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Huellas N.3, Marzo 2011

Norte de África / El pueblo sale a la calle

El motor de la revolución

Paolo Perego

Les hemos visto desafiar a la policía y a los ejércitos, manifestarse con banderas y sin colores partidistas, hasta derramar sangre y dejar miles de muertos. Hombres y mujeres, musulmanes y cristianos, pobres e intelectuales. ¿Qué es lo que sucede realmente en Argel, Túnez, El Cairo, Trípoli…? «Algo que tiene que ver con el corazón», afirma FRANCESCO ALBERONI. Algo que no nace encima de una mesa

Hombres y mujeres de todas las edades. Estudiantes, padres de familia, chicas con su velo negro en la cabeza. Durante semanas, los medios de comunicación nos han transmitido las imágenes de plazas que se llenaban de gente común: musulmanes y cristianos, de distintas clases sociales y facciones políticas. Pero unidos al manifestarse en contra del poder. Desde Túnez a Argel, pasando por Amman, Saná o El Cairo, llegando hasta las ciudades libias de Bengasi y Trípoli. El Norte de África y Oriente Medio se rebelan. «Un magma incandescente», afirma Francesco Alberoni, sociólogo y editorialista de Il Corriere della Sera, que desde hace años se dedica al estudio de los movimientos colectivos: «Lo que está sucediendo en estos países es la primera fase de una génesis que dará lugar a sociedades nuevas. Pero esto no es algo que surge de la nada: para que se desencadene un movimiento de esta naturaleza se tienen que dar unas condiciones previas que hagan posible tanto su formación como su crecimiento, más allá de la chispa que lo haya hecho explotar».

¿A qué se refiere?
Hay que ver cómo se ha formado la masa crítica. En las revoluciones se repite siempre el mismo proceso. Si miramos al Norte de África y al resto de países de Oriente Medio, podemos ver que en los últimos 40 años ha crecido considerablemente la población menor de 25 años. La mortalidad infantil ha descendido, y también ha aumentado el nivel de escolarización.

De modo que la pobreza, el desempleo, la desigual distribución de las riquezas, la falta de derechos... son las chispas que han prendido el fuego.
En efecto, las que han empujado a la gente a salir a la calle. Hemos visto a la gente saltar, bailar, soñar... Una suerte de “reino de los Cielos”, en definitiva, donde todos son hermanos. Es la luna de miel de la revolución. Un fenómeno de excitación colectiva en el que se genera una fuerza de impacto formidable. Estamos hablando de deseos, de ganas de afirmar una esperanza. La deriva ideológica viene después. En el caso de Egipto, por ejemplo, todavía estamos en la primera fase. Pero cuesta creer que detrás no hay ninguna organización. Están los Hermanos Musulmanes, con todas sus ramificaciones, que controlan la universidad. Luego, está el ejército, que es una élite rica, que goza de grandes privilegios; es la casta dominante. Y en medio están los demás, incluidos los coptos. No veo el peligro de que en Egipto se llegue a instaurar un gobierno similar al de Irán. Los Hermanos Musulmanes tienen una dimensión política, no son un clero organizado territorialmente ni tampoco armado.

¿Y los demás grupos reformistas del mundo musulmán, los de corte “laico” e intelectual?
No sé hasta qué punto están políticamente organizados. El Baredei es reformista, pero son los grupos organizados los que cuentan a la hora de celebrar unas elecciones. Habría que movilizar a doscientos mil activistas para ganar las elecciones. Y luego tendrían que tener la capacidad de dialogar y planificar acciones a largo plazo. Sería peligroso confundir a los jóvenes que protestan en la plaza con militantes que luchan sólo para conquistar el poder en las elecciones de otoño. Lo que estamos viendo es una especie de danza propiciatoria, un Estado naciente.

