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Huellas N.1, Enero 2011

BREVES

Cartas

A cargo de Carmen Giussani

MI AMIGO MOSES
Moses es un chico de 30 años procedente de Nigeria. Desde hace dos años pide en la puerta del supermercado que está pegado al portal de mi casa. Ya desde el principio su cara me llamó la atención. Estaba contento, pero no uno o dos días, estaba contento todos los días. Su mirada es brillante, profunda, serena y buena. Desde el principio pensé que quería hablar con él, pero durante muchos meses fui incapaz de hacerlo. Me alejaba este formalismo en el que desde pequeños nos han educado de que alguien así: pobre, africano, venido en patera, no tiene nada que ver contigo. Empecé saludándole, luego dándole algo de dinero cuando iba a hacer la compra, incluso un día le pregunté su nombre. Esta cotidianeidad nos fue acercando, y un día comenzamos a hablar. Desde ese día hemos tenido muchas conversaciones. Es una persona realmente interesante, sencilla, inteligente. En el barrio le quieren mucho. Tiene una fe como pocas he visto. Me contó que él es feliz porque Dios le ama, cada día le da todo lo que necesita para vivir. Y que lo diga alguien que no tiene nada de nada es realmente provocador. Viéndole, se me hace evidente que la fe responde a las exigencias más esenciales del hombre, porque si no este chico no podría tener esa sonrisa y esa mirada. Durante el mes de diciembre nos vimos poco. Se juntó el que yo iba con prisa a todas partes, con un poco de pereza y con que él estaba menos en el supermercado, y pasó un mes sin que habláramos. El día antes de irme de vacaciones de Navidad a mi casa me acerqué para felicitarle la Navidad. Cuando me vio se puso muy contento, hacía mucho que no nos veíamos. Esta vez tenía una cara aún más contenta de lo habitual. Entonces le pregunté cuál era el motivo de esa alegría. Me contó que el fin de semana se había casado con una chica con la que llevaba saliendo un año y ocho meses. Esta chica tiene 23 años, es española, estudia ingeniería, y le conoce de ir a comprar al supermercado. Me quedé de piedra. Yo pensando en qué podía hacer para ayudarle, cómo podía conseguir los papeles para luego poder encontrar trabajo… y resulta que el Señor le casa con esta chica… No me lo podía creer. Total, que Moses, ha pasado de vivir en una chabola en Getafe, a ser mi vecino. Y se ha encontrado con una chica y su familia, que le quieren. Aun así, él sigue yendo cada día a la puerta del súper porque dice que hasta que no consiga otro trabajo, ése es su trabajo. Lo más impresionante de todo fue que me dijo que llevaba un mes buscándome (todo el mes en el que yo le había rehuido un poco…) para decirme que se iba a casar y para invitarme, porque yo era su mejor amiga. Me dijo que él hablaba con mucha gente, pero que la persona con quien hablaba del “verdadero Moses”, de lo más profundo de él mismo, es decir, de su fe, era conmigo y que por eso yo era su mejor amiga. Me fui a casa conmovida y agradecida al Señor por haberme dado a este amigo cuya mirada cotidiana me remite a Cristo, porque ¿de dónde nace una alegría así? Es el Señor que tiene la bondad y delicadeza de esperarme cada día en la puerta de mi casa. Y agradecida también a la educación que se me da en el movimiento, sin la cual nunca habría entrado en relación con este chico, de hecho, probablemente, ni lo habría visto.
Blanca, Madrid (España)


ANTE HECHOS REALES, YO
Fui a los Ejercicios del CLU en Italia. Cuando iba en el avión camino de Milán pensaba: ¿qué pinto yo aquí, después de tres años en la Universidad, yendo intermitentemente a la Escuela de comunidad y sin que me haya pasado nada en todo este tiempo? Nada más llegar a Milán me di cuenta de que algo no iba como yo había planeado, ya simplemente la manera en la que la familia italiana nos acogía en su casa, sin conocernos de nada, implicaba que ahí había Algo distinto. Al principio, seguía totalmente ausente, en la posición de “nada me afecta” en la que he estado años, hasta que el segundo día, preparando la asamblea fui realmente consciente de la grandeza de lo que estaba viendo y que, sin embargo, por no querer afrontar las cosas, me estaba perdiendo. A partir de ahí, comencé a mirar todo lo que se me ponía delante de un modo totalmente distinto, dejándome sorprender por cada cosa, desde el abrazo que te da una amiga hasta el silencio que se proponía porque realmente estábamos ante algo grande. Al volver, fuimos a casa de la familia italiana que nos acogía. En un momento dado, estando a solas con la madre, a la que apenas conocía, le dije que mi madre estaba enferma, echándome a llorar acto seguido. Tuvimos una conversación realmente bonita en la que ella me decía que la enfermedad de mi madre podía ser una gracia para mí. ¿Cómo puede ser que tenga una conversación de esta intensidad con una mujer que acabo de conocer cuando no la he tenido jamás con amigas de toda la vida? Era evidente que ahí había Algo más, y que a través de personas como ella el Señor estaba mirando toda mi persona de un modo totalmente distinto. Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención es lo que ha pasado al volver a Madrid: en lugar de estar triste porque se han acabado los Ejercicios, que es lo que me pasa siempre, estoy contentísima por lo que he encontrado allí, una Presencia real y que me acompaña a través de personas concretas. Además, desde que he vuelto tengo un interés cada vez más grande por todo lo que me rodea, empezando por mi madre, a la que apenas prestaba atención antes, y a quien intento mirar de un modo más verdadero, como me han mirado a mí.
María, Madrid (España)


