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Huellas N.9, Octubre 2012

BREVES

Cartas

A cargo de Carmen Giussani

LAURA, CONMIGO PARA SIEMPRE
Querido Julián: Trabajo como psicóloga en un hospital, y me ocupo de los embarazos. Laura y su marido habían buscado durante mucho tiempo tener un hijo. En febrero llega ese embarazo tan deseado, y en marzo le diagnostican a Laura un tumor en los pulmones con metástasis en gran parte del cuerpo. En la primera visita no le dan ninguna esperanza de vida si sigue adelante con el embarazo, y le recomiendan su interrupción. Laura está decidida a seguir adelante, y su marido la apoya, a pesar de sentir también rabia por la decisión de su mujer. Se dirigen al Instituto Oncológico Europeo, en donde se decide que continúe el embarazo bajo estricto control en la clínica Mangiagalli y que después del parto comience el tratamiento. Cuando Laura ingresa en la unidad de Patología del Embarazo, mi jefa me habla del caso haciéndome percibir lo dramático de la situación, y me pregunta: «¿Te sientes con fuerzas para atenderla?». Yo pienso: «¿Por qué ella no se siente capaz?», y enseguida le doy mi disponibilidad. En las caras de las personas que trabajan conmigo en la unidad se hace patente lo dramático de la situación. Antes de conocer a Laura, me encuentro con una matrona que me dice que tratan de entrar lo menos posible en la habitación, porque es un peso demasiado grande, y un ginecólogo me dice: «yo trato de entrar únicamente para lo mínimo imprescindible, porque ya sabemos cómo acabará». La primera vez que entro en la habitación de Laura le explico, como hago habitualmente, el servicio que ofrece el hospital, pero me doy cuenta de que no sé bien qué hacer y me quedo poco tiempo. La vez siguiente entro casi de puntillas, me quedo a solas con Laura y me empieza a hablar de ella misma, de los dolores agudos que tiene, de que le cuesta comprender por qué, después de un milagro, ha recibido un “castigo”. Según pasa el tiempo, me doy cuenta de que mi imagen profesional “habitual” no aguanta, no encuentro asideros, mientras se reabren en mí las mismas preguntas que tiene Laura, el mismo grito que tengo yo y que me llevó fuera de la habitación. Empiezo a intuir que no es problema de mi capacidad y que hay algo más. Lo único que consigo decir es: «Aquí estoy». Laura hace surgir de nuevo mi humanidad necesitada dentro de mi papel como profesional. Cuando le cuento mi encuentro a la ginecóloga de oncología, me mira a los ojos y me dice: «También te ha removido a ti, psicóloga, ¿eh? Estamos buenos…». Es verdad, me ha tocado de verdad, y me doy cuenta de que entrar en la habitación de Laura llega a ser una necesidad para mí. Paso siempre que puedo aunque sea sólo para saludarla. Entretanto, sus condiciones se van agravando, las metástasis se extienden y el dolor se vuelve cada vez más insoportable. Laura y Marino, casados por lo civil, piden el sacramento del matrimonio, que es celebrado en la capilla del hospital. Se conmueven al decir su “sí” y cuentan que inesperadamente todo es más verdadero y nuevo que hace tres años. Con el rostro sereno, Laura me dice: «Es un milagro». Ahora su mayor miedo es no llegar a conocer a Nicola, su hijo. Laura ha colgado en la pared que hay delante de su cama un póster con la imagen de las montañas de las que procede, y que ella ama tanto por su belleza. Le digo que si su deseo es conocer a su hijo tiene que apostar por ello, mirar hacia lo alto, como cuando mira la cima de sus montañas. Laura sonríe y me responde: «Esperemos que el Señor me conceda esta posibilidad». Y yo le digo: «Pidámoslo juntas». El 18 de junio le provocan el parto a Laura en la semana 27 de gestación. Los médicos están asombrados por el peso de Nicola, que corresponde a un niño de más meses. Las condiciones de Laura son graves, pero ella tiene el rostro feliz de quien recibe un regalo. Le traigo una postal del Mont Blanc de mis vacaciones en La Thuile para recordarle lo que habíamos pedido antes del parto: la imponencia de esas montañas me recordaba ante todo mi deseo infinito. Cada vez que nos vemos Laura me pregunta: «¿Volverás?», y yo me sorprendo respondiendo sin sombra de duda: «Sin duda, mi Padre es tu Padre». Un día empiezo la jornada con una pregunta que me había suscitado la Escuela de comunidad la noche antes: «Laura, ¿es del cáncer? Y yo, ¿de quién soy?». Ese día me entero por las matronas que las condiciones de Laura se han agravado. Entro en su habitación, y me descubro temblando llena de miedo ante su sufrimiento, mientras Laura, con el hilo de voz que tiene y el rostro contento y seguro me invita a beber un té y a sentarme. Me quedo con ella, y de nuevo me pregunta: «¿Volverás?», y yo le digo de nuevo: «Por supuesto». Cuando salgo entro en la iglesia, me arrodillo y me sorprendo diciendo: «Jesús, Laura y yo somos tuyas, hoy un poco más que ayer». Al preparar el traslado al Instituto Oncológico la anestesista le pregunta a Laura: «Señora, ¿necesita algo?», y ella responde: «Sí, no me dejéis sola». ¡Qué impresión! Uno se esperaría que pidiese algo para paliar el dolor, y en cambio me dice de nuevo: «No escapes de tu humanidad», manténte ante ella. Dos días después, un domingo, voy a visitarla, y se sorprende al verme fuera de mi trabajo, yo también me sorprendo. Se despide de mí preguntándome de nuevo si nos veremos otra vez, y esta vez añade que un día vendrá ella a verme por su propio pie. Al día siguiente Laura sufre dos hemorragias intestinales. Al pensar en ella, repito: «Jesús, sálvala, según tu voluntad, sálvala», hasta que otra petición sustituye a aquella: «Jesús, sálvame también a mí». Estando ante Laura, Cristo ha despertado toda mi humanidad dentro de mi profesión, y ha salido a buscarme como un Padre justo allí, cuando más creía que tenía que defenderme. Laura volvió al Padre el 26 de junio.
Marta

