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Huellas N.1, Enero 2014

GRATUIDAD / Te invito a cenar

El banquete de Navidad

Ignacio Santa María

Crónica de una noche insólita, en la que los desahuciados, los despojados y los pobres pudieron celebrar la Navidad como reyes. Seis chefs de prestigio, 550 comensales, 475 voluntarios y muchos amigos nuevos protagonizaron la iniciativa “Te invito a cenar”, impulsada por siete entidades sin ánimo de lucro agrupadas en la Compañía de las Obras

«Hazte un hueco, pero sin estorbar a nadie», espeta el chef Quím Casellas a su ayudante cuando llega al Palacio del Negralejo, minutos antes de enfundarse la camiseta de “Te invito a cenar”. Viene con una radiante sonrisa que no se le borrará en toda la tarde.Quím regenta en Llafranc (Gerona) el restaurante Casamar, poseedor de una estrella Michelin. Ha viajado a Madrid desde la Costa Brava, trayendo consigo «un trocito de nuestro mar», como le gusta decir, o sea, un pescado al que le ha dado el curioso nombre de “rapito loco” y que esta noche acompañará con una muselina de miel.
«¿Cuántos al final?», le pregunto a César Senra. «550 cenando y 475 voluntarios», me responde. Procuro retener en mi cabeza estas dos cifras que han ido creciendo en los últimos días. César, que fue cocinero antes de dedicarse a la docencia, es el hombre clave, el artífice de convertir en un espectáculo de orden y precisión lo que podía haber llegado a ser incontrolable. Esta idea loca (como el rapito de Quím) la alumbró él junto a un grupo de amigos entre los que estaban Edu Roselló, Ettore Pezzuto, Pablo Llano, Puma, Mamen Rueda y Charo Jiménez, además de Manuel Eusebio, responsable del Banco de Solidaridad. «¿Por qué no invitar a todas las personas a las que atendemos a través de nuestras obras caritativas a una gran cena de Navidad?», se preguntaron un día a finales de octubre.
César y Edu, profesores del Colegio Internacional JH Newman, habían trabado amistad con algunos de los mejores cocineros de España a raíz de las visitas que hizo a sus restaurantes un grupo de alumnos de los cursos de cocina  que la ONG CESAL ofrece en el Centro de Integración y Participación Hispano-dominicano (CEPI). Y así fue como seis chefs de primera fila – tres de ellos suman seis estrellas Michelin – accedieron a preparar gratis una cena de Navidad para familias sin recursos, personas que malvivían en la calle, menores acogidos, inmigrantes sin trabajo, víctimas de la drogadicción o el alcoholismo, enfermos de sida…
Manuel recuerda cuál fue la intuición inicial: «El Papa Francisco nos comunica que su única preocupación es que cada hombre, cualquiera sea la situación en la que se encuentre, pueda experimentar la ternura de Cristo. Provocados por él, hemos organizado la cena, para ofrecer una oportunidad a todos, personas necesitadas, amigos y familiares, de decir: ven conmigo a compartir la necesidad del otro para experimentar la ternura de Cristo. No se trata de una cena benéfica para recaudar fondos. Queremos compartir con toda esta gente la celebración de la Navidad y hacerlo de la mejor manera posible. Es un gesto gratuito que pretende dar gratis lo que gratis recibimos y vivimos». 
 
