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Huellas N.6, Junio 2015

MILÁN EXPO 2015

En la noche anti-desperdicio

Maurizio Vitali

Cuando los pabellones se vacían, ellos empiezan a trabajar. Son los del Banco de Alimentos que recogen la comida sobrante en la Exposición universal. Les hemos seguido en su ronda nocturna entre cajas de alimentos que, en lugar de acabar tirados en la basura, se recuperan para repartirlos entre los que lo necesitan. Al igual que se reparte la alegría extraña y razonabilísima de estos voluntarios que entregan gratis su tiempo y energías

Puntual como un reloj suizo la blanca furgoneta Ducato, del Banco de Alimentos, se presenta en el Cargo5, uno de los accesos al área Expo para los medios de transporte. Estamos muy lejos de las miradas de los visitantes, que empiezan a irse a veces con el aire de una tropa en orden esparcido y mochilita al hombro, a veces cual peregrinos cansados, camino de regreso a casa, después de tanto deambular entre un sinfín de stands dedicados a la comida, a su valor, a su falta y a la necesidad de evitar el desperdicio. Con más motivo aún mientras la pobreza sigue creciendo en el Bel Paese. El término técnico es “pobreza absoluta” e indica la condición de los que objetivamente no alcanzan a cubrir los gastos mínimos de subsistencia, faltándoles incluso lo esencial. El Banco de Alimentos en Italia está ayudando regularmente a 1.900.000 personas, mediante una red de 21 Bancos que sirven a 9.000 iniciativas de caridad.
Objetivo, por tanto, evitar el desperdicio de alimentos. Una meta muy valorada sobre todo en estos años de crisis. La idea es ciertamente justa, pero entre decir y hacer hay un largo trecho y una carga importante de trabajo, atención, educación, comprensión realista del problema y de los modos adecuados para recuperar parte de la comida sobrante en beneficio de los indigentes. Más allá de las buenas intenciones y de los eslóganes fáciles, la Expo es un territorio todo por descubrir.
Por eso la Ducato blanca está aquí para explorar la ONU de la enogastronomía, localizar el sobrante, recuperar la comida y servirla en tiempos breves a los comedores. Y, cuando los visitantes recogen velas, hay gente que después de su jornada laboral se remanga otra vez y aterriza aquí con una furgoneta, con el deseo de experimentar una verdadera utilidad del tiempo y armada de paciencia porque los controles de seguridad son muy meticulosos.

Pocas palabras. Al cabo de casi dos horas, el equipo ha superado el TAC de control para furgoneta, conductores, voluntarios, documentos… Todo en regla, empieza la noche antidesperdicio. Delante del Pabellón Cero, bajan de la Ducato tres camisetas blancas donde se lee “Food Saving Expo/Banco de Alimentos/Volunteer”. Franco es el conductor. Tiene 55 años y una vida dedicada a trabajar haciendo techos de pladur. Ahora dedica su tiempo al Banco de Alimentos y se le nota muy contento. Stefano, 28 años, de Cinisello Bálsamo, lleva años de voluntario. Martina, 26 años, licenciada en Relaciones internacionales en la universidad de Copenhague, porque la vida en Milán le resultaba tediosa, muestra ahora una radiante sonrisa y muchas ganas de vivir.
En el Pabellón Cero se ha proyectado durante todo el día el video del Banco que ilustra las buenas prácticas para recuperar alimentos con fines sociales (el Banco de Alimentos ha sido reconocido por la EXPO 2015 como best practice para la seguridad alimenticia). Ahora, el pabellón está cerrado y presenta cierto aire espectral. Como los demás, por otra parte.
Andrea, presidente del Banco de Alimentos, ha esperado con paciencia cartujana que la Ducato acabara de pasar el control. Presidente, ¿no encuentra algo molesto tener que pasar por esto cuando en el fondo estáis haciendo una obra meritoria, de bien? «A decir verdad, la primera vez me puse nervioso, pero luego pensé que la Expo es así, exige estos procedimientos y controles. ¿Tenemos una razón suficiente para afrontar inconvenientes pequeños y grandes? Creo que sí».
«Por otra parte, esta es una experiencia nueva también para nosotros», prosigue Andrea mientras acompañamos andando a la Ducato blanca en su primera estación de recogida: «No tenemos experiencias previas similares. Aquí, para todos es la primera vez. Contamos con las competencias que el Banco de Alimentos ha acumulado en estos años, pero es como volver a partir desde cero, nos enfrentamos a un nuevo reto». Llegamos al stand de madera del rey de la panificación milanesa. No hay ni un alma esperándonos. ¿Por qué venimos aquí? A propósito, ¿cómo identificáis las empresas donde retirar los alimentos? «En esta primera fase experimental, hemos avisado previamente a las empresas e intervenimos en respuesta a su petición». En efecto, bien ordenados a un lado del stand se ven unos grandes sacos repletos de manjares: panes, tortas, empanadas, dulces… serán unos treinta o cuarenta kilos. Mañana, en la mesa de los pobres habrá comida de gourmet.
Segunda parada. Entramos en un ambiente redondeado y totalmente blanco, con vacas dibujadas con trazos tipo tiza y un bajorrelieve con la Virgen de la leche. De hecho, luego, lees en grandes caracteres “Italian Milk Experience” y todo cuadra perfectamente. Franco, Stefano y Martina han agarrado ya cestas de lechuga y bandejas de yogures, y las van cargando en la furgoneta. Los tres gastan pocas palabras (el folleto del Banco de Alimentos se llama precisamente así, Pocas Palabras), ahorran el aliento para llevar los pesos y saludar cordialmente a los dos encargados. Con ellos se nota ya un cierto feeling en la estela de la gratuidad.

