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Huellas N.6, Junio 2013

IGLESIA / El aniversario

El Papa audaz

Luca Fiore

Hace cincuenta años era elegido el papa Pablo VI, el pontífice que tuvo que atravesar el final del Concilio y las crisis siguientes, las batallas sobre el aborto y el divorcio, la polémica sobre la Humanae vitae y el caso Moro… Manteniendo firme el timón de la Iglesia, como explica en su biografía el vaticanista ANDREA TORNIELLI, pero también cambiando el rostro de la Iglesia

Es el 21 de junio de 1963. Roma goza de un sol espléndido. El aplauso de la multitud acaba de estallar ante la fumata blanca que sale de la Capilla Sixtina. En el balcón de la logia de San Pedro aparece el cardenal Ottaviani para proclamar el Habemus Papam. Pronuncia el nombre de Giovanni Battista Montini, arzobispo de Milán. Todos saben quién es y otro aplauso manifiesta la alegría de la gente. «Sibi nomen imposuit Paulum VI». Han pasado cincuenta años desde entonces. Casi treinta y cinco de aquel agosto de 1978, el verano de los tres Papas. Mirando en perspectiva, hoy podemos comprender mejor la grandeza de un hombre y de un Papa que marcó a fondo el cuerpo de la Iglesia y le dio el rostro que tiene hoy. Andrea Tornielli, vaticanista del diario italiano La Stampa, de Turín, es el autor de la biografía que Mondadori ha publicado con el título Paolo VI. La audacia di un Papa.

A los cincuenta años de su elección, ¿hoy podemos comprender mejor la figura del papa Montini?
Más pasa el tiempo y más se acrecienta la evidencia de su grandeza. En años dificilísimos, no sin grandes sufrimientos, logró mantener unida la barca de Pedro. Su grandeza reside en haber llevado a cumplimiento el Concilio, cosa que no fue obvia porque ya desde su primer año el Concilio sufría de un evidente impasse. Logró que se firmaran todos los documentos finales prácticamente por unanimidad. En los años del postconcilio mantuvo firme el timón de la Iglesia, haciendo frente a los empujes insensatos hacia delante y a los intentos nostálgicos de volver atrás. De esta manera, cambió el rostro de la Iglesia. Concuerdo con Andrea Riccardi cuando dice que Juan Pablo II tocó una partitura que de alguna manera ya había escrito Pablo VI.

¿Qué le permitió mantener firme el timón?
El reclamo constante a lo esencial de la fe. En 1968 proclamó el Año de la Fe, redactó el Credo del pueblo de Dios, publicó la encíclica Mysterium fidei recordando la presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo en la Eucaristía. Mostró cómo el fin de todas las reformas y los cambios del Concilio era el anuncio cristiano. También en el plano del diálogo con el mundo este aspecto era central. Ya en la Ecclesiam suam de 1964 se pone de manifiesto que para Pablo VI el diálogo no tenía valor por sí mismo, sino que estaba en función de un retorno al anuncio del Evangelio a mundos o sectores de la sociedad que se habían vuelto si no hostiles por lo menos impermeables.

¿Impermeables?
Sí, esto Montini lo entendió nada más llegar como Arzobispo a Milán en 1955. Aquí vio los signos de la secularización. Digan lo que digan, estos signos se daban ya antes del Concilio. En Roma, en los años cincuenta se tenía todavía la impresión de que todo seguía bien: acudían masas para ver al Papa, los encuentros de la Acción Católica eran multitudinarios… Al cabo de muchos años en la Secretaría de Estado vaticana, Montini llega a Milán, donde se encuentra con la expansión de la periferia, con los barrios obreros, conoce el mundo de la moda y de las altas finanzas. Con este último tuvo muchas dificultades. Basta con pensar que para llevar a cabo los proyectos de construcción de las nuevas iglesias tuvo que dirigirse a Enrico Mattei (un católico que en esos años estaba construyendo en San Donato Milanese, Metanopoli, el cuartel general del ENI, el Ente Nacional Hidrocarburos; ndt.). Su episcopado milanés se vio todo impregnado por la percepción de un mundo que se había vuelto impermeable al anuncio cristiano.

¿Cuál fue el momento más dramático de su papado?
Sufrió su máximo aislamiento en 1968, después de publicar la Humanae vitae. El Papa fue criticado abiertamente incluso por obispos importantes, que él consideraba amigos. Llegaron incluso a contestarle en algunas audiencias públicas. Pero la Humanae vitae no es simplemente la encíclica que se opone al uso de los anticonceptivos, sino un texto más amplio que habla también de manera profética de la dignidad de la mujer.

