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Huellas N.9, Octubre 2011

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

NO CAMBIARÍA LO QUE HE VIVIDO
Tengo 16 años. Este fin de curso ha sido muy diferente y más duro que los demás porque durante veinte días estuve ingresada intermitentemente en el hospital. Ha sido una experiencia difícil y también una de las más intensas que he vivido, gracias a que, a través de ciertas personas, he ido al fondo de lo que me estaba sucediendo. Me ha servido para darme cuenta de lo bien acompañada que estoy y me he sentido muy querida; simplemente por la gente que llamaba, que venía a visitarme o que ofrecía ayuda a mis padres. Sé que si no hubiesen estado conmigo, habría sido mucho más duro. Muchas veces me venía abajo por tener que estar en una cama sin poder moverme en vez de ir a la fiesta del colegio, las confirmaciones, o donde fuese. Esas personas, como mi madre, me decían que rezásemos juntas. A lo mejor en el momento no lo entendía del todo pero, al final, veía que me ayudaba. La noche que pasé en el hospital, después de que me pusiesen uno de los tres drenajes, estuve en preingresos, una enorme sala en la que había más enfermos, mucho mayores que yo. “Dormía” al lado de un hombre que se pasó toda la noche diciendo: «Que me muero, que me muero, que me muero…»; también tenía cerca una mujer de unos 90 años que no paraba de mirarme fijamente, y que pasó sola toda la noche, como muchos otros pacientes. Todo esto, y que acababa de salir de quirófano con un drenaje, me hizo entender que nosotros solos no hacemos nada y que siempre necesitamos ayuda de Alguien mucho más grande. En ese mismo momento me salió ponerme a pedir de una manera totalmente consciente, no como muchas veces lo hacemos, sin pensar. El hospital ha sido una gran ocasión para que crezca la relación con mis padres, especialmente con mi padre. También la relación con algunas amigas y con Luis Lamas que me acompañó mucho. Nunca habría deseado que me dieran cuatro neumotórax, pero no cambiaría lo que he vivido. Me ha ayudado a ser consciente de que mi vida depende de Algo mucho más grande, de Cristo.
Mónica, Madrid (España)

NACER DE NUEVO
He iniciado el viaje de mi vida hacia mi único destino, Cristo. Hasta hace muy poco tiempo vivía en la más absoluta oscuridad. He conocido muy bien el frío de las tinieblas y ahora, después de este cambio tan radical en mi vida, no puedo dejar de mirar atrás, a lo que era, a cómo he vivido todos estos años, preguntándome: «¿La vida es sólo esto?» He disfrutado de unas vacaciones con la que en breve será formalmente “mi frater”, una mezcla heterogénea de seres, tan dispares que me sorprende, una y otra vez, mirarles. Sólo Él puede haber creado esta amistad, porque de otra forma sería totalmente imposible que tuviéramos algo que ver unos con otros. Con ellos he conocido lo que es la unidad y me doy cuenta de que se han convertido en mi familia, en mi verdadera casa, en mi descanso. Desde principio de este verano, ya comenzaba a atisbar un cambio en mí, una apertura. El Señor me había puesto una compañía maravillosa, me había colocado en el lugar correcto y comenzaba a ver el camino, pero jamás me podía imaginar el milagro que estaba por suceder. El primer día de vacaciones, fuimos a misa y en el momento de la consagración dudé, dudé de la existencia del Señor, lo reduje a un banal consuelo, a una invención. Salí de la misa totalmente contrariada, atravesada, preguntándome qué hago yo aquí con esta gente. Luego, pasamos una semana maravillosa. Mejor dicho, pasé los mejores días de mi vida. Por primera vez comenzaba a experimentar qué es la verdadera libertad, sentía que no había ni un segundo desperdiciado. Teníamos una constante tensión por reconocer a Quien nos había llevado hasta allí. Fue una semana que cambió por completo mi forma de ser y de estar. Lo que más me impactó es que poco a poco me fui dando cuenta de que el simple hecho de rezar se convertía en una necesidad para mí, de tal forma que ahora mi día gira en torno al “Libro de las horas”, a la petición continua. La víspera del fin del viaje fuimos a misa a Castro-Urdiales, Cantabria (cito la localidad porque ahora me doy cuenta de que he nacido dos veces, una en Tenerife y otra allí) a la Iglesia de Santa María de la Asunción. Ese día por primera vez las palabras que había escuchado tantas veces cobraron vida y dejaron de ser simples palabras; me convertí en testigo de los acontecimientos, reconocí a Cristo vivo en la Eucaristía, delante de mí, y me sentí abrazada con infinita ternura. En ese momento me rendí, después de casi diez años de negación, me abandoné a sus brazos y fui totalmente consciente de que, pasara lo que pasara en mi vida, nunca jamás me iba a sentir tan amada como en ese instante. Me di cuenta de que el Señor me había llamado desde el día en que nací y en ese preciso momento supe que mi nacimiento sólo responde a su llamada, mi existencia sólo cobra sentido a través de Él. Me siento viva, he conocido el cielo en la tierra, he saboreado aquí la vida eterna, y me he dado cuenta de que no necesito nada, absolutamente nada, fuera de su presencia, para ser feliz. Todo ha sido pura gracia. He nacido de nuevo pero con “conciencia”, reconociendo en cada momento quién cumple mi vida, quién responde plenamente a mi corazón.
Yolanda, Santa Cruz de Tenerife (España)

