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Huellas N.9, Octubre 2011

TRADUCCIÓN / En el corazón del diálogo

El riesgo de educar

Massimo Borghesi

La educación según don Giussani y la plaza Tahir. Dos mundos lejanos, pero sólo en apariencia. Abdel-Fattah Hassan, profesor de Literatura italiana en la Ain Shams University de El Cairo, ha traducido Educar es un riesgo: «Un libro para todos los hombres», que ilumina también los retos del Egipto (y del islam) actual al lanzar un puente entre tradición y modernidad

La traducción al árabe de Educar es un riesgo de Luigi Giussani, por parte de Abdel-Fattah Hassan, profesor de Literatura italiana en la Ain Shams University de El Cairo en Egipto, es ciertamente un hecho relevante en continuidad con otros eventos significativos: la traducción al árabe de El sentido religioso, de Luigi Giussani, en 2006; el Meeting de El Cairo, bajo el título “La belleza, espacio para el diálogo”, en octubre de 2010; la revolución de la Plaza Tahir, todavía en curso. A estos tres episodios se une ahora la traducción de Educar es un riesgo –obra que, junto a Los jóvenes y el ideal. El desafío de la realidad (Ediciones Encuentro, 1996) constituye el corazón del método educativo de Giussani–, mostrando de este modo cómo la actual realidad egipcia es cambiante y rica en fermentos.
Revista particular interés el hecho de que la traducción corra a cargo de Abdel-Fattah Hassan, elegido en 2005 para el Parlamento egipcio y miembro de los Hermanos Musulmanes. Como es inevitable, dicha pertenencia provoca la pregunta sobre qué interés pueda tener para un exponente de los Hermanos Musulmanes un texto sobre educación escrito por un sacerdote católico. La respuesta viene directamente del interesado que, en su intervención en el pasado Meeting de Rimini, indicó al menos dos motivos claros. El primero es que un libro parece «escrito no sólo para los italianos, ni sólo para el mundo católico. Creo que un libro de este tipo, con este contenido, está escrito para cualquier sociedad, sea cual sea su cultura, religión o planteamiento educativo». El segundo, señaló Hassan, es la impresión de que el texto «toca algunos puntos esenciales de nuestra sociedad actual, tanto en Egipto como en el resto del mundo, con una vigencia extraordinaria».

Nuestra humanidad. La afirmación de Hassan de que el texto está escrito para «todos», independientemente de la pertenencia religiosa y cultural, supone una confirmación del enfoque antropológico que subyace al método educativo de Giussani: una visión universal del hombre cuyo fundamento es un «corazón» común a todos los seres humanos, un «rostro interior» lugar de las exigencias fundamentales y constitutivas de lo humano, independientemente de la latitud y de las particularidades culturales. Para Hassan esto significa que «la verdadera educación es la que educa nuestra humanidad, lo que es original en lo humano, tan original que se encuentra en cualquier hombre, sea cual sea su país y su procedencia». Esta perspectiva universal es clave en un momento en que Egipto, tras los acontecimientos de la plaza Tahir, necesita un modelo educativo capaz de valorar las diferencias (musulmanes y cristianos coptos) y al mismo tiempo trascenderlas en la construcción de una casa común. Como Hassan afirmó en Rimini, el nuevo Egipto no puede ser gobernado por un «Estado teocrático». Una afirmación esencial, que muestra la diversidad de posturas que existe en el ámbito de los Hermanos Musulmanes. La primavera árabe, según Hassan, necesita diálogo, convivencia, reconocimiento recíproco. En este contexto, el texto de Giussani, basado en la apertura universal de la razón, es de extremado valor. «Nuestro verdadero concepto de cultura escribía en Educar es un riesgo– coincide con el ecumenismo. Los primeros cristianos no utilizaban el término “cultura”; comenzaron usando este otro término, oikouméne, ecumenismo». El cristianismo, añadía, «entró en el mundo trayendo la eirene, la paz».
La aceptación de este punto de vista, por parte del profesor Hassan, ni por asomo se puede dar por descontado, como tampoco es obvia la idea de que exista una antropología universal, no meramente «islámica». Hassan, en realidad, ha comprendido bien cómo el enfoque de Giussani puede ayudar a los Hermanos Musulmanes a hacer frente al desafío de este momento histórico: la relación entre tradición religiosa y modernidad. Como afirmaba Wael Farouq, presentando en Roma, en 2007, la traducción al árabe de El sentido religioso, la crisis del pensamiento árabe depende de la escisión que la atraviesa: «Por un lado, los partidarios de la tradición, que viven el “aquí”, pero no el “ahora”, porque permanecen parados en el pasado glorioso; por otro, los partidarios de la modernidad, que viven el “ahora”, pero no el “aquí”, porque su conciencia se desplaza hacia el mito del Occidente moderno». La oposición entre los occidentalistas y los tradicionalistas religiosos es el punto «crítico» que atenaza al mundo islámico desde hace más de medio siglo, lo que parece vislumbrar un cambio precisamente en la primavera árabe.

