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Huellas N.2, Febrero 2012

EDITORIAL

Un momento en el tiempo

Un aforo de dos mil personas, casi todas menores de 25 años. Otras cincuenta mil conectadas vía satélite con el resto de Italia y con algunos otros países. Noventa minutos intensos que empiezan con las notas del Et incarnatus est de Mozart, interpretado en vivo por una famosa soprano, y culminan con el rezo del Angelus. Hace unos días el encuentro en el Teatro Arcimboldi de Milán fue realmente un acontecimiento. Algo grande. A primera vista demasiado grande para explicarlo con su motivo inmediato: volver a proponer para la próxima Escuela de comunidad de CL El origen de la pretensión cristiana, el segundo volumen del “Curso básico de cristianismo” de Luigi Giussani. El libro, en el fondo, habla de Cristo y del Evangelio, ¿dónde está entonces la novedad? Después de 2000 años, ¿qué puede seguir pretendiendo del hombre el cristianismo?

La intervención de Julián Carrón en ese acto es la Página Uno de este número de Huellas. Basta leerla para comprender la novedad sorprendente del cristianismo. Todo corazón necesitado de pedir la reconoce enseguida. Cuando un hombre se encuentra con Jesucristo experimenta un «florecimiento de lo humano». Cuando la fe se convierte en una experiencia personal, nuestra humanidad concreta florece. La mía, la tuya. No hay nada tan novedoso como este imprevisto florecer de lo humano. Nada más «subversivo y sorprendente». Realmente, la novedad es que «Cristo es algo que me está sucediendo ahora». Este es el contenido del anuncio y la gran pretensión que cada cual puede comprobar en su experiencia. Sólo por esto podemos responder «sí» a la pregunta, inquietante y actualísima, planteada por Dostoyevski en Los demonios: «Un hombre culto, un europeo de nuestros días, ¿puede creer, realmente creer, en la divinidad del Hijo de Dios, Jesucristo?».

Sucede un hecho en tu vida, lo sigues y compruebas con sorpresa que te desvela lo que tú eres. Lo evitas, lo apartas, y te encuentras extrañamente debilitado a la hora de afrontar la realidad. Lo testimonian tantas historias personales que durante estos meses hemos publicado a propósito de la crisis. Y también el modo de afrontar las grandes cuestiones, por ejemplo, el problema de Europa.
Cuesta entender a Europa si se oculta, más o menos conscientemente, la raíz de su forma particular de vivir, pensar, usar la razón y concebir la realidad, lo humano, los derechos, la economía. En la raíz de Europa está el Hecho cristiano. Si esto se censura, antes o después, el árbol se seca. ¡Cuidado!, no es que sólo se pierdan ciertos valores. Lo más importante es que sufre una merma la razón, como nos recuerda insistentemente el Papa. Todo se complica. Cuesta encontrar motivos válidos para estar juntos. Cuesta mirar en perspectiva. Cuesta buscar un bien común. ¿Es esto un salto indebido? Os invitamos a leer el Primer Plano a la luz de estas preguntas: ¿Se puede volver a crecer juntos y a crear riqueza sin buscar un bien común? ¿Se puede hacer sin que se avive el deseo del corazón del hombre, o para lograrlo bastan tan sólo algunos retoques del presupuesto y de las leyes? Y, sobre todo, ¿qué es lo que aviva el corazón humano de manera incomparable?
Un Hecho. «Un momento en el tiempo y del tiempo», así escribía T. S. Eliot, y lo cita don Giussani: «Pero el tiempo se hizo mediante ese momento, pues sin el significado no hay tiempo, y ese momento del tiempo dio el significado». Y sigue dándolo también hoy en día. Y esta es una novedad absoluta.