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Huellas N.4, Abril 2013

VIDA DE CL / Gioventù Studentesca

Toda la belleza que hay

Paola Bergamini

El estudio, las vacaciones, la caritativa, las mil preguntas que surgen en la vida y una compañía que te empuja a tomarlas en serio hasta el fondo. Con este número comenzamos un “Giro de Italia” por las comunidades de GS. Sin la pretensión de contar todo (muchas cosas se quedarán fuera…), pero para ver qué cambia en un chaval cuando entra en su vida el cristianismo

Al principio leía y releía los apuntes de este viaje por las comunidades de GS, y la pantalla de mi ordenador seguía en blanco. Cada línea, cada palabra me recordaba una cara, una expresión de los chavales. Luego me acordé del Manifiesto de 1992, el que tenía la imagen de Marcelino: «Estás en medio de la tempestad, las olas rompen a tu alrededor, pero tienes cerca una voz que te recuerda la razón, que te llama a no dejarte arrastrar por las olas, a no ceder. La compañía te dice: “Mira, que después resplandece el sol: estás envuelto por las olas, pero luego sales y hace sol”. Sobre todo te dice: “Mira”. En la compañía lo más importante es mirar a las personas. Y la amistad se define por su finalidad: la ayuda para caminar hacia el Destino». Es decir, lo único que podía hacer es tratar de mirar y sorprender el camino hacia la belleza del cristianismo, que estos chavales han encontrado y viven. No te la explican, sino que te la cuentan en las relaciones con los compañeros, con los profesores, en las situaciones dolorosas y en las alegres, desde su deseo de ser felices. «Estos son mis verdaderos amigos», han repetido una y otra vez.
En 1992 don Giussani dijo en un encuentro con chavales de GS: «Esto es el corazón: la relación entre la realidad como belleza y Dios como Destino. Estos dos puntos son como dos fuegos, dos polos entre los que salta la chispa: esta chispa es el corazón».
La vida de las comunidades de GS que hemos visitado está constituida por gestos sencillos: la oración, el raggio (desde los orígenes de Gioventù Studentesca, se designa con este nombre el encuentro semanal en el que se compara la experiencia de cada uno con un tema concreto, y que finaliza con la síntesis de la persona que lo guía, ndt), las vacaciones. Y además ese gesto del que muchos dicen que «no pueden prescindir»: la caritativa. Compartir una necesidad para aprender el amor de Cristo por nosotros.
En este “Giro de Italia” por etapas (la primera entrega comprende el Centro-Norte), además de los rostros de los chicos, me vienen a la mente los de los adultos que les acompañan en esta aventura. Con los chavales la organización no funciona, como tampoco las iniciativas o los discursos. Lo que funciona es la lealtad y la pasión que tienes al estar con ellos. Es más, funciona la pasión que tienes por tu vida, tu amistad con Jesús. Es lo único que permite ser libre con ellos, no tener pretensiones. Aquí se juega todo.

