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Huellas N.1, Enero 2013

CULTURA / Releer a Tolkien

Coraje de hobbit

Stefano Nembrini

«Una historia que se sigue proponiendo» porque habla de la nostalgia constitutiva de lo humano y del hecho de ser elegidos. Mientras Peter Jackson la lleva a la gran pantalla, un profesor relata lo que encierra la épica del genio inglés. Las vicisitudes de un “Mediano” como nosotros, que nos muestran cómo nace cualquier aventura, desde los pupitres y para toda la vida

Me ha pasado varias veces, he comenzado el curso escolar, en quinto de primaria, con la lectura del primer capítulo de El Hobbit de John R.R. Tolkien. Cuando entro en la clase y los ojos de veinte o treinta chicos de once años me miran fijamente llenos de curiosidad, como alguien que por primera vez se asoma al mundo dejando atrás el umbral de casa, en ese momento es precioso volver a leer con ellos esas páginas; no sólo porque cuentan el comienzo de una aventura, sino porque describen nítidamente en qué consiste el inicio de cualquier aventura.
El Hobbit es ya un clásico leído en muchísimas aulas a partir de los once o doce años. Y el estreno de la última versión cinematográfica nos brinda la ocasión para tratar de entender de nuevo por qué a los chicos les gusta tanto y por qué merece la pena proponérselo. Tolkien lo publicó en 1937. Es la historia de los sucesos que llevan a Bilbo Bolsón, un hobbit decente, después de mil travesías, a enfrentarse a un terrible dragón. Tolkien siembra la historia de argumentos narrativos que desarrollará magistralmente en su obra más célebre, El Señor de los Anillos. Encerraba cierto peligro que el director Peter Jackson, autor de la trilogía cinematográfica tolkiana, se atreviera con esta especie de “precuela”.

«El mundo está ahí fuera». El instante crucial de la historia de Bilbo me parece el momento en el que el tímido hobbit, como se puede ver en la obra maestra de Peter Jackson, se sienta en una esquina de su casa, agotado después de la velada en la cual su tranquila existencia se ve invadida por enanos maleducados, magos misteriosos, relatos de guerras, dragones y tesoros. Allí está, casi esperando que aquellos desagradables huéspedes desaparezcan y todo vuelva a ser como antes. De repente, los enanos empiezan a cantar. «Entonaron el canto grave que antaño cantaron los enanos», escribe Tolkien, parecía que surgía de «lo más hondo de las viejas moradas»: «Más allá de las frías y brumosas montañas / a mazmorras profundas y cavernas antiguas / en busca del metal amarillo encantado / hemos de ir, antes de que el día nazca…». Un canto que evoca tierras lejanas, dragones y elfos, fuego y espadas. Evoca a las montañas, límite del pacífico pueblo de la Comarca. El célebre escritor inglés describe así ese instante: «Mientras cantaban, el hobbit sintió dentro de él el amor de las cosas hermosas hechas a mano con ingenio y magia; un amor fiero y celoso (…), y deseó salir y ver las montañas enormes, y oír los pinos y las cascadas, y explorar las cavernas, y llevar una espada en vez de un bastón». ¿Qué ha sucedido? Que, al escuchar el canto, brota una nostalgia profunda en el corazón de Bilbo, una nostalgia capaz de traspasar la coraza de la rutina y la comodidad de la vida de un hobbit. Viene acompañada de la sensación de algo que es desconocido y atrayente al mismo tiempo. El comienzo para Bilbo está ahí, en la discreción y la intimidad de ese instante, en aquel canto que toca las cuerdas más profundas de su alma y le hace presentir que las cosas grandes de la vida, inmensas y fascinantes, le llaman. Me gusta mucho recordar esto a quien comienza conmigo la aventura del curso escolar, que ciertamente está hecho de pizarras, libros y cuadernos, pero no sólo: como sabe muy bien el mago Gandalf, «el mundo no está en tus mapas o en tus libros. Está ahí fuera».

