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Huellas N.7, Julio/Agosto 2012

PRIMER PLANO / Hacia el Meeting

¿Es sólo rock’n’roll?

John Waters

En la Feria de Rimini, un recorrido dedicado al deseo que ha hecho grande una de las músicas que más se ha prestado a malentendidos, pero que abarca toda la fractura de la modernidad: «El cortejo a la idolatría y la petición de ayuda al cielo». Uno de los coordinadores de la exposición habla de este grito

En el principio fue el grito. El grito del primer niño. El grito de la madre del primer niño. Después fue el grito del niño ya crecido, hecho esclavo en las plantaciones de las profundidades del Sur de América, que gritaba a su hermano al otro extremo de la cadena, de corazón a corazón. Finalmente, de los pantanos del Mississippi surgió el blues que se mezcló con los espirituales de los negros y la música country – esta última nacida de la música popular irlandesa, traída desde lejos en el corazón de los emigrantes hambrientos que huían de la carestía de su patria – para formar lo que hoy llamamos rock o rock’n’roll.
¿Y hoy? Hoy son los Coldplay, U2, los Mumford & Sons, los que gritan en el corazón de la modernidad qué significa ser hombre en un mundo que sólo ve lo que el hombre hace; o Amy Winehouse, dando voz a una atormentada exigencia de amor antes de morir en soledad. Y siempre, como escenario de fondo, la sombra de Elvis, cuyo baile desarticulado llevó todo esto a la trastienda de un negocio en Memphis.
¿Qué significan estas historias? ¿Son sólo desarrollos accidentales en una búsqueda casual a tientas de la humanidad, o son algo más? En esto tratará de profundizar la exposición que se expondrá en el Meeting – “Tres acordes y el deseo de verdad” –.
Como organizador de la exposición, mi tarea es llegar a dar alguna forma de juicio desde la óptica particular que hemos elegido. En parte, la idea está basada en mi experiencia personal, ya que crecí teniendo el rock’n’roll como banda sonora de mi vida. Pero dado que es una experiencia que, como yo, han hecho millones de personas, tiene que llegar a ser algo más que una opinión. Por eso tengo varios colaboradores, cuya mirada hacia esta música puede ser igual a la mía o diferente. Juntos, esperamos ofrecer una descripción que pueda ofrecer algunas notas en las que reconocerse.
¿Es posible que una canción radiada pueda comunicar el deseo de un hombre – el autor, el cantante, el músico – de “algo que va más allá” al corazón de otro hombre, el que escucha, atravesando tiempo y espacio? ¿Cómo puede ser esto? ¿Es algo excepcional o una experiencia cotidiana? ¿A través de los oropeles del bussines más obsesionado por la moda que exista, a través de un número indeterminado de conexiones a internet, podemos todavía sentir el deseo del artista de algo que casi siempre es tácito, escondido, inexpresado?
Algunos dicen que estas preguntas son estúpidas. Después de todo, es sólo rock’n’roll. ¿Pero hay algo que sea sólo lo que aparenta?

Entre el fango y el firmamento. La más reciente cultura pop ha llegado a “olvidar” que las raíces de la mayor parte de la música contemporánea se fundan en las formas tradicionales que ponen la música como lugar de conjunción entre el fango de la vida del hombre y el firmamento que resplandece en el cielo. Aparentemente reducida a “show bussines” y a entretenimiento, la sacralidad del canto se reduce a entrar en un circuito cerrado, se encasilla en una moda, y así se acaba tergiversando su verdadera naturaleza. La exposición tratará de probar que esta reducción no vence – que sigue dándose el nivel más profundo de la comunicación de corazón a corazón, entre el artista y el oyente.
La exposición pondrá de manifiesto la presencia del deseo del hombre como la fuerza fundamental que guía una música que sigue atrayendo a los jóvenes y no tan jóvenes, a través de canciones y artistas que abrazan toda la historia de esta disciplina, en particular esos artistas que, a pesar de pioneros, han quedado como los grandes intérpretes modernos.
La opinión pública tiende a tratar el rock con una especie de condescendencia: sonidos extraños y desagradables junto a melodías simples para entretener a los jóvenes. Los medios ponen de manifiesto sus posicionamientos, sus poses, la moda, el ser trendy o los excesos.
Cada vez que se habla de música y de lo que ésta puede significar, se tiende a reducirla a lo que está literalmente presente en las notas y en los ritmos, y que conquista a los jóvenes. En realidad, la mayor parte de las veces, la naturaleza del atractivo – que queda implícito – no se percibe en su verdadera intensidad, y por tanto está sujeta a radicales malentendidos por parte de los que son externos a ella.
Nuestra exposición, al contrario, tendrá como punto de partida fundamental la idea de que desde hace más de cincuenta años lo que ha alimentado el deseo humano en la cultura de masas ha sido un profundo y constante interés hacia esta música que ha extraído su origen de una particular combinación de tradiciones. La pregunta central es: ¿si es cierto, como dice Giussani, que el deseo siempre es bueno en su origen, qué implica esto a la hora de afrontar el desafío de la influencia del rock sobre la cultura moderna? Porque si lo que dice Giussani es verdad en serio, entonces lo que atrae en esta música tiene que ver, al menos inicialmente, con la verdadera fuente del deseo humano y con la naturaleza del destino del hombre.
Es objetivo de la exposición hacer ver que, al contrario de “una música diabólica”, el rock es un medio que trata de transmitir – y a menudo lo consigue – el sentido más profundo del deseo del artista a quien le escucha, de corazón a corazón, aunque suceda a menudo a través de una industria cultural aparentemente hostil. Trataremos de recorrer este itinerario desde los orígenes hasta los grupos más modernos como los Coldplay, U2, y los Mumford & Sons, que permanecen fieles a este impulso inicial.

Dos ideas opuestas. El aspecto híbrido presente en el rock moderno ofrece una metáfora muy adecuada de la interacción de lo sagrado y lo profano en la sociedad moderna. La muestra tratará de hacer ver cómo, a pesar de la hostilidad cultural, la música pop moderna se ha convertido en muchos casos en el vehículo más inverosímil de la dimensión religiosa del hombre. De hecho, en la mejor expresión de la música, hay algo que va más allá del contenido aparente, algo desproporcionado que se podría definir con las palabras con que santo Tomás define la tristeza: «El deseo de un bien ausente».
En conclusión, en la muestra se afrontan dos ideas diametralmente opuestas: por un lado el impulso que lleva a un hombre a escribir una canción de amor o nostálgica; por otro, la tendencia de los sistemas creados por el hombre a disfrutar todas las cosas por finalidades que están en contraste con la posibilidad de ir al fondo de la realidad de modo verdadero. En la música pop moderna, ambos fenómenos son visibles en estrecha combinación. Así, quizá más que cualquier otra cosa en nuestro tiempo, el rock abarca y contiene la naturaleza contradictoria, dualista, de la vida moderna – junto a las emanaciones de algo más grande y el cortejo a la idolatría, la afirmación de la autosuficiencia del hombre y la petición de ayuda dirigida al cielo.