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Huellas N.6, Junio 2014

VIDA DE CL / En los confines del mundo/3

El valor cultural del encuentro

Ignacio de los Reyes Melero

Ciento veinte personas acuden desde toda la geografía española al encuentro con Julián Carrón en Miraflores de la Sierra para la Asamblea nacional de responsables. Un momento privilegiado de comunión para caminar juntos, testimoniar cómo la vida cambia a través de las circunstancias que nos toca vivir. Al igual que Julián, en primera persona

Primer fin de semana de junio. Día resplandeciente para celebrar la dicha de poder ver el rostro de los amigos. Llegados desde lugares distintos de nuestra geografía, aparecen Kiko, Raquel y Vidillas, profesores jóvenes de edad o de corazón; Ferrán, Jorge y Luis que, sólo con verles, te da ganas de ir con ellos a Cataluña; Lolo, de Osuna, que tiene “más arte que coraje”, junto a sus amigos Pepe y Julio; Pilar y Yago, dos corazones vivos en Castellón; Patu y Chule, nuestros abanderados en las periferias madrileñas; madres de familia, empresarios y profesores universitarios. Son solo pinceladas, el cuadro está lleno de colores. ¿Quién puede evitar pensar en el misterio de Pentecostés que se celebra este domingo?
«Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho» (Jn 4, 29). Con estas palabras, Nacho Carbajosa, responsable de CL en España, nos da a todos la bienvenida. «Somos hombres que, como la samaritana, buscan a alguien que esté a la altura de nuestra heridas, de nuestra sed. No podremos ofrecer al mundo una respuesta si nuestra consistencia no radica en esa mirada en la que hemos visto vibrar al Ser». Este reclamo a lo esencial, siguiendo el camino que Julián nos ha marcado en los Ejercicios de la Fraternidad, es sin duda un desafío personal. «Somos amigos unos de otros cuando nos ayudamos a comprender, cuando nos ayudamos a identificar a Cristo como alguien real y concreto en la vida». Por esta razón, estamos aquí.

Grandes conquistas. El sábado por la mañana el diálogo con Julián, enfocado en la primera lección de los Ejercicios, es justamente la ocasión para poner nuestra vida encima de la mesa, con todas sus preguntas y dificultades. «Una definición ha de formular una conquista ya conseguida, si no sería la imposición de un esquema», nos recuerda Carrón citando a don Giussani. De este modo, no basta repetir lo que ya sabemos, sino que tenemos que poner en juego lo aprendido, verificarlo y someterlo al tribunal de la experiencia.
«La fascinación del momento que vivimos hoy es poder descubrir juntos cómo Cristo pasa a través de las circunstancias, personalizando la fe, regenerando las certezas que ya no existen, superando la tentación de la hegemonía y del moralismo. Sólo de este modo el movimiento podrá generar una posición culturalmente relevante». Y la hegemonía (o el deseo eficientista, como lo llama don Giussani) es el intento de asegurar la presencia de Cristo en el mundo a través de una organización o una estructura. Julián nos recuerda las palabras de T. S. Eliot en Los coros de la piedra: es constante la tentación de «soñar con sistemas tan perfectos en los que nadie necesitará ser bueno». También nosotros podemos ser víctimas de esta tentación, depositando nuestra esperanza en un poder, en una estabilidad, en un determinado orden, incluso dentro de la Iglesia.
«En la situación que vivimos en Cataluña –comenta Ferrán– a veces parece que se dan tres discursos: el que defiende la independencia, el que busca la unidad, y el que sigue a Cristo, como si éste último no tuviera nada que ver con los otros dos. Y yo tengo la tentación de irme a la resistencia». Julián le pregunta por qué no lo hace. «Porque quiero amar a la gente, también a los independentistas». «La insistencia de Giussani es que podamos mostrar la pertinencia de la fe a las exigencias de la vida. Estamos llamados a dar una contribución real a la vida común y no a generar un conflicto. Nuestra iniciativa tiene que servir para que lo esencial se encarne. Si no profundizáramos en esto, solo nos queda elegir entre la indiferencia o la resistencia. Ninguna de los dos nos vale».

