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Huellas N.11, Diciembre 2013

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

DESDE AQUEL DÍA EN LA ESTACIÓN, HA CAMBIADO TODO
Querido Julián: Hace un mes me puse en contacto con el movimiento de un modo totalmente casual y además estando lejos de casa. Yo vivo en Turín y me encontraba en Nápoles por motivos de trabajo. Allí conocí a un policía que con palabras sencillas me cambió la vida con una provocación (Huellas, n.10, 2013, cfr). Me contó cómo vive la experiencia del cristianismo y me invitó a la Jornada de apertura de curso. De vuelta a casa, busqué un contacto, me informé de dónde se iba a celebrar y fui. Allí sucedió un impacto total, fui tocada verdaderamente, me reconocía en varios pasajes de su discurso. En las semanas siguientes, pedí a la secretaría que me facilitara el contacto del grupo más cercano a mi casa y he empezado a participar en la Escuela de comunidad. He emprendido un camino que me está permitiendo sanar esas heridas ligadas a una enfermedad genética que afecta a mi hija y a mi marido y que ha sido la causa de mi alejamiento de la fe. La felicidad que me invadió el 28 de septiembre me llevó a comunicárselo a las personas que más quiero: mi marido, mi hija, mis padres, mis amigos, la psicóloga que me trata desde hace años, y también a mis dos mejores amigas. En estas últimas he encontrado un gran escepticismo, particularmente en una de ellas, que siente aversión hacia CL debido a algunas personas que conoció en el pasado, y que nos llama “extremistas”. Yo les he dicho que estoy conociendo gente y leyendo cosas para comprender mejor. Para mi amiga esto es sólo un remedio paliativo para no tener que tomar decisiones drásticas en mi matrimonio, como si fuera un sustitutivo de algo que me falta; y si fuera verdad que este camino me ayuda a vivir mi matrimonio, si el beneficio alcanza a todos, ¿por qué no hacerlo? ¿Por qué ponerle límites, por ignorancia? No me ha molestado, sencillamente porque sólo yo sé cómo me siento de verdad, sólo yo sé qué ha sucedido en mí y qué es lo que he experimentado estas semanas; si el mundo entero se pusiera en contra no me importaría, aunque las objeciones y críticas provengan de una persona a la que quiero. Estoy segura de lo que he comenzado. La pertenencia de uno mismo se demuestra muchas veces sin palabras, viviéndola, rezando. Tengo la certeza de que soy feliz cuando custodio cotidianamente esta experiencia, si eso significa ser extremista, como me han dicho, no me importa, ya que me permite alcanzar la felicidad. Habrá también un motivo por el que he oído a mis amigas decir que seguramente la respuesta llegará si me confío a la oración.
Giustina

