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Huellas N.6, Junio 2013

BREVES

Lectura

a cargo de Elena Alonso Serrano

LIBRO RECOMENDADO

Compañero de camino

Giorgio Vittadini*

Václav Havel
El poder de los sin poder
Ed. Encuentro, Madrid
(Disponible sólo en ebook)
pp. 136 – 9,49 €

El poder de los sin poder, que el dramaturgo y futuro presidente de Checoslovaquia Václav Havel terminó de escribir en 1978, es un análisis del totalitarismo y de la instrumentalización ideológica que no ofrece como solución un planteamiento ideológico diferente, sino el hallazgo siempre nuevo de la libertad y de la responsabilidad personales. Corrían años en que los equilibrios mundiales parecían inmutables. La Guerra Fría, los misiles que apuntaban hacia los bloques contrapuestos, el régimen socialista (después de los acontecimientos de Budapest en 1956 y de Praga en 1968); pero también el mundo occidental caracterizado – lo comenta el mismo Havel y lo afirmó Solyenitzin en su discurso pronunciado en Harvard casualmente en el mismo 1978 – por una política vivida como búsqueda de poder para uno mismo; una economía concebida en función del enriquecimiento individual; la homologación a través de los medios; la violencia del terrorismo. Que un intelectual del Este hablara de «vivir en la verdad», de la superioridad de la vida diaria sobre la política, del cambio que surge cuando se obedece a la propia conciencia, pareció a muchos una extravagancia utópica sin incidencia alguna sobre el verdadero poder, tanto del Este como del Oeste.

El libro que ahora reedita Ediciones Encuentro pasó entonces casi desapercibido para la opinión pública, pero para mis amigos y para mí se convirtió en un verdadero icono, leído y releído, citado en nuestros encuentros, comentado en la Escuela de comunidad. Reproducíamos sus frases más significativas en carteles que colgábamos en la Universidad Católica. ¿Por qué éramos tan sensibles a estas temáticas? Porque habíamos aprendido de los cursos de Moral que impartía don Giussani que «lo que cambia el corazón del hombre cambia la historia». En esos años turbulentos también para nosotros era vital comprender que el recorrido personal y colectivo no coincidía en primer lugar con un proyecto, una reacción o un bando político, sino con el descubrimiento personal de nuestra conciencia como camino ineludible para «vivir en la verdad». No faltaban los debates. Algunos consideraban este planteamiento un intimismo abstracto e ineficaz; más tarde, en 1987, quien guiaba la política italiana tachó incluso de ingenuo a don Giussani, refiriéndose a su intervención en el congreso de la Democracia Cristiana en Assago, cuando habló del deseo como el motor de renovación y de cambio de la persona y, por lo tanto, también de la sociedad y de la política. Havel fue para nosotros un compañero de viaje que rescataba el valor de la libertad y de la responsabilidad humana en contra de cualquier ideología. Estos ideales encontraron exponentes de relieve en Juan Pablo II, que en esos años testimonió incansablemente al mundo que la verdad es la fuerza de la paz; en Lech Walesa y en toda Solidarnosc, que mostró cómo defender el puesto de trabajo iba al paso de la búsqueda de la verdad para uno mismo y para todos, en contraste con lo que pasaba y pasa a menudo en Occidente.

Son miles los factores que contribuyeron a derribar el Muro de Berlín y los regímenes del Este han cambiado. Pero resulta patente el papel que en esto jugó la «revolución silenciosa» llevada a cabo por todos aquellos hombres que siguieron preguntándose en su vida «qué es la verdad». Hoy, en una sociedad que corre el peligro de convertirse en lo que Orwell describió en su novela, esta pregunta representa también para Occidente el único factor de cambio personal, social y político.
* Presidente de la Fundación para la Subsidiariedad



Manuel de los Reyes
La Casa Social Católica de Valladolid (1881-1946).
Renovación social y presencia cristiana
Ed. Encuentro, Madrid, 2013
pp. 692 – 30,00 €

