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Huellas N.10, Noviembre 2013

NEUROCIENCIAS II / La nueva frontera

Te tengo en la mente

Alessandra Stoppa

Los estudios sobre el cerebro inciden en la idea de responsabilidad y de conocimiento. ¿De qué modo entendemos a los que están a nuestro alrededor? Nuestra naturaleza, ¿nos empuja a la autosuficiencia o a la relación? Continuamos la serie con GIACOMO RIZZOLATTI, que ha descubierto las neuronas espejo. Y nos habla de cómo estamos hechos y de por qué tenemos necesidad de los demás

El descubrimiento por el que entró en la historia de la ciencia nació a raíz de una crisis. «Más que crisis, de un varapalo». Finales de los años 80, Giacomo Rizzolatti (nacido en Kiev, Ucrania, en 1937) se halla en EEUU para dar algunas conferencias. Allí se encuentra con Vernon Mountcastle, «uno de los neurocientíficos más famosos del mundo en aquella época», que no le ahorra la pregunta más desagradable: «¿Qué has descubierto recientemente?». Estoy estudiando la visión. «¿En qué animal?». En el gato. «Yo nunca leo los estudios hechos en gatos. Son irrelevantes».
«O me hundía o aprendía», cuenta hoy Rizzolatti: «Me dije a mí mismo: es verdad, el gato está fenomenal para el sueño, pero para la visión y el problema cognitivo se necesita un simio. Volví a casa y le pregunté a mi director si estaba de acuerdo en cambiar de animal. Fui afortunado, porque me ayudó mucho». Gracias a este cambio ha podido descubrir las neuronas mirror, es decir, «espejo», uno de los principales descubrimientos neurocientíficos de los últimos veinte años.
Si en la entrega anterior habíamos visto cómo abordar el desafío intelectual que nos plantea la frontera más prometedora de la ciencia, Rizzolatti – ex director del Departamento de Neurociencia de la Universidad de Parma y desde hace un año miembro de la National Academy of Sciences americana – sostiene que el estudio del cerebro está revolucionando en algunos aspectos la concepción del hombre: «La idea de responsabilidad y, sobre todo, el valor de las relaciones: los datos dicen que es científicamente erróneo considerar al “yo” como una mónada. Es una idea equivocada, que sólo lleva a la destrucción». Dice que la felicidad necesita de una relación empática con los demás, y lo hace citando a Aldous Huxley y la infelicidad de las personas que viven en Un mundo feliz, en donde «la idea de familia es pornografía, el amor, las relaciones románticas están en desuso, no son necesarias. El matrimonio, el nacimiento, la relación padres-hijos, estar embarazada, son cosas obscenas que no deben siquiera mencionarse en una conversación casual».

Profesor, ¿qué son las neuronas espejo?
Son células del cerebro que se activan tanto cuando se realiza una determinada acción, como cuando vemos a otro que la realiza. Nos permiten la comprensión inmediata de la acción del otro, preparando nuestro sistema nervioso para imitar y entrar en empatía.

¿Cómo las han descubierto?
Como sucede casi siempre, se descubre algo que no se estaba buscando. Así nos pasó también a nosotros. Estábamos estudiando la organización de la corteza motora en simios, y para ello no usábamos los métodos tradicionales. Habitualmente, se estudia al animal en condiciones no etológicas, haciéndole actuar de forma estereotipada. En cambio, nosotros queríamos interactuar con el simio de forma libre, para ver su potencialidad. La sorpresa fue que el área motora es mucho más complicada de lo que pensábamos.

¿Por qué?
Hemos descubierto características fundamentales de las neuronas de ese área. Para la tradición fisiológica, ellas debían codificar únicamente los movimientos, mientras que hemos visto que la mayoría de ellas codifica también el objetivo de la acción. Las neuronas de las áreas premotoras se activan si tengo que asir un objeto con la mano derecha, con la izquierda o incluso con la boca. Es decir, codifican el acto motor, que es movimiento más finalidad. Se trata de una gran novedad, porque quiere decir que las neuronas nos dicen algo “de altura”: la finalidad es un concepto filosófico. En segundo lugar, muchas de las neuronas motoras se activan también ante la presentación de los objetos; por tanto, aunque se encuentran en un área motora, responden a estímulos visuales. Las áreas visuales en el cerebro se sitúan detrás, en el lóbulo occipital, y las áreas motoras delante, en el lóbulo frontal, y de algún modo se comunican. El estudio de las neuronas nos ha dicho que cuando veo un objeto, automáticamente me preparo también para asirlo: se produce una transformación visual-motora, se pasa de la visión del objeto a un plano motor para actuar sobre ese objeto. Técnicamente, el sistema nervioso se prepara para un affordance: es decir, para aferrar de un determinado modo, que depende del objeto. El objeto sirve para ser usado, el uso depende de cómo está hecho.