Cómo vivir. Es verdad, no basta mantener un discurso o una opinión acertada para comunicar el cristianismo. Solo la experiencia de hombres cambiados por el encuentro con Cristo muestra de dónde nacen la energía y las razones para incidir en la realidad de una forma original y creativa.
«¿Quién eres tú?», le pregunta casi un desconocido a Ramón. Basta una conversación para que un hombre de cincuenta años pueda decirle a su mujer: «Te presento a la persona que con una simple pregunta ha roto la coraza con la que me defendía desde hace treinta años». «Si la vida de Peter (un niño con espina bífida que se siente amado y por eso disfruta de la vida) supone un bien, también puede ser un bien la vida de mi hijo», dice una mujer llena de dolor e impotencia por la enfermedad de su hijo. Basta su amistad con Mamen, que también ha atravesado la enfermedad, para que nazca una mirada nueva, para que acontezca un nuevo inicio para ella. «Yo también siento nostalgia en la vida», dice una joven universitaria a un amigo suyo militante de Podemos. Comparten las dificultades y sus anhelos más grandes, irreductibles a la ideología. Basta un corazón que sabe escuchar y que no tiene miedo en la vida, para encontrarse con el que es totalmente distinto y, a la vez, exactamente igual.
A la luz del testimonio de hombres que cuentan cómo Cristo ha entrado en sus vidas, Julián muestra toda la fuerza y el método que Dios ha empleado para cambiar la historia: «¿Quién de nosotros habría escogido a Abrahán como forma de cambiar la realidad? Nosotros somos impacientes, y por esta razón pensamos que tiene que haber otro modo de cambiar las cosas, que es necesario acortar los tiempos, encontrar atajos. Giussani dice en cambio que “es necesaria toda la trayectoria de la historia”. Es necesaria la libertad. A nosotros, por el contrario, pensar en el designio de Dios nos genera hilaridad y pensamos que se trata de espiritualismo. Estamos llamados a no vaciar el espesor del cristianismo. Tenemos que reconquistarlo una y otra vez. Sólo así tendremos una posición cultural relevante». Es hora de mover el esqueleto y disfrutar de un paseo por la montaña, misa, cantos, comida y siesta.

Un criterio y un camino. Por la tarde, sigue el diálogo. ¿Tenemos un método que ofrecer? ¿Un método que seguir? «El problema es si la Escuela de comunidad introduce una mentalidad capaz de expresarse culturalmente. La Escuela de comunidad es la toma de conciencia de lo que me ha acontecido, el test que nos indica en qué punto estamos». De este seguimiento nace una implicación y autenticidad impensables para cualquier proyecto que intentemos llevar a cabo con nuestras fuerzas. «La cultura no es otra cosa que la conciencia crítica y sistemática del acontecimiento. En el acontecimiento cristiano emergen unidos todos los factores; no tenemos que empeñarnos en juntarlos».
¿Por qué hay tan pocos adultos ciertos de que todos tenemos el criterio que nos permite juzgar todas y cada una de las circunstancias que atravesamos, favorables y desfavorables? «Dios nos ha lanzado al mundo con un único instrumento: nuestro corazón. Si este criterio no está claro, son otros los que deciden. Hoy más que nunca es esencial desafiar la razón y libertad de los hombres, de nuestros alumnos e hijos. Si no verificamos de una forma absolutamente personal, correremos el riesgo de querer solucionarle la papeleta a la gente, decidiendo por ellos, deseando evitarles el vértigo de la vida. En este momento histórico es decisivo educar, retando a verificar la verdad del cristianismo en cualquier circunstancia y en cualquier parte del mundo».
Todo encuentro auténticamente humano implica de alguna manera la memoria de lo que nos ha juntado y la tarea a la que somos llamados. El encuentro con «aquel hombre que sabe todo lo que hemos hecho» nos lanza una y otra vez al mundo. Empezando por nuestra tierra, por nuestra querida España.