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Huellas N.5, Mayo 2015

PRIMER PLANO

Donde se mata la libertad

Francesca Paci

La corresponsal de La Stampa, autora de un libro sobre las persecuciones, describe las «dimensiones globales» del ataque a los cristianos

«Toda la comunidad cristiana de Alepo está asediada en tres frentes por las fuerzas fundamentalistas de Al Nusra y del Estado islámico. Pero la última noticia se refiere a nosotros los armenios: mientras el Papa denuncia valientemente el genocidio de 1915, las milicias islamistas de Al Nusra, de hecho respaldadas por Turquía, nos tienen en su punto de mira. Desde hace días los misiles, que desde la Pascua bombardean el barrio cristiano de Sulaimaniyah, apuntan directamente a nuestra iglesia, a la calle armenia, las casas; un complejo residencial ha sido bombardeado matando a 26 personas».
El pastor de 51 años que pide ser identificado solo como Seraphim vive en Alepo, Siria, la frontera extrema de la ofensiva contra los cristianos que se ha desatado sin control con la entrada en escena del Estado islámico a comienzos del año pasado.
El recrudecimiento de la violencia, registrado en el último informe de Open Doors International sobre las persecuciones de los cristianos en el mundo, indica 2014 como el año más negro, con al menos 4.334 personas asesinadas por el nombre de Jesús y más de mil lugares de culto destruidos en la misma región (el doble que el año anterior). Mucho tiene que ver con la prepotente aparición de nuevos o seminuevos actores: Siria, en un tiempo pacífico condominio interreligioso si bien al precio de una dictadura comparable a la de Pyongyang; Iraq, donde el avance del cercano califato ha galvanizado a los fanáticos acelerando el vaciamiento de las iglesias que empezó en 2003; los grupos neo-yihadistas que desde Libia a la Somalia de Al Shabaab, pasando por el Sinaí egipcio, han visto en la afiliación ideológica con los asesinos a degüello de Al Baghdadi la posibilidad de salir de una marginalidad geográfica y geopolítica mediante el incremento ininterrumpido de la violencia; Nigeria, donde desde hace unos meses los ya espantosos matones de Boko Haram han decidido sumar, al secuestro de chicas para venderlas como esclavas, los atentados kamikaze mediante niñas engañadas o bombas en el corazón de los mercados más populares.

«Volveremos». Quienes en 2010 alertaban sobre el avance del odio sectario que ya desde entonces, según el Centro Pew, se concentraba sobre los cristianos (el 70% de los perseguidos por razones religiosas), difícilmente podían imaginar una aceleración tan atroz. Las primaveras árabes, en 2011, encendieron la esperanza de una nueva alianza entre pueblos divididos por la fe pero hermanados por el deseo de democracia y las banderas con la cruz copta ondeadas en la plaza Tahrir junto a las que llevaban la media luna islámica fueron el símbolo de la esperanza de una inversión de rumbo con respecto a la gradual pulverización de las iglesias en el Oriente Medio donde nació el cristianismo.
«Pronto tuvimos que despertar. En el año en que gobernaron el presidente Morsi y los Hermanos Musulmanes, la situación se precipitó. Incluso nuestros amigos musulmanes nos sugerían bromeando que hiciéramos las maletas porque antes o después nos habrían expropiado nuestros bienes», cuenta el católico Francis Sheada, minoría en la minoría cristiana de Egipto hoy alineada como un solo hombre detrás del presidente Al-Sisi. El pastor Sherapim, que desde hace más de 17 años guía a la Iglesia Evangélica Armenia de Alepo, no toma una postura política (excepto contra Turquía) pero fotografía una comunidad al borde del abismo que intenta resistir desesperadamente (con la ayuda de asociaciones como la italiana Porte Aperte): «La casa familiar en mi ciudad natal fue quemada y en sus paredes campea la inscripción “volveremos”. Aunque ha sufrido tres atentados, la iglesia armenia ha permanecido abierta cada domingo en los últimos cuatro años. A pesar de los misiles celebramos la misa con unos 250 fieles, incluidos católicos y ortodoxos que se han quedado sin templo. No les pedimos que acudan, pero vienen. Después de la espantosa explosión de violencia durante la Pascua ortodoxa, una señora de 82 años me dijo que venía a la iglesia porque es mejor morir delante del altar que en la cocina». El 70% de los cristianos ha huido de una Alepo sin electricidad. En los campos de refugiados sirios diseminados entre Turquía y Jordania, la mitad de las tiendas la ocupan hombres y mujeres bautizados. Los que se han quedado se sienten prisioneros de la historia y, en el fondo de su corazón, añoran el régimen de Assad.

La hija del reverendo. El ataque contra los cristianos tiene una dimensión global. Entre los primeros cinco países de la red negra de la persecución en 2014, en primer lugar aparece Corea del Norte, lejanísima del epicentro del nuevo yihadismo pero, según afirman los refugiados en Seúl, tierra de campos de concentración donde entre otros “opositores” se encontrarían 17 mil cristianos. Después, siguen por orden Siria, Nigeria, República Centroafricana, Kenia y luego Iraq, Pakistán, Libia apestada por los enviados del califato, Estados donde independientemente de cuál sea la relación de fuerzas (los cristianos, por ejemplo, son mayoría en Kenia) se pretende mostrar la guerra de religiones como la clave de la postmodernidad.
«Mis hijas se encuentran entre las chicas raptadas, siento un dolor tremendo que me acompaña día y noche», murmura con un hilo de voz el reverendo Enock, padre de dos de las 232 estudiantes de Chibok (de las que al menos 165 son cristianas) secuestradas hace un año por los criminales de Boko Haram. Desde ese momento, con la afiliación de los talibanes de África al Estado islámico, Nigeria ha pasado de los enfrentamientos, aun durísimos, entre tribus campesinas y musulmanas del norte y el sur cristiano y mercantil a las trincheras del odio. Según Amnistía Internacional, desde comienzos de 2014, Boko Haram ha secuestrado en Nigeria al menos a dos mil mujeres y chicas para hacer de ellas esclavas o baby-kamikaze, ha matado a más de 5.500 civiles, destruido pueblos enteros, entre ellos Bama, donde recientemente la oficina de ACNUR ha denunciado el hallazgo de una fosa común con al menos 550 cuerpos de mujeres que podrían ser las niñas de Chibok.