DON LORENZO FANELLI
Ayer, fue de los momentos más bellos y verdaderos que he vivido. ¡Ni remotamente sospechaba cómo iba a realizarse tanta belleza en la ordenación sacerdotal de Lorenzo Fanelli! Él nos decía: «Ocupémonos de lo importante, no olvidemos el motivo que origina tanta organización. No nos perdamos en los detalles, todo saldrá bien si no distraemos la mirada». ¡Cuánta razón tiene! A todos los que presenciamos ayer su ordenación, nos quedó muy claro por qué estábamos ahí, juntos, cantando, comulgando una misma fe, una misma compañía, una misma iglesia. El obispo, José Luis Chávez Botello se emocionó al oír y ser testigo de la certeza en labios de Lorenzo, cuando éste agradeció al Señor por su vida y su vocación. ¡Cómo no querer vivir así en la vocación que Dios dio a cada uno! Participé en el Coro. No pude asistir a los ensayos porque estuve enferma. Cuando me sentí un poco mejor, venían las fiestas, las reuniones, la familia, los hijos que viven fuera, el novio de mi hija Estefanía que recién se comprometieron, etc. Cuando empezaron los cantos, le pedí a Dios que cantara por mí, que le daba mi voz y que Él hiciera el resto. Se unieron al coro todos los que son parte de sus respectivos coros, ya fuera en el D.F. o en Italia. ¡El coro oaxaqueño se escuchó más acompañado que nunca! Fue una mañana fresca, las flores lucían radiantes. Llegaron personas desde comunidades lejanas aquí en Oaxaca y, desde Italia, otras. Había muchos sacerdotes acompañando a Lorenzo. Todos comulgaron en un orden bello para tanta gente ahí reunida. Luego la comida... con más de mil personas. Carmelita Rosete sirvió: Cuete al escabeche (¡delicioso!),  pan recién horneado y natilla de postre. Para beber, había cerveza fría y aguas de jamaica y horchata. Como cereza del pastel, el Mtro. Javier García Vigil y la orquesta sinfónica de Oaxaca amenizaron con música oaxaqueña y mexicana. ¡Fue espléndido! Como había estado enferma, me habían quedado no menos de 25 revistas Huellas para vender. Cuando me las entregaron, no sabía cómo iba a poder vender tantas en tan poco tiempo y en época de vacaciones y fiestas. Llevé mis revistas a la comida de Lorenzo y ¡me hicieron falta más! Cuando las proponía, mesa tras mesa, no dudaban en adquirir un pedacito de lo que había presenciado. La revista es parte de lo que vieron en Lorenzo esa misma mañana y podían llevarse a casa y recordar cada vez que la leyeran. Luego, fueron los cantos con los niños. Lorenzo gozó como siempre lo hace entre los niños, como uno más de ellos.
Después el baile y hasta aprendimos a bailar la Tarantela. Luego un squetch que todos disfrutamos y por último un saludo por video de Fabrizio y de la familia de Stephanie y Edwards, así como fotografías de la vida de Lorenzo; desde su niñez, hasta hoy. Lorenzo pronunció el mismo sí de María. Lo que él vio en don Filippo Santoro y en don Guissani, le convenció integralmente, totalmente... y los siguió. He sido testigo del fruto de este seguimiento. Todos podemos seguir a estos amigos y maravillarnos en primera persona de lo que Cristo nos ha prometido. Desde ahora, Oaxaca es más grande y más bella.
Chel, Oaxaca (México)