LIGURIA
«¿Quieres venir el domingo al Paverano?». Anduela, en primer año de liceo, mira asombrada a su profesora de lengua. «¿Qué es?». «Es una ciudad de la caridad fundada por don Orione aquí, en Génova, en donde viven enfermos incurables. Una vez al mes voy con algunos estudiantes de la escuela a hacerles compañía. Pregunta a tus compañeros». Anduela, una chica albanesa que vive en Italia desde hace ocho años, no sabe quién es don Orione. Pero ese domingo acude allí. Conoce a los chicos de GS, participa con ellos en la Colecta de Alimentos y vuelve cada mes al Paverano. «Al principio iba con la idea de hacer el bien a los que lo necesitaban, pero me he dado cuenta de que son ellos los que me hacen sentir bien a mí. He aprendido que debo mirar toda la belleza que hay en la vida. No debo dar nada por descontado».
Anduela se reúne todos los jueves con los amigos de GS en los locales alquilados de una parroquia, en un cortado sobre el mar. Raggio, merienda y estudio acompañados por Marina, la profesora, y por algunos universitarios, que años atrás habían encontrado en esos locales la misma amistad «llena de tensión y de respeto que me ha fascinado», dice Fabiana, alumna de cuarto de liceo. «La primera vez vine porque había un concurso de baile, y una amiga me había dicho: “Venga, vente conmigo”». Estar con ellos una tarde te permite saborear el gusto de una amistad libre, verdadera, que abraza a todos.
Hasta hace tres años, a Yuri le importaba un comino la Iglesia. A veces incluso se le escapaba alguna que otra blasfemia. Por circunstancias familiares, se traslada a una casa-familia del movimiento. Andrea le invita a ir con él el jueves. Acepta. «Algo dentro de mí me empujaba a ir, pero luego me limitaba a estar como espectador». En las vacaciones de verano de 2012 conoce a Paolo, recién licenciado a punto de marcharse a EEUU. Esa relación le cambia la vida. «Durante esos días viví con una intensidad que no había experimentado nunca». Luego vuelve a casa, piensa que todo es como antes… «Pero no. Lo que he vivido en las vacaciones se vuelve a presentar los jueves y los sábados cuando estoy con ellos. ¿Me explico?». Perfectamente. En esas mismas vacaciones, Chicco le había dicho a Paolo, mirando el paisaje: «¡Jamás me olvidaré de esto!». Y no le pegaba nada decir algo así. Hoy, mirando a sus amigos, dice: «Me he quedado atrapado en esta amistad. Y estoy fenomenal». Y también esto se entiende a la perfección.
En Chiavari, Carolina pasa casi automáticamente de la experiencia de los Cavalieri, los chicos de secundaria, a la de GS. Pero en segundo de liceo algo no va bien. «Yo pensaba: pero, ¿qué hago aquí?». Entonces lo deja todo. Hasta que recibe la noticia de que Marco, su amigo de la infancia, que se había trasladado con su familia a Monza, acaba de morir en un accidente de tráfico. «Estaba destrozada. ¿En qué podía apoyarme que pudiera resistir? ¿En mi cabeza? ¿En mis pensamientos?». En el funeral conoce a los amigos de Marco. Tienen algo que ella ya ha conocido. La única posibilidad de sentido para ese dolor. Sólo hace falta dejar espacio a esa posibilidad. Vuelve con los amigos de GS. Pero ya no hay nada automático, nada dado por descontado. Es un nuevo inicio.

PIAMONTE
El 26 de septiembre de 2012 es una fecha que Anna no olvidará nunca. En el autobús que le lleva a casa le pregunta a su amiga Teresa: «Cuéntame qué es el movimiento, porque te veo cambiada, feliz». Lleva tiempo pensando en ello. Se conocen desde primaria, pero últimamente – desde que ha conocido a los chavales de GS –, Teresa está distinta. Su amiga le cuenta un poco y saca de su mochila el cuadernillo del Triduo. «Toma». «Cuando llegué a casa lo leí de un tirón», recuerda Anna. Algunos días más tarde se une a la pequeña comunidad de GS de Cuneo, después de la Jornada de apertura de curso. «Era un periodo difícil para mí. Se me quedó grabada una frase: “La felicidad es un don, y no depende de nosotros”. Para mí ese encuentro fue una gracia. En la amistad con esos chicos he encontrado una correspondencia que me abre al mundo. La deseo con todos». También con los profesores. A la vuelta de unas vacaciones de estudio en Oropa, Anna le pregunta a su profesora de Matemáticas por qué ha elegido esa carrera. Cuenta la profesora: «La veía tan “apagada” que quería comprender por qué estaba así. Empezamos una relación. Empezó a hablarme de ella». Anna tiene una mirada transparente. Su madre la observa y dice: «Ahora Anna ha encontrado su sitio. Nunca la había visto tan feliz».
De esta mirada pura se han dado cuenta también los amigos de Turín. Uno dice con ímpetu: «Quiero ser como ella». Y la experiencia de GS, que muchos de estos chicos han conocido a través de sus padres, sufre una sacudida. Se vuelve a poner todo en juego. Desde el estudio, el coro, hasta las salidas de estudio porque, como dice Michele: «Mi vida es una. GS no me resuelve los problemas, todo forma parte de GS».
Una mañana de invierno, a las puertas de casa, Emanuele levanta la mirada al cielo. «Estaba lleno de estrellas. Como tantas mañanas. Entonces me acordé de lo que nos habíamos dicho en el raggio: “Todo es para un bien”. Nunca las había mirado de ese modo. Me sorprendió. Quiero vivir así siempre, con la intensidad de aquella mañana. También cuando me dice el profesor: “Estate atento”».
En noviembre, Anna discute de política con sus padres en la mesa. «Quería comprender qué estaba pasando». Habla de ello con algunos amigos de GS. Benedetto es un apasionado de la política. «Para muchos compañeros míos es un tema que no les interesa. A veces incluso les causa aversión. A mí me encanta, pero en esta ocasión tenía que votar y no tenía nada claro el tema. ¿Qué podía hacer? Necesitaba ayuda para poder comprender». Organizan un encuentro público con un periodista amigo, dos consejeros municipales y un historiador del Derecho. En la mesa, de moderador, Benedetto. «Estaba muy nervioso, pero mereció la pena».