¡QUÉ ABRAZO!
A finales de julio impartí junto a otros profesores un curso en la Universidad de Buenos Aires. Cuando un buen amigo en España, Portu, se enteró de que iba a ir a Argentina me dijo que no podía dejar de dar un salto a Asunción y visitar la obra del Padre Aldo. Y así lo hicimos mi mujer, Gloria, y yo. El último fin de semana de nuestra estancia en América, en una visita intensísima cuidada por nuestros amigos de Asunción, pudimos visitar el colegio de Santa Caterina de Siena y la obra del P. Aldo alrededor de la Parroquia de San Rafael y la casa Virgen de Caacupé, situada a las afueras de Asunción, en Itauguá, donde Pedro “comparte condena” con casi veinte jóvenes provenientes del Correccional de Menores Panchito López. Todo fue conmovedor. Conocimos la obra del P. Aldo a través de Sergio, Director de la Casa Divina Providencia para enfermos con cuidados paliativos, es decir, a través de un testigo. Allí pudimos conmovernos por lo que Cristo es capaz de generar, algo inimaginable, impensable, para el hombre. La ley de la caridad es realmente otra cosa. ¡Qué abrazo! Terminada la visita a Asunción fuimos en autobús a Foz de Iguazú (Brasil) y desde allí visitamos la presa de Itaipú en el río Paraná, en la frontera entre Paraguay y Brasil, la mayor fuente de energía hidroeléctrica del mundo. Es realmente espectacular y un ejemplo de lo que el hombre puede hacer cuando emplea bien sus capacidades. Después visitamos las cataratas de Iguazú, tanto desde el lado brasileño como desde el lado argentino. ¡Qué espectáculo! Todos ante esa belleza exclamaban ¡My God! Estando allí nos dimos realmente cuenta de lo que habíamos visto esos días. Habíamos visto la obra del hombre y habíamos visto la obra de Dios, las cataratas de Iguazú. Un paraje seguramente de los más bellos de la Tierra. Pero, nos decíamos, la obra de Cristo, de Dios encarnado, es otra cosa. Lo que habíamos visto en la casa de la Divina Misericordia existía sólo porque Cristo vive y Su humanidad se hace presente a través de aquellos que le reconocen. Era otra medida, que hacía que nos reconociéramos realmente queridos y con ganas de abrazar al mundo entero. Entendimos que esta obra no se puede medir con el baremo de ninguna “perfección” humana ya que así se perdería uno lo mejor: el abrazo de Cristo.
Ramón, Madrid (España)