Después llegaron a las neuronas espejo.
Sí, estudiando las neuronas que acabo de describir, conocidas ahora como neuronas “canónicas”, hemos encontrado unas neuronas que disparan, es decir, que se activan, tanto cuando aferro un objeto como cuando eres tú el que lo aferra. Entonces, ¿quién actúa? ¿Tú o yo? En el cerebro existe un diccionario de acciones que son mías, pero que “resuenan”, que se activan cuando tú haces algo parecido.

¿Qué nos dice esto con respecto al modo de conocer?
Nuestro descubrimiento indica que el conocimiento de los demás es empático. Nuestros datos más recientes indican que yo comprendo no sólo el movimiento del otro, sino que también comprendo su intención futura. Esto vale para las acciones frías, como aferrar un objeto. Pero también para las llamadas calientes: las emociones. Si el otro sufre, yo sufro. Entonces, estos datos nos dicen que el hecho de comprender no es sólo un razonamiento. Tenemos también un conocimiento inmediato, empático, por el cual lo que veo entra dentro de mí, participo del otro. Como decía Marc Jeanneron, de la Universidad de Lyon: «Después del descubrimiento de las neuronas espejo, el sistema motor ya no es sólo “para hacer las cosas”, sino que es un medio de comunicación». Parte de mí mismo, va hacia ti y tú puedes responder. Es un sistema de comunicación, porque tu sistema nervioso entra en resonancia con el mío. Evoca en mí algo que tengo dentro, y que reconozco».

En este sentido, ¿nos dice el estudio del cerebro que el “yo” no es una mónada?
La de la mónada es una concepción completamente equivocada, que se remonta a los años 60, cuando la mente era considerada como un ordenador, un elaborador de informaciones que consigue analizar lo que dice el otro y responde de forma apropiada. Pero las emociones, el cuerpo, la relación con el otro no se consideraban. Pues bien, nuestra concepción es completamente opuesta: el hombre nace con un instrumento formidable, que es esta capacidad empática. Es un mecanismo natural, al que se añaden factores sociales, culturales. Nosotros somos una mezcla de factores culturales y naturales – no digo genéticos, porque hoy en día se piensa fácilmente que todo en nosotros está determinado genéticamente, pero en realidad no es así –, por tanto es mejor decir naturales. Pongo un ejemplo: el amor que siento por mi madre puede ser grandísimo, ella envejece y yo sigo queriéndola; ella cae enferma y yo la veo sufrir. ¿Qué es lo que hago? Obviamente yo también sufro. Pero para dejar de sufrir, la llevo a una residencia de ancianos. Repito, es un ejemplo. Pero es para decir que todo se juega en la educación, en la cultura, en la concepción que tengo de mí mismo y de ella. En nombre de ese amor, se puede llegar a eliminar al otro, obviamente “de forma civil”...

Un tema candente al que aludía antes es el de la responsabilidad.
Es fundamental. Sobre todo por las implicaciones jurídicas que tiene. Todos estamos de acuerdo en que, si sufrimos una grave lesión del cerebro, no somos considerados responsables de lo que hacemos. Adrian Raine ha estudiado los cerebros de asesinos impulsivos, demostrando que presentan un hipodesarrollo de las áreas frontales, que son las que frenan o inhiben nuestro comportamiento “instintivo”. Entre otros, está el caso de un hombre que atropelló y mató a un grupo de ciclistas en Oregón porque tenía prisa. Entonces, la cuestión es delicada: ese individuo, ¿es culpable o no? ¿Está todo determinado por el cerebro? Y si el hombre no es culpable, ¿qué debemos hacer? Si se elimina la responsabilidad, también perdería todo su sentido el concepto de cárcel como posibilidad de recuperación.

