocido la poesía de esta obra. Muchísimos preguntaron. Hemos ido a visitarle para formularle directamente algunas de estas preguntas.

En Rímini preguntaban: «¿Por qué es arte esta obra de Garutti?».
Yo no sé responder a esta pregunta... Esta obra habla del cielo, de este enigma inmenso suspendido sobre nuestras cabezas... El mismo enigma que es el arte. ¿Qué es realmente? Cada vez que me encuentro delante la línea del horizonte vuelve a presentarse esta pregunta. Me viene a la cabeza Borges: «El universo es inconcebible».

¿Por qué?
Lo que cuenta en el arte es el carácter misterioso del evento visivo. He dado clase durante muchos años y, como todos los profesores, sé que el arte no se puede enseñar. Puedes enseñar a otro a tocar el piano, pero no convertirlo en Mozart; exactamente igual que puedes enseñar a escribir, pero no a ser Borges. El arte es un gran enigma.

Si no podemos decir qué es el arte, ¿sabemos por lo menos de dónde nace?
El arte es el intento de franquear un umbral, nace de la relación con un límite. Explora nuevas sensibilidades, nuevos escenarios; es una extraordinaria experiencia cognoscitiva. Creo que conlleva una tensión que está relacionada con eventos biológicos, como la voluntad de perpetuar nuestra especie. No soy un filósofo, pero el hombre da muchos nombres a una exigencia profunda que tiene que ver con el deseo de generar. Y esto, si lo pensamos, es otro misterio.

Usted dice que la verdad de una obra, cuando la hay, está en ir hacia. ¿Es por tanto una verdad que no se puede poseer?
Creo que pensar que la posees es un error. Es igual que para los que eligen entrar a un convento. Deciden empezar un recorrido, un ir hacia; lo cual me parece algo grande. Sin embargo, haber tomado esta decisión no les permite pensar que ya han alcanzado la meta. Más pasa el tiempo, más emerge el enigma. Este es un aspecto formidable del arte. Por eso digo que el arte tiende siempre a la perfección, por lo tanto siempre es imperfecto. Es algo indecible, indescifrable, inconcebible. Y a la vez sigue enviándonos señales, planteándonos preguntas…

Muchos en Rímini preguntaban: «¿Dónde ha acabado la belleza del arte antiguo? En el arte contemporáneo ya no existe».
Belleza es otro término inaferrable, es preciso recobrarlo continuamente. Un objeto que hace cincuenta años se consideraba feo, hoy a lo mejor se valora como modelo. Es una palabra que en el lenguaje común se utiliza con ligereza, mientras que encierra tanto una dimensión estética como una interior. En cualquier caso, siempre está vinculada a la sensibilidad que tiene el hombre ubicado en la historia, en su vida. Para entenderla mejor, me gusta acompañar a la palabra belleza del adjetivo vital.

De acuerdo, ¿pero el arte antiguo?
El arte del pasado tenía una finalidad didáctica y cognoscitiva, respondía a la necesidad de comunicar una narración específica. Los grandes mecenas del pasado, los príncipes, los señores y, sobre todo, los Papas, deseaban transmitir al pueblo algunos episodios concretos, muy precisos, y no le competía al artista reinterpretar arbitrariamente estos hechos. Para representarlos, elegían a un artista capaz de garantizar, además de la ortodoxia del mensaje, también su propia visión que interpretara la sensibilidad del tiempo. Entonces se eligieron varios artistas importantes que supieron interpretar esa sensibilidad contando con sus obras varias historias. Por ejemplo, Giotto fue elegido para narrar la historia de san Francisco, de modo que el pueblo pudiera comprender mejor.