Entre los fogones. A medida que se acerca la hora de la cena, el ritmo en las cocinas se va haciendo más trepidante. Trabajando duro desde primera hora de la tarde están los chefs más televisivos: Sergio Fernández, de Televisión Española y Juan Pozuelo, dedicado ahora al grupo empresarial Raza Nostra. Juan remueve sin cesar dos grandes ollas. Ha elegido para la ocasión unas albóndigas con setas.
Cuando se acercan los reporteros de televisión, Sergio se siente en su elemento y explica sus platos ante las cámaras, Patatas riojanas con crujiente de jamón y Morcilla con confitura de tomate. «Creo firmemente que todos podemos dignificar con nuestro trabajo la vida de los demás. Por eso he dedicado un día a elaborar platos especiales con ingredientes sencillos y humildes como patatas, ajo, morcilla, cebollas… La hostelería es una profesión de sacrificio, de entrega y de estar pendiente de los demás». 
Al llegar David Muñoz, la cocina se convierte en una fiesta. Su cresta de mohicano se ha hecho popular desde que logró la tercera estrella Michelin para su restaurante DiverXO. Lo acompaña su amigo el DJ Wally López. Ambos se sitúan frente a la plancha para dorar las cigalas, rodeados de voluntarios que se agolpan tras los fogones. David ha estado cocinando toda la mañana para esta cena. Ahora se le ve disfrutar mientras maneja la plancha o remueve las cacerolas. Ha preparado unas lentejas con curry. Su objetivo esta noche es, en cierto sentido, el mismo que el de cualquier día en DiverXO: «Que la gente se vaya contenta. Un  guiso bien hecho satisface el alma. Probablemente a esta gente las lentejas de hoy le alimentarán el alma para tres o cuatro días más».
Un pilar de esta cena es el cocinero Chema de Isidro, director de una escuela que lleva su nombre. Chema colabora con CESAL impartiendo tres cursos al año para jóvenes en riesgo de exclusión social. «Es muy gratificante ver cómo salen de las peores situaciones y encuentran un trabajo», subraya. Algunos chefs han colaborado desde la distancia, diseñando un plato para la ocasión como es el caso de Kilo Moyá o de Ricard Camarena. También ha brindado todo su apoyo el repostero Carles Mampel. Otros se han ofrecido a trabajar en el último momento, cuando han tenido noticia de la iniciativa. Es el caso de José Luis Marín, chef de Ramsés; de Clara Villalón, concursante del programa televisivo “Masterchef” y Mari Ángeles “Kanke”, autora del blog de cocina “Conkdekilo.com”. «Firmaría ahora mismo para que todos los días de mi vida fueran así. Cuando llegue a casa, lloraré de felicidad», exclama esta bloguera.
 
El alma de la fiesta. Las enormes fuentes de albóndigas se agolpan ya listas para servir. Decenas de camareros hacen fila en la rampa que comunica la cocina con el comedor. Recogen fuentes o platos y escuchan las instrucciones del maitre antes de salir disparados hacia la mesa que tienen asignada. «¿Son camareros profesionales?», pregunta algún despistado. «No, son voluntarios». No solo trabajan gratis, sino que incluso han pagado un donativo para ayudar a costear gastos de la cena. La mayoría trabaja como camareros sirviendo mesas; otros han pasado dos días preparando ingredientes; hay quienes engrosan el personal de cocina o de protocolo, mientras otro grupo se dedicará después a limpiar y recoger todo.
«Da gusto ver a tanta gente colaborando gratis y con tanta alegría», es un cometario que se repite una y otra vez a lo largo de la noche, mientras un amigo de uno de los organizadores al ver las caras de los voluntarios, afirma«una vez más, ellos son el alma de la fiesta». Clara, una voluntaria que trabaja de camarera dirá al final del día: «No soy capaz de explicar por qué cuando hago cosas como estas acabo tan contenta. Para mí es un misterio que la fuente de mi alegría esté en el darme a los demás llevando a cabo actos tan sencillos». 
Un misterio que hace interrogarse a Sofía, que ha estado trabajando toda la mañana colocando las mesas y ha visto a gente cocinando durante varios días: «¿Qué fuerza permite a los hombres darse de esa manera a otros?». 
Y Marta, que es profesora y madre de familia, y se ha pasado dos días en el Colegio Newman preparando ingredientes para la cena, también se hace un montón de preguntas: «¿Por qué le digo que sí a mi hija que me propone ir a trabajar el sábado,primer día de vacaciones, después de 10 días de duro trabajo en el colegio? ¿Por qué disfruto partiendo ajos hasta que se me caen los dedos? ¿Por qué mis hijos y sus amigos disfrutan trabajando conmigo? ¿Por qué me levanto el domingo deseosa de ir a fregar la cocina del colegio? ¿Por qué no maldigo al cocinero que me hizo pelar y trocear zanahorias durante horas para que luego no las utilice? ¿Por qué me dan las gracias las personas que han fregado conmigo el colegio?¿Por qué me siento tan protagonista al volver a casa como el que participa de la cena?».
 
