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Huellas N.6, Junio 2011

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

AQUEL BESO EL DÍA DE LA BODA
Era un día cualquiera, más aún, uno de esos días donde el lamento parece prevalecer sobre todo lo demás. Mucho trabajo, muchos enfados inútiles: un día normal. Hasta que recibo una llamada. Era un enfermo terminal que quería confesarse, lo habían mandado a casa porque no podían hacer nada más por él. Son las personas más interesantes, pero también las más difíciles. No les puedes soltar un discurso. Me dirijo a casa de Carlo y pienso qué le puedo decir, aunque no sé si está consciente ni si puede mantener una conversación. Empezamos la confesión y me cuenta su historia. Descubro que vive desde hace más de treinta años con una mujer pero no se han podido casar (porque si se casaban ella perdía la pensión con la que viven). Llamo al obispo para preguntar si el matrimonio en peligro de muerte se puede celebrar sin efectos civiles. Me dice que sí. El enfermo cambia de cara. Tiene fuertes dolores pero está contento. Luego llega su hijo. Le contamos lo que ha sucedido y, como tiene dos gemelas preciosas de cuatro años que me conquistan, le pregunto por qué no está casado y si no quiere casarse él también. Empieza a pensarlo, se ve que se ha abierto una brecha en su corazón. Fijamos la fecha. El matrimonio del padre se celebra al día siguiente, con una bellísima misa celebrada en aquella paupérrima casa, donde la presencia de Dios obra un milagro. Su mujer y él se reconcilian, reciben la Comunión y la Confesión después de muchos años. Llega el momento de los anillos… y veo que no hay. Les pregunto por qué: «Nunca los hemos comprado porque nunca hemos tenido dinero». Me conmuevo y continúo. Luego todo termina con un aplauso y con un beso, quizás sea el último. El 17 de mayo Carlo regresó a la casa del Padre.
Don Alberto, Guayaquil (Ecuador)

UN CAMINO DE CERTEZA
Querido Julián: En la última Escuela de comunidad, Alfonso me puso como ejemplo de persona que lo tenía “todo”, un buen trabajo (excesivo), enamorado de mi profesión (verdad), una familia en letras mayúsculas (excelente), montón de amigos (excepcionales), etc… y, sin embargo, buscaba algo más, algo que, gracias a Dios, encontré en esta comunidad. Entonces le respondí con un testimonio vivido dos días antes, que me ha permitido comprender, con asombro, el camino que he hecho en estos meses de Escuela de comunidad. Este sábado pasado nos encontramos, mi mujer y yo, con una pareja que hacía tiempo que no veíamos. Él, amigo desde la formación hospitalaria pregrado en la carrera de Medicina, año 74, con el que trabajé hasta hace 15 años en que nos separamos profesionalmente. A partir de entonces nos seguimos viendo, aunque sea muy esporádicamente. Él lo tiene “todo”: buen trabajo, buena, muy buena familia, dos hijos fantásticos, un nieto y otro que viene en camino. Sin embargo, durante la comida que hicimos, él me confiesa que el único amigo que tiene soy yo y que lleva una temporada larga que está triste. Lo achaca a que no le consideran en su trabajo y eso le lleva a renegar de todos y de todo. Como amigo mío que es, le dije: «yo te puedo ayudar». Me salió del corazón, hasta tal punto que se lo volví a repetir, «sé que te puedo ayudar». Se lo repetí en varias ocasiones, porque estoy seguro de que le puedo ayudar. La respuesta tan cierta que le di me ha sorprendido y me ha hecho caer en la cuenta de que en este tiempo he verificado lo que la Escuela de comunidad dice: «la tristeza es el signo de la grandeza y de la nobleza del hombre». Mi tristeza y la de mis amigos puedo mirarla porque existe un lugar que la comprende y la responde. Jesús, en esta comunidad, me permite mirar mi corazón sin miedo. Por eso, puedo decir con certeza a mi amigo: «yo te puedo ayudar».
Enrique, Madrid (España)