«¿DE QUIÉN ERES?»
Este verano tendría que haber terminado Derecho pero me ha quedado la última asignatura, por lo que me quedo en una situación bastante comprometida. Como un “indignado”, sin casa (bueno, eso no), sin curro, sin estudios, etc. Lo primero es que ha aparecido una mirada reducida sobre mí mismo (podría haber estudiado más, o por lo menos haberme organizado mejor, éste que ha aprobado es mejor que yo, etc.). Cosas que, aún siendo posiblemente ciertas, no dicen toda la verdad sobre mí. Esta mirada reducida sobre mí mismo no me deja respirar, y vuelve una y otra vez a fastidiarme. La Escuela de comunidad lo expresa así: «el engaño que supone tratar de llenar la exigencia humana con algo menor que lo que la puede satisfacer, cuando mi esperanza no está puesta en Cristo presente; así es como si viviera dos vidas paralelas». Es decir, midiéndome a mí mismo con los criterios del mundo, y poniendo mi esperanza en que las cosas salgan como yo quiero. Cuando avisé de lo que había pasado, el primer mensaje que me llegó fue el de Javi, que me dijo: «¿Tú de quién eres?». Ha sido la primera provocación de estos días, a la que he tenido que mirar a la cara. Durante este verano muchos hechos me han descolocado y me han revelado cuál es la verdadera estatura de mi yo. ¿Cómo es posible que me encuentre a diario con personas que dicen mejor que yo para qué estoy hecho? ¿Cómo es posible una gran fiesta como es la JMJ? ¿Cómo exalta tanto mi corazón el hecho de que se afirme que la belleza es mi auténtica necesidad? ¿Quién hace posible que Nacho, ayer mismo, hable sobre una persona que acaba de morir, diciendo que «su vida y su muerte gritan al mundo la presencia de Cristo?». No sirve ninguna otra cosa, solo Cristo está a la altura de mi necesidad (…) ¿Quién habla así? Con mis imágenes sobre mí mismo desmontadas, se hace para mí más urgente el camino que nos sugiere Julián, un camino para ir al fondo de mi experiencia y entender, cotidianamente, que mi libertad consiste en pertenecerle a Él. Es lo único que me permite permanecer de pie ante esta circunstancia, dolido, pero no vencido. Me doy cuenta de la caridad infinita que he recibido y me sorprendo deseando amar y conocer a Cristo... ¡porque está!, y se nota la diferencia. Vaya si se nota. Exalta mis verdaderas preguntas, deja a la altura del betún mis esquemas, mis sospechas y mis medidas. Y sobre todo, me hace caer en la cuenta de que, si soy libre, es porque estoy en manos de Él. Si podéis, pedid por mí en la revisión del examen, por si se da el milagro (aunque sería un milagro infinitamente más pequeño, comparado con el milagro de que un corazón de piedra se vaya convirtiendo poco a poco en un corazón de carne).
Chema, Madrid (España)