UNA PRESENCIA QUE SE IMPONE
Me despierta el zumbido del busca. Estoy desorientado, como casi siempre que el extraño zumbido del móvil de la guardia me despierta. Me levando en silencio para no despertar a mi mujer ni a los niños y contesto entre susurros, camino del salón, donde tengo preparada la ropa para salir aprisa. Mi residente me hace un breve resumen: paciente en UCI, hemorragia masiva, varices esofágicas, inestable. Cansado, como siempre, me visto, bajo al parking y en breve estoy aparcando en el hospital, ese mastodonte anticuado y frío en el que la muerte pasea sin máscara, a todas horas, retando constantemente a la fe y a la cordura. Me cambio en mi despacho, solo, sabiendo que me enfrento a algo complejo, pero tranquilo, porque lo he hecho mil veces, porque soy el referente aquí, el que se supone que sabe más de todo este sucio asunto. Voy solo por los pasillos desiertos hasta la UCI, muy cerca de mi Unidad de Endoscopias, con el pijama verde desechable y mi bata, una suerte de armadura, quizá un blindaje para el corazón. La torre de endoscopias ya está allí, colocada a la izquierda de un paciente que se debate entre la vida y la muerte, entre este mundo y el otro. Mi residente se acerca, seria, y me hace un resumen de la historia mientras yo navego a la deriva por los papeles acumulados en la carpeta del paciente sorprendiéndome porque le conozco y no he sido capaz de reconocerlo entre tanto tubo y cable. Sólo unos minutos en el hospital y ya tiene un buen número de impresos, infinitos datos para ocultar quizá menos humanidad, una frialdad distante, hambrienta de sentido, que ha secuestrado el contacto con el paciente, el compromiso con su vida y con su problema, la compañía de un corazón a otro hasta el mismo filo del destino. La endoscopia la empieza la residente, ya de cuarto año, hábil y ávida de emociones fuertes, pero emociones con mucha adrenalina y poco corazón, que corren hacia el riesgo, pero también huyen de la muerte, del destino, de las preguntas. Pronto comprobamos que la situación es dramática, el paciente empeora, los anestesistas tienen dificultades para mantenerlo estable, y sólo conseguimos ver sangre. Me pasa el endoscopio, y todos se relajan, confiados en que obraremos una vez más el milagro, el milagro de la tecnología sanitaria, el triunfo de la ciencia, de la razón. Yo siempre me encomiendo a mi Señor en estas situaciones, por experimentado que sea, el dramatismo de la vida me sitúa ante mi propio límite, y esto nunca puede ser dado por supuesto, hay que empezar de nuevo cada vez. Me empleo a fondo, y entre maniobras imposibles localizo una enorme variz gástrica sangrando a chorro. Intento varias cosas, antes de enviar a mi residente a por el último sistema, la última innovación, aunque ya sé que se hace tarde, que el destino llama a las puertas de mi pobre paciente. Una de las cosas más difíciles de mi trabajo es saber cuándo parar, reconocer el propio límite, que el sudor, el cansancio y el sufrimiento no va a servir para mejorar al paciente… “primum non noscere”. Cuando extraigo el endoscopio el paciente se va, rápida y fulminantemente. Las caras lo dicen todo, el enjambre de actividad que había en torno a él desaparece, médicos, enfermeros, auxiliares… se censura lo que no se entiende, lo que no corresponde a la mentalidad común. Yo le conocía, conozco a su familia y me quedo ahí, abatido, bajo la mirada extrañada de una enfermera. Ante esa realidad, brota la pregunta e, inmediatamente, una Presencia se impone, en mi corazón una certeza, la certeza de que este no ha sido el final de ese hombre, la certeza de la promesa del Señor. Siento un consuelo inenarrable en mi corazón, casi un gozo y me brota una oración. Me doy cuenta de que rezo en voz alta y la enfermera se me une. Las demás me contemplan extrañadas, aunque no tanto porque me van conociendo. Es una extraña escena en un hospital del SAS. Cuando salgo despunta el alba. A pesar del fracaso humano, mi corazón está lleno de una esperanza que nada en este mundo sería capaz de darme.
Carta firmada

BUSCAR A LOS 87 AÑOS
Cuando Teodoro vino por primera vez a la consulta ya era evidente que era un enfermo difícil, no tanto por la gravedad de la situación sino por la insistencia recurrente en todos sus síntomas. Verdaderamente él no se encontraba bien y no había remedio médico que le pudiera ayudar totalmente. Después de revisiones periódicas, motivadas sobre todo por el ánimo de no abandonarle, le planteé mi convicción de que su problema fundamental no era la enfermedad, sino una dificultad en aceptar la situación existencial que estaba viviendo (la normal para una persona mayor con algunas limitaciones físicas). Él me reconoció que efectivamente era así, que ya lo sabía, y que sentía un miedo terrible – verdadero pánico – a la muerte; no al sufrimiento, sino a la muerte, al hecho de desaparecer. Esta conversación salió de nuevo seis meses después, en la siguiente visita. Me daba cuenta de que era inútil intentar convencerle de nada, no quería entrar en una discusión dialéctica (ya lo había hecho la vez anterior sin mucho éxito), y estaba dispuesta a aguantar el chaparrón durante un rato, sin saber cómo poder ayudarle en este drama que sólo él podía resolver. Llegado a un cierto punto me dice que él no cree en nada, y que ese es el problema, que envidia a la gente que tiene fe y que si existe Dios, a él no le ha tocado. En este momento era tan fuerte para mí la evidencia de que no era así que ya no pude contenerme y le dije que eso no era verdad (yo percibía cómo Dios le estaba acompañando en ese momento, si no… ¿qué pintaba yo allí, hablando con este señor, cuando tenía la consulta llena de pacientes “de verdad”?). Le pregunté si él estaría dispuesto a reconocer una respuesta en caso de que la hubiera, y como me dijo que sí le dije que yo había encontrado respuestas, y le invité al lugar donde las había encontrado, la Escuela de comunidad. No sé si aceptará el reto, no sé si vendrá, pero puedo asegurar por la expresión de su cara que este hombre intuyó la posibilidad de una novedad que cambie su vida, a sus 87 años. Se fue estupefacto, dándome las gracias. Ahora le toca a él. Puesto que la fe es un camino y se aprende mirando a los testigos, le pido al Señor este don para él y para mí.
Inma, Madrid (España)