UN DON DIVINO
Querido Julián: Una vez te oí decir algo así como que el perdón es imposible para un ser humano que ha sido gravemente herido, es un don divino. Te quiero explicar la bellísima historia que el Señor me ha regalado de reconciliación y perdón con mi familia. Siento la urgencia de contar al mundo entero la misericordia del Señor, más dulce que el amor de una madre, un marido o un hijo, que cura toda herida por profunda que sea. De pequeña yo fui una niña rara, llorona, con mal genio, arisca y siempre insatisfecha. Tenía una necesidad brutal de afecto, pero no sabía pedirlo. En lugar de zalamerías, me salían exabruptos, por los que me caían bofetadas y castigos, y en el castigo participaba toda la familia. Nunca le oí decir a mi madre ni una palabra positiva sobre mí. Mi madre sufría un trastorno psíquico, según he sabido años después. A nadie en el mundo he necesitado tanto, me he esforzado tanto por gustarle, he ansiado su compañía, su consejo, sus caricias como de mi madre y nunca los he tenido. Algunas veces recurrí a mi padre en busca de ayuda, pero siempre me contestó que él no quería problemas porque volvía cansado del trabajo. A los 25 años, mis padres me echaron de casa, con un sueldo bajísimo y sin dejarme hacer la maleta. Pero el Señor no me había abandonado. A los 15 años conocí a Teresa; me hice amiga de ella porque sorprendentemente  me quiso desde el primer momento y todavía sigue queriéndome. Y a los 17 conocí a Vinyet, que sigue siendo amiga íntima mía. Precisamente a través de Teresa entró Jesucristo en mi vida. Recuerdo que pensé «yo quiero lo que ella tiene». Un verano mi hermana, que vive en California, nos invitó a visitarla, así que allí fuimos mi marido y yo. Allí fue el primer perdón. No hice el más mínimo esfuerzo por perdonar. Yo estaba tan agradecida porque el Señor me había perdonado pecados tan graves, había llenado mi vida de sentido y alegría, que había salido a mi encuentro bajo un carisma que me calza como un guante, y tantas otras cosas que la gratitud me rebosaba del corazón. En los años siguientes me fui acercando a mis otros hermanos. Al único que no he podido acercarme, por su enfermedad, es al más pequeño, enfermo psíquico grave, alcohólico y drogadicto. Ninguno de mis hermanos tiene fe, pero yo rezo cada día por ellos y no hay poder mayor en el mundo que la oración. A mi padre, que murió hace 3 años, me acerqué al ir haciéndose viejo. El Señor me concedió la gracia de reconciliarme y perdonarle. Poco antes de morir, le ofrecí los últimos sacramentos y él los aceptó gustoso. Cuando murió yo estaba completamente en paz.
Después de mi conversión decidí querer a mi madre. Todavía no entiendo por qué el Señor me dio esta madre, pero es la que Él eligió para mí y yo lo acepto, porque repasando mi vida, estoy llena de razones para confiar en Él. La enfermedad psíquica no tratada se fue complicando y se convirtió en una persona insoportable. Yo siempre que la iba a ver iba pidiendo al Señor que la quisiera, que fuese cariñosa, que la aceptase, que la comprendiese, pero he pasado 24 años con una aridez bestial. Pero yo sé que la quiero, porque el amor no es el sentimiento, sino la decisión de querer a alguien. Ahora mi madre tiene un cáncer terminal. Con el tratamiento psiquiátrico y médico está más tranquila, y he empezado por primera vez a disfrutar de ella. Un día me dio un abrazo por primera vez en mi vida y el día de Navidad estuvimos mucho rato cogidas de la mano. Durante estos dos meses le he ofrecido la unción de los enfermos y la confesión en varias ocasiones y o no me contestaba o se negaba en rotundo.  El día 31 fui a misa con ella en la residencia, y ese día sí quiso recibir la unción de los enfermos y después le pregunté si quería pedir perdón al Señor por sus equivocaciones, y ella dijo que sí. Después de los sacramentos, me despedí de ella llena de alegría y le dije, por primera vez en mi vida, que la quería mucho. Me faltan palabras para expresar el agradecimiento al Señor que rebosa mi corazón por la alegría, la paz y la libertad de otro mundo que experimento. Este regalo que el Señor me ha dado ha acrecentado en mí el deseo que ya tenía de corresponderle, de decirle un sí cada vez más verdadero, más sin sombras como el de María. Deseo con todas mis fuerzas aceptar la manera concreta como el que tanto me ama, que me perdona una y otra vez, que cura mis heridas, sana mi alma, me reconcilia conmigo misma, con mi familia y con mis enemigos, me ha dado un magnífico marido, tres hijos como tres soles, amigos de verdad, me da alegría, interés por todo, me hace ver la vida como una aventura increíble, me quita todos los miedos, aleja la soledad, me da una Casa como la Iglesia, la gracia de verLe actuar cada día, y  tantísimas cosas, la manera concreta como Él quiere que yo, en mi pobreza, colabore en la creación Su Reino. Yo ofrezco todo, desde que me levanto hasta que me acuesto, por todos, pero sobre todo por lo que el Señor quiera, porque todo es Suyo y nada es mío.
Mar, Barcelona (España)


