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Huellas N.5, Mayo 2011

VIDA DE CL / Manifiesto de Pascua

El póster y la persona

Paola Ronconi

¿Es posible que un póster, en vez de quedarse simplemente colgado en una pared, suscite encuentros y reacciones insospechadas? Sí. Basta con que tenga detrás alguien que no lo considera «una palabra para uso interno». Nos lo cuentan Giulia, Mónica, Giacomo…

Faltan todavía algunos días para Pascua. Cristina está trabajando en su peluquería. Recibe un rollo de papel. Lo abre, es la reproducción de un cuadro de arte sacro. A los lados, dos frases. Junto al póster, hay una nota: «Este Manifiesto es para nosotros la posibilidad de recordar siempre lo más querido de nuestra vida: Cristo, la única Certeza, la única Esperanza. Deseamos para ti y para tu familia una Pascua Santa. Mónica y familia». Cristina vuelve a casa. Vuelve a desenrollar el Manifiesto. Lee de nuevo las frases, la felicitación. A la mañana siguiente llama a Mónica: «He estado pensando toda la noche. Para ti, ¿Cristo es más querido incluso que tu marido y tus hijos? Sé lo que quieres a tu familia, lo veo cada vez que me hablas de ellos, y no entiendo». Y Mónica: «Sin embargo, es así. Es una evidencia cuando miras a tu marido, cada vez que estás con tus hijos: Él está sentado a la mesa contigo». «No entiendo, pero no puedo dejar de creerte. Si lo que propone aquí es verdad para ti, me gustaría que fuese verdad también para mí». Algunos días después, Mónica se pasa por la peluquería de Cristina. Quiere saludarla y decirle que se va dos días a Rimini. «Mira allí». Entre fotos de distintos cortes y melenas rizadas está también el Manifiesto. «Así las clientas lo ven bien. Y mientras yo estoy con el secador, lo tengo siempre delante, a través del espejo».
Así es como se hacen carne las palabras de Julián Carrón en una Escuela de comunidad reciente: «El Manifiesto no es una palabra para uso interno; es también el juicio sobre nosotros y sobre el mundo. No tenemos nada más adecuado que decir, que ofrecer a nuestros amigos que el Manifiesto, su contenido».

Manifiestos y asambleas. En muchas universidades italianas, los estudiantes del CLU han invitado a sus compañeros de estudio a distintas asambleas, distribuyendo el Manifiesto en formato reducido. ¿El resultado? Muchos pequeños grandes episodios, llenos de una riqueza imprevista.
A Gabriele le entregan el Manifiesto a las puertas de la Universidad de Bari. Acepta la invitación a la asamblea. Se encuentra en medio de un montón de gente con la que se ha cruzado muchas veces en los pasillos de la facultad. «Pero, ¿por qué decís que Cristo tiene que ver con todo?», dice. ¡Buena pregunta! Las intervenciones tratan de responder. «Hace algún tiempo consumía drogas ligeras», cuenta una chica. «Luego conocí en la universidad a gente del movimiento». Se trata de una amistad distinta. Hay un factor nuevo que hace que se sienta querida. Decide dejar la droga. Un día ayuda a un viejo amigo a pasar un examen, y él, para agradecérselo, quiere regalarle un poco de “costo”. Ella le dice: «Mira, en estos meses he descubierto qué quiere decir quererme de verdad. Y lo que me propones no llega a ese nivel. No lo quiero». Habría podido dar las gracias, aceptar el “regalo” y tirarlo nada más girar la esquina. «Pero quería ser leal con lo que vivo». En ese encuentro imprevisto, en ese cambio, ¿hay o no una respuesta para Gabriele?
Otra región italiana, otro episodio. Francesco llama a la puerta de la administración de la universidad de Cosenza. Detrás del escritorio se sienta su amiga Silvia. «Hola. Te dejo este manifiesto. Feliz Pascua». Silvia lo lee enseguida, delante de él. Y le dice: «He entendido bien la importancia de este “ahora” del que habla don Giussani cuando he empezado a recuperarme de la enfermedad». Silvia ha estado a punto de morir a causa de un tumor. «He entendido qué quiere decir que hay Alguien que te da todo ahora, lo importante que es el instante presente». El Manifiesto termina colgado de la pared. Francesco se despide, y baja las escaleras. ¡Cuántas veces ha escuchado a ciertos amigos decir que las palabras de don Giussani son difíciles! Silvia nunca había leído a don Giussani, pero esas palabras estaban relacionadas con su experiencia.
En la asamblea de la Universidad Statale de Milán interviene Giacomo: «Yo era creyente. Una vez fui a Medjugorje. A mi alrededor la gente percibía la presencia del Misterio. Yo nada. Esperaba el milagro en la iglesia, pero nada. Entonces salí y empecé a llorar. Ahí empezó mi escepticismo. ¿Dónde está este Jesús al que no veo? Todavía estoy esperando. Y si Dios nos ha creado a su imagen, ¿por qué no basta lo que yo soy, con mi razón, para reconocerle? ¿Por qué hace falta la fe?». Es como un puñetazo en el estómago para todos. Entre las distintas intervenciones, la de Stefano: «Si has decidido venir aquí es porque algo te interesa. Y yo te digo: lo que te interesa existe. Está presente. Ven conmigo a los Ejercicios y mira».