THAJAL Y SU CONCIENCIA
Voy a visitar a los presos de una cárcel para dar clase de español a extranjeros, pero hay algo más que me mueve. Es una fuerza interior que me hace sentir a Cristo vivísimo. Es como si fuera de Su parte a dar testimonio de que Él está con estas personas tan denostadas por la sociedad. Han cometido delitos y tienen una gran necesidad de sentirse perdonados y comprendidos dentro de tanta miseria. Hoy les hablaba sobre el tráfico de drogas y les decía el mal que hace a mucha gente. Les preguntaba si eran conscientes y les merecía la pena que por unos miles de euros tantas personas acabasen con sus vidas, que tanta juventud se perdiera. Uno de ellos, gran capo, me contestó: «Claro que merece la pena. Es un medio de vida». «¿Acaso – me decía – los gobiernos no permiten la venta de tabaco? ¿En cuántos países matan para vender los órganos? ¿Cuántos niños robados y vendidos? ¿Cuántas mujeres secuestradas?». «Yo te pregunto a ti, Thajal. Mírame a los ojos. No te escudes en lo que otros hacen mal. No pienses en los gobernantes, no pienses en tanta gente que actúa irresponsablemente. Mira tu interior. Olvídate de los demás. Mírate a ti mismo, sólo a ti. ¿Crees que haces bien? Tu conciencia, ¿qué te dice?». Thajal reconoce que no actuó bien. Reconoce su culpa aunque le cuesta. Piensa que es un medio de vida y que, si los poderosos lo hacen, él con más motivo. «Sé que es muy difícil – le dije –, pero tu libertad interior, que es la verdadera libertad, esa sólo depende de ti. Dios es la suprema liberación y tanto nos quiere que nos da poder de decisión y deja que seamos nosotros los que escojamos entre el bien y el mal. Sabemos perfectamente el camino. Lo fácil es siempre más apetecible. El camino recto siempre es difícil, incómodo, costoso. Ahí entra el dominio de la voluntad que, créeme, te da paz y te hace libre».
Cocolín, Tenerife (España)

EL PAPA, TESTIGO DEL AMOR DEL ALMA MÍA
Querido Julián: El miércoles fui a Roma para la audiencia del Papa en la Plaza de San Pedro. Fui en autobús con chavales que no pertenecen al movimiento y que ni siquiera van a misa los domingos. Les miraba con curiosidad, preguntándome qué hacían allí, no conseguía explicármelo. Pero durante el viaje de vuelta sucedió un hecho que me impactó. Cinco de ellos, que estaban sentados delante de mí, empezaron a hablar y a retomar lo que el Papa había dicho durante la audiencia, sacando a la luz un montón de preguntas que sentían con urgencia, incluso en relación a la fe. Yo, que iba con la intención de dormir durante el trayecto, me desperté lleno de curiosidad por esa conversación, y me puse a escuchar. Estuvieron hablando durante todo el viaje, cinco chicos que antes no se conocían entre ellos, que se sorprendían unidos por las mismas preguntas después de haber quedado completamente fascinados por la figura del Papa. Aquello me llamó la atención porque era para mí el testimonio de cómo uno puede vivir inmerso en la distracción del mundo actual pero cuando encuentra una presencia que responde a su propia necesidad la reconoce e inmediatamente se siente atraído. Lo más increíble de todo esto es que un encuentro así genera algo grande, su discusión tuvo un efecto también sobre mí (que, sinceramente, no esperaba nada de ellos), el hecho de que estuvieran tan fascinados por ese encuentro me permitió volver a darme cuenta del motivo principal por el que yo sigo al Papa: porque le necesito, por el simple hecho de que él es testigo de la presencia del amor del alma mía. Además, me descubrí más agradecido por la compañía que el movimiento me da, me di cuenta de que no es obvio tener un lugar que continuamente nos desafía a buscar lo que verdaderamente puede satisfacer toda nuestra exigencia y necesidad, un lugar hecho de rostros que caminan junto a ti hacia una única meta.
Mattia

