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Huellas N.2, Febrero 2013

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

PORQUE QUERÍA SER FELIZ COMO MI PADRE…
Me llamo Shiho Othake. Nací en Japón, en una familia sencilla. Me formé en Bellas Artes en Tokio y empecé a trabajar como profesora. Además, participaba en un círculo de jóvenes artistas. Desde pequeña me sentí sorprendentemente atraída por la Sagrada Familia, tanto que, en cuanto pude, dejé a mi familia, renuncié a mi trabajo y a mis amigos y me vine a Barcelona. Para poder estar cerca de la Sagrada Familia empecé trabajando como camarera en un restaurante cercano. Etsuro Sotoo recuerda a menudo cuántas veces se negó a recibirme, pues yo era una de las tantas chicas japonesas que vienen a visitar el templo. Pero un día encontré un señor que conocía a Etsuro, charlamos un buen rato y, a raíz de ese encuentro, me presentó al maestro escultor. Así empecé a trabajar con él y, actualmente, soy su única ayudante. Al conocer a Etsuro y a sus amigos, empecé a acudir a la catequesis para catecúmenos. En la JMJ de Madrid 2011, trabajando para la exposición “Sagrada Familia. Moved by beauty”, movida por la belleza de esos días, decidí pedir el Bautismo. Así lo testimonié hace poco en el retiro para los catecúmenos, aquí en Barcelona: «Mi padre es católico, mi madre no. Desde muy pequeña he tenido siempre curiosidad por la felicidad que marcaba el rostro y la vida de mi padre. Yo quería ser feliz como él. Cuando llegué a Barcelona, trabajando con Sotoo, sentí el deseo de seguirle. Luego, conocí a Chiara y sentí el deseo de vivir como ella. Mi nombre significa “caminar”. Todos estos hechos iban en la misma dirección. Desde que he descubierto mi camino tengo ganas de correr. Quiero correr tras esa luz que me permite ver más claro, quiero entrar por la puerta para conocer más a Quien habita en esta compañía. Cuando vivía en Tokio mi vida estaba repleta de actividades. Todo eso lo he perdido. Habiéndome despojado de todo, ahora puedo simplemente ser feliz». En la próxima Vigilia Pascual recibiré el Bautismo. Quiero que pidáis por mí.
Shiho

DESPERTAR DE NUEVO A LA VIDA
Carta a los amigos de la Escuela de comunidad de Getafe.
No tengo una historia muy distinta a la vuestra, educación cristiana tanto familiar como de colegio, y una vida conectada a la Iglesia hasta los 22 años. Después no dejé de ser cristiana, ni tampoco practicante, pero sí es verdad que me relajé. Así que llené mi vida de amigos, viajes, excursiones, actividades… luego llegaron Blas y los tres niños. Así he vivido mi vida hasta los 41 años, llena de carreras, pero sin preocuparme por los regalos que Dios me da cada día, y en su lugar, un vacío en el corazón que no conseguía llenar. Por suerte, Dios sigue insistiendo, sabe que la especie humana es bastante torpe. Yo, en particular, además de estar necesitada de algo que no me dan las muchas actividades de cada día, necesito que Dios se ponga frente a mí y me haga tropezar una y otra vez con él, para que por fin, en alguna de estas ocasiones, me atreva a coger su mano y me deje llevar por él en lugar de por la vorágine diaria. Así, Dios ha ordenado mi vida: me ha dado un hijo con la edad necesaria para empezar la catequesis, un marido que me apoya y acompaña, una parroquia, con su párroco y su gente, que nos ha abierto los brazos, nos ha acogido con un cariño que yo necesitaba, y una palabra que me ha entrado en el corazón y me está haciendo despertar y ver más allá de mi propia persona y de mis necesidades y debilidades. Espero no olvidar nunca esto que estoy diciendo. Como se dice en el texto que hoy teníamos para compartir, no puedo limitar el amor por mi marido y mis hijos a mí, porque de esta forma estaría abocado al fracaso. Estoy tan limitada sin la ayuda de Dios, sin las experiencias y la fuerza que todos me transmitís cada día, que no entiendo como he podido vivir hasta ahora. Gracias a todos y cada uno de vosotros porque me habéis planteado dudas y me habéis despertado ilusiones, ambiciones y unas ganas de vivir que no siempre tenía. De hecho, tengo la sensación de haber despertado de nuevo a la vida. Hoy quiero más a mi marido, acepto con cariño (o al menos lo intento) las diferencias que mantenemos y que hace un par de meses me ponían de mal humor. Reconozco la independencia de mis hijos, pero también la necesidad de ayudarles a formarse como personas creyentes a través de mí y de mis obras. Quiero deciros que donde antes buscaba excusas, ahora busco el domingo para celebrar la Misa y compartir la cerveza de después con todos vosotros y espero con ganas el lunes que me toca para disfrutar la Escuela de comunidad.
