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Huellas N.10, Noviembre 2008

PRIMER PLANO - Trabajo

«Más que jefe, soy sólo el primer empleado»

Paolo Pérego

La gestión de una empresa de 280 empleados, los problemas y los proyectos. ¿De dónde nace el gusto por lo que uno hace? Responde Giuseppe Ranalli

Giuseppe Ranalli, administrador delegado de Tecnomatic, empresa del sector electromecánico con más de 280 empleados, no es partidario de una demonización simplista de las finanzas: «La Bolsa es sólo un instrumento. El verdadero problema son las personas y su educación». La suya es una empresa que “va bien”, con socios importantes en todo el mundo, aunque también se está viendo afectada por la crisis: «La clave de todo está en una mentalidad relativista muy difundida para la cual nada parece tener verdaderamente valor. Si yo me levanto por las mañanas y no creo en nada, ¿cómo me relacionaré con la realidad? Seguramente la exprimiré, para extraer la mayor ganancia posible». Y los nuevos piratas que se aprovechan de ello son los rebaños de directivos que se lanzan sobre las empresas y las exprimen, con la idea de que “cuanto menos se invierta mejor”.

Más allá de la carrera
Todo esto lo dice una persona que desde hace diez años no reparte dividendos, sino que reinvierte todo en proyectos e investigación. Una persona que arriesga. Y la cosa funciona. «El aspecto de la fe es fundamental en esta decisión: tiene que ver con el reconocimiento de que todo se te ha dado, de que la empresa no es tuya... De que ella es la pequeña realidad en la que plasmo la tarea que se me ha confiado. En esto consiste mi trabajo. Y en este sentido, me doy cuenta de que yo soy el primer empleado. ¿Tarea y realidad? «Sí, el trabajo es el punto en el que se produce el nexo entre mi persona y la realidad. Al principio quería ganar dinero, y tenían grandes proyectos: hacer algo bonito y útil para el mundo. Pero sin esta conciencia es imposible. Porque tienes ante ti a gente que trabaja, con sus hijos... No puede pasar nada ante ti sin que te preguntes cuál es su significado».
Ciertamente el beneficio existe, añade. Pero es un instrumento, no puede ser el fin: «En la actualidad el trabajo se ha reducido a prestación, es decir, a dinero. Y a hacer carrera. A veces, al cabo de tres horas de conversación con una persona, me he dado cuenta de que no me habla de realidad porque es presa de sus proyecciones mentales: ambición, carrera, sueldo. Y yo le digo: “Sí, pero para hacer carrera debes hacer algo: ¿qué te gustaría?”. A esta pregunta no responde nadie. Como mucho dicen: “Cualquier cosa, con tal de ganar dinero”». Y luego, cuando empiezan, el trabajo se convierte en una losa: «En cambio, cuando uno trabaja puede descubrir verdaderamente quién es en la relación con lo que hace».

Por dos billetes más
No es fácil, ni tampoco es automático que sea así. Para Ranalli la ayuda llegó hace ocho años, con los cursos de formación de Bernhard Scholz, en la actualidad presidente de la CdO. «Eran necesarios para llegar a comprender el valor de las cosas. Desde el cuidado por el lugar de trabajo hasta llegar a descubrir qué quiere decir hacer carrera a través de la participación en la creación del valor». ¿Tal vez dando también algún incentivo a los trabajadores? «No. El incentivo supone partir con el presupuesto de que tienes que vértelas con holgazanes, con gente que te quiere engañar. Sin embargo la cuestión es: ¿creamos valor? ¡Sí! Pues bien, entonces es justo que participemos todos de la consecución de los objetivos. El sistema que premia a los trabajadores es mejor. Los sindicatos todavía funcionan con la idea de que sólo por acudir al puesto de trabajo ya los tienes que premiar... Pero si los trabajadores no vinieran a trabajar, ¿cómo construiríamos el resultado?».
La relación con los empleados es una relación «irrenunciable», dice Ranalli. Está a su disposición en la empresa dos tardes a la semana: «Pero no porque yo sea magnánimo, sino porque me interesa. También ellos me han sido dados, y esto pasa por cuidarles». Pero, ¿qué quiere decir cuidarles? «Hay muchas formas de comunicar a un trabajador un aumento de sueldo. Pero si a mí lo único que me satisface es Cristo, ¿cómo puedo tener la presunción de hacer feliz a uno dándole un aumento de sueldo? Y esto no quiere decir que no se lo dé. Pero debo decirle: tú no vales sólo este aumento. ¿Cuánto tiempo te durará la satisfacción por dos billetes más?».