Por tanto, ¿en la calle ya trabaja con vista a las elecciones de otoño?
Tenemos algunos datos. Existe un servicio de orden y no ha habido más enfrentamientos, lo que quiere decir que hay alguien detrás que está trabajando. Cuando salieron a la calle los defensores de Mubarak, ¿quién organizó la contraofensiva? Yo creo en la espontaneidad de las masas, pero también creo que en veinte días se crean necesariamente pseudo-estructuras organizadas. Lo espontáneo y lo organizado coexisten, de hecho lo primero suele confluir en lo segundo. Alguien como Danton, que secundó la espontaneidad popular, acabó dándole una forma, de la que se convirtió en el auténtico líder. Todos piensan que el líder es el que guía al pueblo. Sin embargo, el líder se adapta a lo que el pueblo pide. En esta masa incandescente, estoy seguro de que emergerán nuevos líderes, quizá con nuevas estructuras que sólo veremos con el paso del tiempo.

Acerca de las fuerzas que mueven al pueblo, una vez don Giussani comentó: «Las fuerzas que mueven la historia son las mismas que mueven el corazón del hombre». ¿Realmente es así?
Sin eso, no hay nada. En el corazón del pueblo están las categorías que definen el estado naciente: unum, verum, bonum. Ésos son los valores de fondo que el pueblo quiere. Cómo esos valores se encarnan, viene después. Tomemos un valor como “la virtud”: el pueblo quiere la virtud, de modo que podemos instaurar un “reino de las virtudes”, como pretendió Robespierre. O decidir que la virtud la establece la sharía. El magma incandescente del Estado naciente se concreta después. Cuando uno se enamora, en un momento dado tiene que tomar una decisión: ¿dónde vamos a vivir? Una vez que te has ido a vivir a Milán, ya sabes que no vas a vivir en Nápoles. Y después: ir al campo o a la ciudad, tener hijos o no... Son decisiones que hay que tomar. Del mismo modo, el movimiento se concreta a través de las decisiones que se toman. Después surgen también los conflictos. Esta masa incandescente egipcia, pero no sólo ella, es impresionante. No es la única en la historia, pero mirándola, viendo esa “hermandad”, puede surgir la tentación de pensar que la democracia nacerá de forma espontánea.

¿De eso, nada?
Ése sería el cumplimiento del sueño de Rousseau, el contrato social que expresa la voluntad general. Pero la voluntad general no existe, si existiera sería infalible, y los que se opusieran a ella serían condenados a muerte. Yo, que soy optimista, pienso que habrá que decidir, por aclamación o por elección, cuáles serán las instituciones más convenientes. Se trata de un proceso, no de algo inmediato.

¿Cuál es la alternativa a la “voluntad general”?
Existen las minorías, los radicales, los musulmanes y los cristianos. Y si yo soy más fuerte, dejo fuera a los demás. La revolución devora a sus hijos, se decía. No nos engañemos al ver a la gente que baila en las calles pensando que no habrá violencia. Una chica enamorada puede estar muy contenta, pero si la cogen del brazo para apartarla del chico, se pone hecha una fiera. Sí, son las mismas fuerzas que cambian la historia. Lo que vemos suceder en el Norte de África es muy humano, nace del corazón del hombre. Es una fuerza humana orientada al bien, es el gran corazón latiente que genera la sociedad. Sin él, la sociedad no existiría. Pero también es cierto que cuando se convierte en norma o en institución puede llegar a ser totalitario, terrible, o convertirse en un juego de pesos y contrapesos que solemos llamar “democracia”.

El problema es la declinación, el camino a seguir...
En un clima de excitación, los problemas pasan a segundo plano. Pero la cuestión tendrá que afrontarse después: ¿qué instituciones crear? No es algo que se pueda prever. Quien llegue al poder tendrá que investigar lo que hizo el viejo régimen, tal vez tomando como excusa el castigo a los corruptos. Y las minorías, que antes sobrevivían y estaban bien, tendrán que encontrar nuevos espacios y nuevas garantías. Los cristianos, por ejemplo, son el 10 por ciento. Históricamente, para los cristianos “vencidos” la única salida era el éxodo. No digo que les echaran, pero los islamistas les obligaron a marcharse. De hecho, los regímenes que otorgan más garantías a las minorías son los oligárquicos. La democracia, sin embargo, exige que se den aspectos individuales personales y directos. Tú eres el que tiene que votar. Y los que son iguales entre ellos son los que sufren la envidia. No los que destacan porque son ricos y poderosos.

