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Huellas N.9, Octubre 2012

CULTURA / Paul Harding

«Allá fuera hay algo de perfecto»

Luca Fiore

«Estamos limitados a lo que podemos ver y tocar. Pero esto mismo nos dice que en el universo hay más…» Del béisbol a la teología (pasando por Kant, la Biblia y Moby Dick), cara a cara con PAUL HARDING, ex batería de rock que ha ganado el Premio Pulitzer con su primera novela. Y que, escribiendo, ha descubierto algo: «Si penetras en la inmanencia, descubres lo transcendente»

Paul Harding abandonó el grupo. Eran los Cold Water Flat y Paul tocaba la batería. En los años noventa, grabaron un par de discos y salieron de gira por Estados Unidos y Europa. Después Harding rompió con el rock y decidió ser lo que siempre había querido ser: un escritor. Se inscribió en un curso de escritura creativa en Nueva York. Después se hizo a su vez profesor de escritura en Harvard y en la Universidad de Iowa. Sacó la novela del cajón en el 2009. Los grandes editores la rechazaron y fue una pequeña editorial la que lo publicó. Tinkers (Arrow, Random, 2010) fue un éxito que le valió el Premio Pulitzer 2010 de literatura. El libro cuenta la historia de George Washington Crosby, un reparador de relojes, un tinker, que en el lecho de muerte, recorre la historia de su vida y la difícil relación con su padre Howard, enfermo de epilepsia. Cuando cuenta cómo nacen sus historias, Harding dice que es como si tuviese una aparición de la versión perfecta del relato. «Es un poco la idea platónica. Y la escritura es el intento de dar cuerpo a esta especie de obra de arte perfecta. Pero es un proceso que no funciona nunca. El resultado es imperfecto. Pero creo que es precisamente la imperfección del resultado lo que hace que el corazón del lector tiemble y se sobresalte». La imperfección. Es extraño que se acabe hablando de esto con uno de los escritores más populares de América.

¿Esta relación con la perfección es algo que se refiere sólo al arte o también a la vida?
Probablemente se refiere también a la vida. Sin duda mi manera de expresarme es la escritura, que es de lo que consigo hablar mejor. Pero en el deporte americano, en el béisbol por ejemplo, se habla de perfect game, el “partido perfecto”. A cada ámbito de la vida corresponde una idea de perfección. No es una exclusiva del arte.

Cuando se lee su libro y se le oye hablar parece que usted tiene bastante confianza en las cosas tal como son. Es extraño, porque hoy domina el miedo y la incertidumbre por lo que puede suceder. ¿De dónde nace esta confianza?
Estoy muy influenciado por la teología. Es extraño porque no he nacido en un contexto religioso. Sin embargo creo que la teología es una especie de forma narrativa de la filosofía. En particular la judeo-cristiana. La teología se plantea el problema de la transcendencia y de su relación con las cosas inmanentes. A mí me interesa, ante todo, el problema de la inmanencia y la idea de que somos llamados a ser conscientes de la vida que hacemos. Creo que no hay mayor tentación para el hombre que mirar a otro lado, al margen de la vida tal y como es. Sí, la vida es dura y quisiéramos que fuese mejor. A costa de rechazar las cosas que nos suceden. Pero el principio estético que persigue la vida es el de entrar dentro de las cosas, cada vez más a fondo.

¿No le parece un proceso opuesto al de la teología?
Claro, es una especie de paradoja. Dios es transcendente, pero el modo que usa para demostrar su transcendencia es ser inmanente. Esta además es la idea de fondo del cristianismo. Es la idea de que nosotros somos inmanentes y transcendentes al mismo tiempo. Y en nosotros hay una especie de dialéctica que nos hace oscilar entre los dos polos. Pero cada polo no tiene significado fuera de la relación con el otro.

El New York Times ha publicado que usted es un apasionado lector de Karl Bath. ¿Cómo un ex batería de rock llega a leer un autor de esa clase?
Bueno, ya leía algunos libros cuando tocaba la batería… Una cosa no quita la otra (ríe; ndr). Pero para eso hay que remontarse a mi amistad con Marilynne Robinson (Premio Pulitzer 2005; ndr), mi primera profesora de escritura creativa. Era profundamente religiosa. Cuanto más la conocía, más la admiraba. Entonces le pregunté cuál era la fuente de su inspiración. Ella me hizo entender que era la religión. Así empecé a leer libros de teología. Al principio era un medio para conocer mejor a Marilynne. Después la cuestión me aferró por entero. Es de una fascinación inagotable.

¿Por qué?
Creo que la Biblia, el Antiguo Testamento en particular, es como una novela. De hecho creo que la mejor teología se lee como se lee un relato. No digo esto por quitarle importancia a la Biblia, sino para reconocer la naturaleza sagrada de la narrativa. Así la teología o la cosmología son un modo narrativo de preguntarse qué significa estar en el universo. No leo la Biblia en un sentido literal. Sin embargo pienso que dice cosas verdaderas. Del mismo modo que pienso que Moby Dick le dice al corazón la verdad. En literatura, las grandes novelas no tienen la necesidad de referir la “verdad factual” para ser verdaderas. Leo la Biblia como una colección de poesías y narraciones. Es un gran modelo por su economía narrativa, en el sentido de compresión y refinamiento de la escritura. Creo que las historias de la Biblia están entre las más profundas indagaciones de la condición humana.