Rosa, Getafe / Madrid (España)

SORPRENDENTEMENTE…
Querido Julián: Tengo tantas cosas en mi corazón que me gustaría contarte que no sé por dónde empezar. ¡Cómo nos cambia la vida una circunstancia! ¡Cómo a través de la realidad, el Señor nos educa y nos toma haciéndonos cada vez más suyos, incluso a través del límite, de nuestra nada! En mi caso esta circunstancia ha sido mi enfermedad – una metástasis ósea – que poco a poco va minando mi cuerpo, pero va haciendo más grande mi alma. Uno se da cuenta de que no se puede dar ni un segundo más de vida y que vivir es un don, un don de Otro que te ama más de lo que tú mismo te amas. Tomar verdaderamente conciencia de ello me salva, porque ya no es lo mismo: la enfermedad ya no te destruye, porque cobra un sentido. «¿Qué quieres, Señor, con esto?». Esta pregunta abierta, que me mantiene fija la atención en la realidad, es lo que me ha permitido disfrutar del espectáculo que a mi alrededor se está produciendo. En primer lugar en mi propia persona: sorprendentemente esta circunstancia no me aplasta. Y aunque el dolor físico a veces me ahoga, tengo donde ponerlo: se lo doy al Señor porque no quiero que se pierda nada. Intento ofrecerlo todo y unirlo a su Cruz. Después, en mi marido, Carlos: sorprende también su despertar con una nueva conciencia, con sencillez. Tomando en serio, primero, el dolor de ver así a su mujer y después la responsabilidad del trabajo de casa y los cuidados de los hijos. Además de no dejar de cuidarme, me mira con una mirada nueva, verdaderamente ahora es cuando realmente somos un matrimonio, una sola carne. También en mi hija, Patricia, de 24 años. Está en paro (como tantas personas) y tiene su propio drama, pero no me deja de conmover cómo asume el papel casi de madre en la casa: a mí me cuida, me lleva al médico, a los tratamientos; pero también cuida a su padre y sus hermanos; y aún saca tiempo para dar catequesis, estar en Cáritas, y no falla a la Escuela de comunidad. Vive con una certeza que nos deja sin palabras. Te voy a poner un ejemplo para que puedas comprender hasta qué punto mi hija se toma en serio nuestras vidas. Hace unos días yo no estaba en mi mejor momento, estaba angustiada porque el dolor se hacía insoportable, vino, se tumbó a mi lado en la cama y me dijo muy cariñosa: «¿Qué te pasa mami?». Yo le respondí que me dolía mucho y que ya estaba muy cansada, que no quería seguir luchando. Inmediatamente le cambió el rostro y con un gesto desafiante me dijo: «Pero, ¿quién eres tú para decir eso? Mami, aunque no te puedas mover, tú eres mi madre y yo te quiero. ¿Quién decide sobre la vida? ¿Pero no te das cuenta de que el Señor ni siquiera a su Hijo le ahorró el sufrimiento?». Entonces, siendo consciente de la contradicción, le dije: «Ya, es que yo no me quiero morir, pero tampoco quiero dejaros solos como lo hago ahora». Y ella: «Es que tú no nos dejas solos, porque también a través de tu enfermedad, el Mismo que te cuida a ti nos cuida a nosotros; y nos seguirá cuidando cuando tú no estés». Mi propia hija corrigiéndome, dándome la única respuesta que puede estar a la altura de mi sufrimiento. También sorprende el modo en que mis hijos pequeños, Rafael y Fernando, están aprendiendo. Son pequeños (11 y 10 años), pero esta situación les está haciendo crecer en la certeza de que tienen un Amigo grande, grande… que no les abandonará jamás. Y se ve en que preguntan sin miedo y yo respondo sin censurar absolutamente nada, más bien poniéndoles delante que la respuesta siempre es Él y que todo está salvado. Y lo más grande, mi grupo de Fraternidad. Somos un grupo pequeño y peculiar (cada uno con sus cosas); y, siempre ha sido para mí un misterio que se mantuviese porque podemos estar mucho tiempo sin vernos, pero cuando nos juntamos, siempre sucede algo que nos provoca y hace crecer el deseo de estar vivos. A raíz de mi enfermedad todo ha dado un giro: tenemos una relación especial, todos los días el Señor sale a nuestro encuentro de alguna manera que no nos deja de sorprender. Hemos creado un grupo de WhatsApp a través del cual nos acompañamos a diario, y no hay un solo día en el que no podamos reconocer que Dios ha estado grande con nosotros. Hoy estoy segura de que mi fraternidad me es dada, porque así como es, es el lugar en el que están los rostros que el Señor ha elegido para acompañarme en este peregrinar de la vida hacia Él, especialmente en este momento. Hemos encomendado a don Giussani (cuyo nombre lleva nuestro grupo de Fraternidad) que interceda por todos nosotros ante nuestro Señor, para que no nos falte la fe y si tiene a bien me conceda el milagro de la sanación. Muchas gracias Julián por tu fidelidad y por tu paternidad, ofrezco por ti y por la Fraternidad de Comunión y Liberación mi sufrimiento y mi vida.