En la puerta de casa. María es de Turín, pero estudia en Lugano. La tarde que llegan los Manifiestos a la Escuela de comunidad del CLU se lleva dos: cuelga uno en la puerta del apartamento. «Al día siguiente, llama al timbre el portero: “Los demás inquilinos se preguntan por qué expones de este modo tu fe. Los propietarios también son católicos, pero lo que has hecho no es frecuente”. “Soy cristiana católica, ¡si quito esto de mi vida y de mi casa no estaría aquí y no sería lo que soy!”. El lunes por la mañana vuelvo a Lugano y al entrar en el portal veo que han colgado en el tablón una rama de olivo y un pergamino con una cruz y una oración».

Pase lo que pase. ¿Y si llevas el Manifiesto al trabajo? Giulia, de 28 años, organiza eventos para el mundo del espectáculo. Después de alguna indecisión, decide dárselo a su jefa. Ella rompe a llorar. Giulia comprende que para su colega es un momento difícil: su novio se está alejando de ella, la trata mal. Hablan. La jefa se marcha unos días de vacaciones. Cuando vuelve, le trae a Giulia unos bombones: «Quería darte las gracias. Lo he leído, ¿sabes? Era justo lo que necesitaba. Es el ahora que me interesa». Pase lo que pase.
Giulia, Claudio y algunos otros se reúnen el sábado 16 de abril para repartir el Manifiesto en los jardines de la calle Palestro de Milán. A sus espaldas, un Manifiesto de 3 x 2 m. Han conocido a muchas personas. Y muchas han sido las reacciones. Al terminar el reparto, Francesca, obstetra, tiene turno de noche en el hospital. Esa noche ingresa Emilia, con un embarazo a término, y una fuerte hemorragia. Flora, la niña esperada después de años de matrimonio, muere estrangulada por el cordón umbilical. «No, Señor», se repite Francesca, que pocas semanas antes ha vivido la misma experiencia con un sobrino suyo. Mirando a los ojos de esa madre, un pensamiento: «¿Por qué, Dios, quieres que esta noche esté yo? Es como Jesús en la cruz: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, pero enseguida: “A tus manos encomiendo mi espíritu”». En ese instante, la petición de Emilia: «Francesca, no me dejes». Es el comienzo de una amistad para ambas, hecha de compasión, de compartir, de compañía. El Viernes Santo, un sms de Emilia: «Si nuestros dramas familiares no se hubiesen cruzado silenciosamente, la Cruz sería para mí todavía más insoportable. Doy gracias por nuestro encuentro. Nunca hemos vivido la Semana Santa y la Pasión en nuestra piel como este año. Pensaremos en la profunda comunión cotidiana con Jesús».

Graziano y nicola. «A mediados de los años 90 conocí a Graziano por motivos de trabajo», cuenta Nicola, de Padua. «Una amistad como tantas: un par de llamadas al año para felicitarnos y nada más». Pero luego Graziano desaparece. Por un amigo común, Nicola se entera de que está enfermo de ELA. «Consigo contactar con él, en julio de 2010 volvemos a encontrarnos y me habla de su calvario, que ha empezado hace año y medio, dentro y fuera del hospital. La situación empeora y en octubre debe someterse a una operación: traqueotomía y sonda gástrica. Voy a verle y no puedo dejar de decirle: “Físicamente te veo mal, pero tienes una mirada que nunca te había visto”. Hablamos un rato y me cuenta: “Antes yo era en apariencia una persona libre y hacía todo solo, pero era un vegetal. Ahora soy aparentemente un vegetal, pero he vuelto a vivir. Sin esta enfermedad, no habría comprendido qué es la vida”. Yo me quedo sin palabras. Seguimos viéndonos. Le llevo Huellas y en Pascua, el Manifiesto». Algunos días después, un mensaje de Graziano: «La existencia de cada individuo forma parte de un proyecto misterioso que nadie conoce, pero que tanta esperanza infunde en los que toman parte en la pasión de Cristo y tienden a su resurrección». El Viernes Santo, participaron juntos en el Via Crucis. Era la primera vez que salía de casa desde julio del año pasado.

Frases destacadas:

«Nuestro yo sólo puede ser movido por algo contemporáneo: un acontecimiento. Cristo es un hecho que me está sucediendo» 

Luigi Giussani

«Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre»

Benedicto XVI