El héroe mediano. Lo primero que surge en Bilbo es esta nostalgia: un sentimiento que hunde sus raíces en lo profundo, tan profundo como lo es nuestra infancia, cuando jugábamos con espadas de madera en medio del bosque o escuchábamos las historias que contaban los abuelos sentados en torno al fuego. La nostalgia por las montañas, dirá Bilbo sesenta años después: porque esta, una vez que se despierta, marca la vida para siempre. Es cierto, también las raíces tienen el riesgo de morir, si se profanan mediante una cultura que habla poco a nuestros chicos de lealtad, coraje y honor. Sin embargo, las raíces profundas no se secan. De lo contrario, no se podría explicar el gusto que invade a los estudiantes cuando les introducimos en la belleza de la épica. Y no se podría explicar el silencio de aquella noche en el cine cuando, sobre un público joven que, un momento antes montaba barullo y se reía de los tristes anuncios de las películas comerciales de Navidad, caló de repente un silencio total ante las primeras escenas de El Hobbit, cuando la muerte y la destrucción se abaten sobre la ciudad de Dale, o cuando los enanos cantan su ardiente deseo de volver a tener un hogar.
El segundo aspecto que siempre me sorprende, y también a los chicos, es que el protagonista de esta llamada, y de la nueva vida que de allí nace, es un hobbit. ¿Por qué una criatura como Bilbo, un Mediano, suscita una correspondencia inmediata, una gran simpatía? Lo he entendido mejor esta mañana, cuando en clase hablábamos del coraje. Reflexionábamos acerca de que la expresión “tener corazón” no indica un don que se le niega a los que carecen de fuerza física o inteligencia, sino una virtud que concierne a lo que se ama en la vida, y por lo tanto a algo que es accesible para todos. Como diría Manzoni, sólo el amor es intrépido y cualquiera puede amar. De repente un alumno, uno de los que en este mes está devorando El Hobbit (después de un poco de publicidad por mi parte), exclama: «¡Pero si es lo que está descubriendo Bilbo!». Es verdad, he pensado, aquí está la genialidad de Tolkien: no convertir en protagonistas de su épica a los magos o al rey, sino al hobbit, a los Medianos. ¡Cómo se puede sentir Mediano un chico de once años (o de dieciocho, treinta o cincuenta…)! ¡Qué pequeños y frágiles podemos sentirnos todos delante de la vida! Pero es sorprendente descubrir que podemos ser Medianos y ser elegidos, llamados a la aventura más extraordinaria, hasta llegar a ser protagonistas de la historia. Hasta llegar a ser de verdad un Mediano confortado y sostenido por los que son mejores que nosotros: «He descubierto que son las pequeñas cosas buenas de las personas corrientes las que mantienen a raya la Oscuridad… ¿Por qué Bilbo Bolsón? Porque me infunde coraje», confesará Gandalf.