Toñi, Alcorcón / Madrid (España)

LA FE DEL PADRE RUIZ
Muchas veces os he hablado del Padre Luis Ruiz, jesuita en Macao, a quien en varias ocasiones hemos podido acoger en nuestra casa. Murió el año pasado a los 97 años. 23 años antes, cuando tenía 74, le vinieron a pedir auxilio de una leprosería en la China comunista. Cuando murió había auxiliado a más de 140 leproserías, muchas veces llamado por las autoridades locales, y en ellas ha llegado a atender a más de 10.000 leprosos. Esta Navidad hemos recibido un escrito del Padre Azpíroz, que le sustituye  en la Casa Ricci de Macao. Ya que estamos en el Año de la fe, os transcribo un párrafo de este escrito en el que habla de la fe del Padre Ruiz: «El Padre Ruiz era un hombre de fe. Él creía en el poder de Dios para lograr lo que parece imposible. Él creía en su propia capacidad para colaborar y ser útil a los proyectos de Dios. Por último, él creía en cada ser humano, en su capacidad de amar y de ser amado. Esa es la razón por la que el Padre Ruiz no se guiaba por las primeras impresiones o se bloqueaba por la miseria material, física o espiritual que veía en la vida de las personas a quienes quería servir. Su fe le empujaba a ir más allá. Más allá de lo que veía y más allá de sus propios límites. Su fe le ayudaba a ver más profundamente en el interior de cada persona, y también le ayudó a descubrirse a sí mismo como parte del plan de Dios. Su fe le ayudó a creer en la posibilidad de salvar y desarrollar la humanidad que vive dentro de cada ser humano, sin importar cuán angustiosa la situación de una persona pudiera ser».
María Rosa, Madrid (España)

LOS OJOS DE OTRO
Publicamos algunos pasajes de la carta que una chica de Bogotá envío a su tía para contarle cómo conoció Comunión y Liberación en su colegio.
