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Huellas N.4, Abril 2011

PRIMER PLANO / Juan Pablo II

«No tengáis miedo»

Alessandro Banfi

Desafió la angustia que oprimía el mundo en esos años. Nos alertó ante el poder de las ideologías a ambos lados del Muro. Pero, sobre todo, vivió apostando todo por Jesucristo y Su pretensión de ser «el centro del cosmos y de la historia». En vísperas de la beatificación, que Benedicto XVI celebrará el 1 de mayo, recordamos a un Papa al que todos le debemos muchísimo

Hubo un aguacero terrible, pero al ponerse el sol el cielo se tornó sereno. Recuerdo a aquel sacerdote polaco, que cojeaba un poco y que nos acompañaba. No sé muy bien qué dice la neurociencia moderna, pero mi memoria funciona así: al mirar hacia atrás, veo flashes, como si fuera un sueño. Si pienso en cómo empezó todo, cuando por primera vez consideré la hipótesis de un Papa polaco, vuelvo a aquella tarde de agosto de 1977. Era el segundo año que CL organizaba la peregrinación a Polonia, de Varsovia a Czestochowa, ¡y qué hermoso era estar allí charlando con aquel sacerdote bajo la luz que sucede a la tempestad!
Era la luz que iluminaba Europa central, una especie de anticipación de lo que iba a suceder. No es fácil contar treinta años con un santo, treinta años de nuestra vida tan marcados por un hombre de semejante talla humana, que se encontró siendo Obispo de Roma cuando el miedo dominaba la escena y que nos acompañó luego en tantos momentos de nuestra historia. Pero el comienzo fue allí. Y luego, otro flash: como pasando de una luz a otra, llegamos a aquella otoñal y clara en la plaza de San Pedro en Roma. Era octubre de 1978 y él nos dijo: «¡No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Jesucristo!».
Karol Wojtyla, el hombre que vino del Este, había captado nuestro sentimiento más profundo: el miedo. Entre el verano de la peregrinación y la del año de los tres Papas, en Italia se había producido el secuestro de Aldo Moro, vivíamos bajo una capa de angustia con la sensación de que la Iglesia sería definitivamente barrida por las fuerzas del mundo. Recuerdo al amadísimo Pablo VI, casi doblado de dolor en la oscura iglesia de los jesuitas en Roma, celebrando la memoria del amigo asesinado por las Brigadas Rojas. Los artículos de Pier Paolo Pasolini sobre el Via Crucis desierto en el Coliseo y después la esperanza, repentinamente truncada en una noche, de aquel pontificado de 33 días: Albino Luciani. 