PARA QUÉ SIRVE LA FE
Querido Julián: Hace muy poco que conocí Comunión y Liberación. El año pasado, mi esposo estuvo muy enfermo de un cáncer que lo llevó a la muerte. Durante esos penosos momentos, muchas veces me vi abatida por las circunstancias que debía enfrentar, además de acompañarlo a él en tan duro trance, debía encargarme de mis tres hijas pequeñas, y de todo lo que implica sostener la familia y los trámites de la enfermedad. Sorprendentemente, me di cuenta de que me embargaba una energía que no era mía para poder afrontar todo lo que se iba presentando, y que muchísima gente me acompañaba aunque no nos conociera o no nos hubiéramos visto en muchos años. Fue entonces que caí en la cuenta de que nunca estaba sola, que Alguien me acompañaba a través de la gente que nos socorría sin siquiera conocernos a veces. Mi esposo también lo percibió, y aunque los dos fuimos formados como católicos, nuestra fe cambió radicalmente desde esa percepción de estar siempre sostenidos por Alguien más grande. Hasta entonces, yo no conocía el movimiento, pero tenía la necesidad de aprender sobre el actuar de Dios en el mundo, del que tenía sobradas pruebas en mi propia experiencia. El Padre Miguel, quien nos acompañó al final de la vida de mi esposo, ante mi demanda, me fue acercando diversas lecturas, que confirmaban mi percepción de que la fe debe servir para la vida. Aunque parezca pretencioso y fuera de lugar, he encontrado la utilidad de la fe, y el sentido de ser cristiano, en los peores momentos de mi vida, y en los lugares más impensados, y pude ver que efectivamente es Cristo quien nos reanima y fortalece, y atrae a sí todas las cosas. En enero, ya con mi esposo fallecido, decidí ir a las vacaciones que organiza CL. Viajé con mis hijas y una tía, dos mil kilómetros en colectivo, lanzándome vaya a saber a qué, ya que llevaba dos meses en la Escuela de comunidad donde era una perfecta extraña para todos. Esas vacaciones fueron una luz en mi camino, ya que pude ver de cerca el actuar de Dios. Conocimos allá muchos amigos que, sabiendo la situación de mi familia, estuvieron pendientes de nosotras todo el tiempo. Para mí, fue un desafío que luego se convirtió en recuerdos imborrables, que me mostraron el misterioso actuar de Dios en el mundo. No tengo palabras para agradecer a tanta gente que desinteresadamente se preocupó por nosotras. En realidad, esa expresión tan amplia de “Movimiento” se forma con personas que viven y actúan, y me han mostrado una dimensión de la religión desconocida para mí. A todos ellos mi agradecimiento.
Mariel, Santa Fe (Argentina)

LO QUE VEN MIS OJOS
No miento si digo que estoy asistiendo a un verdadero milagro. Mi madre, que lleva separada de mi padre muchos años y por distintos motivos ha sufrido muchísimo por cuestiones legales, económicas, etc. Si durante todos estos años la he visto sufrir y entristecerse debido a esta situación, ahora nada más mirarla me parece ver a otra persona. Si antes, cuando llegaba a casa estaba casi siempre enfadada, ahora está todo el rato hablando por teléfono con sus amigos, que la ayudan en este camino que es la vida. Desde pequeños detalles como el modo de vestirse, su voz, el modo de prepararnos la comida para mi hermana y yo, su manera de bromear y reírse, la forma de tener en orden la casa, no puedo negar que en su vida ha entrado Algo o, mejor dicho, Alguien, que la ha cambiado por completo. Se ha dejado tocar y atraer simplemente por Aquel que hace todas las cosas. Si antes estaba siempre cansada y un poco cínica cuando hablábamos de ciertos asuntos, ahora, recordando lo que está viviendo, no puede más que comportarse de manera distinta, porque se siente querida en todo y por completo. Esto ha sucedido gracias a algunos rostros conocidos y otros no. Se ha dejado aferrar completamente por lo que iba buscando desde hace años y que ha visto en estas personas. Si ahora es capaz, en cierto sentido, de “reírse” de esa situación que durante tanto tiempo la agobiaba, es porque «he vuelto a experimentar qué significa estar enamorada; pero, si cuando me casé estaba enamorada de mi marido, ahora ¡estoy enamorada de Cristo!», me decía ayer con la mirada brillante.
Carta firmada