Tía, ¿te acuerdas de la profesora de la que te hablé un día? Pues ahora somos muy amigas. Hace unos meses, me escogieron para actuar en una obra que teníamos que representar en octubre, para celebrar halloween a la manera italiana. Yo tenía el papel principal. Benedetta nos ayudaba con los ensayos. En esa época yo la estaba pasando muy mal. Mi personaje era italiano, y, por el problema que tengo con mi padre, empezaba a no gustarme la cultura italiana y todo lo que tiene que ver con ella. Tenía dificultad para hacer ese papel, pues he tenido poca educación sobre esta cultura a pesar de ser mi padre italiano. Aprendí a hablar el idioma en el colegio, no en mi casa, no me sentía cómoda y lo quería negar. Un día, esta profesora me sacó de clase para que pudiéramos ensayar los diálogos. Ella me resultaba muy interesante y me gustaban sus clases. Comenzamos ensayando, y en un momento dado le conté todo lo que me pasaba y por qué. Lloré y hablamos un buen rato (desde entonces lloro mucho y cada vez que lloro es diferente; en esa ocasión me sentía muy incómoda, no sabía qué hacer, a dónde mirar, nunca había llorado y hablado así con nadie). Me daba miedo mirarla a los ojos. No era por nada de ella, sino que su  mirada es tan profunda, tan verdadera, se siente algo especial, y yo, nunca había sentido que alguien me mirara a los ojos de tal modo. Después, seguimos hablando en los recreos y ella me ayudaba mucho. Cada vez que necesitaba hablar iba a verla. Así mejoró mi forma de ver las cosas y di lo mejor de mí en la presentación, aunque me causara dolor recordar a mi padre. Pasaron noviembre y diciembre. Yo comenzaba a ver algo diferente en mí. Es una historia larga, ojalá un día cercano tengamos la oportunidad de sentarnos a hablar de esto. Pero en resumen, yo antes era muy diferente, mucho, espiritualmente, estaba mal. Me llamaba “atea”. Digo llamaba, porque en serio no lo era, sino que sólo negaba cualquier cosa que tuviera que ver con la religión católica. Benedetta es católica y procura tener a Dios siempre presente en su vida. Si te contara de cada día… Ni yo lo recuerdo todo, pero cada día fue una lucha. Días lindos, días tristes. En especial recuerdo uno en el que me sentí muy triste, lloré como nunca había llorado, el día más dramático de todos: todas las palabras que ella me dijo las tengo guardadas en mi corazón. Por la tarde, en mi casa, me sentí muy mal, melancólica como nunca antes, sentía una “soledad” falsa, porque yo no estaba sola. Las vacaciones de diciembre han sido días hermosos para mí, cada día lleno de una verdad que se me mostraba en todo, hasta las cosas más pequeñas. Fui a las novenas con sus amigos (nunca antes había asistido a una novena), a veces también nos veíamos para hacer actividades con otras personas del colegio, y finalmente fuimos a unas vacaciones en Llano, con unas personas que ahora forman parte de mí. Las personas que están a cargo de mi colegio son católicas, la directora y algunas profesoras. Ponen en práctica su fe con los estudiantes. Hay un grupo que se llama “Caballeros” para los chicos de 11 a 14 años. Este grupo se ve los lunes después de clase para estudiar, y a veces pasan juntos unos días de vacaciones y hacen actividades. Yo he asistido a este grupo este año. Lo especial es que forma parte de algo mucho más grande, y guarda un secreto, custodia un Misterio que puedes conocer al estar con ellos. También hay otro grupo parecido para los chicos del Liceo, los mayores de bachillerato, y se llama GS. Ambos forman parte de Comunión y Liberación, un grupo religioso creado en Italia, al que aquí en Colombia pertenecen varias personas, entre ellas algunos maestros de mi colegio. Bueno, en resumen, me fui de vacaciones con este grupo. Yo estaba viviendo algo especial y muy lindo con ellos en las novenas, siempre que nos veíamos, me sentía parte  de él, y acepté ir a las vacaciones. Benedetta me había invitado a todas estas cosas, e hice lo mejor que pude hacer, que fue decir “sí”. Hay cosas que significaron mucho para mi conversión, mejor dicho: con ellos viví y vivo el comienzo de mi conversión. Ahora me ha cambiado mucho y no hay regreso a ser como antes, aunque pienso que sin ser lo que fui, no sería lo que ahora soy. Dios permitió que viviera eso para llegar un día a encontrarlo, por más dolor que sienta al recordarlo. Él se me mostró a través de una amistad verdadera, la cual tiene como propósito Él, y sólo Él.
Ahora le doy las gracias por la simplicidad con la cual me llevó a decir “sí”, y por el deseo que tenía antes. No sabía lo que deseaba, estaba confundida, pero encontré la respuesta. Cada día me levanto, y estoy emocionada por el día que va a comenzar, porque ¡me doy cuenta de Él en todas las cosas, hasta las más pequeñas! Y el misterio que vi ese día en los ojos de Benedetta lo pude entender y reflexionar después. Para mí, sus ojos son los ojos de Dios. Es algo fuerte, no todos podrían creerlo, pero para mí es así. Por eso me daba miedo mirarlos la primera vez, pues me estaba retando, pero cada vez me fui metiendo más, y olvidando las cosas superficiales, hasta mirarlos sin ningún problema, con gusto, algo que no se puede explicar fácilmente con palabras. Ahora no todo es color de rosa. Como me dijo un día Benedetta, los católicos viven la vida más dramática de todas, pues viven ante Su presencia, y siempre corren el riesgo de olvidarlo, incluso ante las cosas más bellas y especiales. Pero yo no tengo miedo, estoy feliz e infinitamente agradecida por lo que sucede en mí cada día, y estoy bien al saber que tendré que lidiar con cosas fuertes en mi vida. Tía, estoy muy feliz de contarte todo esto, es algo muy grande, y tú eres de las personas que forman parte de mi corazón y quiero que sepas lo que yo vivo. Gracias, y espero verte pronto.