EMILIA-ROMAÑA
La noticia corre rápidamente por las escuelas superiores de Fidenza: un chico de quince años que estudia segundo en el instituto de Arquitectura técnica se ha tirado por la ventana del segundo piso durante una clase. Se salva, sólo se rompe algunos huesos. Algunos profesores afrontan en clase la situación, mientras que otros dicen: «Sigamos adelante con el programa». En los pasillos del liceo en el que trabaja como bedela, Cristina se topa con algunos chavales de GS que hablan del tema. «Cris, ¿por qué lo habrá hecho? Todos nos lo preguntamos. Tenemos que vernos. También con los demás». Por la tarde, unos cuantos de ellos se reúnen con Stefano, tratando de comprender la cuestión, y escriben una carta abierta que termina así: «Estamos contigo de todo corazón en lo que podamos, Luca». Al día siguiente la reparten por todas las escuelas. Y también le llega a Luca al hospital, llevada por una profesora del movimiento. Cuenta Luca: «Yo era ateo, estaba solo. ¿Qué sentido tenía vivir? Pero esas personas que ni siquiera me conocían, me ofrecían su amistad. Y la acepté». Desde entonces no ha dejado “el GS”, como llama él a estos amigos. La comunidad de Gioventù Studentesca de la ciudad emiliana abunda en este tipo de encuentros, de una vivacidad y sinceridad sin esquemas que implica también a los adultos. Como a Cristina, que cuenta: «Cuando me trasladaron en 2006, me hacía muchas preguntas sobre mi persona, sobre mi deseo de felicidad. Entonces conocí a Maddi y a Erica, dos chicas de quinto, unas apasionadas de la vida. Todo les asombraba. Quise conocer qué les hacía felices. Las seguí, como sigo haciendo ahora con estos chavales».
Luis va a clase a un instituto técnico. Le invitan a la fiesta de fin de curso. «Era como los demás, a veces blasfemaba. Conocía a los de GS de vista. Decidí ir a la fiesta, y a partir de entonces empecé a ir con ellos. Iba a la Escuela de comunidad, los sábados por la noche quedábamos en la sede, tomábamos una pizza y jugábamos. Estaba bien, pero me faltaba algo». Llegan las vacaciones de invierno en Asís. «Allí sucedió algo. En la iglesia de san Francisco me encontré con Jesús, y me sentí feliz». Lo dice así, sin medias tintas. «Nació en mí la exigencia de buscarle en todo lo que hago. Incluso en el estudio. Pero esto no es siempre fácil. ¿Dónde está la Belleza que he visto? Luego comprendí: no soy yo el que decide encontrase con Él. Hay que dejarle actuar. Basta con tener el corazón abierto y pedir. Por la mañana quedo con algunos amigos para rezar. Es un inicio». Luis va con frecuencia a una yogurtería cerca de la escuela. Se queda hablando con la camarera. Le habla de sus amigos de GS. Ella le escucha. No va a misa, pero se da cuenta de que este chico tiene algo distinto. Le hace preguntas. «Hace algunos días le regalé un libro de don Giussani. Me ha dicho que lo está leyendo, que ya hablaremos».
Verónica iba a GS porque sus padres querían. Un día decide que ya está bien, que es mejor dejarlo. Va a las vacaciones que se hacen en verano con este pensamiento: «Son mis últimas vacaciones. A lo mejor incluso me vuelvo a la mitad». Al tercer día, excursión. A medio camino, Verónica ya no puede más. Pide a tres amigos que le ayuden. En un momento dado, Luca dice: «¡Mira, un edelweiss!». Es sólo un instante. «Hace un tiempo asqueroso, tiene que cargar conmigo, y encima es capaz de darse cuenta de una flor que hay al borde del camino. ¿Por qué?». Y Luca: «He visto algo bonito. Quería contártelo». Las vacaciones se convierten en algo precioso. A la vuelta, le preguntan si quiere hacer de secretaria. «Justamente a mí, que soy súper desordenada». Y sin embargo… no se equivoca en un solo aviso ni correo electrónico. Para ella ha cambiado todo. Lo percibe una compañera suya de clase, que le dice: «Vengo a esta escuela tan dura porque aquí hay personas como tú. Tu mirada ha cambiado. También se han dado cuenta los demás. Ya verás como te eligen delegada». Y así sucede.
También está Gloria, que va con algunos amigos cada quince días a un hospicio en Salsomaggiore Terme. Y lo hace ante todo por ella misma, antes que para ayudar a los demás. «Voy con todo lo que soy, y los viejecillos están contentos simplemente porque vamos a verles». O Lili, que se encuentra con Luis en Facebook, pero es un Luis distinto. A través de su amistad se abre para ella, marcada por muchos dramas familiares, un camino de felicidad. Además están los fines de semana en Roma, en la casa de los sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos, las vacaciones en Nápoles en el Barrio Sanità, las cenas temáticas, las fiestas de fin de curso… Todo ello signo de una vida impetuosa, reflejo de una vida que se ha abrazado de corazón y que hay que disfrutar hasta el fondo.