¿A qué se refiere cuando dice «verdadero para el corazón»?
Es algo que no tiene que ser factual para ser verdadero. Creo que muy a menudo la gente confunde la realidad factual con la verdad. Puede que Guerra y paz no refiera hechos reales, pero lo que dice es verdadero: reconozco en ella mi experiencia humana. Resuena en mí. “Suena” verdadero. Y lo mismo sucede con Moby Dick y todas mis novelas favoritas.

«Howard levantó una corteza de patata con el tenedor. Después ensartó dos judías y un trozo de jamón. Se llevó la comida a la boca, pero se detuvo antes de masticarlo. Los músculos de las mandíbulas se aflojaron. Jadeó y comenzó a batir los párpados». ¿Qué pretende contando las cosas con esta precisión?
La precisión y la exactitud son, a mi parecer, las virtudes de la escritura. Pero lo que me pasa es que cuanto más llego al fondo de los detalles, a través de la precisión y la exactitud, más alcanzo un punto en que las cosas se dan la vuelta y muestran su rostro transcendente. Me doy cuenta de que cuando las descripciones llegan al grado máximo de exactitud, abren un reino de metáforas y símbolos. Entrar hasta el fondo de la inmanencia lleva a darse cuenta de lo transcendente.

Usted enseña escritura creativa. ¿Cómo se puede transmitir el deseo de perfección del que habla a partir de las técnicas del oficio?
Es difícil. Los profesores de los que he aprendido son los que me han ayudado a modelar la vida en la mente. Los mejores profesores de escritura no transmiten el qué mirar, sino cómo mirar. Sólo se puede enseñar mediante ejemplos. Puedo mostrar a mis alumnos hasta qué punto estoy apasionado y cuál es el resultado de mi pasión.

Hoy muchas novelas cuentan la historia de un padre que muere. Estoy pensando en Las correcciones de Jonathan Franzen, Tan fuerte, tan cerca de Jonathan Safran Foer, La carretera, de Cormac McCarthy. También la suya, en cierto sentido. ¿Es sólo una coincidencia?
Probablemente es una coincidencia. Pero por otra parte cada generación de escritores acaba abordando los temas eternos de la literatura: pierdes a tu padre, te casas, tienes un hijo… Los grandes pasajes de la vida humana. En realidad, yo no pienso sobre qué tema tengo que escribir. Mi libro no es un libro “sobre padres”. He escrito un libro sobre personajes concretos. Y cuando lo he terminado y lo he releído, me he dado cuenta de que dentro había ciertos temas. No escribo por temas. Son los personajes los que mandan.

¿Qué relación tuvo con su padre?
¡Tuve una relación magnífica con mi padre! Hace pocos días estuve pescando con él, junto a mi hermano y mis hijos. Este libro, sin embargo, nació más bien de la fascinación por la vida de mi abuelo. Su padre le había abandonado cuando tenía 12 años. Entonces pensé lo que debe ser que tu padre te haya abandonado y al mismo tiempo lo que debe ser abandonar tu familia. He construido y les he dado cuerpo a lo que eran mitos familiares. Pero de hecho ha sido un puro acto creativo.

Volviendo a la cuestión de la imperfección. Usted hablaba de una especie de visión platónica. Sin embargo su interés por las cosas, por la inmanencia, no es muy platónico…
Más que en Platón pienso en Kant, que habla de númeno y fenómeno. ¿Tiene presente el númeno? El númeno es la intuición de que en las cosas hay más, hay algo de perfecto a lo que nosotros, que estamos hechos de carne y sangre, no tenemos acceso. Nosotros sólo tenemos acceso al fenómeno, a lo que se ve. Esto es lo que entiendo por inmanencia: estamos limitados a lo que podemos percibir con nuestra experiencia. Pero nuestra experiencia además nos dice que en el universo hay algo más respecto a lo que podemos ver y tocar. La idea de que allá fuera hay algo de perfecto está siempre presente en la experiencia.

Kant dice que el númeno no se puede conocer. No obstante, leyendo su novela, a veces, se tiene la impresión de que no es así…
No, día a día, instante a instante, hago la experiencia de encontrarme en la presencia de un gran significado último al que, sin embargo, no tengo acceso. Siento como si estuviese inmerso en este significado, que es más grande que yo. Pero este significado no es accesible, aunque no dejo de buscarlo. Cuando escribo no dejo de intentar aferrar el númeno, la idea perfecta, para traerlo al mundo sensible. Pero sé que fracasaré. La obra de arte es hermosa precisamente porque reproduce el deseo humano del númeno, de la perfección, a la que nunca se podrá llegar. Pero no hay razón para dejar de buscarla.


«Hay imperfecciones en nuestras hermosas y defectuosas visiones casi siempre inexactas, cuyo valor no podemos conocer completamente y ni siquiera en su mayor parte. Hay sin embargo un valor mayor en estos desafíos imperfectos que tenemos nosotros los artistas. Tenemos confianza en el hecho de que nuestros amigos y vecinos reconocerán en ellos nuestros deseos frustrados, reconocerán no tanto la falta de perfección, o el hecho descontado de que no lo tenemos todo, sino la gran fortuna de tener tanto, y que estos intentos de alcanzar la perfección son perfectos gestos de devoción recíproca, perfectos gestos de amistad, perfectos gestos de amor».
(Paul Harding, conferencia en el festival de la Milanesiana, 3 de julio de 2012)


GALARDONES
Paul Harding nació en 1967 en Wenham, Massachussets (USA). En 2009 publicó su primera novela: Tinkers, todavía inédito en lengua española. El libro ganó el Premio Pulitzer de Literatura y el PEN/Robert Binghan Fellowship for Writers. Harding está trabajando en su segunda novela que recogerá algunos personajes de Tinkers.