ENTENDER Y PERDONAR
Querido Julián: Preparando la Escuela de esta semana he entendido cómo mi humanidad es un recurso para reconocer a Cristo. Desde pequeña no entendía que en el dolor que me producían las cosas pudiera haber algo bueno y a menudo me quejaba. Siempre llegaba a la conclusión de que mi corazón estaba mal hecho y creía que las cosas me afectaban porque era un poco sensiblera. Durante cuatro años, por el trabajo de mi marido, estuvimos trabajando y viviendo toda la familia en una preciosa obra de la Iglesia que tenía como fin la educación de jóvenes. También estaban con nosotros varios amigos con los que ahora formamos un grupo de Fraternidad y un viejo amigo sacerdote también del movimiento. Fueron años duros de trabajo y sacrificio, en los que tocó tomar decisiones muy difíciles, otras veces a más de uno le tocó, literalmente, no dormir… y donde surgió entre nosotros una amistad que es uno de los regalos más valiosos que he recibido en la vida. En el cuarto año se empezaron a ver los frutos, empezó a florecer lo que se nos había encomendado. Y, sin embargo, los responsables de la dirección de esta casa, con quienes muchos de los cuales teníamos una amistad de años, nos invitaron a salir de un modo que resultó hiriente. Esto fue duro en muchos sentidos, sobre todo yo lo viví así al ver cómo trataban a lo que más quería que eran mis amigos y mi marido. También fue duro económicamente, para una familia grande como la nuestra, y hubo que tomar decisiones fuertes que cambiaron completamente mi día a día. Preparando escuela entendí todo lo ocurrido leyendo esto: «Jesús les mira con una ternura llena de afecto y les dice: Pero, ¿no os dais cuenta de que esto no es suficiente? No os alegréis por esto, porque ya sabéis que con el paso del tiempo dejará de bastaros. Sólo la relación conmigo puede saciar vuestra sed». Era como si Jesús estuviera diciéndonoslo a todos nosotros. Y de pronto fui consciente de su gran ternura, de que no le bastaba nuestro éxito, nos quería a nosotros. Después de cuatro o cinco años, por fin, he entendido. Ahora sé que mi deseo de infinito o el dolor que me produjo todo aquello, la herida de estos años, es un recurso para reconocerle, para ser más consciente de mi grandeza. Así es mucho más fácil vivir, mirar todo lo ocurrido y a cada una de las personas que tomaron esa decisión. Sé que puedo mirarles con la misma ternura que Dios tiene conmigo.
Isabel, Madrid (España)

