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Huellas N.7, Julio/Agosto 2012

MADRID / La Casa de la Almudena

De la persona, la familia. De la familia al mundo

Carmen Giussani

¿De dónde nace el protagonismo de las personas? ¿Dónde radica su valor? ¿Cómo se alimenta? Nos lo enseña la Casa Nuestra Señora de la Almudena. Un complejo socioeducativo compuesto por tres Casas de Acogida Familiar, un Centro de Día para Menores en riesgo social y una Residencia Materno-Infantil, que se acaba de inaugurar

En el diario La Vanguardia del 18 de junio, Antonio Puigverd observaba que «entre las migrañas de la crisis y demás dificultades de la vida, brota la compañía de los amigos, el árbol familiar, la flor de unos labios, el verdor de la caridad y del renacimiento solidario». Es una evidencia reconocida socialmente.
Julián Carrón nos está reclamando a reconocer hasta el fondo estos hechos para que se conviertan en un verdadero indicio de esperanza. ¿De dónde nace el protagonismo de las personas? ¿Dónde radica su valor? ¿Cómo se alimenta? La historia de la Casa Nuestra Señora de la Almudena nos lo enseña.
Se trata de una novedosa experiencia social y educativa compuesta por tres Casas de Acogida Familiar, un Centro de Apoyo Socio-Educativo para menores en riesgo y una Residencia Materno-Infantil, que albergará temporalmente a adolescentes embarazadas y madres solteras en riesgo de exclusión social.

En el origen. Este proyecto integrado de acogida tiene en su origen a tres familias, que han dejado sus casas y se han trasladado a vivir allí, donde abrirán sus puertas a niños en régimen de acogimiento. Juan Ramón es educador, y su mujer, Belén, trabaja en la Asociación Familias para la Acogida. Tienen cinco hijos biológicos. Eduardo es notario y, con su esposa, Estrella, tienen cinco hijos biológicos y un niño adoptado con síndrome de Down. Teresa y Juan son profesores y tienen tres hijos. Se trata de tres familias muy normales, con las alegrías y las dificultades de cualquier familia. La historia comenzó muchos años atrás, cuando estos tres matrimonios conocieron la asociación Familias para la Acogida e iniciaron diversas experiencias de acogimiento en el seno de sus hogares. Para ellas fue una experiencia de bien, de crecimiento personal y familiar, y una ocasión de aumentar la alegría de la fe.
Años después, Teresa conoció por motivos profesionales la realidad de Cometa, la casa junto al lago de Como, en el norte de Italia, en la que vivían varios matrimonios y sus familias, que en un determinado momento empezaron a hacer experiencias de acogida, hasta que Cometa se convirtió en un auténtico espectáculo conmovedor con 24 niños en acogimiento (www.puntocometa.org). Teresa regresó tan interpelada por aquella iniciativa, que al verano siguiente volvió, pero esta vez acompañada de su familia y de la de Juan Ramón y Belén. Hubo dos cosas que tocaron el corazón de estos amigos: la comunión que vivían entre sí los adultos de Cometa, y el acompañamiento que se hacían en el a menudo fatigoso camino del acogimiento. Así comenzó un proceso de verificación personal y vocacional al que se sumaron Eduardo y Estrella, que viviendo cómodamente en Cáceres, se trasladaron a Madrid con sus seis hijos, para verificar esta intuición junto a los otros dos matrimonios. «Vi cómo vinieron Teresa y Belén, las cosas que contaban, con una ilusión tremenda, y a mí me parecía un desafío brutal, y… me daba envidia: “Yo quiero esto también para mí”», rememora Estrella.