NACER DE NUEVO
Desde pequeña he vivido situaciones duras y difíciles, viendo con mis propios ojos y experimentando en mi propio corazón un dolor inmenso, viviendo a diario situaciones de malos tratos entre mis padres hasta que un día la situación se convirtió en incontrolable; hasta el punto de que mi padre cogió un arma con la intención de matarnos a mi madre, a mi hermana y a mí, lo que por un milagro no ocurrió y en ese mismo día terminó marchándose de casa. Fui creciendo sin querer mirar todo lo que había vivido, evadiéndome constantemente de la realidad, pues solamente anestesiada yo me podía levantar cada día y afrontar lo que había pasado y lo que vino a continuación, pues la relación con mi madre se convirtió en algo muy difícil, casi inaguantable. A los 23 años hice mi Primera Comunión, pues aunque proviniendo de una familia tradicionalmente católica, mis padres no me la han dejado hacer; sin embargo, yo siempre iba a Misa con mis tías y siempre he tenido fe. Hoy, me doy cuenta que era una fe reducida a sentimiento, pero sé que Dios siempre me ha estado cargando en sus brazos. Me casé hace once años y Dios nos ha bendecido con tres hijos maravillosos; vivíamos en Portugal pero la situación era ya insostenible en nuestro matrimonio, la relación con mi familia política era mala y cada día empeoraba más, la relación con mi padre, inexistente (desde mis 17 años), la relación con mi madre asfixiante y Dios me ha dado un respiro y la salvación a nuestro matrimonio cuando ofreció la posibilidad de venir a vivir a Canarias. Pasado algún tiempo de estar viviendo aquí, yo que “aparentemente” tenía todo, no me soportaba a mí misma y no lo entendía… estaba lejos de la familia, estaba con mis hijos en casa sin trabajar pudiendo cuidarlos como siempre había deseado y encima con una situación económica favorable, pero la herida no me dejaba y ya no podía taparla más. Un día por desesperación fui a tocar a la puerta de aquél que representó para mí el encuentro con Cristo y con el Movimiento; ya sin fuerzas anímicas y llorando de desesperación fui hablar con el Padre Joaquín que sin conocerme de nada me abrió Sus brazos y Su corazón. Joaquín me ayudó a empezar un camino pero era yo la que tenía de dar los pasos. Hoy vivo con la certeza de Cristo presente en cada día y en cada momento en mi vida. El odio que yo tenía hacía mi padre se ha convertido en perdón y ha vuelto el amor; las relaciones con mi familia política y con mi madre han empezado a cambiar, pues Dios me ha permitido volver a nacer. En medio de todo esto, y después de mucha resistencia de mi marido hacia el movimiento también él ha tenido un encuentro, ha vuelto a nacer con un corazón y un deseo enorme y compartimos la vida de otra manera. Hemos decidido acoger temporalmente a una niña bielorrusa que ha llegado a nuestras vidas recientemente. Tiene siete años y su madre ha sido asesinada por su padre. Mirando a esta niña, es como si me mirara a mí misma dándome cuenta de que las circunstancias de esta preciosa niña no son casualidad, sino ¡puestas por Aquél que salvará mi vida y la suya! No sé lo que podrá pasar en el futuro pero sé que es posible que el Amor venza el odio, la rabia, la injusticia en el corazón de mi pequeña Valeria, como ha vencido en el mío. Acoger a Valeria en nuestra vida es abrazar mi propia cruz, la que me ha permitido encontrarte a ti, Señor. Amar a Valeria de una forma tan grande y tan gratuita como a mis otros hijos es afirmar que también Yo soy Amada por Otro y mirarla es saber que yo no puedo colmar el dolor enorme que llevará dentro, de la misma manera que nadie puede colmar el mío, solamente Dios. 
Inácia, Santa Cruz de Tenerife (España)