Nada de improvisado. Entre la segunda y la tercera estación, Andrea retoma el hilo del discurso: «Nuestra primera tarea es escuchar mucho, para entender qué se necesita, qué se puede hacer. O inventar nuevas soluciones. Además, tenemos que ayudar con humildad a los empresarios en el campo alimentario a ser cada vez más conscientes y disponibles para colaborar». La tercera etapa arriba a un stand donde ondea la bandera amarilla de la asociación agraria Coldiretti. Aquí se hace acopio de fruta, huevos, parmesano, galletas e incluso alguna botella de buen vino. Llega una responsable de la Coldiretti. Conoce bien el Banco de Alimentos y proporciona a Andrea una información muy útil. Cada semana, una región de Italia expone en el stand sus productos estrella, luego recoge todo y se va, para dejar espacio a la siguiente. Todo lo que queda se puede retirar durante la noche entre el domingo y el lunes. ¡He aquí una óptima oportunidad que hay que aprovechar concienzudamente!
Siguiente parada, McDonald’s. Quien contaba con hamburguesas se queda chafado. Quedan cruasanes, solo cruasanes. Ah, ¡claro! Las hamburguesas solo se preparan en el momento y ex profeso, por tanto no generan sobrantes ni restos. Es otra cosa que hay que aprender: nunca hay que dar nada por descontado, ni siguiera la hamburguesa de McDonald’s.
El tour se acaba. La Ducato está lista para las entregas. Pero ya estamos a altas horas de la madrugada y no parece conveniente despertar a esos pobres que le levantaran en dos o tres horas para pelar sacos de patatas o poner grandes ollas en el fuego cocinando para los comedores. Pues entonces, partimos rumbo al pueblo de Muggió, donde guardar en cámaras frigoríficas los alimentos durante unas horas («recuperar la comida sobrante no es una broma, no se puede improvisar, todo tiene que estar pensado hasta el detalle»), para salir de nuevo a primera hora de la mañana con destino a las asociaciones caritativas.

Rodaje. Franco es incombustible. «¿Volver a salir pronto mañana por la mañana? No, no me cuesta. ¿De qué sirve el tiempo y las fuerzas que me concede el Señor si no es para darlos? El Banco de Alimentos me permite hacer esta experiencia gratificante». Y de la recogida, Franco, ¿qué opinas? A ojo de buen cubero no parece un botín descomunal, ¿no te entra la duda de que el esfuerzo es desproporcionado con respecto al resultado? «Para nada. Lo que hago es bueno y útil, incluso si llegara a dar de comer solo a una persona». ¿Contento? «Pues sí». ¿Y tú, Stefano? «Contento, muy contento». ¿Martina? «Feliz». Martina tiene en la cabeza toda la ronda de entregas que se van a realizar, conoce a muchos de los encargados de las empresas, tiene don de gentes y se relaciona fácilmente. «Bueno, estudié Relaciones internacionales y saco partido de mis estudios, ¿no te parece? Es un buen tirocinio para mí». Pocas palabras. Las justas.
El rodaje de esta aventura se acerca a su fin. Con el comienzo de los grandes eventos en la Expo se prevé que crezca significativamente el volumen de los negocios. Son más de 170 las personas que desde toda Italia se han apuntado a los turnos nocturnos para recoger la comida sobrante en las noches anti-desperdicio. El bien es contagioso.
La iniciativa ya tiene su “éxito”: la extraña y razonabilísima alegría de una licenciada en Dinamarca, de un joven trabajador de Cinisello y de un antiguo trabajador de la construcción, verdadera alma y personaje mítico del Banco de Alimentos de Muggió. Los tres de la camiseta blanca atestiguan que esta alegría es posible para todos.


LOS NÚMEROS
En el primer mes entre los estands de la Expo, el Banco de Alimentos ha recogido 360 kg de pan; 120 kg de carne; 140 kg de harina; 334 kg de yogures; 17 kg de arroz y cebada; 45 kg de huevos; 62 litros de bebidas. Además, aceite, sal, miel, comidas preparadas, bocadillos y pizzas.
Se han apuntado 176 voluntarios; 240 son los centros caritativos de Milán que reciben estos alimentos sobrantes; 54.000 los pobres que se beneficiarán de este trabajo.