En Parma la sede del movimiento está en el tercer piso de un edificio del centro. Simona, ingeniera, sigue desde hace un par de años la realidad de GS. «Una verdadera aventura», dice. «Aquí hacemos la Escuela de comunidad, pero los sábados por la noche quedamos en casa de uno u otro. Porque estos son mis amigos», dice Francesco, en último curso de liceo musical. Van a escuelas distintas, y durante la semana quedan para estudiar, para estar juntos. Hace dos años murió la madre de Francesco. Ante un dolor semejante, las palabras no servían para nada. Pero estos amigos «no me dejaron, estuvieron ahí. En un momento tan difícil, descubrí quién soy, de Quién soy. Hay Alguien que me quiere. Y tiene el rostro de mis amigos».
Andrea emplea todos los días una hora para llegar al liceo. La escuela se le queda un poco pequeña. «No puedes hacer nada. Algunos profesores me hacen enfadarme». Él es así, impetuoso. Se enfada si las fiestas de cumpleaños se organizan mal o “a la fuerza”. Cuando le proponen hacer un belén viviente con la comunidad, se niega. Pero luego invita a dos compañeros de clase a las vacaciones de invierno en Roma. Está indeciso ante el programa. Una tarde quedan para hacer un juego de pistas con los seminaristas. A la mañana siguiente, madrugón para la misa en San Pedro. «Pensaba para mis adentros: estos no irán. Quién sabe lo que pensarán. Pero allí estaban. Es verdad que esto es para todos».
Una noche, le dice a María Chiara su hermano: «Vente conmigo». Ni siquiera tiene tiempo para objetar, y ya está sentada en el coche camino de un encuentro con los de GS. Recuerda: «No me enteré de nada en la Escuela de comunidad, pero los juegos me molaron un montón». Y ella empieza a frecuentar a esos amigos. «La mirada entre nosotros es distinta. No es la misma que con mis compañeras de clase. O al menos eso pensaba». Hasta que una de ellas le dice que se encuentra a gusto con ella. «Me parecía imposible. Y yo que pensaba que sólo podía estar con los de GS. Los amigos no los eliges tú, las personas que tienes a tu lado no las eliges tú. Ahora estoy contenta cuando entro en clase». Son destellos.
Como los que se ven en Módena. «Venga, Fede, ¿por qué te haces tanto problema?». A Federica le entran ganas de llorar. Mira a sus amigas, se levanta y se va. Vuelve a leer el sms que le ha enviado un chico al que ha conocido hace poco, con el que tal vez podía empezar una historia bonita… Pero, en lugar de esto, le pide sin más si quiere tener una relación sexual con él. Todo normal para esas amigas. Pero no para ella: se siente tratada como un objeto. Deambula apesadumbrada por las calles de Módena. Entonces decide llamar a los amigos de GS: «Necesito hablar con vosotros». Les cuenta todo. «A veces me parece que el deseo de belleza que hay en mi corazón es una condena». Es un desafío, y esos amigos la sostienen a la hora de tomarse en serio lo que sucede, de no renunciar a las exigencias más verdaderas. «Ahí pude ver en qué consiste la amistad de Jesús».
En Módena los chicos de GS se ven casi todos los días: para estudiar, para la Escuela de comunidad, para jugar. En resumen, para vivir. Nada se queda fuera. Se comparte todo, incluidas las pasiones. Francesco Saverio, en segundo de liceo clásico, tiene una muy especial: la cocina. Habla de ella con los amigos y con Cristina, profesora y responsable. Nace una idea. Un gran concurso de cocina. Semanas enteras de preparación. Y al final seis equipos preparan sus platos para tres jueces. Recuerda: «Al principio había bastante competitividad entre nosotros. Pero luego… Fue una auténtica fiesta. Juntos todo es distinto».
En la escuela la partida siempre está abierta. Sale a la luz lo que eres. A Caterina le gusta el griego, el latín, le gusta estudiar. Nos cuenta: «Este año he empezado a ser más amiga de mis compañeros de clase. Me he quitado la máscara. Soy yo, sin querer saber siempre qué es más adecuado. Así es todo más sencillo». Sencillo, pero en absoluto banal, como los tres días que han pasado esquiando en la montaña. «Han sido preciosos. En un momento dado tuve la percepción clara de que no era el paisaje estupendo, la pasión del esquí, sino Otro, lo que nos mantenía unidos y nos hacía felices».
Cada quince días los chavales pasan una tarde con los ancianos de una residencia. Cristina invita a un alumno suyo, un tipo “extremo” en todo. Él acepta. Un día le pregunta por qué sigue yendo. El diálogo es intenso: «Profe, para mí este sitio es como un ancla. Uno puede vivir como un fantasma, pero estando con estas personas siento la provocación de vivir a tope». «¿Y lo consigues?». «Esta es la cuestión. Siempre necesito de un punto firme». «Dios se ha hecho hombre para ser la vida a la que podamos anclarnos». «Profe, necesito ver». «Vente al Triduo». «Me fío de usted. Lo pensaré seriamente». Cristina no lo duda ni un momento.