VACACIONES CON ALCALÁ DE HENARES
Hace años escuché en una Escuela de comunidad que Don Luigi decía que había que llegar a lo más bajo para nacer de nuevo. No comprendía a qué se refería aunque el Señor ya me la estaba preparando. He caído realmente bajo. El camino que he realizado en mi vida de unos años aquí me ha resultado realmente difícil, creía que remaba contracorriente una y otra vez. Hace tiempo que la vida no me ha dado tregua y he pedido continuamente que la realidad que me rodeaba cambiase de aspecto sufriendo muchísimo. Había llegado a pensar que todo en mi vida lo había hecho mal y que yo era un absoluto fracaso. Casi arruinada, sin trabajo y con una fatiga extrema me sentía constantemente puesta a examen. Me daba la impresión de que no daba la talla para nadie. Entonces alguien te dice que eres preciosa a los ojos de Dios y que Cristo me quiere a mí, entera. Mi marido, mi hijo y yo hicimos un esfuerzo (el mismo esfuerzo que realizamos para acudir a diferentes gestos que nos propone el movimiento) y acudimos a las vacaciones de Tortosa con amigos de Alcalá de Henares y entonces vuelve a suceder, es decir, a acontecer. ¡Es una pasada! Conocía a algunas personas, a otras de vista y a otras era la primera vez en mi vida que las veía. Mi familia y yo nos sentimos en casa desde el principio, en la piscina, en la playa, en los juegos, testimonios, película, exposición… Esto sólo para empezar. Estamos realmente agradecidos a Dios por estas vacaciones que han sucedido a través de personas con rostros concretos. Los de Alcalá de Henares son como un tablero de ajedrez, Dios es un fenómeno porque no lo ha podido hacer mejor. Distintos y hermosos todos. Cristo ha vuelto a salir a mi encuentro de nuevo a pesar de mi fragilidad, a pesar de la porquería que sentía en mi interior y a través de personas que se encuentran a 400 km. de distancia. Para mí estos son hoy mis maestros. Cada uno de ellos era una historia y un verdadero héroe en la vida (Maruja, Luis, Silvia, Eva, Jesús, Carmen, Helena, Heradio, Mª Jesús, Hortensia, Alexis, Jesús María, Paloma, Tomás, Paco, Isabel, Elisabet, Juan Miguel…). Personas capaces de construir a pesar de cualquier circunstancia pasada, el dolor, ser capaces de reír a carcajadas y remar juntos contra corriente. Trabajar juntos para preparar las vacaciones, que menuda pasada, eso es dar la vida. Cada cual con sus preocupaciones pero dando la vida por Cristo y dándonoslo a nosotros. Doy gracias especialmente a Alexis y a Hortensia, “Horten”, por el testimonio de su vida, por haberme hecho partícipe de su historia. Personas que construyen a través de su humanidad y a pesar del dolor. Entonces te das cuenta de que el problema no son los demás, ni las circunstancias ni lo que crea que se opina de mí. El problema de mi vida soy yo ante la realidad, y enterarme de una vez por todas a Quién pertenezco y de Quién estoy hecha, y de que yo puedo mover mi libertad para darle más gloria y dar testimonio de Él o quedarme en mi “estiércol”. Pero esto sigue siendo un trabajo, un camino muy duro en muchas ocasiones lleno de trampas a las que tener que sortear. Mi torpeza sigue apareciendo en algunas ocasiones, no puedo evitarlo. Por eso son tan necesarios los amigos que el carisma nos da, para que nos ayuden a mirar a Aquel que sudó sangre por nosotros. Merece la pena que nos queramos de verdad como Él nos quiso y nos cuidemos bien porque todo lo demás dice justamente lo contrario. Mi petición es ésta y es que nos ayudemos a caminar juntos hacia el Padre, a mirar en la misma dirección, Cristo, a pesar de nuestro límite, la distancia o la fragilidad a través del carisma que nos ha aferrado.
Dori, Noáin / Pamplona (España)