UNA DECISIÓN QUE TOMAR TODOS LOS DÍAS
El reclamo que me ha hecho un amigo sobre el fondo común ha sido para mí una corrección y un reclamo al origen del carisma y al objetivo de la Fraternidad. Dejarse educar en la paciencia y en la fidelidad a través de gestos sencillos, como el fondo común, es la decisión que hay que tomar una y otra vez, todos los días. He empezado a leer el libro sobre la vida de don Giussani: es una “mina” de piedras preciosas, muchas aún desconocidas para mí. Todos los días intento leer al menos un párrafo y siento una gratitud y una alegría que ilumina mis jornadas, en el trabajo, en mi familia, con mi mujer y mis hijos, con mis amigos. Últimamente llevo conmigo la frase que le dijo a su hermana Livia antes de morir: «Recuerda que yo he obedecido, siempre he obedecido». ¡Obedecer, obedecer siempre, nos conviene! Pero cuántas resistencias… pido a Giussani que me ayude a tener una brizna de su obediencia.
Antonio

HE CONOCIDO AL BUEN LADRÓN
Querido Julián: He conocido al buen ladrón, se llama Loris. Estaba preso en San Vittore, donde hago la caritativa. Siempre fue un hombre difícil, siempre enfadado, con su familia, con el personal de la cárcel y también con nosotros. Luego le concedieron la suspensión de la pena por motivos de salud y volvió a Bolzano. En estos meses hemos hablado con él a menudo y en cada llamada siempre había un reproche contra alguien, casi siempre contra los pocos parientes que le quedaban. La última vez que le vi fue hace unos meses, cuando fuimos a verle, y después de conocer a los familiares de los que tanto se quejaba, otra vez enfadado, nos dijo: «Me cuesta mucho no ser reactivo, hubo un tiempo en que todos me respetaban porque me temían, me llamaban el “terror de la cárcel”». «¿Y ahora?». «Ahora he cambiado, porque os he conocido a vosotros». «Pero nosotros nunca te hemos dado ninguna clase de moral, así que si hasta el “terror de la cárcel” ha cambiado sólo mirando cómo viven unos amigos, entonces ahora te toca a ti favorecer el cambio de tus familiares permitiéndoles a ellos ver cómo vives». En efecto, en las siguientes llamadas había cada vez menos reproches, incluso empezó a leer el misal que le regaló un amigo. La semana pasada empeoró y le ingresaron. El domingo, después de recibir la extremaunción llamó a sus familiares y les pidió perdón por sus delitos. ¡Pedir perdón por tus errores a quien siempre te ha tratado mal! Loris murió serenamente. Media hora después fui a misa para rezar por él y en cierto momento me sorprendí al caer en la cuenta de que ahora es él quien reza por nosotros, convencido de que ya estaba en el Paraíso, y contento di gracias al Señor por haberme dado la posibilidad de ser amigo suyo. Allí entendí algo que durante los días anteriores les habíamos contado a los presos durante la exposición sobre el Duomo de Milán en relación a los santos, es decir, que todos pueden construir una catedral, todos pueden ser santos, la santidad no es para quien nunca se equivoca, sino para todos aquellos que, aun en el último minuto de su vida, reconocen que la única salvación es Dios, y como dice el Papa, los santos son aquellos que «cuando han conocido el amor de Dios, lo han seguido con todo el corazón, sin condiciones ni hipocresías», «ser santos no es un privilegio de unos pocos sino una vocación para todos».
Emanuele

