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Huellas N.3, Marzo 2012

PRIMER PLANO / Italia. Poderes débiles

¿Cuándo vuelve la política?

Stefano Filippi

Gobiernos técnicos. Parlamentos con problemas. Y además el peso de los mercados, de las agencias de rating, de la burocracia europea… Resultado: cada vez con mayor frecuencia, son «otros» los que toman las decisiones determinantes para la vida de los pueblos.
Otros que no han sido elegidos y que están lejos. Pero, ¿se puede avanzar a largo plazo en una situación semejante? Se lo hemos preguntado a un grupo de observadores, interesados directamente en este tema

Tangentópolis, hace veinte años. La marea de investigaciones sobre la corrupción en la política sepultó la primera República italiana. La política dio un paso atrás, dejando al poder judicial la tarea de renovar el sistema. Y los magistrados, maestros iluminados, enarbolaron gustosos la bandera revolucionaria. Hoy, la crisis financiera. La deuda de los Estados está fuera de control, el peso de los mercados internacionales, la injerencia de las agencias de rating que se meten a hacer política, la presión de los socios europeos: todo esto ha obligado a muchos países (de Grecia a España, de Portugal a Irlanda) a cambiar de gobierno. En Italia se ha instalado un ejecutivo de emergencia, compuesto por profesores y técnicos. Y la política, arrastrada al mismo tiempo que la Segunda República, ha dado marcha atrás por segunda vez.
Pero, ¿a dónde vamos a parar sin la política? ¿Dónde encuentra su legitimidad un poder cuyas referencias no son ya las urnas sino las sociedades de rating y los lobbies financieros mundiales? Una densa niebla envuelve estas preguntas, que sin embargo es necesario plantear. Un gobierno, aunque sea técnico, es siempre hijo de alguien. Se dice que la política no se ha quedado a un lado, sino que ha tenido un ataque repentino de responsabilidad al apoyar a Mario Monti y a su patrulla de profesores. Sin embargo, estos mismos partidos «responsables» están perdiendo progresivamente la relación con la gente: lo dicen los sondeos, los congresos en los que abundan los enfrentamientos, las primarias ganadas por outsiders. Algunos no ven urgencia alguna en preguntarse sobre la ausencia de la política o sobre la fuente de la representatividad. Pero, ¿cuánto puede durar esta fase de «suspensión del funcionamiento político»? ¿Constituye realmente un problema grave?
En el Corriere della Sera, Ernesto Galli della Loggia ha expresado con lucidez esta incongruencia: «¿Conseguirán los partidos italianos salir de la condición de irrelevancia – diría de inutilidad – hacia la que les está llevando la presencia del gobierno Monti?». Inútiles. Irrelevantes. Desde un observatorio distinto, el de Giuliano Ferrara, la visión es la misma: «¿Para qué sirven los partidos? Para nada». Escenario de guerras internas, ámbito de búsqueda y obtención de apoyos, fuente de obstáculos al buen gobierno, lugares en donde todavía se roba. «Almas muertas», escribe el gogoliano director de Il Foglio.
Hoy en día, la política es un blanco fácil. «Es un termitero», dice Paolo Franchi, editorialista del Corriere y del Riformista: una construcción vacía, «pues de otro modo no se hubiera derrumbado así. No ha sido asesinada por nadie, ni por los técnicos ni por las polémicas sobre la casta. No es que fuera paseando tranquilamente y de repente llegara el hombre del saco. No, en Italia la política se ha suicidado. Durante quince años, la única cuestión para todos ha sido “Berlusconi sí, Berlusconi no”, y los técnicos han aparecido como los únicos capaces de hacer una agenda de reformas. La política se ha ganado a pulso ser considerada como algo innecesario».

¿Se puede prescindir de ella? Falta el «discurso sobre Italia», sostiene Galli della Loggia: faltan una concepción del país y la capacidad para hacer cuentas verdaderamente con sus problemas. «¿Existen grandes personalidades en esta Italia? ¿Grandes empresarios, industriales, novelistas, directores?», se pregunta Galli. «Esta política es el espejo de un país en declive, cada vez más mediocre».
Pero el problema permanece. ¿Podemos en verdad prescindir de la política? Si prescindimos de ella, ¿no entra en crisis la democracia misma? «Ciertamente, la cuestión democrática está abierta», responde Franchi. «Miremos las reacciones populares en Grecia, el último país de la UE intervenido por las autoridades de Bruselas y Frankfurt: el pueblo destronado se levanta con violencia». «La democracia está suspendida en la actualidad»: está convencido de ello Piero Sansonetti, director del semanario Gli Altri. «En estos momentos, tengo cada vez más la impresión de que dos grandes ideales de mi juventud, Europa y la democracia, se hallan metidos en un conflicto irreconciliable. Se puede renunciar a la política, pero debemos darnos cuenta de que así se da un paso atrás. La convivencia civil renunciaría al punto más alto alcanzado en la regulación de las relaciones humanas». ¿Se trata de una dictadura encubierta? ¿Es éste el escenario actual? «No necesariamente. Los regímenes nos son totalitarios a la fuerza. Eliminar el papel del pueblo como fuente del poder político no significa automáticamente finiquitar la libertad. El fascismo y el comunismo no necesitaban la libertad, pero sí necesitan de ella la economía y las finanzas, que detentan el poder en la actualidad. Para que funcione el mercado, se necesita al menos algo de libertad».