CIELITO LINDO EN SIBERIA
Cuando el pasado mes de julio, los amigos de la comunidad de Cuernavaca me despedían con Canción mixteca, escribiendo en la pizarra «el corazón de Siberia es tan cálido como el de Cuernavaca», me parecía una sana hilaridad con el objeto de no olvidar todo lo vivido en México. Llegado a Novosibirsk, el domingo 16 de septiembre nos reunimos la pequeña comunidad parroquial de Akadem Gorodok (La Ciudad Académica), junto a la del movimiento de CL para celebrar los 17 años de ordenación sacerdotal del padre Alfredo Fecondo (Fec), compañero de misión. Misa, comida, paseo por los alrededores, “chai” (té) y cantos. Mi sorpresa fue cuando escuché cantar Cielito lindo, ¡en español!, a los nuevos amigos rusos. Enseguida la imaginación voló en el espacio de 17.000 kilómetros y en el tiempo de ocho años, y trajo a la memoria las fiestas y celebraciones en los salones de la parroquia, los paseos y vacaciones con las familias, los universitarios, los juveniles… Ciertamente cualquier corazón se vuelve “cálido” si se deja sorprender por lo que sucede. Novosibirsk está en el centro geográfico de Siberia, la tierra inmensa e infinita de Rusia que va desde los montes Urales en el occidente europeo hasta la península de Kamchatka, frente a Japón. Al norte, el polo ártico y al sur, la frontera con Kazakstán, China y Mongolia. La ciudad tan sólo tiene 120 años y fue creada como lugar estratégico y comercial. Tras la caída del comunismo soviético en 1991, se han abierto nuevas posibilidades sociales, culturales, económicas y religiosas. La naturaleza, con el río Ob y los bosques de álamos y pinos, abraza la ciudad. Ahora estamos en pleno otoño, llamado žolotoi osen (otoño dorado) por los verdes, amarillos, rojos y anaranjados de los árboles, en contraste con el azul del cielo en días claros. Es el suspiro último antes de que el invierno lo adormezca todo con su manto blanco. Mi vida de este primer mes en Rusia es la de un estudiante. Todos los días, de lunes a viernes, junto con los seminaristas italianos Paolo y Beppe, vamos a clase de ruso. Es como una vuelta al cole, donde en una misma semana pasas por el kínder o maternal, ya que aún “no sabes hablar”, por la primaria donde te enseñan a “leer y escribir” estas letras rusas que parecen del revés, por la secundaria aprendiendo a “construir frases sin errores gramaticales”, por el bachillerato al comprender mejor la historia y la vida de un pueblo y, por último, por la universidad al estar rodeado del ambiente estudiantil. Cuando entro en la universidad, incorporándote al río de alumnos que se dirigen a sus aulas, siempre recuerdo los viernes de Escuela de comunidad con los universitarios en la UNAM. De momento, hemos hecho algunas amistades. Podría parecer una locura haberlo dejado todo en México, para ir “al otro lado del mundo” en las antípodas no sólo geográficas, sino culturales, sociales y lingüísticas. Y, sin embargo, cada día estoy más cierto que es el lugar que mi corazón y el Señor piden, ahora. Don Massimo Camisasca, hasta ahora nuestro superior, en una bella carta escrita a los miembros de la Fraternidad con motivo de su nombramiento como futuro obispo de Reggio-Emilia (Italia) nos ha dicho: «sabemos por experiencia que el amor puede, por don del Espíritu, distribuirse sin disminuir». Es la experiencia de un gran amor recibido lo que permite que todo se convierta en acontecimiento y novedad, sumando no restando. Este amor lo experimento cotidianamente en la vida de la Casa, formada por cinco más uno. Los cinco somos Fec, Francesco, los dos seminaristas y yo, y el “uno” es el Señor, ya que en la Casa tenemos capilla. Rezar juntos, hacer la compra, cocinar, comer, vivir el lunes como día de la casa, afrontar cualquier dificultad… te permite no concebirte solo. La Casa no deja que el corazón hiberne adormecido, vuelve perennes las mil y una cosas del día que como hojas de otoño después de un fugaz resplandor dorado, desaparecían por sí mismas. La Casa es la memoria viva de Cristo. Agradezco todas sus oraciones y ofrecimientos que, sin duda, llegan y sostienen cada día nuestra misión. Pido por cada uno de ustedes, como amigos y compañeros de aventura.
Javier de Haro, FSCB (Novosibirsk)