En toda esta dinámica, ¿qué papel ocupa la relación con Occidente? «La generación Facebook, que descubre cómo viven los europeos»: muchos sostienen que las nuevas fronteras de la comunicación están jugando un papel importante para abrir los ojos de la juventud árabe.
Probablemente se encuentran con un modelo “rico” que les fascina. Pero es reductivo. La gente cree que la tecnología crea mentalidad y no es así. Los movimientos islámicos nacieron en el siglo XX y la sharía más radical fue la aprobada por Irán, precisamente el país más avanzado científica y tecnológicamente en Oriente Medio, con Jomeini. Las armas más modernas, los misiles, las bombas atómicas... El país más moderno en la Europa de los años treinta era la Alemania nazi, que era un país bárbaro. No debemos aplicar la fórmula ilustrada que dice que si tenemos progreso técnico y científico, entonces tenemos un progreso moral paralelo. Se puede dar el máximo progreso y, a la vez, la máxima barbarie. Los ilustrados creían haber alcanzado el cénit de la modernidad, pero su guillotina era el cénit de la barbarie.

Pero Facebook no es sólo tecnología, es comunicación. ¿No tiene nada que ver?
En EEUU existe el teléfono y no hay revoluciones. Las había cuando el teléfono no existía. Es una cuestión estructural. El motor es el corazón del hombre, que también puede llegar a producir cosas terribles. Como el padre que mata a sus hijas para vengarse de su mujer.
¿El empuje es siempre bueno?
Yo así lo creo. Siempre he puesto en el centro de mis intereses las relaciones y el afecto. El amor verdadero, el amor total. En el fondo, esa gente que usted ve en las plazas es gente que se ama, que ama. Son peligrosos, ciertamente, pueden surgir tensiones. Lo cual sucede también en las parejas que acaban divorciándose.

Muchos análisis omiten este aspecto, ¿por qué?
Es el mundo en que vivimos, donde el alma humana se sustituye por sustancias químicas. Me molesta mucho cuando se abordan cuestiones amorosas y se habla de «la oxitocina y la testosterona»; ya no se habla de sentimientos. En lugar de expresiones de la fenomenología del espíritu se usan fórmulas químicas. Es una cultura que reduce también lo que sucede en Egipto, en Libia, en Barhein. A la cultura anglosajona, occidental, sólo le importa cómo instaurar la democracia. No saben que el mundo es complejo.

Entonces, ¿de democracia, nada?
Con el tiempo, habrá una evolución en ese sentido; pero debemos ser conscientes de que hace falta una transición. Sin embargo, se reduce todo a un esquema para simplificar. «Fuera Mubarak, ahora democracia». El mismo error cometido en Afganistán o en Iraq. Es una locura. Es una cultura política que deja fuera las razones del corazón, el tumulto de las pasiones. Es una cultura economicista, de costes y beneficios. Y toda la ciencia moderna se fundamenta sobre esto, sobre cómo explotar mejor los recursos, a cualquier precio. En medio queda ese tumulto humano que causa fastidio, porque tú piensas que sólo existe lo que cabe en tu angosta mente, y sin embargo... No se puede aplicar el modelo de la democracia si no partimos de ahí. ¿Has visto la plaza? ¿La hermandad? ¿El ejército? ¿Quiénes son, qué esperan, cuál es su historia?