La mochila del discípulo. Para Hassan, el interés del texto de Giussani reside justamente en la posibilidad que aquél ofrece de volver a afrontar y a superar tal herida: la que se da entre fundamentalismo y modernismo. No lo dice de manera explícita, pero lo da a entender allí donde subraya la importancia de la «dimensión religiosa» en el proceso educativo, la cual, sin embargo, nunca debe ser contraria a la «educación en la crítica». En la introducción de su volumen, Giussani sintetizaba el método educativo en tres factores: el valor de la tradición; su continuación en la actualidad a partir de una vivencia presente que subraya la correspondencia en la propuesta del educador y el «corazón humano», en sentido bíblico; y, en tercer lugar, la reflexión crítica de lo que se ha adquirido. El tercer paso implica necesariamente la comparación con la modernidad y con sus instancias. Tal y como suscribe Hassan, se trata de comparar con estas instancias lo que contiene la «mochila» de la tradición que llevamos a las espaldas. La «mochila» es decir, la tradición cultural recibida, debe, al pasar de la infancia a la edad adulta, convertirse en problema. Sólo de este modo la persona madura y el contenido transmitido, recibido, puede convertirse en una libre convicción. Debemos tomar entre manos nuestra «mochila» y comprobar lo que hay dentro sometiéndolo a una crítica: «“rebuscar dentro” se dice krinein, krísis, de donde deriva “crítica”». Maestro es aquí aquél que favorece en el discípulo este proceso crítico. El objetivo es «liberar a los jóvenes de la esclavitud mental, de la homologación que nos hace esclavos mentales de los demás». Por eso, una tradición viva supera el «tradicionalismo» en cuanto es crítica, capaz de dar razón de sí y, además, de comprender las razones del otro. «Nosotros –escribía Giussani– estamos acostumbrados a buscar en todas las cosas esa pizca de bien que puedan contener y a valorarla, de manera que nos resulten amigables compañeras de viaje. [La catolicidad] implica un abrazo universal».
La educación se convierte así en el puente tendido entre la tradición y la modernidad. Un puente que la Iglesia católica ha tendido con el Concilio Vaticano II, cuya construcción interpela hoy al mundo islámico en general. Tras la revolución de la plaza Tahir, Egipto se halla en el corazón de dicha construcción. La resistencia y la victoria sobre el régimen no han sido únicamente el fruto de la reacción popular contra la opresión y la corrupción generalizadas. Ha sido también una gran experiencia educativa que ha unido a jóvenes y ancianos, un movimiento popular en el que musulmanes y cristianos, por primera vez, se han descubierto parte de la misma historia. Un movimiento no violento que, simbólicamente, ha reconocido en la histórica plaza de El Cairo el espacio de la propia libertad y fraternidad.

Compromiso y cambio. El reto de los próximos meses es que no se pierda la memoria de esta experiencia. El riesgo de un compromiso entre los tradicionalistas, pillados desprevenidos por los acontecimientos de la primavera árabe, y la casta militar, es real. En tal caso, como en el caso de El Gatopardo de Tomasi di Lampedusa, todo habría cambiado para quedarse como estaba (o peor). En cambio, aceptando hasta el fondo el reto de un cambio capaz de conjugar y no oponer la tradición religiosa con la modernidad, Egipto podría convertirse, al igual que la Turquía actual, en un modelo para todo el mundo árabe.
A la solución positiva de este reto, los dos textos de Giussani traducidos al árabe, El sentido religioso y, ahora, Educar es un riesgo, aportan una importante contribución sobre los nudos que la revolución está llamada a desatar: educar en el reconocimiento del otro, y, por tanto, en la convivencia y el respeto entre tradiciones y religiones diferentes; y elaborar una Constitución en la que se afirmen los derechos de todos, partiendo de una concepción universal del hombre.


BOX CENTRO CULTURAL DE MILÁN
El jueves, 13 de octubre a las 21 horas, el Auditorio de Milán se celebró la conferencia “En un mundo incierto. El riesgo educativo”, organizada por el Centro Cultural de Milán: un diálogo con ocasión de la publicación en árabe del libro Educar es un riesgo de don Luigi Giussani, a cargo de Massimo Borghesi, profesor de Filosofía moral en la Universidad de Estudios de Perugia; Abdel-Fattah Hassan, profesor de Literatura italiana en la Universidad Ain Shams de El Cairo; Ibrahim M. M. Shamseddine, fundador de la Fundación Imam Shamseddine para el Diálogo de Beirut; y don Ambrogio Pisoni, responsable de Comunión y Liberación en Asia. Para más información: www.cmc.milano.it