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Huellas N.9, Octubre 2008

CL - Brasil / Salvador de Bahía

«Con nosotros, en nuestro barrio, está el Señor»

Francisco Borba

Era una zona de palafitos. Hoy, Novos Alagados es un nuevo barrio popular que, desde el pasado 14 de septiembre, tiene su iglesia. Dos mil personas asistieron a la inauguración del templo, testigos de una larga historia que empezó hace veinte años

El 14 de septiembre, en Novos Alagados, un barrio de la periferia de Salvador de Bahía, más de dos mil personas asistieron a la inauguración de la iglesia que lleva el nombre de Jesucristo Resucitado. En una zona donde no hay otras iglesias y la inauguración coincide con la creación de una nueva parroquia, nadie podía imaginar la reacción de la comunidad local. Pero no hay más que ver a los presentes, los que han venido para celebrar el acontecimiento: aunque parezcan salir de la nada, han venido de humildes casas de barro, y están allí conmovidos, de un modo que ni los organizadores más entusiastas podían esperar. Proceden de una larga historia de veinte años: la presencia de CL y de AVSI Internacional en la difícil realidad de Novos Alagados. Una historia que atestigua el profundo deseo de Dios, que se mantiene vivo en el corazón de todo ser humano aguardando el momento de manifestarse.
Ese día en la iglesia del Resucitado se congregó un pueblo nuevo, construido en la periferia de una ciudad donde el mestizaje entre la tradición católica europea y las tradiciones africanas ha dado lugar una cultura única, particularmente marcada por el gusto de la belleza. Alguien podría preguntarse si esta síntesis no es algo del pasado, un folclore que ya no volverá, una belleza estéril, petrificada en las bellas iglesias que se conservan como patrimonio histórico. El nuevo templo, inaugurado en una de las zonas más pobres de Salvador, demuestra todo lo contrario: esta capacidad de síntesis sigue viva, el pueblo nuevo sigue naciendo, sigue traspasando posiciones culturales, condiciones sociales e incluso nacionalidades con el mismo ímpetu de antaño.

La casa del pueblo
Lo recordó monseñor Giancarlo Petrini, obispo auxiliar de Salvador, que trabaja desde hace años en esta región (ver apartado): en el origen de este acontecimiento se encuentra el trabajo discreto de los universitarios de CL que, hace veinte años, comenzaron a atender a los niños y a compartir la vida con la gente del barrio. Estos mismos jóvenes, han llegado en masa para honrar la nueva iglesia y volver a ver con emoción y orgullo a aquellos niños, hoy adultos, formando parte de su vida.
En el origen está también el trabajo de AVSI. Tras varios intentos de otras organizaciones que no llegaron a buen fin, un grupo de italianos de esta ONG comenzó hace años un trabajo con la comunidad local, cuyo objetivo era acabar con las favelas de palafitos. Partieron de una premisa sencilla: no bastaba con solucionar los problemas, había que valorar el potencial de esas personas. Por eso consiguieron erradicar los palafitos, crearon un nuevo barrio popular, y pusieron en marcha un proyecto que, con los años, ha llegado a ser un modelo en ámbitos internacionales, incluso para el Banco Mundial. Un trabajo, el de AVSI, que todavía continúa, sosteniendo las obras educativas del barrio, como la guardería “Juan Pablo II”, el Centro educativo juvenil, el Centro de orientación familiar, o la guardería “Monseñor Luigi Giussani” recientemente inaugurada.
Y cómo no mencionar la solidaridad de la familia Abbondio, que ha apoyado incluso económicamente algunos de los proyectos de Novos Alagados, entre ellos, la construcción de la nueva iglesia. Y tras los Abbondio, el carisma de don Giussani y la experiencia de CL, que les permitió lanzarse al desafío de ayudar a una realidad tan distante geográficamente y, aparentemente, tan poco relacionada con su vida cotidiana. Cómo no aludir también al trabajo de Claudio Pastro, el artista que está pintando todo el interior de la Basílica de Aparecida y que, por su amistad con monseñor Petrini y con otras personas de la comunidad, ha diseñado las hermosas vidrieras de la iglesia.
Muchos ingredientes a los que se suma, el pueblo cristiano (último en mencionar aunque no en importancia) que, fiel a sus orígenes y con un profundo deseo de Dios, llenaba la iglesia el día de la inauguración. Todos acudieron a aquella celebración como un solo cuerpo. En un momento en el que se habla mucho de diversidad cultural, diferencias y barreras sociales, era impresionante ver a toda esa gente, ricos y pobres, profesores universitarios y humildes trabajadores, pálidos italianos y negros brasileños, vivir juntos la misma experiencia: un espacio donde la diversidad encuentra su verdadero destino en la comunión.