Sobre el rock
«POR FIN ENTIENDO DE DÓNDE VIENE MI CANTO»
Querido Julián: En Rímini acompañé a muchas personas a ver la exposición sobre el rock. Entre otros, acompañé también a una cantante de jazz, una mujer que da muchos conciertos, ha publicado varios discos y lleva años en ese mundo de la música. En un momento dado, mientras caminábamos por la exposición y le estaba leyendo algunas frases de los paneles, se echó a llorar. Las lágrimas le caían de los ojos en silencio. Le pregunto: «¿Todo bien?». Me contesta: «Sí. Es que por primera vez entiendo qué es lo que estoy intentando expresar cuando subo al escenario y canto». Ella, agnóstica, en las palabras de la exposición encontraba expresada y respondida su pregunta; ¿qué es lo que me mueve a cantar?, ¿qué es lo que trato de expresar? Para mí, fue el momento más hermoso de todo el Meeting. Estamos dentro de un historia que nos desborda y que llega adonde Otro quiere.
Walter, Padua (Italia)

LA CERTEZA
Siempre he sido aficionado a los toros, afición que hace un año se convirtió en una obsesión, un “falso infinito” que me llevó a perder el norte e incluso a que la relación con mi mujer y mis hijos  llegara a deteriorarse y mi vida empezara a perderse.
Este año los Ejercicios de la Fraternidad en Ávila coincidieron con las mejores corridas de la Feria de Abril de Sevilla, pero algo había cambiado en mi vida; vuestra compañía y el encuentro con Cristo hicieron que en lugar de ocupar mi asiento en los tendidos, estuviera en el auditorio de Ávila con mi mujer, oyendo conmovido lo que Julián me proponía. Ese mismo día recibí un SMS de uno de mis amigos de correrías taurinas que decía: «Manzanares corta cuatro orejas en Sevilla y tú rezando en Ávila...». Nunca en mi vida había tenido la certeza de estar en el lugar adecuado y con la compañía que quería estar, con aquella que el Señor había puesto en mi vida para que floreciera mi verdadera humanidad.
Lolo, Osuna / Sevilla (España)

EVANGELIZADOR DE MADRUGADAS
(O, cómo desde la infancia se forja un alma)
Todavía la piedra centenaria
de las calles históricas
de Almodóvar del Campo memorizan
la pisada infantil del que un día fuera
Evangelizador de Andalucía.
De los aleros de sus casas penden
sonrisas de ese niño, susurros
de otras lunas,
pedazos de memoria que guardan todavía
jirones de su casta luchadora,
retazos de oraciones
que llenan con aromas de alcanfor
los resquicios donde el silencio mora.