El roble polaco. Y en cambio llegó el roble polaco, un hombre joven que se impuso ante el mundo con dos palabras clave: miedo, como ya hemos dicho, y otra palabra, casi tabú en aquellos años enloquecidos: Jesucristo. La Iglesia sólo podía caminar si volvía a descubrir su propio origen: a su Señor. Parecía revolucionario decirlo, incluso el mero hecho de confiarse a Él para no tener miedo. Parecía una locura el solo hecho de volver a proponer al mundo, a todo el mundo, a Cristo y a Cristo crucificado. Daba continuidad a lo que había sucedido, de ahí su nombre: Juan Pablo II. Tradición e innovación.
No por casualidad, su primera gran encíclica fue la Redemptor hominis, con un mensaje que tanto nos entusiasmó, porque era el corazón de nuestra experiencia. Jesucristo sana nuestra humanidad, no la limita, no la oprime, sino que la cumple en toda su potencialidad. Era para ser hombres mejores, más felices, más verdaderos, más serios con nuestro destino, nosotros habíamos asumido el reto que supone ser cristianos. «Cristo, centro del cosmos y de la historia», ¡qué intuición poderosa, qué cambio radical de perspectiva respecto a la cultura católica oficial italiana (empezando por la que procedía de la Universidad Católica de Milán) que había dominado esas décadas!
Un Papa al que le encantaba cantar, saltarse el protocolo, estar con los jóvenes. Un Papa que, según nos contaban los amigos de la comunidad de Roma, quería tener siempre cerca coros y guitarras, y festejar los “cumplemeses”, con una sencillez y una amistad que al principio casi nos descolocaba. Con el paso de los años, veríamos que Wojtyla quería ser el Papa de los jóvenes, de los viajes, del contacto con la gente, del coro improvisado que llega al corazón de los sencillos. Amaba la comunión. Y planteaba la liberación como la clave para desafiar / encontrar al mundo contemporáneo.
En agosto de 1980 nace Solidarnosc, con esas imágenes increíbles que irrumpen en nuestras casas: las confesiones en los astilleros, los trabajadores en huelga en Dánzig, la Virgen Negra en las verjas de las fábricas... En sólo dos años el mundo cambia de actitud respecto al Papa y a la Iglesia. El primer hijo espiritual de Juan Pablo II fue un obrero llamado Lech Walesa y los medios de comunicación occidentales se enamoraron inmediatamente de él. El nuevo Papa viaja incansablemente, al Este y al Oeste. Los Muros que han dividido el mundo empiezan a mostrar sus grietas. Muros físicos levantados por el poder político y militar, pero también Muros espirituales: ateísmo, laicismo, consumismo... En la Iglesia comienza un proceso de revisión de las modas teológicas post-conciliares. Pero esto no se debe a un proyecto de despachos. Las consecuencias de los primeros y explosivos años de Pontificado llegan de golpe, casi “sin quererlo”.
Cuando Alí Agca en la plaza de San Pedro lanza aquellos malditos disparos contra el Santo Padre el 13 de mayo de 1981, las sospechas apuntan a que exista otro proyecto, obra del poder mundano, que conspira contra aquel hombre venido de lejos. El odio del mundo explotó en un terrible exceso del Mal que, sin embargo, no tuvo la última palabra. Desde entonces Juan Pablo II convivirá con dolores físicos y quizá con una nueva amenaza espiritual y cultural. Testigo y, desde entonces, también mártir.
Juan Pablo II fue un vendaval también para la Iglesia italiana. «Sed como yo, hombres sin patria», dijo personalmente a don Giussani, y él nos lo repitió hasta infundirnos la idea de un Movimiento que nunca se quedaría tranquilo y que, sin embargo, participó con obediencia y compromiso en los asuntos del catolicismo italiano. Pero Wojtyla, como para colocar en orden las teselas de un mosaico moderno, dio un vuelco a los ritos y a las jerarquías habituales en el congreso de la Iglesia italiana en Loreto, en 1985. Allí dio un mandato preciso y concreto de unidad entre los católicos italianos y de evangelización de nuestra nación, citando a las asociaciones laicales y a los movimientos. «Para promover la comunión eclesial y la capacidad de presencia apostólica de la Iglesia, resulta muy significativa y llena de promesas la gran variedad y vivacidad de agregaciones y movimientos, sobre todo laicales, que caracteriza el actual periodo post-conciliar», dijo. No en vano, a partir de Loreto empieza una nueva etapa en la Acción Católica y un nuevo compromiso en la Conferencia Episcopal Italiana, guiada por el cardenal Camillo Ruini. Al principio, el Papa polaco divide, se crea muchos enemigos, incluso eclesiales, grupos editoriales progresistas le declaran una guerra sin cuartel. Sólo el tiempo vuelve a poner las cosas en su sitio.
La Sollicitudo rei socialis y el principio de subsidiariedad que en ella recuerda y confirma no funcionan sólo como combustible del motor de Solidarnosc, detrás del Muro de Berlín, sino que atraen la atención de todos los católicos comprometidos en la vida pública y social, en cualquier longitud y latitud. El fin de los sistemas socialistas soviéticos, marcado por la caída del Muro en 1989, representa una especie de final sorprendente para un siglo XX que en el papado de Wojtyla encuentra un rescate final y epocal.
Pero no es el fin de la historia, al menos para él, Juan Pablo II, y para su Iglesia. Es más bien el inicio de una nueva fase, en la que destaca su insistencia en la paz y en los derechos de los desvalidos. Para alguien que ha vivido la epopeya de la defensa pacifista con ocasión de la primera Guerra del Golfo (1991) en la redacción del semanal Il Sabato, aquellos años fueron apasionantes. Una vez más el Papa rompía los esquemas habituales (creados por los medios de comunicación) sobre la alianza entre la Iglesia católica y Occidente. Sólo habían pasado 48 meses de la caída del Muro de Berlín, y el Papa no seguía el papel que le habían asignado: ser el capellán del presidente Bush.
Controvertido en la oración interreligiosa de Asís, extraordinario y profético en el primer mea culpa del Coliseo, auténtico vértice de un Pontificado dominado por la palabra Misericordia, tanto en la oración como en los actos. Un Pontificado gustosa e inmediatamente mariano, cercano a la religiosidad popular de la gente común, a los santos de todos los días, pero también a la gran Madre Teresa, amiga personal, o al Padre Pío, a los que eleva al honor de los altares con la seguridad del pastor y la determinación ardiente del místico. Un Pontificado luminosamente dedicado a la Virgen María (Totus tuus) y a las sencillas y repetidas peregrinaciones a Lourdes, Fátima, Loreto, Czestochowa...