Ahora ya no funciona así.
También entonces el problema era más complejo. El arte no se limita a la narración. Existe el problema del lenguaje. Por ejemplo, una Virgen con el Niño de Giotto: por la tensión que transmite la figura de la Virgen, se entiende el peso real, la consistencia de ese niño. Si pensamos, en cambio, en la pintura bizantina, notamos enseguida una diferencia lingüística: figuras planas sobre fondo oro, metafísico. Con Giotto el hombre empieza a ser un cuerpo, un cuerpo real. Estos ejemplos demuestran que la historia del arte, por lo tanto la historia del hombre, está marcada por una búsqueda del lenguaje adecuado para llevar significados distintos. Ya no es solo una narración.

Es una visión del mundo...
Basta con pensar en la diferencia entre la Crucifixión de Masaccio en Santa Maria Novella y el Descendimiento de Rosso Fiorentino en Volterra. Cuentan la misma historia, pero el modo de pintarla muestra una visión distinta del hombre. Pasamos de las certezas del primer Renacimiento a las dudas del manierismo, hasta llegar a la oscuridad enigmática de Caravaggio.

De todas formas, el arte contemporáneo parece haber extraviado la relación con la realidad.
El arte cuando es verdadero guarda siempre una relación estrecha con la realidad. Y tiene siempre una implicación narrativa, incluso en las obras conceptuales. Digamos que, desde que se inventó la fotografía, el arte empezó a ocuparse de lo que no se puede ver con los ojos y esto, inevitablemente, aumenta la complejidad de la obra misma.

¿Cómo hace frente usted a esta complejidad?
Hago lo que puedo. Y trato de hacerlo de modo particular con mis obras en los espacios públicos. Mi intento es abordar una obra también desde el punto de vista ético, es decir, en la relación que establece con los demás, con las personas, la gente… Y la gente somos nosotros. Por eso en mis obras hablo, por ejemplo, del nacimiento, que afecta a todos. Hablo de los rayos, porque el cielo es de todos… Pienso también que una obra de arte puede considerarse tal solo en el momento en que se hace pública.

¿Por qué?
Porque entonces pertenece a los demás, ya no es solo mía. Es como tener un hijo. Cuando por primera vez llevé a mi hijo a la guardería, entendí que era importante dejarle ir con la maestra junto con los demás niños. Allí entendí que es un acto de amor verdaderamente formidable entregarlo al mundo, permitirle salir del ámbito familiar, dotarle de alguna manera de una dimensión “pública”. Lo mismo pasa con las obras. Están hechas para la gente, pero para no caer en un populismo demagógico, debes llevar tu trabajo a un nivel lingüísticamente muy sofisticado.

El cardenal Parolin, el año pasado, concluyó su intervención en el Salón del libro de Turín devolviendo al mundo de la cultura la pregunta de Jesús: «¿Dónde está vuestro tesoro? Porque allí está vuestro corazón». ¿Dónde está el tesoro de Alberto Garutti?
Es una pregunta difícil. Por un lado, diría que en mis afectos personales, por otro, en mi trabajo, que no es solo un oficio, sino un modo de existir, de estar en el mundo. En una de sus obras, Boetti dice: «Traer al mundo el mundo». Para mí, es exactamente esto: un intento de conocer y un deseo profundo de generar, un empuje absoluto. Tiene que ver con el tender más allá de los propios límites y permite acceder a una dimensión universal. Todo esto me resulta necesario, quizás esté relacionado con algún mecanismo profundo de conservación de la especie… Si, por ejemplo, me dijeran que desde mañana dejaré de ser un artista, para mí sería algo durísimo.

¿Quizás porque tiene que ver con la vitalidad?
Porque tiene que ver con la vida.


QUIÉN ES
Alberto Garutti nace en Galbiate (Lecco) en 1948. Se licencia en Arquitectura en la Universidad Politécnica de Milán.
Se le conoce sobre todo por sus obras permanentes en espacios públicos que ha realizado en las grandes ciudades europeas. En 2012 se celebra una exposición retrospectiva en el Pabellón de Arte Contemporáneo de Milán (PAC), a cargo de Paola Nicolin y Hans Ulrich Obrist.