Un recorrido de amistad. Comienza así un largo recorrido de siete años en los que las señales que Dios ponía delante de estos amigos eran siempre más grandes que los evidentes límites, temores y flaquezas de cada uno de ellos. «El primer signo era la propia amistad, una comunión imposible sin el encuentro con el carisma de Comunión y Liberación que nos puso juntos hace tantos años», afirma Juan. Otro hito fue la cesión del terreno por el Arzobispado de Madrid. «Cuando llevábamos más de dos años buscando posibilidades, nos habíamos planteado irnos a treinta kilómetros de Madrid a una casa que habíamos encontrado. La misma noche que acababa el plazo para responder al propietario, nos llama monseñor Fidel Herráez, obispo auxiliar de Madrid, y nos dice que hay disponible un terreno en Madrid para una obra social y caritativa», recuerda Juan Ramón. Y una señal nada desdeñable fue la implicación inmediata de amigos, particulares, empresas y fundaciones: «Sorprendentemente, en menos de un mes, conseguimos donativos cuantiosos». Esta iniciativa no cuenta con ningún apoyo económico público, ni lo sustenta ninguna institución religiosa. Hay gente sin muchos recursos que mensualmente dan una cantidad pequeña, pero la suma de muchos pocos va haciendo posible esta obra, que aún no ha completado su financiación y sigue necesitando el apoyo de particulares.
Teresa, por su parte, reconoce que para ella «fue muy importante cuando Eduardo y Estrella desmantelaron su casa de Cáceres, en la que vivían cómodos, encantados, tranquilos y desahogadamente, y vinieron a Madrid en gran parte movidos por esta propuesta que les hacíamos».
En una curva de este camino les esperaba a estas tres familias un acompañante inesperado y decisivo que unía su destino al de ellas: la FIE (Fundación internacional de Educación). La implicación de la FIE, además de tener consecuencias importantes desde el punto de vista económico y de gestión, suponía sobre todo una corresponsabilidad entre amigos que quieren acompañarse de forma adulta. Introducía un nuevo juicio, como comenta Juan: «Era claro que ya no estabas construyendo tu proyecto, si no que estabas llamado a dar la vida por la obra de Otro».

Tres hogares. Las Casas de Acogida están formadas por tres hogares en los que vivirán, en sendas familias, niños en régimen de acogimiento. Con las familias colaborarán profesionales, psicólogos y trabajadores sociales, que realizarán apoyo psicopedagógico y colaboración en los casos más complejos. Los niños acogidos, que normalmente están tutelados por las administraciones públicas, permanecerán en las familias el tiempo que sea necesario hasta que puedan volver con su familia biológica o hasta que la Comisión de Tutela resuelva otra solución para el menor. «Cada familia acoge en primera persona a los niños que vienen a esa familia, porque el niño no establece el vínculo con una entidad, sino con un padre y una madre. Por otra parte, la relación con la familia biológica del menor, lejos de ser algo a lo que hay que temer, puede ser una ocasión de muchas cosas buenas. El fin del acogimiento tiene en su horizonte la posibilidad de la reunificación familiar», aclara Teresa.

Apartamentos para madres solteras. La Casa Materno-Infantil está construida sobre las viviendas familiares y la constituyen unos apartamentos que acogerán temporalmente a jóvenes embarazadas o madres solteras con sus hijos. El proyecto es una ayuda concreta a mujeres a las que el embarazo les ha llegado en un mal momento personal o económico, madres muy jóvenes con problemas graves en sus relaciones familiares o sociales o en riesgo de exclusión social por diversos motivos. De esta forma, se acompaña a madre e hijo mientras su situación personal adquiere estabilidad y sostenibilidad. Lo explica Belén: «Estas chicas que vienen aquí, en general, han tenido problemas con sus familias de origen. Tienen que aprender a ser madres, y qué mejor para esto que tener unas familias como punto de referencia cercana. Se va a hacer un proyecto profesional que les ayude a alcanzar su independencia, pero teniendo muy cerca la compañía de unas madres, Teresa, Estrella y yo, como figuras maternas de referencia».

El centro de día. El tercer pilar de la Casa de la Almudena es el Centro de Apoyo Socio-Educativo, conocido como Centro de día. Acogerá a menores en riesgo de exclusión social a través de programas de apoyo escolar, ocio y tiempo libre. Incluye Aulas Profesionales para jóvenes y un Centro de de apoyo al estudio. Con el fin de evitar el fracaso escolar, la exclusión social y el desarraigo familiar, el centro atenderá a estos jóvenes y sus familias a través de programas de apoyo escolar, ocio y tiempo libre, mediación familiar y formación laboral. Fernando Morán, que coordina un curso de camareros para jóvenes inmigrantes, afirma: «El método educativo que tenemos con estos jóvenes es el mismo con el que hemos sido educados algunos, y, en concreto, yo: una mirada que abraza todo lo que soy. El objetivo de nuestro trabajo es acompañar a estos jóvenes a descubrir lo que son y a asumir su libre responsabilidad ante la vida. Lo importante en la vida es ser acompañados».