Y es que Juanito, solo, correteaba
las callejas desnudas y embarradas
como bruma descalza, como cierzo ligero,
de Almodóvar del Campo azuzando a las sombras
con canciones y rezos y ese brillo que ondea
en la piel o en los ojos de los que ven la vida
desde el otero virgen que dibuja la fe.

Juan se extasiaba viendo
la cigüeña que, a modo de veleta,
bailaba en las almenas,
oteaba las nubes,
zurciendo, cuando el vuelo, de arabescos
todos los plenilunios
sobre la Torre – herida y desdentada –
del Homenaje
del Castillo, que se iba desangrando, de Almodóvar.
Soñaba, desde niño, con ser libre:
ser cíngaro o ser mar, tal vez paloma…
anhelaba volar,
volar,
volar,
ir sembrando la estela de su albura,
ir dejando prendidas devociones
defendiendo a sus pobres
en los caminos yertos de la Mancha,
en suelos andaluces o extremeños...

El trotador de almas
halló en Fray Luis – su amigo – de Granada
el reverso de una moneda idéntica,
y juntos, con la fuerza
que la fe precipita entre sus elegidos,
arracimaron vida a los silencios;
lunas llenas, sus pasos,
candilearon sombras y senderos
de la mano de Dios; juntos, apasionados,
forjaron devociones y fervores
como quien forja el barro o la caricia,
y zancadillearon
inquisidores ojos y amenazas.

El Apóstol de almas
hilvanaba utopías y era feliz
acercando el saber,
dejando su semilla fundadora
en Baeza, en Priego…
haciendo que su verbo iluminado
fuera astrolabio que acercaba al pozo
de la fe.
   
Su entrega secular y su entereza
impulsaron sus pasos hacia otros horizontes,
hacia otros ojos nuevos que anhelaban su voz,
igual que mayo anhela el sueño de ser flor.

Fueron la luz, los campos, el aire de Almodóvar,
donde el joven Pastor, que luego fuera
Mensajero de Dios,
moldeó su entereza, aprendió
el arduo magisterio de la entrega,
recibió las primeras señales del Amado,
supo que el horizonte y las fronteras
eran, sin más, palabras,
desafíos.

Conviene, pues, llegar a este paisaje
con la mirada fresca
y el asombro dispuesto, porque acaso
(la Historia es una ola que se aleja y nos mira
para, tras un suspiro, rescatarnos)
detrás de alguna esquina nos sorprenda
el hálito de espuma,
la pisada silente del que fuera
Doctor – desde la entrega – de la Iglesia,
Apóstol – por amor – de Andalucía.

(Manuel Laespada Vizcaíno gana el I Certamen de Poesía “San Juan de Ávila” con la obra Evangelizador de Madrugadas, 21 de septiembre de 2012)

EL CAMINO DE MIRIAM
Al leer el punto «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí», recordaba toda mi historia, cómo mis amigos me han acompañado tomando en serio mi humanidad, cuando yo estaba muy lejos de entender. Pero siempre había tenido la curiosidad de saber cómo podían ser tan diferentes de las personas que uno normalmente encuentra, y eso me movió a seguir este carisma. A medida que pasaba el tiempo, se volvían más claras las razones del porqué estas personas podían acompañarme de esta forma. Hoy día yo también puedo estar frente a mis hijos – y de manera especial ahora que me toca acompañar a mi hermano y su esposa – con juicios claros, con una propuesta, y una compañía que es el lugar donde aprendo a querer y mirar a los demás como Cristo lo hace conmigo. Miriam, Asunción (Paraguay)