ES EL SEÑOR
El domingo pasado estaba de viaje con mi mujer. Íbamos en coche por la autopista y tenía la oportunidad de hablar con ella, pero como en otras ocasiones iba a llegar a casa diciéndome: «No he sido capaz de afrontar el discurso, otra ocasión perdida». La costumbre adquirida y todos los compromisos a los que tenía que atender seguían tapando mi malestar a duras penas; el silencio ocultaba todavía el tumulto de mi corazón, seguía atenazado por un sentimiento de fracaso y derrota. «Es el momento. O ahora o nunca», aunque la verdadera pregunta que me surgía era: «¿Quieres de verdad volver a afirmar que la quieres? ¿Quieres seguir viviendo con ella y caminando juntos? ¿Quieres decirle que no te puedes contentar con la costumbre?». La palabra llegaba a mis labios y no quería salir. Por fin, sale de mi boca un «Tengo que decirte una cosa». Una humildad inmensa me embargó en ese momento: no me sale una justificación ni unas explicaciones, como muchas veces había pensado que iniciarían mis palabras. Siendo yo el primero que se asombra, le estoy diciendo que las dificultades no coinciden con ningún juicio negativo sobre ella y sobre mí y que no hay nada que me impida seguir queriéndola. Le digo: «Como te escribía en una carta al año de conocernos, si tuviera que enseñarle a alguien lo que el Señor está haciendo por mí, tendría que indicarte a ti. Esto tendría que hacerlo también hoy». Con gran sorpresa me dice que también para ella las dificultades no suponen un juicio negativo sobre mí y añade: «Gracias por las cosas tan bonitas que me has dicho». ¿Desde cuándo no nos hablábamos así? Esos momentos es como si me hubieran abierto el horizonte: todo es como antes, pero ya nada tiene el mismo color y sabor. Ha cambiado la mirada recíproca. Me pregunto cómo ha podido darse este cambio. No he utilizado ninguna técnica de terapia de pareja. No quería seguir en el tran tran: me carcomía la desilusión. ¡No podía ser que nos hubiésemos casado para acabar así! ¿Dónde estaba toda la belleza de sus ojos que me había trasparentado la promesa de una felicidad y una compañía inesperadas hasta entonces? Desde aquel viaje me invade la percepción de que Otro ha tomado posesión de mí y de ella, Otro que nos guía por caminos insospechados hacia nuestro destino. Él ha cambiado nuestro matrimonio introduciéndose en nuestra relación con un perdón imposible para nosotros. Más allá de nuestras previsiones, ha cumplido lo que nos prometió cuando nos conocimos. Él cambia nuestra vida con su gracia, concediendo una ternura y una confianza que preserva el bien, que yo quería salvar y creía haber perdido. Vuelve a mostrar su rostro «y renueva la faz de la tierra,que se manifiesta llena de consolaciones» porque lo que creía imposible, conociendo bien mi debilidad, sin embargo ha sucedido: el bien prometido en el primer encuentro –«tú eres el signo de la benevolencia de Dios para conmigo» que escribí hace muchos años, luego muchas veces objeto de contradicción y traición en los años siguientes– ese bien vuelve a aparecer como nuevo, fruto maduro y consciente de Su fidelidad y de Su preferencia por nosotros. Él cumple el deseo. Él es el Señor.
Vittorio

ANTE LAS PRUEBAS DE LA VIDA
Al comenzar nuevamente el trabajo sobre El sentido religioso me sorprende cómo estas palabras cobran un sentido fresco y reconfortante en mi vida. Pertenezco a una Escuela de comunidad relativamente nueva, pero su fuerza y alegría me contagian con cada encuentro. Tengo una hija de 17 años, que cursa el 3º medio y asiste a un colegio llevado por algunas personas de CL en la Florida, en Santiago de Chile. Esta hija nació con uno de esos síndromes, en donde los doctores van descubriendo con el pasar de los años anomalías nuevas y algunas posibles soluciones. El primer impacto en mi corazón fue negarme a lo que ocurría, pero frente a las evidencias, la realidad se impuso. Gracias a mis amigos del lugar donde trabajo, el mismo colegio antes mencionado, he podido enfrentar muy duros momentos. Mi hija enfrenta la adolescencia y surgen nuevos problemas, relacionados con el trabajo escolar, ya que hay exigencias inalcanzables para ella, pero así es como también surgen nuevas formas y métodos relacionados con estrategias que van favoreciendo su desarrollo escolar y personal. Con todo ello hemos podido enfrentar su vida con una positividad, unacerteza y una permanente apertura a la esperanza, que surgen de una compañía que nos hace cercana la experiencia de Cristo.
Maritza, Santiago de Chile