«Un lugar hermoso hecho para nosotros»
¿Qué significado tiene esta iglesia para el pueblo de Novos Alagados? Joselima, una de las primeras personas de la comunidad local que se implicó en el trabajo de CL y de AVSI, respondió a esta pregunta con unas palabras conmovedoras al final de la misa: «Al mirar todo esto sentimos una gran emoción, porque percibimos que es un lugar hermoso, hecho para nosotros. Es un lugar de fe, pero es también un lugar de dignidad. Todo esto ha sucedido porque unas personas que venían de lejos se interesaron por nosotros. Este lugar existe porque, para ellos, nosotros éramos importantes. La atención que nos prestan es signo de nuestra dignidad».
Es un signo tanto para los que trabajan allí como para los que ven desde fuera esa realidad, signo de que el verdadero sentido de la propia vida se descubre sólo compartiendo la de los otros. Más aún, la inauguración demuestra que el compartir encuentra su verdadero sentido, su realización plena, en la Comunión y en el encuentro con Cristo, porque en el trasfondo de cualquier circunstancia el corazón de todo hombre desea a Dios.
El padre Ignacio, párroco de la nueva iglesia, no se cansa de repetir lo importante que es comprender que, a través del entusiasmo, el pueblo daba testimonio de su profunda necesidad de Dios. Por eso la gente estaba desde las 7 de la mañana esperando que a las 9 comenzara la misa, hasta el punto de que a las 8.30 ya no había ni un sitio para sentarse.
Una bella iglesia, construida en un lugar de paso en el barrio, que la gente ha apreciado enseguida. Antes de la inauguración, entre los pasajeros del autobús que pasa por allí se oían a menudo comentarios del tipo: «¡Una iglesia nueva! ¿Será católica? ¡Qué bonita! ¿Cuándo la abrirán? Yo conozco a quienes la están construyendo. Sí, es católica…». De esa manera, hasta el cotilleo contribuía a darle publicidad.
Hay signos sencillos que tienen su incidencia en la historia y la cultura de un pueblo. Por ejemplo, las campanas, cuya función fundamental, muchas veces olvidada, es la de recordar un deseo que hunde sus raíces en el corazón de los hombres. Cuando empezaron a tocar, unos días antes de la inauguración, despertaron interés en el pueblo y el deseo de entrar a formar parte de la historia de ese lugar dedicado a Dios. Así les pasó a dos chicos que, atraídos por las campanas, se acercaron por curiosidad y se ofrecieron para repartir invitaciones por el barrio.
«Ojalá las personas entiendan que esta iglesia es un signo de que Cristo ha llegado hasta ellos», dijo el padre Ignacio. Por eso unos cuantos voluntarios fueron durante las semanas anteriores de casa en casa repartiendo la invitación, a través de ese simple gesto era Cristo mismo el que les invitaba personalmente. Un hecho destinado a repetirse, como anunció el padre Ignacio con su propuesta de ir a bendecir las casas de los que lo solicitaran. Cristo, en el rostro franco y alegre del párroco, se acerca nuevamente a ese pueblo.

Mirar y seguir
También Julián Carrón asistió a la ceremonia y, al finalizar, se reunió con la comunidad de CL de Salvador. Gilberto, el responsable de la comunidad, comentaba que todo había sido maravilloso y que era evidente la presencia de Cristo. Y Carrón añadió: «¿Veis qué fácil es reconocer Su presencia? Basta con mirar y seguir». Luego explicó que haber visto todo lo que había sucedido era como ver al mismo Cristo vivo: no podía ser sólo el fruto de una organización, aunque fuera la mejor. Era Cristo el que había movido el corazón de la gente y había despertado el deseo de Él. Había miles de personas, pero en el fondo era una multitud movida por Cristo. Esos corazones, insistió Carrón, no se habrían conmovido con un hecho del pasado ocurrido hace veinte siglos. Cristo conmueve los corazones porque es una realidad viva, presente ahora entre nosotros. Este es el mensaje que cada uno se llevó tras la ceremonia. Junto al testimonio que ese pueblo, hoy comunidad de la parroquia de Jesucristo Resucitado, nos ofrece a todos.


De la intervención de monseñor Giancarlo Petrini, obispo auxiliar de Salvador de Bahía
Recordar las etapas de esta historia significa recordar hechos: algunos sencillos, como el de los jóvenes universitarios que venían los sábados desde el otro lado de la calle, al barrio Primero de Noviembre para jugar a la pelota con los niños; y otros grandes, como la construcción de la guardería “Juan Pablo II”, hace catorce años, por la que han pasado centenares de niños. Hechos discretos, que pasan desapercibidos, como la charla con un adolescente para ayudarle a definir su vida hacia la madurez, y hechos que llaman la atención, como el derribo de las chabolas y la construcción de casas en su lugar. (…)
La construcción de esta iglesia corona esta historia, para que siga creciendo. Cuántos jóvenes han podido seguir sus estudios, obtener el título e ir a la universidad, ¡cuántos han encontrado trabajo! ¡Cuántos han tomado una dirección y han dado pasos seguros en la vida! Cada vecino, al mirar el campanario de la iglesia podrá decir: «Con nosotros, en nuestro barrio, está el Señor». Él nos ama, porque conoce cuál es el número de los cabellos de nuestra cabeza. Su poder divino vence la muerte y ha realizado todos estos hechos que hoy podemos ver delante de nuestros ojos. Él mantiene viva nuestra esperanza.