IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.8, Septiembre 2011

PRIMER PLANO / La historia soy “yo”

«No hay que inventarse nada»

Pierbattista Pizzaballa

Cafarnaúm, ¿qué me dice? Dice que la vida real del hombre permanece como la verdadera Tierra Santa del encuentro con Dios. La vida es el único lugar de encuentro con el Señor. Y cuando digo vida no hablo de algo abstracto, idílico, limpio, hablo de vida. En este sentido Tierra Santa es un lugar formidable. Si Jesús habitó una tierra dando espesor de verdad y divinidad a lo humano concreto, es posible habitar la tierra con y como Él; si existe una Tierra Santa, debe existir también un modo santo de habitar la tierra. Las páginas del Evangelio de Cafarnaúm nos hablan de una salvación muy concreta y de un Dios que llega para habitar exactamente el espacio de tu vida cotidiana. Por eso lo cotidiano tal y como es se convierte en la vía de encuentro con Él y no hace falta inventarse nada.

Llegué allí hace poco más de veinte años. Inicialmente mi vida transcurría tranquila dentro de los conventos, estaba y vivía dentro de un mundo que desde siempre había sido mío: un mundo cristiano católico y religioso, tenía mis preguntas, y me daba también mis respuestas. Las cosas cambiaron cuando me enviaron a estudiar a la universidad hebrea de Jerusalén. En ese período era el único cristiano en todo el departamento. Tras las inevitables primeras dificultades, sin embargo, nacieron incluso amistades verdaderas. Pero al hablar de mi fe no lograba decir gran cosa, y no porque no tuviera las palabras, sino porque éramos de dos mundos distintos. Pero al mismo tiempo comprendí que, más que mi reflexión sobre Cristo, lo que les interesaba era mi experiencia de Cristo. Sólo entonces comprendí, por primera vez de manera concreta, lo que significaba la palabra testimonio, su fatiga y su fascinación, y me di cuenta de que el testimonio se hace verdadero y vivo cuando se hace un sincero esfuerzo por comunicarlo. No hay experiencia sin testimonio y no hay testimonio que permanezca cerrado en sí mismo. Aquel período marcó para mí una nueva etapa de mi vocación. Hablaba de Cristo a personas que no lo aceptaban como Señor, y sin embargo esto no sólo no nos separaba, sino que incluso reforzaba nuestros vínculos. Es decir, esta experiencia de encuentro con personas radicalmente distintas ha transformado mi relación con Jesús. Desde entonces no han cambiado las cosas que tengo que hacer, sino mi forma de relacionarme con ellas. Aquellos encuentros me han llevado a tomar de manera completamente nueva una decisión personal en relación con Jesús. En ese sentido puedo decir que gracias a esos amigos he encontrado a Jesús de un modo nuevo y más íntimo.  

Las relaciones en Tierra Santa se encuentran desde siempre terriblemente heridas,  pero estando precisamente allí, dentro de esas relaciones, tal y como son, te encuentras cotidianamente provocado en tu relación con Cristo y todo se hace concreto. Perdón, gratuidad, libertad, caridad... Todas estas cosas dejan de ser teóricas, se convierten en una necesidad. Y negarlas sería negarle a Él.
(Extracto de la intervención en el Meeting)