Problemas y alfombra. La gran alianza entre tecnocracia y finanzas ha tomado el poder que había cedido la política, dice Sansonetti. «El voto popular es siempre más molesto. En Grecia el ex primer ministro Papandreu propuso un referéndum: fue considerado como una provocación. El presidente Obama propone reformas sociales profundas y se le rebate que no puede hacerlo, que se necesita otra cosa, que no diría todo eso si no estuviese en campaña electoral. Hoy se teoriza que dar voz a la gente se contrapone al buen gobierno».
Europa y democracia en antítesis: para muchos, se trata de una herejía. Italia es una de las fundadoras de la Comunidad, el europeísmo es el tótem en nombre del cual se han afrontado enormes sacrificios. «Pero también la alfombra bajo la que hemos escondido nuestros problemas», objeta Galli della Loggia, «esperando que Europa nos los arreglase. Hemos mirado con suficiencia la dimensión nacional, hemos dejado a nuestras espaldas Italia y nuestra historia. Pero Europa no salva a nadie, sino que pone a cada uno ante sus propias responsabilidades. En cualquier caso, tampoco Europa tiene clases dirigentes tan deslumbrantes».
¿Volverá acaso esta bendita política? «Pesimismo cósmico», dice Franchi: los observadores son escépticos. Pero los políticos están convencidos de lo contrario. «La política nunca se ha ido»: en este punto coinciden, desde lados opuestos, Raffaello Vignali (PdL) y Enrico Letta (PD). El ejemplo más evidente es el apoyo parlamentario concedido al gobierno Monti: «Un acto de responsabilidad», lo juzgan ambos, unidos en la adhesión al Grupo Interparlamentario por la subsidiariedad.

Amos y sirvientas. El apoyo al ejecutivo «salva-Italia» se asemeja a un juego de ilusión óptica: ves cosas distintas según cómo lo mires. Para los opinion-maker, «con el voto a Monti los partidos han certificado su propia inutilidad», utilizando palabras de Ernesto Galli della Loggia. Convencimiento compartido por Franchi: «La política ha arriado la bandera, los partidos se han retirado. Han dicho: reconocemos que no podemos resolver los problemas, y nos vamos. Gesto notable, que sin embargo deja un vacío y equivale a admitir su fracaso». Para Sansonetti «la política se ha rendido. Y el caso Lusi es emblemático. Un abismo moral lo separa del caso del compañero Greganti». Luigi Lusi es el ex tesorero del Margherita, investigado en la actualidad por haberse apropiado de trece millones de euros del partido que confluyó en el PD; Primo Greganti era un consejero del PCI condenado por una comisión de 1,2 millardos del liras recibida para el partido, a cuya disposición había puesto sus cuentas personales. ¿Dónde está la diferencia? Responde Sansonetti: «En los años noventa, las comisiones eran el precio que la política reinante exigía a la economía, hoy son el sueldo que la economía, que se ha vuelto dueña del asunto, le pasa a su sirvienta, la política».
Partidos al servicio de los técnicos, acabados, inútiles, costosos, agotados por la larga campaña de deslegitimación anti-casta. ¿Nos encontramos ante una derrota histórica e irremediable? No, responden los políticos. «Este vacío es temporal. Se trata de una fase de transición», sostiene Enrico Letta. «Existe una clara analogía entre lo que sucede ahora y lo que sucedió hace veinte años. Han desaparecido los catalizadores de las dos Repúblicas: en la primera, el muro de Berlín, que dividía a Italia como a ningún otro país europeo; en la segunda, Berlusconi. En ambos casos el vacío de la política fue colmado momentáneamente por un gobierno técnico: entonces le tocó a Ciampi, hoy a Monti. Es una transición hecha a propósito para propiciar que salgan a la luz aquellos que tienen buenas ideas: hace veinte años fue Berlusconi el que se aprovechó de ello».
Dice Vignali: «Con Monti no han desaparecido los partidos. Tras caer el gobierno Berlusconi, hemos privilegiado la conveniencia del país sobre la de los partidos, que era ir a votar. El bien común se ha antepuesto a los intereses partidistas. La política no ha abdicado. Ahora debe recuperar la relación con los electores. Debe comprender nuevamente lo que dijo don Giussani en Assago hace veinticinco años: o el poder está determinado por la voluntad de servir al hombre, o bien mira sólo por su interés, entonces se vacía y acaba en la impotencia o en la prepotencia. En Radio Radicale se puede escuchar todavía la grabación de aquella intervención. Resulta impresionante escuchar de nuevo la voz de Giussani, profética y a la vez poco escuchada». Era febrero de 1987: otro aniversario.
En opinión de Vignali, la política ha reanudado su marcha: «El pasado mes de noviembre el Parlamento aprobó el estatuto de las empresas, definitivamente y por unanimidad. Ahora nos disponemos a reformar la normativa sobre el trabajo en las cárceles y a estabilizar el 5 por mil. Parece una paradoja: justamente ahora la política retoma la iniciativa y vuelve a ocuparse de cuestiones importantes». Desvinculado de los dossieres que tiene en su mano el gobierno Monti, y dejado a un lado Berlusconi, que de hecho imantaba cualquier gesto de la política, el Parlamento ha vuelto a apropiarse de asuntos en apariencia menores.