Ojo por ojo. Los observadores del World Watch Monitor estiman que en el último año la presión contra las iglesias ha disminuido en 11 países (uno de ellos es Orissa, escenario de los pogromos anti-cristianos en 2007, donde el padre Joseph admite que «ha bajado la tensión, aunque la situación sigue siendo delicada a causa de las conversiones de los hinduistas al cristianismo»), pero sigue siendo alarmante en 7 países y ha aumentado en 29. Entre aquellos en los que ha aumentado la violencia, se encuentra Pakistán donde tras el caso de Asia Bibi, arrestada en 2009 acusada de haber violado la ley anti-blasfemia y condenada a la horca, se alarga una sombra cada vez más tétrica.
«La situación era pesada, pero ahora se vuelve insostenible y algunos cristianos empiezan a reaccionar, lo cual ofrece una coartada al odio de los musulmanes fácilmente manipulable a nivel social», dice el padre Nadim por teléfono desde Lahore, donde Nauman Masih, un chico de 14 años, fue quemado y asesinado por un grupo de coetáneos musulmanes, quizás por venganza, por el linchamiento de dos de los suyos después del atentado del pasado 15 de marzo contra dos iglesias de Youhanabad.
«Ojo por ojo y el mundo se quedó ciego», reza el refrán popular. Sin embargo, también en la llanura de Nínive, en Iraq, donde después de la segunda guerra del Golfo el número de cristianos ya se había reducido al 3%, pura sombra de lo que eran a comienzos del siglo XX, las comunidades cristianas han organizado una brigada lista para luchar al lado de los kurdos contra el avance del califato. Ya pasó en la República Centroafricana, donde en 2014 las milicias cristianas anti-balaka y los animistas abandonaron la práctica de poner la otra mejilla y, sucumbiendo a la venganza, mataron a miles de musulmanes en un ajuste de cuentas que ha llevado a Naciones Unidas a hablar de genocidio.
«Jamás pensé que podían matarme por mi fe en un África donde puedes morir fácilmente por lo que haces. Puedo decidir no llevar un determinado hábito o incluso la cruz al cuello, pero no dejar de ser cristiana», razona por teléfono desde Nairobi una chica de 25 años, consciente de que habría podido ser una de las estudiantes del campus de Garissa asesinadas por la milicia somalí Al Shabaab tras una macabra selección religiosa. De fondo, se oye un eco siniestro de tambores de guerra.


Las palabras del Papa
¿Cómo no ser cómplice?

Alessandro Banfi

Los cristianos son perseguidos, martirizados, masacrados. Estas angustiosas noticias nos alcanzan y sacuden nuestras conciencias. «Rezamos por nuestros hermanos perseguidos y crucificados bajo nuestros ojos y a menudo con nuestro cómplice silencio». El Papa Francisco, en el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo, ha empezado a utilizar esta expresión. Desde entonces vuelve a hablar a menudo de la indiferencia, de nuestra tentación de no pensar en ello, de no escuchar estos hechos que se producen a dos pasos de nosotros...
Es cierto que los discursos del Papa contienen frases importantes para los sistemas políticos y diplomáticos, para las organizaciones internacionales, para las Cancillerías. El mensaje al mundo está claro: no quedar indiferentes ante actos terribles de guerra y de muerte, que niegan la libertad religiosa. Denunciar, con fuerza y determinación no políticamente correcta, que a los cristianos se los mata por su fe. Hoy. Cerca de nosotros.
Pero a mí, a mi persona, a mi silencio embarazoso, ¿qué me dice la frase del Papa? ¿Qué significa no quedarme callado, no ser cómplice?
Siendo el director de un canal de información televisiva, como se dice ahora all news, es una cuestión que me afecta en las decisiones minuto a minuto. Una responsabilidad más, una urgencia debida a la verdad de los hechos.

Pero para mí sigue siendo un interrogante abierto, todavía sin respuesta. Entiendo que también esto tiene un valor: mantenerme ante el vértigo de este reclamo concreto.
Hay otra frase que el Papa Francisco ha dicho en sus repetidos discursos sobre los mártires cristianos en estas angustiosas semanas y que ha abierto otra perspectiva. Refiriéndose a nuestros hermanos perseguidos y asesinados por su fe, se ha dirigido al Señor diciendo: «Ellos no se avergüenzan de tu cruz». La iglesia que abandona a la humanidad es la que se avergüenza de Cristo, dice don Giussani en su última entrevista televisiva.
Siempre ha sido así, desde el comienzo de esta historia, desde Pedro en aquel patio de Jerusalén, en la víspera de la Pasión... Hoy como entonces, en el fondo del malestar, la vergüenza, la traición, está el llanto y la mirada del perdón. No me resuelve el problema de qué opciones tomar, de cómo hablar de la tragedia de los cristianos, pero me ayuda a mantenerme vivo ante este vértigo. Y a unirme a ellos desde ahora.