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Huellas N.9, Octubre 2008

IGLESIA - El Papa en Francia

«Cuando mengua la fe, prevalece la irracionalidad»

Fabrizio Rossi

Ateo de izquierda, «culturalmente anticlerical», el codirector del Nouvel Observateur, sin embargo, admira a Benedicto XVI. ¿Por qué? Por su defensa de la razón y «su humanidad»

«Psicológicamente ateo, culturalmente anticlerical, espiritualmente cristiano». Así se define Jacques Julliard, de 75 años, codirector del Nouvel Observateur, uno de los semanarios franceses más prestigiosos. Ex sindicalista (en el 68 dirigía la Confédération française démocratique du travail en la Sorbona), ya en el “caso Ratisbona” tomó partido desde sus columnas a favor de Benedicto XVI: «¿Es tan extraño que haga falta defender al Papa y a la Iglesia del fanatismo, en el país de Voltaire?». Un Pontífice con el que comparte el amor por tres autores de la talla de Péguy, Bernanos y Claudel, a los que Julliard acaba de dedicar un libro en el que relee el mundo moderno a través de sus escritos proféticos.

Monsieur Julliard, el pasado 12 de septiembre usted escuchó en el Colegio de los Bernardinos la intervención de Benedicto XVI «au monde de la culture». ¿Qué le pareció?
En primer lugar, me llamó la atención el que fuera totalmente distinto de cómo nos lo habían pintado en Francia; más que un dogmático y un ultraconservador, nos encontramos ante un hombre de diálogo, que hablaba como intelectual a otros intelectuales. Me sorprendieron su calor humano y la firme dulzura de su persona.

¿A qué se debe, en su opinión, la acogida calurosa que ha encontrado?
No fue aclamado como personalidad particular, sino en cuanto Papa, es decir, como signo de unidad. En un mundo en el que todo se fragmenta, el carácter universal del catolicismo («la única Internacional que se mantiene», según Charles Maurras) sigue siendo su punto fuerte. Junto a la naturaleza de su mensaje.

¿Qué impacto ha tenido este discurso sobre el mundo de la cultura laica?
Creo que ha sido bien recibido. Es lo que me contaba el mismo Jean Daniel (escritor y periodista, cofundador de el Nouvel Observateur, ndr.): muchos intelectuales no católicos han apreciado el hecho de que el Papa se haya dirigido no sólo a los católicos, sino a los intelectuales tout court.

Podría resultar paradójico: una lección sobre la razón en Francia, patria de la raison...
Creo que lo más importante es la voluntad de la Iglesia de dialogar con la razón, combatiendo la irracionalidad que el miedo suele generar. Basta con pensar en la oleada de espiritualismo y new age hoy tan en boga, que pretende reducir la fe a una especie de magia. Sin embargo, me impresiona comprobar que cada vez que mengua la fe cristiana no se beneficia de ello la racionalidad, sino la irracionalidad. Por eso es importante que Benedicto XVI lleve adelante esta reflexión sobre la relación entre fe y razón.

El Papa dijo que «el cristianismo no es simplemente una “religión del libro” en el sentido clásico». ¿Qué valor tiene para usted esta afirmación?
La Iglesia ha dicho siempre que la tradición es, junto con las Escrituras, una fuente de la fe. Creo que el Papa ha querido afirmar también de esta forma la originalidad del catolicismo con respecto al islam y al protestantismo. Afirma así que el catolicismo es una religión bien precisa, que no se diluye en un deísmo vago.

El Papa ha comparado la confusión actual con la del mundo en el que vivían los monjes, en donde «nada parecía quedar en pie».
Creo que ha hablado mucho de los monjes para subrayar también que el monacato es la alianza entre trabajo manual y pensamiento. Y aquí tenemos una lección importante para el mundo moderno donde la cultura se enfrenta con los intereses de los medios de comunicación, del dinero... Para Benedicto XVI el verdadero fundamento de todas las actividades humanas y, por tanto, también de la cultura, se halla en Dios.

¿Qué opina a propósito de la sintonía entre el Papa y el Elíseo acerca de la laicidad positiva?
Ambos han insistido sobre un hecho a mi juicio incontestable: Occidente tiene raíces cristianas y es completamente absurdo querer ignorarlas por renegar de ellas. La laicidad no necesita de epítetos: ni positiva, ni negativa, ni siquiera republicana. Fingir ignorar, con el pretexto de la laicidad, los fundamentos cristianos de los valores occidentales es precisamente contrario a la laicidad. Esta laicidad vacía implica la eliminación de la historia. Eso sería un clericalismo ateo, no laicidad.