«ESTOY CONTIGO»
Querido Julián: Cuando se pidió tomar en serio la propuesta de las vacaciones con la comunidad de Monterrey decidí implicarme en la organización de éstas. Empecé a ver lugares y alternativas pero me encontraba con muchos obstáculos: falta de disponibilidad en muchos, problemas económicos en otros, incertidumbre para viajar por el problema de la inseguridad en el país, etc. A pesar de todo esto continuamos y se logró fijar fecha y lugar. Temía que las cosas no salieran bien, pero me ayudaron a retomar por qué hacía lo que hacía: no por una cuestión organizativa, sino porque Cristo se manifestara en nuestras vidas y con nuestras familias. (…) Los tres días que estuvimos juntos jugamos, comimos, paseamos, vimos una película, el curso del vino, celebramos la Eucaristía… todo lo que hacíamos tenía un sentido, se sentía una fraternidad que era signo de su Presencia, todos nos veíamos alegres, no había objeciones, nos tratábamos como si hace mucho nos conociéramos aunque con algunos era la primera vez que nos habíamos visto. Todos apoyaron en los gestos con una responsabilidad libre. Gracias a Dios regresamos bien, sin problemas de inseguridad, ciertos de que Cristo nos acompañaba y que nuestra compañía y amistad había crecido exponencialmente. Como fruto de estas vacaciones, ahora en el encuentro semanal de Escuela de comunidad han empezado a ir nuevos amigos y han regresado algunos que habían dejado de ir. En estas vacaciones hemos vivido el ciento por uno. Regresamos todos con el corazón lleno. Mis hijos estaban también felices y me preguntaban cuándo volveríamos a reunirnos con estos amigos. Esto fue un verdadero signo de que el Señor está presente y me dice: «Estoy contigo, aquí y ahora». Gracias a todos por su que hace posible generar este pueblo que cambia la vida y la hace más bella.
Adriana, Monterrey (México)

ERA UN AMIGO DE VERDAD
Agradezco a Dios la vida de Francisco, con quien compartí mi camino de fe. El padre Danilo me pidió que acompañase a Francisco en la catequesis de confirmandos de su parroquia, en Luque. Acepté sin conocerlo, aunque la parroquia estuviera lejos de mi casa (tenía que tomar tres colectivos). La alegría que me embargaba y me hizo decidir que quería ver por mí misma era indescriptible. Estuvimos juntos en la catequesis cuatro años. Nuestra amistad era excepcional, nunca perdimos tiempo en hablar. Nos dejábamos desafiar por la realidad, juzgando siempre lo que vivíamos. Compartimos muchas pruebas en ese peregrinar. Más tarde se adhirió a nuestra amistad Graciela. La partida de Francisco dejó huellas muy profundas en mi vida. La gracia que tuvimos de compartir la catequesis era la semilla que cayó en tierra firme, murió y dio frutos. La misma que habrá que regar permanentemente para que siga creciendo. Gracias Señor por consentirme acompañarle en su último tren. Por permitirme la gracia de reconocer tu gran obra en nuestra vida durante la enfermedad de Francisco. Mientras otros buscaban qué y a quién culpar, yo en silencio glorificaba la forma de actuar del misterio de Dios, que durante todo este tiempo era un signo muy claro para mí. Francisco me había dicho tantas veces: «Tengo miedo Antonia». Y yo le decía: «No temas, recuerda que Dios nunca nos abandona. No estás solo». Le hice ver que, por doloroso y duro que fuese el momento, su enfermedad era una prueba que Dios permitía para mayor gloria de su obra y que él era un privilegiado. Estoy segura de que vivió feliz durante este tiempo. Se abandonó totalmente a su voluntad con una entrega tal, que le llevó a vivir con paciencia su trance. Cuando sus fuerzas se debilitaban siempre buscaba la compañía, esa compañía que nunca le abandonó. E incluso nos preparó para el momento de su muerte. Nos reunió a las tres con él y su hija, para que rezásemos. En silencio, así lo entendí. Ese sábado, al salir de su casa, fui a misa, le llamé, y le conté con alegría que ofrecí de todo corazón por él. Me dijo: «Gracias, amiga». Él sabía que no estaba solo. Es bello recordar su amistad porque era percibir la presencia de Cristo en medio de nosotros (…). Caminar con él con sencillez me permitió abrazar la verdadera amistad (…) y preguntarme quién era Jesús para mí. Jesús es todo para mí.
Antonia, Asunción (Paraguay)