Un humilde siervo. Los últimos años harían más límpido el testimonio delante de todos, llevando hasta el extremo aquella primera llamada a abrir las puertas a Jesucristo. Él mismo, Juan Pablo II, es la encarnación de un humilde siervo que se ofrece a los hombres y al mundo, de un modo indefenso, inerme. Siervo humilde que también puede ser negado, rechazado una y otra vez hasta la muerte. Hombre lleno de dolores, que señala a todos los enfermos del cosmos y de la historia que ya no están solos y que Jesús también les quiere a ellos.
El último flash es el de la primavera de 2005, marcada por tres muertes tan próximas como inolvidables: la de Sor Lucía, testigo de Fátima, la de don Luigi Giussani y justo después la extraordinaria y memorable partida de esta tierra de Karol Wojtyla. Un adiós por el que durante varios días hubo filas de jóvenes, hombres y mujeres en oración, y que conmovió al mundo entero. Un último (o primer) milagro de un santo subito.

CITA EN ROMA
Con ocasión de la beatificación de Juan Pablo II, el 30 de abril, a las 21 horas, en el Circo Máximo se celebrará una vigilia de oración en la que el Santo Padre participará en conexión vídeo; el 1 de mayo, a las 10, en la Plaza de San Pedro, misa de la beatificación, presidida por Benedicto XVI. Después de la ceremonia, se podrán venerar en la basílica de San Pedro los restos del nuevo Beato. El 2 de mayo, a las 10,30, en la Plaza de San Pedro, el cardenal Tarcisio Bertone presidirá una misa en acción de gracias.

Las etapas de una vida

A cargo de Paola Ronconi

18 mayo 1920 Karol Józef Wojtyla nace en Wadowice. Es el menor de los dos hijos de Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska, que muere en 1929. En 1932 muere su hermano Edmund; y en 1941 muere su padre. Karol se queda solo y empieza a trabajar en las canteras de Zakrzewek. Con su amigo Kotlarczyk funda el Teatro Rapsódico en Cracovia.

1942 Frecuenta los cursos clandestinos de la facultad de Teología en la Universidad Jagellonica. Trabaja en la fábrica Solvay, y al mismo tiempo acude al seminario clandestino organizado por el cardenal Sapieha en su residencia.

1 noviembre 1946 Es ordenado sacerdote en Cracovia. Se va a Roma.

1948 En Roma consigue el doctorado en teología con una tesis sobre San Juan de la Cruz. Ese mismo año regresa a Polonia como coadjutor en la parroquia de Niegowic, cerca de Cracovia, y después en la de San Florián.
1953 Se gradúa en la Universidad Católica de Lublin con una tesis sobre Max Scheler. Empieza a dar clases de Teología Moral y Ética en el seminario mayor de Cracovia y en la Facultad de Teología de Lublin.

4 julio 1958 Pío XII lo nombra obispo titular de Ombi y auxiliar de Cracovia. 
1962-1965 Participa en el Concilio Vaticano II, donde contribuye a la elaboración de la Gaudium et spes.

18 enero 1964 Es nombrado arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hace cardenal con el Título de San Cesareo en Palatio el 28 de junio de 1967.
16 octubre 1978 Es elegido Papa

25 enero-1 febrero 1979 Empiezan los viajes al extranjero: República Dominicana, México, Bahamas. Fueron 104 sus viajes apostólicos por todo el mundo. En Italia realizó 146 visitas pastorales. Como obispo de Roma, visitó 317 parroquias (sobre un total de 333).
15 marzo Se publica la encíclica programática Redemptor hominis. En casi treinta años de pontificado, escribirá 14 cartas encíclicas, 15 exhortaciones apostólicas, 11 constituciones apostólicas y 45 cartas apostólicas.

2 octubre Durante su viaje a EEUU, habla en la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Volverá a hacerlo en 1995.

13 mayo 1981 Es el día del atentado en la plaza de San Pedro cometido por Alì Agca. Es ingresado en el Policlínico Gemelli y sometido a una intervención que dura seis horas. Permanecerá allí 22 días. Un año después del atentado, el 13 de mayo de 1982, delante de la Virgen de Fátima, reza el Acto de consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María.