¿Cómo reaccionó ante estas críticas?
Le dolieron tanto por el número como por la naturaleza de los ataques. Desde entonces hasta el final de su pontificado – estamos hablando de diez años, de 1968 a 1978 –, no volvió a escribir ninguna encíclica. No quiso que otro documento tan importante del magisterio pudiese sufrir el mismo tratamiento.

Al final de su pontificado, se produjo el asesinato de Aldo Moro…
En 1978 ya tenía problemas de salud, pero aquello para él fue el golpe final.

¿Eran amigos?
Pertenecían a dos generaciones distintas. Moro pertenecía al grupo de la FUCI (la Federación Universitaria de los Católicos Italianos), que Montini cultivó personalmente durante los años del fascismo y que se convirtió en la columna dorsal de la Democracia Cristiana. No tenemos testimonios de la correspondencia entre ambos en los años en que Montini fue asistente eclesial de la FUCI. Al comienzo de los años sesenta, no pensaban lo mismo sobre el centroizquierda, pero junto con Andreotti – aunque con puntos de vista diferentes –, Moro se convirtió en uno de los políticos italianos más cercanos a Pablo VI. Cuando le raptaron, el Papa hizo todo lo que estaba en su mano para salvarle la vida.

¿Cómo?
Con su conocida carta, un «llamamiento a los hombres de las Brigadas Rojas». Pero Montini también se había movido para promover una recogida de dinero entre varios industriales. Le habían hecho creer que una ingente suma de rescate permitiría la liberación de Moro. Mediante su secretario, Pasquale Macchi, y con el silencio y la aprobación del gobierno de Andreotti, había logrado moverse en esta dirección. La mañana del 9 de mayo, cuando se halló el cadáver de Moro en el maletero de un R4, en el Vaticano alguien esperaba una llamada que indicara dónde se encontraría libre Aldo Moro.

¿Cómo concebía la relación con la política italiana?
Fue sin duda un actor importante de las vicisitudes de entonces. Era hijo de un diputado y fundador del Partido Popular del sacerdote Luigi Sturzo, que pertenecía al catolicismo social de Brescia, en el norte de Italia. Montini nace en un contexto que se puede considerar uno de los mejores frutos del “non expedit” (una disposición de la Santa Sede, en la cual, por primera vez en 1868, se desaconsejó a los católicos italianos que participaran en las elecciones políticas del país; ndt.). Nada más lejos de la concepción de la “opción religiosa” entendida como renuncia al compromiso de los católicos en el ámbito social y político. Como dije antes, ya en los años del fascismo fue capellán de la FUCI: iba preparando a la clase política que tomará las riendas de la Democracia Cristiana. Eran jóvenes que estudiaban a tope y al mismo tiempo tenían una formación espiritual de altísimo nivel. Montini con los chicos era un verdadero arrebatador, un líder. En el debate que surgió en Italia durante la posguerra, entre quienes promovían el partido único de los católicos y quienes querían una presencia transversal, tomó partido por los primeros. Algunos le consideran un Papa de izquierdas, pero no es así.

¿Por qué?
En realidad, en sus años en Milán, nunca había mirado con gran simpatía al experimento del centroizquierda. Sin embargo, creo que al final compartió la visión de De Gasperi, la de la conventio ad excludendum, para excluir a la derecha de reminiscencias fascistas, y la apertura a los socialistas italianos en el intento de separarles de los comunistas. Estando así las cosas, siempre fue claro para él el carácter de centro del partido de los católicos.

Es famoso su discurso del 30 de junio de 1972: «Por alguna rendija el humo de Satanás se ha introducido en el templo de Dios». ¿A qué se refería?
Se han barajado varias hipótesis, pero merece la pena volver a leer todo ese discurso. Cuando habla del humo de Satanás que se había introducido por alguna rendija, habla del hecho de que en la Iglesia hay división. Creo que tenía en mente la contestación, el ataque en contra de lo que es lo esencial de la fe. No se puede negar que con la publicación del Nuevo catecismo holandés la Iglesia se asomó a un cisma. Pablo VI consiguió gobernar el postconcilio sin traicionar lo esencial y preservando la unidad. Luego llegó el Año Santo de 1975, que marcó un giro importante.