LOS CHICOS DE ROSE Y LOS ABUELOS CUBANOS
El pasado jueves, 6 de octubre, volvimos a ver en Fuenlabrada «una Presencia que se hace presente». Julio, Zoila y Luis son cubanos, y por circunstancias de la vida, abuelos y nieto respectivamente han terminado acogidos en una de nuestras casas de acogida de la Casa de San Antonio. Los tres, el jueves pasado, afirmaron su fe, recibiendo los sacramentos: Julio recibió el bautismo, la comunión, la confirmación y el sacramento del matrimonio con Zoila; Luis recibió la primera comunión. Fue un gran acontecimiento para mí. Cuando Rose Busingye, en la Jornada de apertura de curso, nos contaba uno de los ejemplos de sus chicos, que pidieron recibir el bautismo para pertenecer a lo que pertenecía Carrón, me vinieron a la cabeza Julio, Zoila y Luis. A esta familia cubana les ha sucedido algo igual, necesitaban ser bautizados, tomar la comunión y ser casados para vivir su nueva vida. Durante la boda no me paraba de preguntar: ¿qué ha sucedido para que a estas alturas de la vida estos tres decidan dar este paso? Al final de la misa, cuando fui abrazarles, vi como María Luisa, una de las voluntarias de la Casa de San Antonio, besaba en la frente a Zoila, mientras ella emocionada daba las gracias por lo que había recibido. Entonces, percibí como “presencia” esta persona que tenía delante, y reconocí al Señor que se hacía presente para mí en estos dos abuelos y en su nieto. Fue un espectáculo.
Marijo, Fuenlabrada / Madrid (España)

DECIDIR POR UN BIEN
Es el primer verano que paso de casada y, por mi historia, no puedo darlo por descontado. Como dicen los Ejercicios, ya había experimentado cómo, poco a poco, se deterioran algunas cosas, y esto se hacía evidente en mis días. Decidimos pasar juntos una semana con amigos y después otra con algunas personas de Madrid y Benicassim, que organizaban unas vacaciones en Asturias. Realmente, no era mi gran “planazo”. Pero, no quería irme de vacaciones para “desconectar”, ni olvidarme de mis neuras, ni de mis debilidades. Intuía que podía ser una ocasión para mirar todo esto sin que el mal me venciera. Y así fue. Gracias a la frescura de algunas relaciones nuevas, con personas de Benicassim y con algunos amigos de Villanueva, nuestro corazón se volvió a ensanchar. Fuimos con una necesidad grande, pidiendo que pudiéramos volver a esperarlo todo de la vida. No puedo negar que Cristo, mediante ciertos testigos, ha hecho que yo volviera a florecer. Creo que es muy importante la decisión que tomamos de irnos a un sitio o a otro. Yo acudí a esas vacaciones por la intuición de que iban a ser un bien para mi vida y mi vocación. Esa intuición ahora es una certeza. Volvimos cambiados, cuando el corazón deja de endurecerse se nota cómo uno vive las cosas: la compañía, el abrazo del marido (como dice don Giussani al hablar de Juan y Andrés) y la certeza de tener unos amigos con los que vale la pena caminar.
Laura, Barcelona (España)

