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Huellas N.8, Septiembre 2012

LÍBANO / Esperando al Papa

Los discípulos de Beirut

Camille Eid

Mientras la crisis siria se convierte en una guerra confesional y se multiplican los focos de tensión, Benedicto XVI confirma su viaje. Una visita que trasciende cualquier cálculo político. Se desarrollará el último acto del Sínodo de Oriente Medio, celebrado para sostener la presencia de los cristianos. Que hoy esperan la única Palabra por la que permanecer en «esta tierra en un tiempo bendecida»

La próxima visita del Papa al Líbano – prevista del 14 al 16 de septiembre – ha sido confirmada, a pesar de las convulsiones que están desbordando desde Siria al país de los cedros: enfrentamientos en Trípoli entre partidarios y opositores a Assad (por no decir entre alauitas y sunnitas); secuestros en Beirut de presuntos opositores sirios en respuesta al secuestro de presuntos miembros del Hezbollah libanés en Damasco; arresto de un ex ministro libanés bajo la acusación de estar implicado en un complot sirio que contemplaba la ejecución de atentados contra personalidades políticas y no políticas. Muchos pequeños focos de tensión, en resumen, que han llevado a cinco países árabes del Golfo a pedir a sus ciudadanos que regresen en seguida del Líbano (con graves repercusiones en la industria turística local), y habrían sugerido a cualquier personaje político aplazar su visita a tiempos mejores.

El éxodo y la primavera. Pero Benedicto XVI comienza la gira por Oriente Medio por un motivo que trasciende cualquier cálculo político. Objetivo del viaje, de hecho, es la firma y entrega de la Exhortación apostólica, último acto oficial del sínodo de los obispos por el Oriente Medio, celebrado en el Vaticano en el 2010 sobre el tema “La Iglesia Católica en el Oriente Medio: comunión y testimonio”. Durante la asamblea, en la que participaron 173 patriarcas y obispos de distintos ritos orientales junto a decenas de expertos laicos, se han afrontado los temas centrales de las preocupaciones de las comunidades católicas y de los cristianos en general: cómo sostener la presencia y la vocación cristiana en la región, cómo prevenir y contrastar el éxodo de los fieles, cómo reforzar el diálogo ecuménico y el diálogo de vida con el Islam, cómo promover la noción de ciudadanía, la dignidad de la persona, la igualdad y la libertad religiosa, incluida la libertad de conciencia.
Pero hay un detalle importante. La celebración del sínodo en octubre de 2010 precedió unos poquísimos meses el inicio de la que fue ampliamente denominada «primavera árabe», con cambios políticos y sociales que han tenido (y tendrán) un impacto enorme sobre las condiciones de las comunidades cristianas locales, que el Papa, sin duda, no podrá ignorar. Recordamos que la idea misma de convocar un sínodo sobre el Oriente Medio había sido directamente solicitada por un Obispo iraquí para examinar la situación de las minorías cristianas del Oriente Medio tras los devastadores efectos de la tempestad iraquí sobre la cristiandad de ese país.

Lucha sectaria. «Un sínodo general permitiría entender mejor el problema», había explicado entonces monseñor Louis Sako, obispo caldeo de Kirkuk: «Si no hay una visión clara, los cristianos no permanecerán en Oriente Medio y abandonarán esta tierra en un tiempo bendecida y ahora maldita».
Hoy en cambio, Siria se encuentra en el centro de la tormenta, aunque hasta hace poco tiempo se le había ahorrado la violencia. Los acontecimientos en Siria son particularmente preocupantes porque la revuelta en acto se está transformando en una guerra confesional, con graves riesgos de desintegración de la sociedad siria. Se perfila el espectro de una división territorial similar a las creadas en los últimos años en Irak, donde los cristianos han terminado por pagar el precio de las luchas sectarias. Por esto los líderes religiosos cristianos de Siria han recomendado a sus fieles que no acepten armas y que no se mezclen en el conflicto. «No queremos ser otro grupo opositor», han declarado en un reciente llamamiento; «Somos sirios y queremos vivir en paz con todos los demás sirios». Otro amplio escenario contempla la sustitución del actual régimen absolutista de Baath, que no obstante garantiza a los cristianos una amplia libertad religiosa, por un régimen marcadamente islámico.
Los fieles están por tanto desorientados y esperan del Papa indicaciones que puedan eliminar su malestar actual y así dar su esperanza a un nuevo Estado que tenga en cuenta las aspiraciones de la sociedad civil sin sufrir graves efectos colaterales.
Si hablar en el Líbano significa hablar a todos los cristianos orientales, es necesario reconocer que Benedicto XVI ha elegido para el inicio de su viaje una fecha no exenta de significado. El 14 de septiembre se celebra, de hecho, la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, que en Oriente se celebra con particular solemnidad por todas las denominaciones cristianas.

La cruz reencontrada. La fiesta evoca el redescubrimiento de la cruz de Jesús, acontecido en el año 320 por obra de santa Elena. En la vigilia de la fiesta, en las aldeas cristianas del Líbano y de Siria (como en Maaloula, en el nordeste de Damasco, donde todavía se habla la lengua aramea) se construyen grandes cruces de madera y se encienden hogueras en las cimas de las montañas para recordad las señales de fuego que se hicieron encender, desde Jerusalén a Constantinopla, para informar a Constantino del importante descubrimiento.
Entre las “Proposiciones” que presentaron los padres sinodales al Papa, una habla de compartir la cruz. «Aún denunciando como cada hombre la persecución y la violencia», se lee, «el cristiano recuerda que ser cristiano implica compartir la cruz de Cristo. El discípulo no es más grande que el Maestro». «La persecución siempre», prosigue el texto, «debe despertar la conciencia de los cristianos en el mundo a una mayor solidaridad [...]. Es necesario pedir a las instancias nacionales e internacionales un esfuerzo especial para poner fin a esta situación de tensión, restableciendo la justicia y la paz».

Pequeño rebaño. Es sugerente también el lugar elegido para la firma de la Exhortación. Se trata de la Basílica melquita de san Pablo, a pocos pasos del famoso santuario mariano de Harissa en el que el papa Juan Pablo II firmó, en mayo de 1997, otra Exhortación post-sinodal, “Una esperanza nueva para el Líbano”. Hablar entonces de esperanza a los libaneses, recién salidos de una larga guerra y sometidos a los abusos de varias ocupaciones militares, parecía una utopía. Pero después el mensaje se reveló profético. Y ya el Papa pronunció una palabra de esperanza dirigida a la Iglesia de Oriente Medio en la conclusión de los trabajos sinodales, el 24 de octubre de 2010. «A los cristianos de Oriente Medio», dijo el pontífice, «se pueden aplicar las palabras del Señor Jesús: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. De hecho, si bien poco numerosos, ellos son los portadores de la Buena Noticia del amor de Dios por el hombre, amor que se ha revelado justo en Tierra Santa en la persona de Jesucristo. Esta Palabra de salvación […] es la única Palabra capaz de romper el círculo vicioso de la venganza, del odio, de la violencia».


LAS ETAPAS DEL VIAJE
Benedicto XVI empezará su visita al Líbano, en su vigésimo cuarto viaje apostólico, el viernes 14 de septiembre. Tras la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto Rafiq Hariri de Beirut, el Papa se trasladará a Harissa, donde en la Basílica de San Pablo firmará la Exhortación apostólica post–sinodal para el Oriente Medio. En el transcurso de la mañana siguiente el Pontífice se encontrará con los representantes de las instituciones de la República, los miembros del gobierno, el cuerpo diplomático, los jefes religiosos y representantes del mundo de la cultura. Al mediodía está previsto un encuentro con los jóvenes libaneses en la plaza situada ante el Patriarcado Maronita de Bkerké. El domingo 16 de septiembre, el Santo Padre presidirá la misa en el Beirut City Center Waterfront. Como conclusión del viaje apostólico, el Papa participará en un encuentro ecuménico en el Salón de Honor del Patriarcado sirio-católico de Charfet.