¿En qué sentido?
Montini se dio cuenta de que por fin empezábamos a salir del túnel. Al cabo de casi ocho años de crisis, vio que en el Año Santo empezaba a participar mucha gente. Vio la vitalidad de los nuevos movimientos y de las nuevas agregaciones eclesiales. Creyó que se abría una nueva estación para la Iglesia. En ese año publica la Gaudete in Domino, la exhortación apostólica sobre la alegría. Un dato muy significativo para un personaje que pasa por hamletiano.

¿Qué relación hubo entre Montini, don Giussani y CL?
En los años de Milán, Montini tenía alguna duda sobre el experimento de Gioventú Studentesca. En cualquier caso, El sentido religioso de don Giussani nace después de la Carta pastoral de Montini sobre este tema. Por lo tanto, Montini es clave para el fundador de CL. En un momento en que la Iglesia ya no podía hacer como si no pasara nada, como si nada estuviese cambiando, el Cardenal de Milán encarnaba una mirada hacia el mundo cargada de dramatismo. Advierte el drama de la secularización. En esto reside la cercanía profunda con don Giussani.

En la Plaza de San Pedro, el Domingo de Ramos del Año Santo de 1975, hubo un famoso encuentro entre los dos.
Sí, en esa ocasión el Papa le dijo a Giussani: «Este es el camino, seguid así».

¿Qué había cambiado desde los años de Milán?
Pablo VI se quedó sorprendido por la movilización que se produjo en esa ocasión. Comprende cuáles son las realidades que responden cuando la Iglesia llama. Tenemos que recordar que el año anterior se había llevado a cabo en Italia la campaña para el referéndum sobre el divorcio y que hubo realidades eclesiales que tomaron partido en contra de la línea que marcaba la Iglesia.

Fue un Papa de grandes gestos.
Inauguró los viajes, preparados con extremo cuidado, uno por cada continente. Fue el primer Papa, después de siglos, que volvió a Tierra Santa, en 1964. Un viaje estupendo en el que se produjo el histórico abrazo con Atenágoras. Ese gesto respondía a la pretensión de papa Eugenio IV, que en el Concilio de Florencia en 1439 había pretendido, sin obtenerlo, que los patriarcas ortodoxos le besaran el pie.

Trabajando sobre la biografía, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención de su persona?
Su capacidad de cultivar la amistad y de llevar las relaciones humanas. Fue un hombre que escribió una avalancha de cartas, dotado de una extrema sensibilidad para con las personas más distantes. Como cuando escribió personalmente al líder socialista, Pietro Nenni, que acababa de quedarse viudo. Una humanidad y una sensibilidad realmente impresionantes.


LAS ETAPAS DEL PAPADO
1963. El 21 de junio el cardenal Giovanni Battista Montini, arzobispo de Milán, es elegido con 66 años como 262º sucesor de Pedro. El 29 de septiembre se abre la segunda fase del Concilio Vaticano II.
1964. El 4 de enero el Papa parte para una peregrinación a Tierra Santa, donde se produce el histórico encuentro con Atenágoras, el patriarca de Constantinopla. El 6 de agosto se publica la Ecclesiam suam, la encíclica sobre el diálogo en el interior de la Iglesia y de la Iglesia con el mundo.
1965. El 4 de octubre Pablo VI pronuncia un discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. Al cabo de tres años de trabajo, el 8 de diciembre se concluye oficialmente el Concilio.
1968. El 25 de julio se publica la Humanae vitae, la encíclica sobre la doctrina del matrimonio. El 29 de junio se cierra el Año de la Fe. El 25 de diciembre el Papa celebra la vigilia de Navidad en la ITALSIDER (empresa nacional siderúrgica, hoy ILVA) en Taranto.
1969. El 3 de abril se publica la constitución apostólica Missale Romanum, que marcará la entrada en vigor de la reforma litúrgica preparada siguiendo las indicaciones del Concilio.
1975. La vigilia de Navidad de 1974, se abre el Año Santo. Se publican las exhortaciones apostólicas Gaudete in Domino, sobre la alegría cristiana, y la Evangelii nuntiandi sobre la correcta concepción de la “liberación” y de la “salvación”.
1978. El 21 de abril toda la prensa italiana publica un llamamiento del Pontífice «a los hombre de las Brigadas Rojas» para que liberen a Aldo Moro, secretario de la DC, secuestrado el 16 de marzo. El 13 de mayo, en San Juan Letrán, Pablo VI oficia una misa en sufragio del político asesinado. El 6 de agosto, a las 21:40 h, el Papa muere en la residencia de Castel Gandolfo.