El corazón del proyecto. La acogida es una dimensión de la experiencia, la forma de cualquier relación que se precie como humana. Pero, ¿cómo aprender a acoger al otro? Acoge quien se ha sentido acogido, quien lo ha experimentado. El ser humano está llamado a acoger a su cónyuge, a sus hijos, a sus padres, a sus amigos, a sus compañeros de trabajo y también, más al fondo, a sí mismo. Quien ha experimentado la vida como un don y el encuentro con Cristo como la mayor alegría posible de la vida, ve cómo su corazón se dilata hasta abrazar el mundo entero. Su corazón y el de su familia. Y Juan Ramón lo tiene claro: «La experiencia de acogida es un bien para nosotros y no queremos perder. Sólo así lo podremos ofrecer a otros».
Ante hechos como la Casa Nuestra Señora de la Almudena uno no puede por menos que ver cómo se van cumpliendo cumplían dos juicios de don Giussani que resultan proféticos: ha llegado el tiempo de la persona, pues nadie puede descargar en el sistema, en los partidos, ni siquiera en el movimiento entendido como “organización” la responsabilidad de su propia vida; y, en segundo lugar, al igual que los monjes benedictinos mientras se desmoronaba la civilización de entonces, ahora no nos toca apuntalar al imperio, sino construir lugares donde sea posible hacer experiencia de que la vida es un bien, lugares donde cuidar a cada persona, donde educar y tejer redes de verdadera convivencia. Nuestras familias, nuestras obras, nuestro pueblo, son una documentación carnal de que esto no son palabras bonitas. Sino la obra de Otro.


“El acto de inauguración”

UNA REALIDAD COMUNIONAL VIVA

El agradecimiento como motor de esta obra. Agradecimiento a la Iglesia de Madrid. Agradecimiento por ser acogidos gratuitamente. Agradecimiento a los generosos colaboradores. En un lugar simbólico se colocó una piedra que bendijo Benedicto XVI en la pasada JMJ

El viernes 22 de junio el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, inauguró la Casa de la Almudena amparada por la Fundación Internacional de Educación (FIE). En el acto participaron también la Delegada del Área de Gobierno de Familia y Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid, Mª Dolores Navarro Ruiz; la directora general de Familia de la Comunidad de Madrid, Blanca de la Cierva; y el gerente del Instituto Madrileño del Menor y la Familia, Antonio García-Monsalve.  
En España existen cerca de 35.000 menores tutelados por la Administración por encontrarse en situación de riesgo o desamparo. El 70-80 por ciento de los niños que son separados de su familia biológica van a parar a una alternativa no familiar, es decir, a un acogimiento residencial o institucional. La Comunidad de Madrid tutela a 4.500 menores, de los cuales 1.650 viven en residencias de menores.
El acto se abrió con un vídeo que hizo palpable para todos los asistentes los rostros, la experiencia y la envergadura humana y social del proyecto. Sobresalían imágenes luminosas, espacios amplios y rostros contentos, buena prenda del trabajo que tienen por delante. Javier Castaño, presidente de la FIE, titular de la casa de la Almudena, agradeció las múltiples y variadas colaboraciones que han hecho posible la realidad de esta casa.
Teresa Díaz, en nombre de las tres familias que sostienen el proyecto, recorrió las etapas de un camino de amistad que, en el marco de la experiencia de la Asociación Familias para la Acogida, les ha llevado a implicarse en esta obra. En particular, dio las gracias a los hijos biológicos de las tres familias, porque «ellos son los que de verdad comparten su cuarto, sus bienes, y hasta sus padres, con los hijo en acogimiento».
Mª Dolores Navarro señaló en su intervención que la Casa de la Almudena es un proyecto pionero en España, que contará con tres viviendas donde familias con hijos biológicos convivirán con menores tutelados por la Administración en la modalidad de acogimiento familiar. 
Monseñor Rouco Varela reconoció que «lo que vemos hoy no habría sido posible sin una fe verdadera en la Providencia». «Lo que construye realmente es el amor a la verdad; cuanto más amor se pone en la vida tanto más se comprueba que no hay fuerza más eficaz», añadió. El cardenal de Madrid elogió la labor del nuevo centro para menores tutelados: «El que vosotros tratéis de ayudar a otras familias de esa forma tan acogedora, tan abierta y sacrificada, significa convertir la experiencia de lo biológico en una experiencia de Gracia y de amor de Cristo, y de la construcción de la Iglesia como familia y de la humanidad como familia humana».
Después, el Coro del Colegio Newman cantó algunas canciones, entre ellas, el salmo “Non nobis Domine” que materializó bellamente el motor de todo el proyecto: el agradecimiento por haber sido y ser cotidianamente acogidos por la presencia viva de Cristo en una experiencia de comunión cristiana nacida del carisma de Comunión y Liberación. El cardenal aseguró que España está sufriendo una crisis durísima, y que iluminaría mucho si todos tratásemos de configurar la sociedad como una gran familia. El acto finalizó con la colocación en un lugar simbólico de una piedra bendecida por Benedicto XVI durante la Jornada Mundial de la Juventud.