DIEZMO. ¿UN PESO MENOS?
Queridos amigos: Me han llamado la atención las palabras de Carrón en los Ejercicios de la Fraternidad hablando del diezmo. Es verdad que es un gesto afectivo y concreto, como también es cierto que yo no le presto la más mínima atención a este asunto… Probablemente, esto pone de manifiesto el afecto todavía incipiente que tengo por mí misma y por quien me ayuda en la vida. De eso me doy cuenta ahora, justo después de ingresar mi contribución por Internet. En realidad, lo único que quería era quitarme un peso de encima, para no figurar entre los que no pagan, pero en el fondo seguía teniendo la misma conciencia. Lo cual se agrava reparando en mi primera reacción, que ha sido decirme a mí misma: «Bueno, paciencia». Una vez más, he cerrado mis puertas para que no entrara nada distinto. Pero el encuentro con Carrón ha generado en mí un cambio: me impide que la nada se apodere de mí hasta el punto que el único juicio sobre mis acciones y pensamientos sea la resignación que se contenta con decir: «Bueno, paciencia».
Roberta, Bolonia (Italia)

Una cuestión razonable
«NO EXISTE EL AZAR»
«Un modo distinto de concebir, sentir y manipular la vida, las cosas de la vida», ¡qué razón tenía don Giussani! Un encuentro te cambia todo. Una conciencia distinta, un gusto nuevo por las cosas, una sed insaciable de Verdad. Mi corazón exige lealtad y mi mente busca razones. Razones que siempre han sido la prerrogativa de todas mis acciones. «Si algo no es razonable, no merece prestarle la menor atención», repetía, y las pocas veces que participé en el raggio me preguntaba: «¿Cómo pueden decir que conocen a un hombre que murió hace 2000 años? Están locos, qué pena me dan». Ahora sonrío al afirmar lo contrario, aun manteniendo el mismo método; este encuentro, de hecho, es razonable, sencillamente porque es real. La lealtad que mi corazón exige me ha llevado a cambiar. Conozco bien la diferencia entre ver haciendo como si nada, y ver aceptando lo que está sucediendo, y yo he apartado la vista de lo que veía, durante demasiado tiempo. ¿Por miedo? ¿Inconsciencia? ¿Desconfianza? Ciertamente, mirarse por dentro y comprender que «algo no funciona» duele, es un trabajo que implica coraje y esfuerzo, pero luego… se te abre el horizonte. Con los amigos, dejas de hablar sólo de tonterías, y te apremia lo que tiene que ver con la vida, porque llevas en el corazón el destino del que tienes al lado; al igual que ya no te contentas con respuestas banales para ti, tampoco las deseas para tus amigos. La universidad deja de parecerte un espejismo o un reto que te supera, y se convierte en la posibilidad de seguir un camino, en una hipótesis que tratas de comprobar. Ni siquiera tener que trabajar, que es lo único que me permite estudiar, o el tener que mudarme a otra ciudad, me asustan ya, porque sé bien a dónde quiero llegar. Desaparece el obstáculo que se interpone entre mi “yo” y mi “libertad”, y todo se convierte en ocasión para verificar en primera persona el deseo que te bulle en la sangre. Ahora que comprendo, miro, aprecio y acepto, no puedo más que dar gracias. Dar las gracias a los amigos. Al darles las gracias, siento que tal vez estoy dando las gracias a Alguien verdaderamente grande, de otro modo todo lo que me está sucediendo sería inexplicable. No existe el azar. Ahora que he oído el silbato del tren, ya no soy el mismo.
Federico

Un niño de 11 años que participó con su madre en los Ejercicios de la Fraternidad en Filipinas, del 13 al 15 de mayo, escribe: Querido don Ambrogio: Gracias a CL he conocido a muchos amigos y he aprendido muchísimas cosas sobre Jesús, entre ellas que Él es mendigo de nuestros corazones. También he conocido amigos de varios países, como Italia, Taiwán y otros lugares. Yo siempre me alegro cuando nos encontramos porque podemos compartir nuestras experiencias. Soy muy feliz de que CL se haya convertido en parte de mi vida. Siempre rezamos con el Libro de las Horas que se publicó hace poco. Rezamos juntos antes de ir a dormir. Mi fe ha crecido gracias a CL porque mamá me ha dicho que Jesús me custodia incluso cuando baja la oscuridad.
Kenneth, General Santos (Filipinas)