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Libia

“EN TRÍPOLI LA GENTE TIENE MIEDO Y NOS PIDE QUE NOS QUEDEMOS”

Un dictador dispuesto a matar y a morir. Los rebeldes atacan. En medio, el pueblo, confuso y desinformado. Y una comunidad religiosa que no lo abandona


Cinco horas para conseguir línea. Luego un toque, dos. “Hallo?”. El padre Allan Arcebuche es franciscano, director de Cáritas en Trípoli. Se alegra de poder contar lo que está viviendo durante estos días de confusión. “En este momento sé que hay enfrentamientos en Fashlun, Dahara y Janzour, a las afueras de Trípoli. Las vías de acceso a la ciudad están cerradas, tanto al Este como al Oeste. Empiezan a agotarse las existencias, lo que genera en la gente ansiedad por conseguir alimento y gasolina. Por las calles pasean bandas armadas, pero es difícil saber si se trata de rebeldes o de milicianos del régimen”.
Han pasado veinte días desde las primeras manifestaciones contra el coronel Gadafi. Luego llegó la represión y las revueltas se extendieron por la provincia Cirenaica y por el Fezzan: Zawia, Derna, Tobruk, Bengasi… Hubo cientos, tal vez miles de muertos. La población salió a la calle para rebelarse contra un régimen que se perpetúa desde septiembre de 1969. Más de cuarenta años de dictadura, con la eliminación, incluso física, de cualquier oposición. Las riquezas se concentran en manos de una pequeña clase dirigente muy cercana a Gadafi, que tiene el control de las grandes empresas nacionalizadas. Pero los vientos de revolución tunecinos, argelinos, egipcios han llegado hasta aquí.
Al escribir estas líneas, el coronel permanece en Trípoli, defendido por las milicias y los mercenarios. En Bengasi se constituyen nuevos órganos de gobierno provisionales y los rebeldes del ejército instruyen a los que protestan en la utilización de las armas que han sacado de los arsenales, a la espera de poder efectuar el asalto a la capital. Mientras tanto, decenas de miles de personas se agolpan en las fronteras con Egipto y Túnez.
Es difícil que Gadafi deje el país: “Está dispuesto a morir, puede haber un baño de sangre”, explica el obispo de Trípoli, Giovanni Martinelli, en una entrevista en Il Giornale. Él se ha quedado en Libia, junto a monseñor Sylvester Magro, vicario en Bengasi, y junto a la mayor parte de la comunidad religiosa libia, como afirma el nuncio apostólico, monseñor Tommaso Caputo: “Las hermanas, una comunidad de dieciséis monjas, trabajan casi todas en los hospitales y han expresado su voluntad de quedarse al lado de los que sufren. Lo mismo podemos decir de los quince sacerdotes, que prosiguen con su labor, preocupados por encontrar la forma de sostener y ofrecer toda la asistencia posible a la comunidad católica (casi 100.000 fieles) y a toda la población”. Es la propia población la que ha pedido a los religiosos que se queden, prometiéndoles protección, según informan desde la Nunciatura. “No sabemos hasta qué punto es real la situación que describen los medios extranjeros. Nuestras hermanas viven en lugares alejados de los enfrentamientos. Como mucho, han podido ver que crecía el número de muertos y heridos en los hospitales”.
“Los extranjeros están volviendo a sus países”, continúa el padre Arcebuche. “La comunidad católica está formada sobre todo por extranjeros que han venido a Libia para trabajar. Mientras hablamos, Manila está organizado la repatriación de 10.000 filipinos”. Los más vulnerables son los eritreos, muchos de ellos en situación clandestina mientras esperan poder embarcar hacia Europa. Su país no ha organizado ninguna repatriación. “No tienen puntos de referencia y, en la situación actual, resultan ser los más abandonados”, explican en la Nunciatura. “Esperan que algún gobierno se pueda ocupar de su evacuación y les acoja como refugiados”.
“Nuestra principal tarea ahora es mantener abiertos los canales de comunicación, tanto internos como externos”, explica el director de Cáritas. Luego la línea empieza a sufrir interferencias. Él empieza a hablar deprisa, antes de que se corte la llamada: “Rezad por nosotros. Por los cristianos y por la población. La gente tiene miedo de que estalle una guerra civil. Rezad por nosotros, rezad por…”.
(P.P.)