VÉNETO
En el descanso una compañera le pregunta a Caterina: «Tú eres más feliz que yo. ¿Por qué?». Es la más guapa, la mejor… En resumen, lo tiene todo. Y sin embargo… «Vente conmigo y con mis amigos, y así lo verás. Hoy por la tarde hemos quedado en casa de una profe, aquí, en Padua». No puede decirle nada mejor: venir y ver. Así fue para ella: estaba fascinada por la amistad que vivían sus padres y su hermana. La experiencia de GS está hecha de gestos sencillos: la Escuela de comunidad todos juntos cada quince días, el estudio juntos, y los encuentros por grupos en casa de uno u otro, en la escuela o en el bar. Pero implica toda la vida. Nos cuenta Anna: «Porque nos contamos lo que nos sucede. Son cosas concretas. Una vez un amigo dijo que en una mala experiencia había encontrado algo positivo para él. Pensé en ello y me propuse verificarlo. Es ver a Jesús cuando vas hasta el fondo en todo». El novio de Maddalena le suelta: «Se comprende que yo no te basto. ¡Pero te equivocas!». Ella pregunta a sus amigos: «¿Es verdad? ¿Estoy equivocada?». Uno se hace grande dentro de una amistad así de concreta, pasando juntos el sábado por la noche o las vacaciones en la montaña. Martino, en compañía de otros amigos, profesores como él, es el responsable de esta experiencia: «Algunos vienen una vez, luego dejas de verles, y al final vuelven. No puedes tener pretensiones, sino captar la mirada que el Señor tiene sobre ti y sobre ellos dentro de Su amistad». Una vez al mes hacen caritativa en una residencia de ancianos. Para Giovanni este gesto era al principio un fin en sí mismo. ¿Qué sentido tenía? ¿Sentirse mejor? Lee El sentido de la caritativa de don Giussani. «Entendí que ir a ese lugar me podía hacer feliz. Y lo he verificado. Es verdad. Porque yo quiero ser feliz». Una de las ancianas dijo una vez: «Es bonito veros, porque se entiende perfectamente de Quién sois».