25 noviembre Nombra al cardenal Joseph Ratzinger prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

1985 Instituye las Jornadas Mundiales de la Juventud. Serán 19 las ediciones durante su pontificado, en Roma y en otras ciudades del mundo, como Buenos Aires, París, Chestokova, Manila, que atraerán a millones de jóvenes. Este mismo año se celebra el congreso de Loreto en el que habla, entre otras cosas, de los movimientos eclesiales como «camino privilegiado para la formación de un laicado maduro».

27 octubre 1986 Preside en Asís la jornada de oración por la paz en el mundo, con representantes de las iglesias cristianas y de las religiones de todo el mundo.
1 diciembre 1988 Recibe a Mijaíl Gorbachov, que lo invita a visitar la URSS.

15 enero 1991 Escribe a Saddam Hussein y George Bush el día en que expiraba el ultimátum de la ONU para evitar la guerra del Golfo. 

1-9 junio Viaje a Polonia, el primero tras la caída del comunismo.

15 octubre 1998 Encíclica Fides et ratio sobre fe y razón.

24 diciembre 1999 Abre la puerta santa de San Pedro. Comienza así el Gran Jubileo y un año de importantes celebraciones (entre ellas la beatificación de Francisco y Jacinta Marto y el anuncio de la publicación del tercer secreto de Fátima, la JMJ en Roma) y peregrinaciones (en el monte Sinaí, en Tierra Santa). En el año 2000 son ocho millones los peregrinos que llegan a Roma.

10 febrero 2003 Para tratar de evitar una nueva guerra en Iraq, envía al cardenal Roger Etchegaray a Bagdad para obtener un signo de paz por parte de Saddam Hussein y unas semanas después, por el mismo motivo, envía al cardenal Pio Laghi a Washington, para visitar a George Bush.

28 agosto 2004 Envía a una delegación a Moscú para entregar al patriarca Alexis II la imagen de la Madre de Dios de Kazán, como regalo a la Iglesia ortodoxa rusa. Con gran dolor, no llegará a pisar suelo ruso como Pontífice.

25 marzo 2005 Participa en conexión vía satélite en el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo de Roma. Se da lectura a un mensaje suyo: «Ofrezco mis sufrimientos para que el designio de Dios se cumpla y su palabra se abra camino entre las gentes».

2 abril 2005 Muere en su habitación en la Ciudad del Vaticano, a las 21.37 horas. Es la Octava de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia.

8 abril Se celebran los funerales solemnes en la Plaza de San Pedro y recibe sepultura en la Gruta Vaticana.

LAS CIFRAS DEL PONTIFICADO 

VIAJES Durante el pontificado, Juan Pablo II realizó 146 visitas pastorales en Italia y, como obispo de Roma, visitó 317 parroquias romanas (sobre un total de 333). Los viajes apostólicos en el mundo fueron 104.

ESCRITOS Entre sus principales documentos, se encuentran 14 encíclicas, 15 exhortaciones apostólicas, 11 iconstituciones apostólicas y 45 cartas apostólicas. Escribió 5 libros: Cruzando el umbral de la esperanza, Plaza y Janes (1994); Don y misterio, BAC (1996); Tríptico romano, Universidad Católica San Antonio de Murcia (2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!”, Plaza & Janés (2004);Memoria e identidad, La Esfera de los Libros (2005).

SANTOS Y BEATOS Celebró 147 ceremonias de beatificaciones proclamando 1.338 beatos (entre ellos, la Madre Teresa, Pío IX y Juan XXIII) y 51 canonizaciones, por un total de 482 santos (entre ellos, Maxmilian Kolbe, padre Pío de Pietrelcina, José María Escrivá de Balaguer). Convocó 9 consistorios, en los que creó 231 cardenales (más 1 in pectore).

ENCUENTROS Ningún Papa ha encontrado a tantas personas como Juan Pablo II: en las Audiencias generales del miércoles (más de 1.160) han participado más de 17 millones y 600.000 peregrinos, sin contar con las audiencias especiales y las ceremonias religiosas, ni con los millones de fieles encontrados durantes las visitas pastorales en el mundo entero; numerosas también los miembros de gobiernos recibidos en audiencia: basta con recordar las 38 visitas oficiales y las otras 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y las 246 audiencias y encuentros con distintos primeros ministros. Su pontificado, que duró casi 27 años, ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia.