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Huellas N.8, Septiembre 2012

PRIMER PLANO / La naturaleza del hombre

El punto de fuga

Ubaldo Casotto

Ofrecemos en estas páginas un recorrido por algunos de los incontables e imprevisibles momentos de la semana de Rímini donde «el total es más que la suma». De los huéspedes internacionales a los voluntarios, las exposiciones, los comentarios y las anécdotas detrás de las bambalinas, el evento ha testimoniado que la religiosidad «no es una realidad virtual». Al contrario, es tan concreta que cualquier forma de poder hegemónico trata de acallarla. Algunas calas en una vida que quiere ser libre de los «falsos infinitos»

Nassir Abdulaziz Al-Nasser, presidente de la Asamblea general de la ONU, llega a la exposición “El instante imprevisible, jóvenes por el crecimiento”. La voluntaria italiana que le servirá de guía le saluda en árabe. Primera sorpresa para Al-Nasser, cuyo estupor ante el testimonio de estos jóvenes se transforma en conmoción escuchando el pasaje del cuento de Pirandello Ciaula descubre la luna, que cierra la exposición. Eugenio Mazzarella, filósofo y político de izquierdas, ha acudido al Meeting con su mujer y su hija. Quiere ver al amigo periodista diez minutos, el tiempo suficiente para tomar un arancino siciliano en el bar de Álcamo. Y mientras me habla de los encuentros que ha tenido, alterna los análisis políticos con silencios llenos de asombro en los que la voz se le quiebra en la garganta. Luis es mexicano, doctorando en Ingeniería sísmica en Pavía. Ha venido al Meeting invitado por una compañera, que le pregunta: «¿Te ha gustado?». Respuesta: «Me he quedado impresionado por la variedad de temas abordados: música, filosofía, historia, política, ciencia, economía… Cosas muy distintas entre sí, y sin embargo aquí empiezo a ver que hay una unidad profunda».
Les ves, les escuchas. Vuelves a pensar en esta semana tan intensa (98 encuentros con 271 ponentes, nueve exposiciones, 21 espectáculos, 4.000 voluntarios, 800.000 visitas), y te das cuenta de que en el fondo el corazón de todo esto es precisamente lo que dice Luis: una «unidad profunda».
«Que el Meeting no sea sólo la suma de todo lo que se ve es algo que reconocen todos los huéspedes», cuenta Emilia Guarnieri, presidenta del evento. «Desde el obispo de Malta al arqueólogo Giorgio Buccellati, del ministro canadiense a los bailarines libaneses, todos repiten: “Aquí hay otra cosa”». De acuerdo, el total es más que la suma, ¿pero si hubiera que enumerar los sumandos? «En primer lugar, los voluntarios; luego la apertura tanto en los temas como en los interlocutores, y la belleza… En todo esto, perciben una posibilidad de bien para sí mismos. Tanto que muchos dicen: “Hagámoslo en nuestro país”».

«Lo más concreto». En el Quotidiano Meeting Julián Carrón, el guía de CL, explica así este interés: «El infinito no es una abstracción, sino algo concretísimo, que tiene que ver con el modo en que cada uno se relaciona con la realidad. Si no entendemos que el sentido religioso tiene que ver con todo, reducimos la religiosidad a una dimensión virtual que no tiene nada que ver con la realidad, y entonces pueden reprocharnos que no es algo concreto. ¡En cambio, es lo que más concreto que hay!».
Tan concreta que cualquier poder que persiga la hegemonía trata de acallarla. Lo han puesto de manifiesto dos exposiciones muy distintas entre sí, felizmente situadas una al lado de la otra: la primera refleja el drama religioso de la experiencia musical más viva del siglo XX, el rock. La segunda reconstruye la tragedia de un país donde la religiosidad ha sido expulsada violentamente, Albania. Ambas sacan a la luz algo que se trata de mantener en la sombra. En la de los albaneses, las raíces cristianas del pueblo y de la nación, resumidas en una conmovedora y enorme imagen de una joven Madre Teresa de Calcuta: «Soy albanesa de sangre, india de residencia, de fe católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo». En la del rock, John Waters, el periodista irlandés comisario de la exposición, ha querido focalizar la experiencia fundamental de quien escucha la música: el encuentro con el grito del que la ha escrito. «La música nace como un grito del corazón del hombre y el rock, en su mejor expresión, sigue ofreciendo un cauce a este grito, que se convierte en comunicación de corazón a corazón». Es cierto, hay business, star system, narcisismo y degeneración. Waters no es un ingenuo, sabe de lo que habla. «Pero hemos querido mostrar que esta reducción no ha tenido éxito, que la comunicación de corazón a corazón resiste, que en el seno del rock se conserva y alimenta este “grito”». Así, con la libertad de Waters (¿«atrevimiento ingenuo»?) frente a la complejidad, la fuerza cultural, económica y política del fenómeno musicalmente hegemónico de nuestros días, emerge la alternativa decisiva que ha atravesado de forma latente todo el Meeting: la presencia como hegemonía, o como testimonio.

El primer impacto. Alberto Savorana, portavoz de CL, cuenta que llegó a Rímini «con cierto temor de que algunas alusiones o polémicas recientes pudieran estropear la semana. Ya en el Recinto Ferial, el primero al que me encontré fue Waters, y al verle toda mi preocupación se esfumó. Él, libre frente a todos los tópicos sobre el rock y todos los prejuicios, se exponía mostrando en la plaza pública la experiencia de su encuentro con esos personajes. Ese fue mi primer impacto. Sobre su exposición, uno de los invitados me dijo: “Vosotros pensaréis que es la menos religiosa, pero para mí es la más religiosa”. Luego llegó el mensaje autógrafo del Papa que me devolvió al lema del Meeting e hizo que no se quedara para mí en una frase vacía».
De las palabras de Benedicto XVI se hablará aparte, aquí basta con una cita: «No debemos tener miedo de aquello que Dios nos pide a través de las circunstancias de la vida», palabras que acuden a mi mente al escuchar uno de los testimonios de la exposición sobre los jóvenes y la crisis, que tanto ha llamado la atención al presidente del Consejo de ministros italiano, Mario Monti. Giovanni Muscarà es tartamudo, supera su hándicap, estudia duro, entra en el mundo de las finanzas internacionales, y luego decide dejarlo para fundar en Londres una escuela para tartamudos que ha desarrollado una técnica innovadora. Dice que los primeros patrocinadores fueron los de su familia. «A los siete años, en la playa, le pregunté a mi madre: “¿Pero por qué me ha tocado a mí ser tartamudo?”. Imagino que se le encogió el corazón. Habría podido abrazarme, pero hizo más que eso: “Giovanni, no te permitas nunca más lamentarte por cómo Dios te ha hecho”».
También para Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación para la Subsidiariedad, «afrontar las circunstancias» es decisivo a la hora de elegir entre hegemonía y testimonio: «La alternativa es una vida siempre a la fuga. Frente a la crisis, las posiciones ideológicas y políticas no se mantienen. La exposición que hemos realizado habla, sin embargo, del “instante imprevisible”, de la iniciativa de un hombre sin que ningún dato antecedente pueda explicar la riqueza que se genera. En el Meeting no hemos procurado analizar, sino contar estos innumerables instantes imprevisibles. Y las personas más alejadas lo han comprendido, han compartido nuestro mismo estupor».
Lo ha comprendido Marco Alfieri, periodista de La Stampa (ver artículo en pág. 29), que afirma haber encontrado aquí un «frenesí positivo». O Silvia Truzzi del Fatto Quotidiano – periódico no precisamente benévolo con CL –, fascinada por la exposición sobre el budismo Shingon y el encuentro con el astronauta Paolo Néspoli («por desgracia, mi periódico no se ocupa de estos temas»). Lo ha comprendido quien ha visitado la exposición de la Compañía de las Obras sobre el Duomo de Milán, que ha documentado, con cifras a la mano, que las catedrales son obra de un pueblo y no de ricos mecenas. Las donaciones de Giangaleazzo Visconti sólo cubrieron el 16 por ciento de los costes, el resto se hizo con el poco de muchos: comerciantes, trabajadores, ancianos, prostitutas… Lo entendió también el socialista Pietro Nenni, que en 1959, en su discurso al Parlamento acerca del espíritu necesario para afrontar la reconstrucción de Italia, contó una anécdota: «Dos obreros están colocando ladrillos en la acera de una calle. Pasa un viandante que les pregunta por su trabajo. Uno de ellos, modestamente, responde: “Estoy colocando ladrillos”. El otro: “¡Levanto una catedral!”».

La carta y la opción. Necesitamos de este ánimo «lleno de realismo y de una gran audacia», como dice Bernhard Scholz, presidente de la CdO, para afrontar las fatigas de cada día: «Este clima se respiraba en Rímini. Me encontré con mucha gente que se encaran a la crisis sin lamentarse, concientes de las dificultades pero sobre todo buscando con inventiva el mejor modo para salir de ellas. Entre todos, me impresionó un empresario que atraviesa graves dificultades y que al final de la semana me dijo: “He recuperado la esperanza para afrontar la situación”. Esto quiere decir que el lema del Meeting es ya una experiencia y, por tanto, una señal para todo el país».
¿Acaso sería esta la «opción religiosa de CL» que muchos querían ver en la famosa carta de Carrón a La Repubblica el pasado mes de mayo? Carta en la que dice: «Sólo así podremos ser una presencia distinta en el mundo, como muchos de nosotros testimonian ya en sus ambientes de trabajo, en la universidad, en la vida social y en la política, o con sus amigos, por el deseo de que la fe no quede reducida a lo privado…». A Silvia Truzzi le habría gustado que «hubiera habido un encuentro público sobre la carta de Carrón». Pues bien, el Meeting ha sido un gran encuentro público sobre la carta de Carrón.

Un grito para liberarnos. También Stefano Alberto, al cerrar el encuentro sobre el “Homo religious” con el cardenal Julien Ries y el monje budista Shodo Habukawa, recordó «ese instante imprevisible en que el hombre entra en contacto con un hecho que le muestra la trascendencia». Y añadió, citando las palabras de Juan Pablo II al pueblo de CL en 1982, «vosotros sois hombres sin patria»: «La novedad que porta Cristo establece una relación definitiva con el Misterio y convierte en irreductibles a cualquier proyecto aquellos que la viven. Por eso va en contra de nosotros quien habla de la “opción religiosa de CL”». Si ha habido opción, reiteró Carrón en Rímini, esta ha sido la adhesión a la invitación de Benedicto XVI para «no sucumbir a los “falsos infinitos” que nos esclavizan y no nos dejan respirar. Mi carta era un grito para liberarnos de estos “falsos infinitos” y para vivir en toda su amplitud el respiro para el que estamos hechos».
El problema – explicó el teólogo Javier Prades en la intervención central sobre el lema (ver pág. 16) – es si esta novedad en la relación con el Infinito que el cristianismo pretende ser, por una parte es capaz de recuperar la nostalgia presente también en la cultura contemporánea, y por otra sabe responder el desafío de las conquistas de la ciencia y del pensamiento naturalista, que confinan el hecho religioso a la esfera privada. Comentario de un alumno de catorce años a la intervención de Prades: «Difícil, pero he entendido dos cosas. Me ha gustado mucho que citara a un grupo pop (Los Secretos; ndr), quiere decir que no vive encerrado en la iglesia. Y luego el hecho del “punto de fuga”: antes estaba más allá de las cosas, ahí entró en mi propia experiencia. Y eso es verdaderamente interesante». Prades citó a don Giussani: «Cristo resucitado es el primer y fundamental acontecimiento en que el punto de fuga se ha convertido en experiencia para el hombre», y se preguntó si este cristianismo «conviene realmente a todos los hombres», también a quien, desde la cima de su ciencia, nos explica que sólo somos «un montón de neuronas» y no seres únicos, irrepetibles e inviolables, «criaturas», como dice el Papa en su mensaje, «en referencia esencial a algo distinto o mejor, a Otro distinto – no gestionable por el hombre».
Los que circularon entre los paneles de la exposición sobre Jérôme Lejeune o los que llegaron a entrar en la sala donde Elvira Parravicini daba su testimonio como neonatóloga en Nueva York, saben que las palabras de Prades son todo menos abstractas. Lejeune es el genetista que descubrió la causa cromosómica del síndrome de Down y, cuando vio en acto lo que temía, el uso de su descubrimiento para la selección y no para el cuidado de los niños Down, se enfrentó a la comunidad científica: «Matar o no matar, este es el problema (…), nuestra tarea no es emitir una sentencia de vida o muerte, sino aliviar el dolor». La misma noche en que pronunció estas palabras en San Francisco, en agosto de 1969, escribió a su mujer: «Hoy he perdido el Premio Nobel». Así fue.

Ninguna conclusión. Cuando Elvira Parravicini explica el resultado del diagnóstico prenatal no ofrece opciones como el aborto sino una asistencia terapéutica: «No es verdad que no hay nada más que hacer, el neonato necesita ser acogido, sentir calor, no sufrir hambre y sed, no sentir dolor innecesario». Se reúne con los padres de niños que sabe que vivirán pocas horas y les pregunta: «¿Es un niño, o una niña?, ¿habéis decidido el nombre? Así entienden que yo lo espero. Y se desencadena una competición afectiva, porque los padres no conciben que haya alguien que ame a su hijo más que ellos mismos». Una profesora se gira hacia la persona que tiene al lado: «Me pasa lo mismo con mis alumnos; no puedo mirarles con otros criterios; muchos padres les miran de otro modo cuando ven el interés que yo tengo por sus hijos».
El relato podría continuar otras tantas páginas, la mitad de los apuntes se han quedado en el cuaderno del cronista. ¿Conclusiones? Ninguna conclusión, un artículo termina cuando se pone el punto. Una vida, no. Y el Meeting es una vida. Punto.