Valentina

«TU DOLOR NO ES INÚTIL»
Hace 10 días fui sometida a una cirugía, los días previos a esta me sentía llena de miedo, pensaba en las complicaciones que el médico me había explicado y también en lo que vendría después. Esta circunstancia apremiaba toda mi atención y generaba en mí una tensión que tendía hacia algo más grande. Poco a poco me fui dando cuenta que, a diferencia de otras veces, no tenía miedo de sentir miedo, ni de manifestar que lo tenía. Mi camino en el movimiento me ha enseñado que el miedo es parte de mi naturaleza, y que Dios lo permite para que ponga todo en sus manos y recuerde a cada instante que soy hecha por Él. Puedo reconocer mi pertenencia, mi dependencia. Para mí el miedo ya no es indicio de falta de fe. Sé que Cristo se hace presente en medio de la incertidumbre, del dolor, del temor. Unos días antes de la cirugía, una amiga me dijo que siendo este el Año de la fe, me correspondía dar testimonio de la mía en medio de esta circunstancia. «Tu dolor no es inútil»: estas palabras de Benedicto XVI en su viaje a Líbano el año pasado, han resonado en mí en este tiempo de recuperación; a veces ofreciendo el dolor por otros enfermos que no tienen la gracia de saberse sostenidos por Cristo, a veces por los que en medio de su dolor se encuentran solos sin un amigo que les consuele, otras más, por el movimiento de CL en el mundo, por las obras del padre Aldo, por el padre Javier De Haro, para que sea fuerte en su misión, para que acabe la violencia en nuestro país… He descubierto que efectivamente mi dolor no es inútil y nunca lo será si tengo la certeza de saber a Quién pertenezco.
Marcela, Coatzacoalcos (México)

A TRAVÉS DE MIS HIJOS
Querido Julián: El tema que nos propones en los Ejercicios del CLU, ¿Acaso alguien nos ha prometido algo? Y entonces, ¿por qué esperamos?, me parece apasionante y me ha obligado a una reflexión profunda. Nunca me había planteado la pregunta de si se me había prometido algo. He ido haciendo mi camino sin preguntas tan concretas. ¿Espero algo? Sí, yo esperaba, pero en el futuro, no en el hoy concreto. Mi encuentro con el movimiento fue a través de unos hijos que en mi interior tenía perdidos. Todo lo que había trabajado y rezado, intentando transmitir mis fundamentos, quedaba en el vacío. Lo cierto es que Dios va haciendo por mí y me dio la paciencia, unida al llanto, para perseverar en la espera. En un momento determinado, son ellos, “los perdidos”, los que me llevan de la mano hacia un encuentro. Les seguí con cierto recelo pero nunca, pensé, está de más conocer, comprobar y sobre todo estar a su lado, por si se adentraban en un camino extraño. Quería estar ahí como madre. ¡Qué pobre y limitado mi pensamiento! Sólo cabía la posibilidad de que fuese algo bueno, si coincidía con mis cánones y mis modos. Lo que encontré no está fuera de mis cánones, sino que va más allá, pues es el lugar donde he aprendido que mi “yo” es más, cuando me lo devuelve un “tú” que proviene de Otro. Resumiendo, cuando comprendí que lo que busco es ese consejo profundo, sencillo, que en el movimiento se nos muestra con los ejemplos de la vida cotidiana y me hace comprender de qué forma se vive la relación con el infinito. Creo que Giussani también pensó en gente como yo, a la que le cuesta lo abstracto, y su corazón está lleno de búsqueda, de necesidad de oración y de silencio, pero no sabe conectarlo con la realidad cotidiana. He encontrado el camino hacia Dios, he encontrado a mis hijos y sé mirarlos mejor, por lo tanto comienza un tiempo nuevo en mi vida gracias al movimiento, por lo tanto a vuestra compañía.
Mª Antonia, Madrid (España)