La vida es un viaje. Nostalgia, por lo tanto, y el coraje que viene de ser elegidos. Cierto, a Bilbo no se le evita el momento de la decisión, la responsabilidad de decir: aquí estoy. Como en la espléndida escena reinventada por Jackson en la cual Bilbo se despierta la mañana después de la llegada de los enanos: está solo, la casa está en orden, todo está como antes. Casi le parece que haya sido un sueño y le toca decidir. Pero sobre todo lo demás prevalece en Bilbo la nostalgia profunda que había conquistado su corazón la noche anterior. Y empieza el viaje, incluso olvidando los pañuelos.
Emprenderá un camino en el cual no verá descanso: podrá disfrutar de la belleza infinita del mundo, de las armaduras deslumbrantes de los elfos en las Cascadas de Rivendel (hay que agradecer al director neozelandés su amor a los paisajes, a las puestas de sol y los amaneceres de su Tierra Media). Y deberá mirar a la cara al mal, un mal que se puede llamar por su nombre, sin la ambigüedad y la tortuosidad del mundo de hoy (por la cual una de mis alumnas me contaba orgullosa que se había disfrazado en Halloween de Caperucita Roja, pero con la cara deformada por «los jugos gástricos del lobo»: es la muerte del cuento, porque al final vence el mal). Cada paso, cada alegría y cada herida convertirán en sí mismo cada vez más a Bilbo, convencido de que la lucha está en retomar el camino en cada instante y en descubrirse capaz de tener piedad, como sucede en los antros oscuros de Moria.
Por todo esto considero que la épica contemporánea de Tolkien es de veras un bien precioso, para nosotros y para nuestros chicos. Es necesario seguir proponiendo esta historia, para recordarnos que la vida es de verdad un viaje inesperado y una aventura fascinante.
El camino es sencillo, tanto en la Tierra Media como cada mañana en clase: que cada uno pueda repetirse las palabras que Balin dice a sus compañeros, relatándoles la batalla entre orcos y enanos, en la cual había visto al joven Thorin enfrentarse al terrible cabecilla enemigo: «Entonces pensé: este es alguien a quien podría seguir. Este es uno al que podría llamar rey».


“TOLKIEN EN ENCUENTROMADRID 2013”

Una exposición mostrará la capacidad que tienen sus relatos para hablar directamente al corazón del hombre. Sus obras van mucho más allá del fenómeno “friki”. Para cualquier Mediano una “eucatástrofe” es la única esperanza

Pablo Pardo

En la próxima edición de EncuentroMadrid, cuyo lema está tomado de la poesía de Eugenio Montale “El viaje”, tendrá lugar una exposición sobre la obra de Tolkien. En ella se pretende acercar a todos los visitantes la experiencia de que la vida es una aventura en la que todos – hasta los más pequeños – estamos llamados a ser protagonistas. Por supuesto, es imprescindible que nuestra libertad diga sí a la propuesta que se nos hace y que nos saque de nuestro “agujero hobbit”. Pero también será necesario que un imprevisto nos rescate cuando la aventura supere nuestra capacidad, en ese momento “Un imprevisto es nuestra única esperanza”. Tolkien definió ese imprevisto que salva, tan habitual en sus novelas, como “Eucatástrofe”.
En muchas ocasiones la literatura de este autor, y por tanto el cine basado en ella, se aborda como propio de adolescentes o como parte del fenómeno “friki”, tan habitual en nuestra cultura, una cultura que carece de la explicación para el sentido de la vida. Por ello, y para no mirar al vacío que se abre en la existencia, muchos ponen en el centro de su vida algo anecdótico y marginal y se convierten en “frikis”. Desde esta posición, para muchos, el interés por la obra de Tolkien quedaría homologado al que puede despertar “Stark Trek”, “Star Wars” o incluso Eurovisión.
En cambio, la exposición plantea la capacidad que tienen los relatos de Tolkien para hablar directamente al corazón del hombre abordando temas como la naturaleza, el mal, la compañía, la libertad, el destino o la muerte, en definitiva tratando la Verdad de la existencia humana. Esta capacidad se explica partiendo del concepto de mito que tenía Tolkien. Proponía que los mitos son verdades inefables y que como tales deben ser contadas a través de relatos para poder ser explicadas y comprendidas.
Se abordarán algunos de los temas fundamentales en la obra del autor creando espacios diferentes para cada uno de ellos. Luego, a través de un recorrido por esos espacios, irá proponiendo al visitante la lectura de textos breves de Tolkien en los que se muestra el planteamiento de cada uno de esos temas en su obra. La exposición finalizará planteando una hipótesis explicativa sobre la influencia de la literatura de Tolkien en el mundo contemporáneo y su capacidad para tocar el corazón de las personas de cualquier condición. En esa hipótesis la obra de Tolkien aparece atravesada por una Gracia, también imprevista, pero fácilmente experimentable.