Escuela de comunidad
UBI FIDES IBI LIBERTAS
Querido Julián: Cuando empezamos la Escuela de comunidad sobre El sentido religioso no tenía muy claro cuál era el camino que querías indicar. Después de los Ejercicios, se me han ido aclarando algunas cosas. El mes pasado me quedé sin trabajo, tengo un hijo de tres años y otro por venir. El embarazo de mi mujer, delicado, nos obligaba a ser más que cautos en el cuidado del bebé. Siempre nos recuerdas que don Gius repetía que la realidad es positiva, y ante estas circunstancias tenía solo dos caminos: o todo es para mi conversión o, simplemente, la vida es un caos. Haciendo un trabajo más serio sobre los ejercicios y, sobre todo, juzgando las circunstancias que vivo a la luz de fe, me he encontrado en una situación privilegiada para descubrir que la fe es lo único que vale para la vida. Ante lo que estaba sucediendo, llegó el momento en que tuve que juzgar, comparar lo que estaba pasando con las exigencias que llevo dentro. Así caí en la cuenta de que nada, absolutamente nada (ni el mejor trabajo, ni mi hijo, ni mi esposa) puede llenar ese deseo de infinito que llevo dentro y que, ni si quiera en las circunstancias más difíciles, deja de recordarme quién soy. Esta insuficiencia y tu invitación a hacer un camino han sido la chispa gracias a la cual ha renacido toda mi certeza de ser amado y de que sólo la Presencia del infinito puede colmar mi deseo. Pero sobre todo ha sido la ocasión de descubrir que lo que me posibilita hacer experiencia de que «donde está la fe está la libertad» es volver a descubrir quién soy. Volver a descubrirse es la experiencia más bella que le puede acontecer a un hombre, porque nada de lo que pasa o pase en el futuro pesa más que el hecho de que soy amado y privilegiado por Él y que me acompaña. Es cierto, no falta Dios, falta un hombre así, deseoso de ver su rostro todos los días, con la misma sed que tenia la Samaritana. Pido a don Gius y a la Virgen que me concedan siempre pertenecer a este pueblo, que es la expresión más genuina de la gran ternura que tiene el Misterio por mí.
Víctor

PORQUE ÉL LO ES TODO
La primera semana de octubre tuvimos las primeras vacaciones de CL en China. Se celebraron en Hong Kong. Éramos unas 22 personas. Después, Pilar y yo aprovechamos para ir a Macao que está a una hora de HK en ferry. Era 6 de octubre y justo ese día hacía dos años que llegamos a Shanghai y dejamos nuestra querida España. Macao es limpia y ordenada. Estando en el centro tienes la sensación de estar en Portugal; de hecho, todos los carteles están en chino y portugués. Hay un montón de iglesias, fuimos a la Catedral, vimos una casa preciosa que se llama Casa de la Misericordia y luego preguntamos dónde estaba la Casa Ricci, la obra impulsada por del tío de Carras. Llegamos a un edificio con un patio y una sala para ancianos, y nos dijeron que el tío de Carras había vivido en la casa de enfrente con el resto de Jesuitas, así que fuimos para allá y llamamos a la puerta. Conocimos a un jesuita argentino, que estaba encantado de hablar español y nos invitó a entrar. Le contamos que somos del movimiento y que estamos de misión en China. Él nos contó un poco de la vida del tío de Carras (apasionante) y nos dijo que ahora él se encarga de su obra. Cuando Pilar le habló de nuestra presencia en China, él se conmovió y nos dijo: «Veo que el Señor está haciendo un buen trabajo con vosotros, realmente ha puesto su mirada en vosotras». Claro, nosotras boquiabiertas porque le habíamos contado el drama que vivimos cada día y él asentía con la cabeza diciendo que tenía que ser así, que uno tiene que morir para nacer. En un momento dado, añadió: «Pasará el tiempo y en unos años hablaréis bien chino, tendréis amigos y os volveréis a apoderar de lo que tenéis, y el Señor os volverá a pedir que dejéis lo que tenéis y tendréis que volver a morir… pero somos así, la vida es así». Yo le miraba pensando: «Pero qué realismo tiene este hombre», y además hablaba con decisión y a la vez con una gran ternura. Nos contó que el tío de Carras empezó su gran obra cuando tenía 75 años, creó Hospitales y Centros en 19 regiones de China, incluida la obra para los leprosos, y llegó adonde gente muy capaz ha sido incapaz de llegar. Y todo porque era consciente de que él no era nada y el Señor lo es todo. Fue un hombre que tenía sólo esta certeza y con esto ha movido medio mundo y creado obras que dan testimonio de la presencia viva del Señor.
Begoña, Shangai (China)