Como en familia. A partir de las siete de la tarde van llegando los invitados al banquete. Los pobres, desahuciados y enfermos, la humanidad herida. Hacen su entrada en pequeños grupos, acompañados por sus amigos del Banco de Solidaridad, de Bocatas, del CEPI, de la Casa de San Antonio, de la Casa de la Almudena, de Familias para la Acogida o de la Casa de las Hermanas de la Madre Teresa. Primero se dirigen a un amplio salón que se abre a la derecha, donde se sirve el cóctel. Se suceden los saludos, abrazos, besos y fotografías. Más tarde se abren los dos biombos que separan los salones del comedor y empiezan a sentarse en las mesas.
Las mesas han sido preparadas al detalle: cinco cubiertos y cinco copas que reflejan el brillo dorado de las velas situadas en el centro. Muchos se sientan y tocan incrédulos los cubiertos con la punta de los dedos. Una mujer rumana, mendiga y muy anciana, coge la mano de Sofía, la voluntaria, y la aprieta con fuerza. No se entiende lo que dice pero en sus ojos se puede leer la sorpresa y el agradecimiento.
Algunos no están, ni mucho menos, habituados a recibir atenciones. Este es el caso de Alejandro, un chico que recibe apoyo escolar en el CEPI. Teresa, que le acompaña esta noche, dice: «Cuesta mucho esfuerzo acompañarle en el estudio porque no se deja ayudar. Le cuesta aceptar la más mínima muestra de afecto. Ha venido a cenar y le han servido decenas de voluntarios, ha recibido afecto por todos lados. Cuando le he preguntado qué tal la cena, su respuesta fue: Era como si estuviésemos todos en familia».
La percepción de Alejandro es compartida por muchos esta noche. Es un colectivo variopinto, de gente de todo tipo, de personas que no se conocen y sin embargo parecen una familia unida. De hecho, se respira más unidad que en muchos banquetes de boda.
Esta es la primera cena navideña para Guadalupe en cuatro años. Desde que desahuciaron a su pequeña familia en 2009, esta madre de 34 años no ha podido celebrar ninguna Navidad. Su marido está en el paro y ella tiene un pequeño trabajo. Viven acogidos en un piso de Cáritas. Lo más duro para ella ha sido perder la custodia de su hijo de seis años que ahora vive con sus suegros. «Esta es la única Nochebuena que voy a tener – dice a punto de llorar y señalando a los voluntarios que sirven las mesas – y mira que son gente extraña, que no son mi familia, pero se les quiere mucho más. Gracias a ellos, recibo unos alimentos y unas ayudas que yo no me puedo permitir muchas veces. Estoy agradecida a toda esta gente que hace estas cosas porque, por muy pequeñitas que sean, a nosotros nos despiertan».
Quien sí ha conseguido reunir a toda su familia gracias a esta cena es María Antonia. Con 53 años y un sueldo de 700 euros tiene que sostener a tres hijos y a tres nietos, porque su yerno se ha quedado sin trabajo y su hijo tuvo problemas con la droga. En casa, no encienden la calefacción para poder ahorrar. «Llevamos cinco años sin reunirnos y sin ir a sitios como este. Ahora parece que estemos todos de nuevo juntos. Es un regalo».
La velada está llena de sorpresas y regalos. Durante la cena, profesores de la escuela de magia de Ana Tamariz hacen trucos por las mesas y, después del postre, el coro del Colegio Kolbe canta villancicos hispanoamericanos. Además, hay regalos para los niños, que corren felices a la mesa a enseñárselos a sus padres.