El último cuarto del siglo XIX y el principio del siglo XX están marcados por una serie de cambios sociales, políticos y culturales que deberán ser asumidos con prudencia. El tránsito de la vida rural a la urbana, de una sociedad aristocrática a una sociedad cada vez más democrática, el modernismo, las relaciones entre la Iglesia y el Estado, junto al auge de los socialismos, el anarcosindicalismo, las guerras, y los problemas particulares de España, como la precaria situación del campo y de los obreros, la crisis social y política o el 98, harán que las formas de presencia de los cristianos en el mundo deban proponerse con originalidad.
El libro que acaba de publicarse bajo el título de La Casa Social Católica de Valladolid (1881-1946) es ejemplo de esa iniciativa y relata un capítulo de nuestra historia social y religiosa que ilustra de modo preciso y moderado uno de los casos en que una obra fue expresión de la fe de un pueblo. Centrada principalmente en Valladolid y con el protagonismo de los PP. jesuitas Francisco de Sales Colina, Marcelino de la Paz y Sisinio Nevares, también es un fragmento de la historia de la Compañía de Jesús y de España.
La “cuestión social” es el eje de las obras católicas de la época, que recibió el espaldarazo definitivo con la Rerum Novarum (1891) de León XIII, y se preocupó, en España, por la desatención de los trabajadores del campo, de los obreros en las ciudades, por el altísimo nivel de analfabetismo, el crecimiento acelerado de respuestas secularizadas como el socialismo o el liberalismo, el empuje creciente del sindicalismo de clase o la amenaza revolucionaria. La reacción católica ante un problema grave de la gente sencilla agravado por las tentativas violentas o injustas de encontrar una solución fue la de llevar la fe y la vida cristiana a todos los rincones de la sociedad. El modo concreto retratado en este libro ilustra cómo se entendió la subsidiariedad según la Doctrina Social de la Iglesia en aquel momento. A partir de la Asociación Católica de Escuelas se promovieron multitud de obras como la Federación de Sindicatos agrícolas católicos, los Sindicatos Obreros, la Caja Popular de Ahorros y Préstamos, mutualidades benéficas y religiosas, etc., cuyo núcleo era la Casa Social Católica de Valladolid.
La Segunda República, la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura acabaron por agotar una forma histórica de presencia cristiana que había ofrecido un legado precioso para Valladolid y para España. La historia relatada acaba en 1946, fecha del fallecimiento del P. Sisinio Nevares, dejando paso a una nueva época en la que los cristianos empiezan a valorar otros modos de presencia. En palabras de Ratzinger, en el contexto contemporáneo «la fe en la organización cede a una invitación a la responsabilidad de la persona». Pero efectivamente esta es la historia de la segunda mitad del siglo XX y de lo que llevamos del siglo XXI.
Manuel de los Reyes retrata con gran precisión y buen oficio una compleja historia local, religiosa y social muy bien documentada que, claro está, tuvo sus luces y sus sombras, pero que sin duda fue una respuesta adecuada a un momento concreto. Es una invitación a que hoy nos preguntemos de nuevo cómo responder a los problemas graves de nuestro tiempo desde una correcta interpretación del principio de la subsidiariedad.
(Armando Zerolo)



Joseph Roth
La leyenda del Santo Bebedor
(Traducción de
Michael Faber-Kaiser)
Anagrama (décima edición)
pp. 96 – 11,90 €

La leyenda del Santo Bebedor fue publicada por primera vez en 1939, pocos meses después de la muerte de Roth, exiliado en París, y puede ser considerada, por muchos motivos, su testamento, la parábola transparente y misteriosa que encierra la cifra de su autor, hoy redescubierto como uno de los más extraordinarios narradores del siglo.
El clochard Andreas Kartak, originario como Roth de las provincias orientales del Imperio austrohúngaro, encuentra una noche, bajo los puentes del Sena, un enigmático desconocido que le ofrece doscientos francos. El clochard, que tiene un puntilloso sentido del honor, en principio no quiere aceptarlos, porque sabe que nunca podrá devolverlos. El desconocido le sugiere restituirlos, cuando pueda, a santa Teresita del Niño Jesús, en la iglesia de Sainte Marie des Batignolles. Desde este momento, la vida del clochard es un continuo acercarse y perderse en el camino hacia la iglesia, para cumplir su imposible compromiso.
Es como si el clochard deseara una sola cosa en su vida – devolver aquel dinero – y, al mismo tiempo, no esperase sino ser desviado por innumerables absentas, por mujeres casualmente encontradas, por viejos amigos que reaparecen como comparsas fantasmales. Toda la desgarrada dispersión de la vida de Roth – y en especial de los últimos años, cuando, también en París, encontraba una suprema, última lucidez en el alcohol – se transparenta en esta imagen de un hombre ya tranquilamente ajeno a cualquier sociedad, visitado por jirones de recuerdos, generosamente disponible respecto a todo lo que le sale al paso y, en secreto, fiel a un único y aparentemente inútil voto.
La clave para comprender la novela – y quizás la vida de Roth – es la concepción cristiana de lo que es la moralidad humana, la del hombre sujeto a su concreta circunstancia existencial marcada por una desproporción inevitable. La verdadera moralidad cristiana nace del asombro por Cristo, por ser amados incondicionalmente y de antemano. Nada tiene que ver con una presuntuosa capacidad de coherencia, sino con una humilde y renovada tensión hacia el bien que se desea, «esperando contra toda esperanza» movidos por un Amor que nos precede siempre. Que nos primerea.
(Carmen Giussani)