¿Puede usted decir que conoce mejor la naturaleza del hombre?
Lo que nosotros hemos descubierto es que el sistema nervioso determina actitudes positivas, como la empatía. Estudiar el sistema nervioso no es reducir al hombre a un autómata, sino, por el contrario, es enriquecer la capacidad de conocernos a nosotros mismos, al prójimo y de vivir en sociedad. Lo que dicen nuestros datos está en consonancia con la experiencia que vivimos. Creo que está menos en consonancia con una cierta ideología según la cual sólo cuenta el individuo. La tendencia actual hacia el egoísmo es evidente, y la crisis deriva del hecho de que todo lo que es social se ha disgregado en favor del individualismo. El problema es que la mayoría de los intelectuales insiste en esta dirección, en poner en el centro a la persona no como relación, sino como individuo aislado que debe gozar de la vida lo más posible, en una libertad sin límites. Mientras que hay datos, y muchos, que marcan el cauce por el que discurre la libertad.

¿Cómo expresan esto los datos científicos?
Lo expresan porque indican la necesidad de las relaciones, de los sentimientos. La madre no puede dejar de ser madre, necesita tener relación con el hijo. La biología no lo es todo, pero también la cultura tiene sus límites: la relación es doble. La cultura no puede sustituir lo que son exigencias naturales. Estamos hechos de una determinada manera. Entonces también es un error la indiferenciación de los sexos. No se puede negar la diversidad. Ejemplo elocuente: tenemos libertad para comer lo que queramos, pero es necesario controlar la glucosa, porque tenemos una glucemia en torno a 70/80. Si esta cifra baja mucho sufrimos un colapso, si es demasiado alta entramos en coma. Hay una afirmación de Hume que es como el evangelio para muchos científicos: «Es imposible, lógicamente hablando, pasar del ser al deber ser, deducir prescripciones de descripciones, valores de hechos». Esto lleva a un completo relativismo. Y yo no creo que sea justo, porque un dato biológico (ese 70/80 de glucosa) nos dice también cuál es el valor. Esto vale para la sangre, y también para la libertad. Yo dependo de cómo estoy hecho: si quiero vivir, tengo que aceptarlo. No soy sólo alma, soy también cuerpo. Y el cuerpo tiene un valor fundamental en nuestra vida.

En la actualidad parece dominar el materialismo, pero al mismo tiempo la afirmación de que la cultura lo puede todo.
Se trata de una gran paradoja: la mentalidad más difundida entre los intelectuales es antirreligiosa y, al mismo tiempo, espiritualista. Se piensa que la cultura lo puede todo, y se termina prescindiendo de la materia, de la realidad, de cómo estamos hechos.

¿Qué nos dicen las neurociencias sobre la conciencia?
Nada. Es verdad que se ha escrito muchísimo sobre la conciencia pero, como ha dicho alguien, nothing worth reading, nada digno de ser leído. Es un misterio, un hard problem que no sabemos por dónde afrontar. Hoy empiezan a hacerse estudios sobre el cerebro de personas en coma profundo. Hay un estudio en el que, en vez de las pruebas habituales, se ha realizado una resonancia magnética a una persona en coma a la que se le ha pedido que pensara que estaba jugando al tenis: las áreas motoras de un hombre, totalmente paralizado y dado por muerto, se han activado… Está todavía todo por descubrir. Podemos conocer cómo se produce la percepción, cómo conseguimos comprender a los demás, pero sigue sin resolverse el gran misterio: un trozo de materia que piensa en sí mismo y en el mundo.


EL CEREBRO EN EL ESPEJO
Las neuronas son células que generan, reciben y elaboran informaciones: impulsos nerviosos que se transmiten en “descargas”, es decir, en señales eléctricas.
Las neuronas espejo son neuronas visuales-motoras que se activan tanto por la ejecución de una acción como por la observación de la misma acción realizada por otro: en quien observa se produce un “reflejo neuronal” del comportamiento de quien actúa, como si lo viviese en primera persona.
En el hombre, a diferencia de las otras especies animales, estas neuronas se encuentran no sólo en las áreas motoras y premotoras, sino también en el área de Broca (elaboración del lenguaje) y en la corteza parietal inferior (la corteza somatosensorial).
Su descubrimiento:
1) ha cambiado, ante todo, la concepción del sistema motor, que se ha desvelado mucho más complejo, lejos de la idea de un área de la corteza cerebral que tiene función meramente ejecutora. La división entre las áreas cerebrales frontales y parietales es menos clara de lo que se creía.
2) indica la presencia en nosotros de un mecanismo que nos hace partícipes de la vida de los demás: compartir los mecanismos neurales de base hace posible compartir acciones, intenciones y emociones, y permite procesos imitativos, como la réplica de las acciones y el aprendizaje de nuevas acciones. El neurocientífico V.S. Ramachndran afirma: «Las neuronas espejo serán para la psicología lo que el ADN ha sido para la biología».