UNA GRACIA PARTICULAR
Rodolfo Balzarotti, responsable de la Fraternidad San José, a la vuelta de Oaxaca escribe a sus amigos.
Queridos amigos: Me hubiera gustado saludaros a todos y a cada uno antes de salir de México. No ha sido posible y no quiero irme sin compartir con vosotros la experiencia y el juicio que me llevo conmigo. Todo lo que he vivido ha sido para mí una sorpresa. La primera ha sido conocer a la familia de Dora Luz. Jamás en mi vida había conocido a una familia tan grande, en sentido numérico, pero más aún por la intensidad de vuestro afecto mutuo. Gozáis, me parece, de una gracia particular: tenéis una gran familia, numerosa, unida por un afecto profundo y a la vez tenéis unas relaciones muy libres que realmente os abren al mundo. Yo me sentí uno de vosotros, sin ningún momento de extrañeza, a pesar de la dificultad de la lengua, de las costumbres y la mentalidad distintas. Ahora entiendo un poco más de dónde vienen la gracia y la fascinación de mi querida amiga Dora Luz, que en estos días me ha hospedado en su casa. Entiendo ahora de dónde vienen su creatividad y su fino sentido del humor. Es magnífico ver cómo sabéis divertiros todos juntos, padres, hijos y nietos. Me ha llamado la atención también el patrimonio de cultura y de inteligencia que vuestra familia aporta a la sociedad y a la ciudad en donde vivís. Me ha llamado la atención cómo amáis a vuestra ciudad, Oaxaca, y a México, con qué sentido de responsabilidad vivís los problemas y los dramas de vuestro país. La conversación con Claudia sobre la Virgen de Guadalupe me resultó muy interesante. Su presentación me conmovió profundamente y me hizo intuir cuál puede ser la función histórica del movimiento de CL hoy en México: ayudar a este país a comprobar su fe cristiana y reavivar así sus raíces. Raíces hondamente cristianas, que siguen aún muy fuertes, pero que, sin un trabajo que permita tomar una conciencia madura de la fe, corren el riesgo de secarse. Es ésta, por otro lado, la gran lección que nos dio don Giussani: ninguna tradición, ninguna herencia, por grande y valiosa que sea, puede perdurar si cada generación no la asume mediante un trabajo de educación y de comprobaciones personal que maduren un conciencia crítica. Esto vale también para vuestra familia. Espero que las nuevas generaciones tomen conciencia de la gracia que han recibido al nacer en este lugar bendito y sepan, cada cual a su manera y conforme a la propia vocación, custodiarla y valorarla. Os llevo a todos conmigo a Italia, agradecido por todo lo que me habéis permitido vivir entre vosotros. Vuestro. 
Rodolfo 


Milán (Italia)
EL MANIFIESTO, EN EL CONSEJO DE LA FACULTAD
La semana siguiente a los Ejercicios del CLU (los universitarios de CL) tuvimos, como cada mes, la reunión del Consejo de la Facultad. Pero aquel día estábamos allí de una forma diferente: llevábamos con nosotras la belleza y la plenitud de esos tres días en Rimini, teníamos en la cabeza lo que habíamos visto y oído; seguía ardiendo nuestro corazón por lo extraordinario de Su abrazo, por Él que se hace presente. Llevábamos en las manos el manifiesto “Las fuerzas que cambian la historia son las mismas que cambian el corazón del hombre” y nos preguntamos por qué no leérselo a los profesores como felicitación navideña. Para nosotras, en la Universidad de Bicocca, no es evidente ponerse en juego así delante de los profesores, dada la divergencia de opiniones. Pero aun así, eso no nos impidió comunicar nuestra alegría, ese Tú que domina cada vez más en nuestras jornadas. Durante las intervenciones de los miembros del Consejo, entre las discusiones sobre las prácticas burocráticas, los planes de estudio, la financiación y las reformas, pedimos tímidamente la palabra y leímos un fragmento del manifiesto. Fue increíble ver cómo todos se quedaron en silencio, interesados en escuchar lo que decíamos, y oír cómo la rectora nos decía que estaba conmovida y nos agradecía la profundidad de la reflexión. Y eso no es todo: nos pidieron el texto por escrito. Como eran muchos, quedamos en mandarlo por correo electrónico. Inmediatamente, llenas de estupor y gratitud, enviamos el manifiesto a todos los miembros del Consejo de la Facultad, seguras de que sería una ocasión, una ayuda para vivir la situación de confusión que nos afecta a todos. No sabemos cuál ha sido el impacto de cada uno delante del texto completo, en el que además se cita la experiencia a la que pertenecemos, lo que hemos encontrado, la compañía que nos permite estar así en la Universidad. Pero ésta no es la cuestión. Nos ha impresionado porque, sobre todo, no se trataba de una valentía nuestra: es Otro que actúa. Nosotros sólo seguíamos ese ímpetu que te lleva a no callar ante nadie la verdad y la belleza que experimentas. Y aquel juicio era evidentemente verdadero para todos y cada uno.
Greta y Verónica