A largo plazo. Hará falta tiempo, ideas y personas para que la política recupere su lugar. Tiempo: «Por lo menos una generación», pronostica Sansonetti. Ideas: Franchi se imagina a «un hombre, un grupo, una fuerza que se levanta, que dice en voz alta cuál es su visión para salir del declive y que se mide con ella. Pero el PdL no sabe qué quiere, si volver con la Liga, secundar la hipótesis neo moderada del PPE con el Tercer Polo, o unirse con el PD. La izquierda está paralizada por la incapacidad de seleccionar una clase dirigente creíble para sus mismos electores, hasta el punto de elegir como candidatos a figuras perdedoras. Los vencedores de las primarias, desde un gran burgués como Pisapía en Milán a un profesor aristócrata como Doria en Génova, no son candidatos de Véndola (presidente de la región de Apulia, ndt), sino el resultado de la impaciencia anti-política». Personas, precisamente: «Dirigentes de calidad, no cooptados», sintetiza Galli della Loggia, «sino seleccionados después de haber demostrado su valor en batallas políticas de verdad, que conozcan la situación y sean capaces de explicar, movilizar, decidir».
Un trabajo a largo plazo, pero que resulta urgente. Porque tiene que ver con esa «educación de la que depende el futuro de un pueblo», que el reciente documento de CL sobre la crisis situaba entre las prioridades de la política, junto a la necesidad de «sostener a los que construyen un bien para todos»: es decir, hechos, ejemplos, personas y obras que vayan en esta dirección.
«Nuestra tarea es observar lo que se mueve en la realidad y valorarlo», dice Vignali. «Los ideales existen, pero no bastan: la Carta de principios más increíble de una empresa pertenecía a Enron, la del crack. Las ideas valen en aquellos que las encarnan». «Me imagino una Tercera República en donde la buena política contará más que los partidos», añade Letta. «Gran parte del trabajo está en manos de los tres principales dirigentes que tienen la gran tarea de hacer limpieza y conseguir un buen acuerdo sobre la nueva ley electoral».
Las elecciones: verdadera fuente de representatividad de una clase política. En 2013 nada será como antes. «No», confirma Letta, «pero no sé decir cómo será». Nadie quiere aventurarse a hacer previsiones, la niebla no se disipa, aunque los políticos vean con optimismo señales de recuperación, mientras los comentaristas no saben indicar vías de salida. Un año de retos separa a Italia de las elecciones. Un reto para cambiar, también en la política.


ALGUNAS REFLEXIONES
«El ideal de la democracia nace normalmente como exigencia de relaciones cabales y justas entre personas y grupos. De modo más particular, el punto de partida para una verdadera democracia es la natural exigencia humana de que la convivencia facilite la afirmación de la persona, de que las relaciones “sociales” no obstaculicen el crecimiento de la personalidad.
Un principio de la democracia es, por tanto, el sentido del hombre “en cuanto tal”, la consideración, el respeto y la afirmación del hombre simplemente “porque existe”.
En su espíritu, la democracia no es principalmente una técnica social, un mecanismo determinado de relaciones externas; es una tentación reducir la convivencia democrática a un puro hecho de orden exterior o formal. En ese caso, el respeto por el otro tiende a coincidir con una fundamental indiferencia hacia él»
Luigi Giussani, El yo, el poder, las obras (Ed. Encuentro)

«El riesgo es renunciar al punto más alto alcanzado en la regulación de las relaciones humanas»
Piero Sansonetti

«Los partidos se han retirado. Han dicho: reconocemos que no podemos resolver los problemas»
E. Galli della Loggia

«¿La política? No ha sido asesinada: se ha suicidado. La política se ha ganado a pulso ser considerada como algo no esencial»
Paolo Franchi

«Este vacío es temporal. Se trata de una fase de transición hecha a propósito para propiciar que salgan a la luz aquellos que tienen buenas ideas»
Enrico Letta (Pd)

«Debemos recuperar la relación con los electores. Y comprender nuevamente lo que dijo don Giussani en Assago en 1987…»
Raffaello Vignali (Pdl)