Elecciones en Italia
DESDE UNA HABITACIÓN, UNA MIRADA QUE ABRAZA EL MUNDO
Daniele, inmovilizado en una cama a causa de la esclerosis múltiple, envió a todos sus contactos de correo electrónico el artículo de Giorgio Vittadini sobre el criterio para decidir a quién votar, con esta premisa.
«Perdone que me “entrometa” en su correo por la sola razón de que le conozco –algo inusual en mí–. Lo hago debido a una seria preocupación ante la próxima segunda vuelta electoral, aquí en Milán. Por primera vez puede llegar con mayoría al Ayuntamiento una concepción de la vida en la que –según el programa– se ven desprotegidas realidades de subsidiariedad solidaria. Un consultorio familiar surgido libremente en un barrio, que acompaña a personas, parejas o familias en riesgo de exclusión no como si se tratara de “casos clínicos” sino como “personas”; otro que ayuda a familias inmigrantes en su inserción laboral y escolar, mediante el conocimiento del idioma; otro que acompaña a chicas y mujeres que, a pesar de un embarazo no deseado, no quieren abortar. Otro donde se recogen alimentos de primera necesidad que se distribuyen entre familias con dificultades económicas, no como si fuera una empresa social que cumple un servicio filantrópico, sino como personas que se encuentran con personas, como una iniciativa que no nace de un proyecto sobre el papel sino de la solidaridad concreta entre vecinos. Y otras muchas iniciativas mediante las cuales las personas responden a una necesidad propia o ajena, juntándose y creando obras; luego, las instituciones verifican la calidad de lo que hacen y les subvencionan si la iniciativa es eficaz –mucho más que eficiente–. Y sobre todo, una posible mayoría cuya concepción cultural desacredita al sujeto generador de la sociedad occidental, la familia marido-mujer-hijos. Creo que éste es el aspecto más importante que debemos valorar para garantizar la libertad de expresión y de asociación de cada uno. Me parecía importante comunicárselo, espero no haberle molestado». Respondió uno de cada cinco: el mayor disgusto ha sido ver (como sucede a menudo) que la ideología fácilmente “nos ciega”, elimina la capacidad de razonar, de manera que muchos que se muestran “sensatos” en otros campos, pierden su autonomía de juicio a la hora de valorar las opciones de voto. Sin embargo, algunos por los que no habrías dado un duro te sorprenden, porque aceptan la provocación que les lanzas. ¡Sorprendente!
Daniele, Milán (Italia)

Elecciones en España
LAS SORPRESAS QUE DA LA VIDA
Al principio, era reacia a repartir nuestro manifiesto sobre las elecciones entregándolo personalmente, así que dejé doce ejemplares en los buzones de mi barrio. Sólo lo entregué en mano al tendero y al librero porque los conozco. El día que se propuso un reparto público en la céntrica plaza de Cataluña, llegué tarde, así que fui directamente al acto que había después para presentar el libro de Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Al salir, camino de casa, pasé otra vez por la plaza y estaba llena de gente haciendo ruido (cacerolazos). Estaba a rebosar y el ruido era infernal: gente cenando, otros leyendo, jugando al ajedrez, bebiendo… Mi sentido común me decía: vete a casa, este lugar no es seguro ahora. Pero por dentro alguien me decía: mójate, no seas cobarde, deja tu granito de arena precisamente en este mar de jaleo y confusión. Llevaba nueve copias del manifiesto. Con ellas en la mano empecé a mirar al personal que tenía alrededor. Esperaba que los demás se interesasen y me las pidieran (el camino fácil), pero en aquel bullicio era poco probable. Me llené de valor y me dirigí hacia las personas que parecían más favorables a recibirlo. Y aquí comienza mi sorpresa.
Les pregunté si lo querían leer en catalán o castellano, y les dije que les gustaría mucho, pues aportaba lucidez y esperanza, me identifiqué como perteneciente al movimiento religioso que lo firmaba, y lo tomaron agradecidos, con amabilidad. Al último le dije: si crees en Cristo te gustará, léelo. Finalmente seguí mi camino, pero en un momento dado me giré, lo estaban leyendo. Al llegar a casa, me encontré en el portal con una vecina que lo estaba recogiendo del buzón. Dudé un momento si decirle algo o no. Esta vecina se había quedado a Borja y a mí de que su baño daba a nuestro trastero y olía a pintura, gasolina (experimentos de mi hijo para la moto eléctrica), luego le dijimos que no pasaría más pero aun así nos denunció a la comunidad, por lo que desde entonces no nos hablábamos. Finalmente le dije que yo había puesto en su buzón aquel papel, y me explicó que ya había leído el de la mañana (repartí dos, uno en castellano y otro en catalán), que le había gustado mucho y había buscado el movimiento en Internet. Entonces me explayé: mi hijo y yo pertenecemos, hacemos escuela de comunidad, vengo de la presentación del libro del Papa... y si quiere saber más, diríjase a nosotros cuando quiera. Cuando subía en el ascensor, parecía que flotaba. Y yo era reacia... a priori...
Yolanda, Barcelona (España)