Vita di Don Giussani
ESAS PÁGINAS QUE ABREN AL MUNDO
Quisiera contar brevemente lo que me está sucediendo desde que compré la biografía de Alberto Savorana sobre don Giussani. Desde que mi empresa entró en situación de crisis, trabajo en casa por las mañanas, por las tardes me ocupo de mis tres hijos, aún pequeños pero bastante “exigentes”. A menudo percibo el riesgo de encerrarme en mi “agujero”, determinada por cosas mínimas, por tareas domésticas, pensando que en el fondo toda la vida consiste en eso. Pero desde que empecé a leer el libro, está sucediendo algo sorprendente: las pocas páginas que consigo leer cada día (no más de cinco o seis, desgraciadamente) me “abren” literalmente al mundo entero. De repente me doy cuenta con una nitidez que nunca había experimentado antes, después de 25 años en el movimiento, de que formo parte de una historia inmensa, sostenida por un aliento infinito, en algunos pasajes sorprendente (¿pero quién iba a imaginar que tuviera algo que ver, por ejemplo, con Anna Kuliscioff?), querida sin duda por Dios mediante don Giussani para poder llegar a todos en todo el mundo. Verdaderamente el cristianismo, tal como él nos lo testimonió, es algo grande, que abre de par en par y que permite vivir en una perspectiva diferente, aun permaneciendo allí donde el Señor nos pone. Ya no puedo renunciar a leer esas páginas todos los días, y todos los días es un descubrimiento, una conmoción y un nuevo inicio. No paro de hablar de esto con mis amigos.
Gabriella

RECOGIDA DE ALIMENTOS EN LA CÁRCEL
Hace unos días, Loide y yo fuimos al centro penitenciario de Ascoli Piceno con nuestra amiga Teresa para presentar la Jornada Nacional de Recogida de Alimentos. Recogimos los alimentos que habían donado los presos y algunos de ellos, con autorización judicial, pudieron participar como voluntarios el 30 de noviembre en los puntos de recogida. Entre las intervenciones que escuchamos después, nos impresionó la de un chico albanés: «Cuando de pequeño recibía las cajas de alimentos procedentes de Italia me pedían que rezara por las familias que nos las enviaban. Ahora pienso que sería precioso que alguien rezara por mí, que soy de los últimos en la sociedad». La directora, comentando las intervenciones de los presos, habló del recurso que pueden representar los presos para la sociedad civil. Para nosotros, verdaderamente son un reclamo real al corazón de nuestra experiencia y de nuestra conciencia.
Massimo, San Benedetto del Tronto /Ascoli Piceno (Italia)

UN ABRAZO EN EL CENTRO DE ACOGIDA
Acabo de volver a casa desde Priolo, la caritativa en el centro de primera acogida de inmigrantes. Siempre volvemos con el corazón contento. Entiendo lo que puede significar mirar a la gente y notar en su cara el abrazo de Jesús no haciendo discursos sino mientras les enseñamos el oficio de camareros: preparar la mesa, servir, recoger, explicarles el porqué de cada detalle y de cada gesto. Al final algunos de ellos se quedan para hablar y hacerse fotos con nosotros, para tener un recuerdo o para enseñar después a “sus profesores” y “sus cuadernos”, como para demostrar que ya están construyendo algo. Entendemos aún mejor nuestro interés por ellos, se hace nuestra esa pasión por el hombre que siempre tuvo don Giussani, una pasión que nos ha transmitido sin que nos diéramos cuenta, poco a poco, durante todos estos años. Y seguimos así en un camino que nos lleva hacia nuestro bien.
Enrico, Siracusa (Italia)

