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Huellas N.8, Septiembre 2008

PRIMER PLANO - Meeting de Rimini

Un taller de amistades entre los juristas

Andrea Simoncini

Los encuentros sobre el Derecho durante la semana del Meeting fueron muchos y de nivel, pero lo que más sorprendió fue la trama de relaciones y la unidad que viven sus protagonistas

Joseph Weiler, Mary Ann Glendon, Paolo Grossi: tres de los máximos expertos en derecho se han dado cita en el Meeting de Rimini. ¿Qué tienen en común tres profesores tan distintos por historia, educación y cultura? Y, sobre todo, ¿qué les vincula al Meeting? Indudablemente les une una sensibilidad extraordinaria en el estudio y una pasión por la enseñanza que, aunque cueste decirlo, es una mercancía cada vez más extraña en nuestra academia. Pero la sintonía intelectual no bastaría para explicar su presencia en Rimini.
Hay algo más. Hay una trama de relaciones y de amistades que, desde hace años, anima el trabajo común de muchas personas que estudian Derecho, y que encuentra en el Meeting no sólo un “escaparate” deslumbrante, sino un verdadero “laboratorio” de trabajo. El Meeting de este año ha dado un espacio verdaderamente relevante a las cuestiones del derecho y de la justicia. El encuentro sobre los derechos humanos en el reciente discurso del Papa a las Naciones Unidas, el sexagésimo aniversario de la Constitución italiana y, además, los muchos debates con ocasión de la presentación de libros para profundizar en temas que tenían que ver con la ley o con las instituciones: en muchísimas ocasiones los días del Meeting han sido la ocasión para volver a reflexionar sobre el estado del derecho y de los derechos, en el mundo y en nuestro país. Y, como siempre, lo que sorprende en el Meeting es la apertura –en los temas– y la unidad –en el juicio–: el derecho, al mismo tiempo, expresa una concepción y facilita la formación de una mentalidad. Esto permite que las cuestiones que tienen que ver con la ley y con las instituciones no puedan replegarse ya a una presunta área de neutralidad técnica, vetada a los “profanos”. Los derechos humanos, así como las Constituciones, no pueden apartar al hombre de su responsabilidad, no pueden ser el medio a través del cual se realiza la extraordinaria profecía de Eliot según la cual soñamos «sistema tan perfectos que nadie necesitará ser bueno».
Pero volvamos a la cuestión central. ¿Qué produce esta amplitud de intereses y esta convergencia de juicios en materia de derecho, una materia en la que cada vez son más, y más disonantes entre ellas, las voces con respecto al tema de los fundamentos?
Por un lado, está la apertura que nace del encuentro y el diálogo con maestros como Joseph Weiler, Mary Glendon y Paolo Grossi, y por otro la sorprendente unidad y el trabajo común de muchos otros profesores, investigadores, doctorandos y estudiantes que por mil caminos distintos, tanto en Italia como en Estados Unidos, aceptan y vuelven a lanzar este desafío, tanto en el campo de la reflexión teórica como en el de la actividad práctica cotidiana.