El día después. A la mañana siguiente, todos vuelven a su realidad cotidiana. Los cocineros a sus restaurantes, los invitados a sus problemas cotidianos y los voluntarios a sus trabajos y tareas habituales. ¿Ha sido todo esto la ilusión de un momento? No. Ha sucedido algo importante que cambia el corazón. Así lo atestigua Ángel, uno de los voluntarios que ha servido las mesas. Después de dormir cinco horas, tuvo que madrugar al día siguiente para ir a su trabajo con el cuerpo molido: «Lo que estos días hemos visto ha sido un espectáculo de humanidad, de agradecimiento, de gratuidad, de simpatía por el otro, que a todos nos ha movido, que hemos seguido de una forma sencilla e irresistible, como debió ser también para los pastores en Belén. Un pedazo del cielo en la tierra. ¡Con qué alegría he retomado mi trabajo! Yo quiero vivir así, lo quiero para todos, es lo que más deseo».
Hay algo que nos iguala a todos, cocineros, voluntarios e invitados: la experiencia de una ternura por el hombre que esta Navidad se ha encarnado en mil rostros y mil gestos. Una ternura que pronuncia un nombre. Su nombre.


LA FRATERNIDAD, DIMENSIÓN ESENCIAL DEL HOMBRE

Muchas personas que no participan de las obras caritativas promotoras de la iniciativa se han sumado a la propuesta que les hacíamos y la han podido verificar en acto, sin ningún problema o reparo “ideológico”, cada uno siendo quien es y viniendo de donde viene. Este es el correo que enviábamos a los voluntarios: indica un método de presencia, un modo de relacionarnos con los que tenemos al lado.
Manute

Estimado amigo/a,
Nos ponemos en contacto contigo para indicarte definitivamente en qué consistirá tu trabajo en “te invito a cenar”. 
Lo primero que queremos hacer es darte las gracias por tu disponibilidad y por tu contribución económica. Sin ti esta iniciativa no hubiera sido posible.
Desde el principio estábamos seguros de que íbamos a encontrar muchos compañeros de camino, estamos convencidos que en el corazón de cada hombre está impreso el deseo de compartir la vida con el otro y que el deseo de ayudar al que lo pasa mal es constitutivo de nuestra humanidad.
Hacemos nuestras las palabras del Papa Francisco en el mensaje para la Jornada mundial de La Paz 2014: «El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer. De hecho, la fraternidad es una dimensión esencial del hombre, que es un ser relacional. La viva conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y a tratar a cada persona como una verdadera hermana y un verdadero hermano; sin ella, es imposible la construcción de una sociedad justa, de una paz estable y duradera».
 Ahora te diremos exactamente en qué va a consistir tu trabajo. Queremos que seas consciente que para que un evento como este salga bien, son necesarias todas las partes que lo componen. Por eso no es más importante hacer de camarero que fregar los platos o estar de pinche en la cocina o en el guardarropa, todo es necesario para que la noche salga bien.
Hemos intentado respetar las preferencias que nos has puesto en tu solicitud, pero atendiendo también a las necesidades objetivas de la organización.
Has sido asignado a la comisión comensal. Tu trabajo consistirá en acompañar y cenar con las familias o personas que has invitado. Deberás encargarte de llevarles a la cena que dará comienzo a las 18.30.
La cena constará de menú normal (mayores de 10 años) y menú infantil (de 2 a 10 años). Si la familia a la que acompañas tiene niños menores de 2 años deberás encargarte de llevarle la comida necesaria (potito) o hablar con los padres para que lo lleven. Está previsto que la cena finalice a las 12 de la noche y deberás encargarte de llevar a casa a las familias/personas que lo necesitasen.
Un abrazo,
La Secretaría del Banco de Solidariedad


20 EUROS ES LO QUE HE PAGADO POR UNA DE LAS MEJORES CENAS DE MI VIDA
No sé si debo decirlo, pero hubiera pagado 10 y hasta 100 veces más por participar en lo que ocurrió en el Palacio de Negralejo el pasado domingo.
Sé que esto ya se ha dicho en muchas ocasiones, pero me llevé mucho más de lo que di y no solo de los invitados; para mí fue muy agradable e importante, ver las caras y las sensaciones de los voluntarios, que una vez más fueron el alma de la fiesta. Puedo decir mucho de lo ocurrido esa noche: amigos, abrazos, buenos deseos, pero me quedo con la imagen de un montón de gente que solo quería que otros disfrutaran de una noche extraordinaria y no me cabe duda de que lo consiguieron, pues os aseguro que conmigo así fue.
Mariano Valverde