HABLANDO DE CATEQUESIS EN EL TREN
Una noche en el tren, una pasajera, con la que junto a otros formamos habitualmente un “grupo de trayecto”, planteó un problema: su hija quería ir a catequesis y hacer la Comunión, y el párroco le pidió que llevara el certificado de Bautismo antes del mes de noviembre. La niña no está bautizada y no lo sabe; sus padres no están casados, no quieren tirar el dinero en fiestas inútiles (aunque no tienen dificultades económicas). Los abuelos de la niña también están pidiendo el Bautismo desde hace tiempo, pero los padres no quieren. La discusión estaba servida, resumo las propuestas. «Haz un certificado falso». «Deja que la bauticen, qué más te da…». «Dales un gusto a los abuelos, y que luego lo paguen todo ellos». «Anda, hombre, los abuelos se lo merecen». Luego me miraron a mí (otro y yo somos “los de Iglesia”). Le pregunté: «¿Pero tú quieres a tu hija? Tú no la has bautizado para que ella decidiera, y ella ha decidido. ¿Entonces? Vas al sacerdote y le dices que no la has bautizado porque no crees, pero que ella quiere ir a catequesis y hacer la Comunión». Su rostro se ensombreció, el proyecto que tenía para su hija, autónoma, atea, responsable, se había roto con esa “pequeña” petición de la niña. Y la obligaba a afrontar algo que no había previsto, mejor dicho, había previsto que no habría que afrontar esta cuestión. Recé una oración por la niña y por el Papa, como nos ha pedido Carrón, para que la sencillez que nos transmite nos permita ir al corazón de las cosas. Y me di cuenta de que en ese momento, en ese preciso momento, fui mirado y entonces pude mirar.
Stefano


Manifiesto de Navidad 2013
LA VIRGEN “ENCENDIDA” POR LA LUZ DEL HIJO

Cuando Federico Barocci pintó para el duque de Urbino, Francisco María II, esta Natividad “nocturna”, el éxito de la composición fue inmediato, tanto que al año siguiente, en 1598, los maestros de obras del Duomo de Milán le encargaron una réplica. El artista confió la ejecución del cuadro a su fidelísimo colaborador, Alessandro Vitali, que también lo habría ayudado a pintar otro lienzo para la catedral de Milán, el San Ambrosio que perdona a Teodosio, visible todavía hoy en el último altar de la nave izquierda. Francisco María II regaló la Natividad original a Margarita de Austria, esposa del emperador Felipe III de España, conservada hoy en el Prado. En cambio, mediante el cardenal Federico Borromeo, la réplica milanesa llegó a la Pinacoteca Ambrosiana, donde actualmente se expone en la sala central junto al gran cartón de Rafael, otro pintor de Urbino como Barocci.

¿Cómo explicar la popularidad de un cuadro como este? En primer lugar, por el delicadísimo y vibrante nocturno en el que el Niño coincide con la fuente de la luz. La Virgen está como “encendida” por la luz del Hijo, que aviva los colores cambiantes de sus ropas. Una perfecta diagonal mantiene ligada esta composición, que introduce novedades bastante atrevidas. La diagonal que parte desde el rostro del Niño, pasa por el de María y alcanza, en la parte trasera del lienzo, a José, que con gesto lleno de orgullo señala a Jesús al pastor que se asoma curiosamente por la puerta en penumbra de la gruta. Se percibe un fuerte sentido de intimidad en esta imagen, evidenciada por la atención puesta en los detalles a la izquierda, que restituyen con delicado realismo la pobreza de un ambiente campesino: bellísima, por ejemplo, la reja de madera para guardar el heno, puesta encima del pesebre.

Barocci es un artista que vive en una época de extraordinaria transición. Caravaggio ha llevado a cabo ya su revolución, el barroco está a las puertas. El pintor parece interceptar todas estas novedades gobernándolas con su habilidad y sensibilidad. Por ejemplo, adopta la solución, atrevida y muy sorprendente, de descentrar al Niño, confinándolo en el borde derecho del cuadro. Sin embargo, es la dulzura suave del lienzo la que liga la escena y hace inmediatamente comprensibles también estos aspectos novedosos.
Giuseppe Frangi